febrero 03, 2025

Horror en Reino Unido: la violación de niñas como moneda de cambi


Horror en Reino Unido: la violación de niñas como moneda de cambio -  Tribuna Feminista


Han vuelto a salir a la luz unos hechos atroces que tuvieron lugar en Reino Unido entre 1997 y 2013: grupos de hombres de manera organizada y sistemática captaron, agredieron y violaron a cientos –probablemente miles– de chicas adolescentes de clase baja (algunas de ellas bajo la tutela del estado). Este tipo de abusos llegó a convertirse en algo endémico en ciertas partes del país. Al horror indescriptible que produce saber esto se suma el horror de saber que las autoridades británicas miraron para otro lado cuando tuvieron noticia. ¿Por qué actuaron así? Resulta que la gran mayoría de los agresores de las menores británicas eran hombres de origen paquistaní y, claro, haber actuado como correspondía, destapando así el caso, habría provocado las iras de sectores de la extrema derecha antiinmigración y les habría dado la excusa perfecta para iniciar altercados. O esa era la presunción de las autoridades. Así que las denuncias que se realizaron no llegaron a juicio o, si lo hicieron, se saldaron con penas ridículas. Resumiendo: en aras del sueño del multiculturalismo pacífico, se sacrificó a cientos de adolescentes pobres.

¿Por qué y cómo ha vuelto a salir este asunto ahora? Elon Musk es quien ha resucitado el tema para usarlo como arma arrojadiza contra Keir Starmer, primer ministro británico y líder del partido laborista, que era el principal fiscal del país en el periodo de 2008 a 2013. Musk le acusa de ignorar deliberadamente los hechos para garantizarse apoyo político. El propio Starmer ha reconocido que no se dio a los testimonios de las niñas abusadas la credibilidad debida. De esta manera, las niñas que padecieron los abusos en su día y cuyas denuncias fueron silenciadas vuelven a ser instrumentalizadas ahora en una guerra particular de intereses políticos, en este caso de Musk y la derecha estadounidense contra el partido laborista británico. Esto resulta especialmente nauseabundo cuando sabemos que al gobierno de Trump no le importan los derechos de las mujeres y, de hecho, el mismo Trump ha sido condenado por la justicia por abuso sexual a una mujer. Así que Musk haría mejor en preocuparse por formar parte del gobierno de un violador, cuando no en revisar su propio historial de relación con las mujeres.

Desde tiempo inmemoriales las mujeres hemos tenido que soportar violencias de todo tipo por parte de los hombres y, a menudo, esas violencias han sido la moneda de cambio en los pactos entre varones. Y sigue pasando: violaciones masivas en las guerras, redes organizadas y toleradas de proxenetismo, abusos de todo tipo contra mujeres y niñas pobres. Y, en ocasiones, como en el caso de las menores británicas, con la connivencia de las autoridades. Todo esto da cuenta de hasta qué punto la deshumanización de las mujeres (y, sobre todo, de las mujeres pobres) sigue siendo una realidad a día de hoy. No estamos hablando de hechos violentos puntuales, sino de hechos gravísimos y sistemáticos a una escala monstruosa de los que, además, podríamos poner muchísimos otros ejemplos recientes. Las mujeres todavía no tenemos un estatuto plenamente humano en el mundo. Se nos sigue instrumentalizando a conveniencia: sexual y sádicamente, por unos; política y estratégicamente, por otros.

Todo proyecto político o social, ya sea el del multicuturalismo, el de la integración religiosa, o el del transgenerismo, que no respete los derechos de las mujeres está abocado a la barbarie. Las mujeres somos la mitad de la humanidad y ninguna convivencia puede pasar por violentar a la mitad de la especie humana. Tristemente, se constata que, ante diferentes tensiones sociales, son a menudo los derechos de las mujeres los sacrificados. Por eso es urgente, ahora más que nunca, que el feminismo llegue a ser un movimiento mundial. Las mujeres merecemos justicia y respeto por nuestros derechos. Las niñas británicas violadas merecen respeto y justicia.

Doctora en filosofía por la Universidad de Barcelona
Fuente: Tribuna Feminista

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