'Hilaria': la proletaria vasca de los años 30 que pone al feminismo de hoy frente al espejo

Portada de 'Hilaria', ensayo de la escritora Irene García Galán, cedida por Errata naturae editores a Efeminista.
Reconstruir la memoria de quienes lucharon desde los márgenes de la sociedad es un acto de justicia, así como dar voz a las vidas silenciadas por la represión y el olvido. Porque las grandes transformaciones sociales no solo son obra de quienes encabezan los movimientos, a menudo personas con acceso al poder y a los medios, sino de cada individuo, experiencia de vida y trinchera.
Como dijo la escritora y activista Kate Millet, “lo personal es político”, por ello, comprender que las vivencias íntimas y cotidianas son un reflejo directo del sistema político –vengan de donde vengan– es fundamental para construir un mundo más inclusivo, igualitario y justo.
Así, Irene García Galán (Donostia, 1999), a través de las 170 páginas del libro, presenta la historia de su tatarabuela Hilaria –una humilde proletaria vasca de los años treinta– e invita a través de ella a reflexionar, repensar y rearmar los movimientos feministas contemporáneos para no dejar en el olvido a los que tuvieron menos posibilidades y más sufrieron. Para construir un mundo mejor, lejos de los privilegios y la opresión, y demostrar que lo personal siempre ha sido y sigue siendo una cuestión política.
"Según las feministas, la cuestión de la mujer es una cuestión de «derechos y justicia». Según las mujeres proletarias, una cuestión de «pedazo de pan que llevarse a la boca»", palabras de Aleksandra Kollontái transcritas por la autora de Hilaria.
La reivindicación del feminismo como trinchera y raíz
García Galán construye en Hilaria (Errata Naturae, 2025) un ensayo en el que la historia de una mujer concreta, olvidada por los grandes relatos, se convierte en el hilo conductor de una crítica rotunda del presente. A través de su historia familiar la autora recupera una genealogía feminista obrera que dialoga con problemas actuales y analiza el sentido y propósito del feminismo, a menudo proclamado desde los puestos de poder.
Así, la escritora e investigadora busca la neutralización del feminismo para devolverle su originario carácter de lucha de clases y memoria política. Esa misma memoria que encarna Hilaria para dar voz a numerosas mujeres anónimas situadas en los márgenes de la historia.
Un cuestionamiento del feminismo que la autora hace con contundencia, como cuando plantea sin rodeos que una mujer al frente de una multinacional explotadora o en la presidencia de un gobierno que sostiene el capital, no puede representar un avance para las mujeres pobres, racializadas y oprimidas. Y es que la sororidad, recuerda, no puede ser incondicional cuando unas mujeres oprimen a otras, porque “No podemos pretender luchar contra el patriarcado luchando por una feminización del capitalismo”.
“Se nos animaba a todas a considerar los logros económicos de las mujeres pudientes como una señal positiva para nosotras. Sin embargo, en la práctica, esos logros tenían escasa incidencia en el destino de las mujeres pobres y de clase obrera”, testimonio de la feminista bell hooks recogido por García Galán en Hilaria.
Las cárceles como sistema continuista del patriarcado
Uno de los aportes más relevantes del libro de Hilaria es el firme posicionamiento de la autora ante el sistema carcelario, el cual experimentó su tatarabuela Hilaria, presa en la cárcel de Ondarreta junto a su hija durante la Guerra Civil. Su historia muestra cómo la prisión funcionó como un mecanismo de control político, de represión sexual y de disciplinamiento de las mujeres. Un sistema penal basado en el racismo, el clasismo, el patriarcado y la violencia, ante el que la escritora se revela.
Y lo hace porque considera que el feminismo institucional ha normalizado también el castigo como única respuesta posible frente a la violencia, ignorando que la cárcel no repara ni transforma, según la autora, sino que solo reproduce el sufrimiento con idénticas herramientas que el patriarcado mismo, y “siendo las personas al margen de la sociedad las primeras víctimas”.
“El sistema penitenciario centra sus esfuerzos en el castigo, solo en el castigo. No en la recuperación de las víctimas, ni en la reinserción de los agresores, ni en la gestión colectiva de esa violencia. Solo en el castigo. Nada en lo que se refiere a la transformación. (...) Creo que la cárcel es violencia. Es la negación misma de la vida y de la dignidad humana”, reza la autora.
Un ensayo contra la opresión y el feminismo liberal
Capitalismo, cárcel, fascismo y anarquismo son los cuatro pilares que atraviesan el ensayo de García Galán, en el que también desmonta otra de las columnas del feminismo liberal: la idealización del trabajo remunerado como vía de emancipación. Así, desde la experiencia histórica de mujeres como Hilaria, el libro denuncia que el empleo asalariado nunca ha significado libertad para los que menos tienen, y menos aún para las mujeres.
“Al hacer hincapié en que el trabajo es la clave para la liberación de la mujer, numerosas militantes feministas blancas insinuaron que las mujeres que tenían un empleo ‘ya estaban liberadas’. Lo que en realidad le estaban diciendo a la mayoría de las trabajadoras era: ‘El movimiento feminista no es para vosotras’.”, fragmento de bell hooks en El feminismo es para todo el mundo (2017), señalado en Hilaria.
De este modo la autora se inscribe en un pensamiento feminista que es a la vez marxista y anarquista, heredero de figuras como Flora Tristán, Silvia Federici o bell hooks. Mujeres que señalaron cómo la opresión de género no puede separarse de la explotación económica.
Hilaria: el feminismo intrínseco que no se rinde
Sin duda, la figura de Hilaria ofrece un referente poderoso para el presente en un momento en el que avanzan los discursos autoritarios y se hace cada vez más necesario el nombrar las cosas con total claridad. Porque Hilaria evidencia lo necesario que es resistir y luchar en la vida, pase lo que pase y sin dejar a nadie atrás, algo que la autora cuestiona que haga el feminismo liberal, a menudo centrado en los logros de unas pocas ‘privilegiadas’.
"Porque mi feminismo no se conforma con reclamar más igualdad en el seno de un sistema destructivo. Mi feminismo es un feminismo solidario (...) que no pasa por alto las demás opresiones o al menos se marca ese objetivo", añade la autora.
Y es que las posturas ideológicas no son cerradas, y por ello es necesario repensar y analizar las desigualdades que persisten sin romantizar, sucumbir ante las estructuras de poder o temer a la crítica, por ello García Galán conduce al lector a través de un viaje al feminismo desde sus raíces más humildes, populares y profundas. Un llamamiento a la lucha contra el odio y la injusticia, un grito de ayuda en favor de los que más lo necesitan.
Por Almudena Orellana
Fuente: Efeminista