octubre 04, 2025

Ellas tienen la palabra: escribir a pesar de todo

Si antes fueron Idea Vilariño, Virginia Woolf, Sylvia Plath o Marguerite Duras quienes buscaron respuestas, ahora son Hélène Cixoux, Mar García Puig, Sara Mesa o Sabina Urraca las que reflexionan sobre sus dudas con respecto a la falta de legitimación que sienten como autoras y la escasez de referentes en la literatura

Marguerite Duras, de la que Tusquets acaba de recuperar 'Escribir', en su escritorio. / EP


"Algún día viviré, escribiré, amaré, moriré como quiero", escribe en su diario Idea Vilariño. Tiene tan solo 23 años. Es 1943 y en esa breve anotación se perciben las ansias por un futuro que todavía no ha llegado –"¿Por qué no espero serenamente?", se pregunta pocas líneas después–. Apenas dos años más tarde, en 1945, publica 'La suplicante', su primer libro de poemas, y consigue el aplauso unánime de la crítica. En aquella anotación de 1943 sorprende la determinación de Vilariño, una determinación que tiene mucho que ver con su férreo deseo de hacer y de vivir como quiere. Y si decimos 'vivir' decimos también 'escribir', porque para la poeta escribir era su forma de vivir: "Mi poesía soy yo", le dijo, ya anciana, a 
Elena Poniatowska durante una entrevista.

La constatación por parte de Vilariño de que la escritura, como la vida, solo es posible desde la más absoluta libertad debemos entenderla desde una perspectiva reivindicativa, desde la conciencia de que esa libertad para ser, hacer, escribir como se quiere es una libertad que, en el caso de las mujeres, debe exigirse y conquistarse. La determinación de Vilariño dialoga con los titubeos de tantas otras autoras, titubeos que tienen que ver directamente con la falta de legitimación que, a su vez, conlleva una pregunta sobre el cómo escribir y sobre para quién escribir. En su discurso de aceptación del Premio Formentor en 2019, Annie Ernaux reconoció que, al inicio de su trayectoria, tuvo que enfrentarse "a una serie de interrogantes cuya resolución era la condición para seguir escribiendo" y recordó: "En una especie de introspección literaria, me pregunté sobre mi 'sitio' en el texto, como escritora, en relación con mi 'sitio' social de ayer y hoy".

Fuera y dentro del texto

En el momento de escribir, la mujer escritora, nos dice Ernaux, debe tratar de encontrar su lugar ya no solo dentro del texto, sino también fuera de él, es decir, dentro de una tradición literaria en la que, como ya señalaron en la década de los años 70 las ensayistas Sandra M. Gilbert y Susan Gubar, la escritora ha sido desplazada. Y este desplazamiento, apuntaron las dos autoras en su obra 'La loca del desván', ha conllevado una ausencia de referentes o, recurriendo a sus propias palabras, una ausencia de precursoras. "La autoridad masculina con la cual construyen sus personajes literarios, así como las feroces luchas de poder en las que participan en sus esfuerzos de autocreación, a la mujer escritora le parece que contradicen los términos de su definición de género propia", anotaron Gilbert y Gubar, para quienes "la 'ansiedad hacia la influencia' que un poeta experimenta es sentida por una poeta como una 'ansiedad hacia la autoría' aún más primaria: un miedo radical a no poder crear, a que porque nunca pueda convertirse en una precursora, a que el acto de escribir la aísle o la destruya".


Es indudable que el contexto ha cambiado no solo con respecto a la década de los 70, cuando Gilbert y Gubar publicaron su ensayo, sino y sobre todo con respecto a los siglos XVIII y XIX, sobre los que se detienen las dos ensayistas. Lo señaló en este mismo medio Hélène Cixous, premio Formentor 2025, recordando esos titubeos que ella misma experimentó a la hora de comenzar a publicar –lo hizo con 27 años– en la Francia de finales de los 60: "¡Escribe! La escritura es tuya, tú eres tuya, tu cuerpo es tuyo, tómalo. Sé por qué no has escrito. (Y por qué no escribí yo hasta los 27 años). Porque escribir es a la vez lo demasiado alto y lo demasiado mayúsculo para ti, está reservado a los mayores, es decir, a los ‘hombres mayúsculos’; es ‘una tontería’", leemos en su famoso manifiesto 'La risa de la medusa', que Cátedra acaba de recuperar en España.

Hèléne Cixous, premio Formentor de este año, piensa la escritura de las mujeres como una escritura necesariamente transgresora y rupturista

En este manifiesto, Cixous pensaba la escritura de las mujeres como una escritura necesariamente transgresora y rupturista, sosteniendo que la mujer escritora debe "inventar la lengua inconquistable que rompa muros, clases y retóricas, prescripciones y códigos" para así "sumergir, traspasar y superar el último discurso-en-la-reserva". Las palabras de Cixous nos remiten, a su vez, a las de Adrienne Rich, para la cual la escritura de la mujer tiene algo de revisión: es "el acto de mirar hacia atrás, de ver con ojos nuevos, de entrar en un texto antiguo desde una nueva dirección crítica". Escribir, concluye Rich, es "un acto de supervivencia".

Lo curioso, o quizás no tanto, es que Ernaux y Rich dialogan a su vez con Mar García Puig, quien hace menos de un año, en el pequeño ensayo 'Esta cosa de tinieblas', reflexionaba precisamente sobre la necesidad de que la mujer escritora revise las metáforas que la han aprisionado. Parte de esta revisión pasa por la resignificación de las palabras y, por lo tanto, de las metáforas y por su reapropiación: "Solo reconociéndonos impuras, a nosotras, nuestras palabras y nuestros deseos, podremos por fin mirarnos al espejo", concluye García Puig.

¿Superados los titubeos?

"Seré una de las pocas poetisas en el mundo completamente feliz de ser mujer, no una de esas amargadas y frustradas, retorcidas imitadoras de hombres, que en su mayoría acaban destrozadas. Soy feliz de ser mujer, y cantaré la fertilidad de la tierra y de su gente a través de la inmensidad, el dolor y la muerte", escribió Sylvia Plath a su madre. Aparentemente, el ser mujer a la hora de escribir no es percibido como algo problemático, como un obstáculo, la escritura para Plath es una cuestión que traspasa el género. Sin embargo, es importante hacer hincapié en el adverbio 'aparentemente', porque la poeta, desde muy joven, es absolutamente consciente de que el devenir escritora implica romper con el modelo tradicional de mujer y, de hecho, llega a anotar en sus diarios: "Líbreme de cocinar tres veces al día, líbreme de la inexorable jaula de la rutina y la costumbre. Amo la libertad. Deploro las restricciones y limitaciones. Yo soy yo. Yo soy poderosa. Creo que me gustaría llamarme 'La chica que quería ser Dios'".

"Seré una de las pocas poetisas en el mundo completamente feliz de ser mujer, no una de esas amargadas y frustradas, retorcidas imitadoras de hombres, que en su mayoría acaban destrozadas", escribió Sylvia Plath a su madre

Esta consciencia lúcida de las restricciones y limitaciones vinculadas al rol que se le presupone por el hecho de ser mujer entra en parte en crisis una vez que nacen los hijos: es entonces cuando el deseo de libertad y de dedicar su tiempo a la escritura entra en conflicto con el deseo, mediatizado y condicionado, de ser esa madre devota que se espera que sea. A aquellos titubeos sobre la legitimidad ante la escritura, a ese miedo tan bien expresado por Emily Dickinson de no solo no encontrar precursoras, sino de 'contagiarse' de las frases de ellos sin poder escribirse finalmente a través de las propias palabras, se suma la tensión entre creación y maternidad. Si Alice Munro reconocía escribir relatos porque podía redactarlos durante la siesta de sus hijos, Edna O’Brien recordaba que escribió 'Chica de campo' mientras sus hijos estaban en el colegio. Si Liv Ullmann señaló lo difícil que es "decirle a un niño que mamá está trabajando, cuando el niño ve con sus propios ojos que su madre está sentada escribiendo", Ernaux destacó la capacidad de aguante de las mujeres que, a pesar de la maternidad, siguen escribiendo.

Sin embargo, sería erróneo poner el foco solamente en la maternidad, puesto que, como señaló en su momento Zadie Smith, el problema de la escritura tiene que ver con el tiempo disponible, con la ausencia de unas condiciones que la hacen posible, como ya subrayó Virginia Woolf en su famoso ensayo 'Una habitación propia'. En su conversación con Álvaro Colomer en 'Aprende a escribir', Sara Mesa se sorprende cuando escucha afirmar a algunos autores que escriben de ocho de la mañana a ocho de la noche: "Y esa gente, ¿cuándo hace la comida?", se pregunta. Y la respuesta es clara: ellos no la hacen.

Como señaló en su momento Zadie Smith, el problema de la escritura tiene que ver con el tiempo disponible, con la ausencia de unas condiciones que la hacen posible, como ya subrayó Virginia Woolf en 'Una habitación propia'

Si bien el contexto ha variado y los roles de género se han comenzado a tambalear, lo cierto es que a la ausencia de legitimación se suma la falta de condiciones propicias para la escritura, una falta que no solo tiene que ver con la maternidad, sino con toda una serie de labores, estrechamente vinculadas a los cuidados, que todavía hoy restan a la escritura el tiempo, la soledad y la dedicación que requiere. "No es la maternidad lo que desencadena la discriminación de la mujer en el mundo del arte; es el hecho de ser mujer", sostiene Joan Snyder, que con una sola frase resume lo que aquí, quizás, con un exceso de palabras hemos intentado decir.
Las cosas cambian… o no

"Para escribir una novela hay que huir del exterior durante un tiempo, controlar y acotar la fascinación, porque toda no cabe en un libro", escribe Sabina Urraca en 'Escribir antes', el diario que la acompañó a lo largo de la redacción de su última novela. El diario comienza en Sanià, la residencia de escritura que le permitió a Urraca retirarse y dedicarse casi en exclusiva a su novela. El contexto de este diario ya es elocuente de por sí: el de la residencia o retiro de escritura que, como las becas de creación, se han vuelto elemento indispensable para muchos autores a la hora de poder dedicarse a escribir. Las condiciones materiales son transversales, afectan tanto a ellos como a ellas: la falta de tiempo para la escritura tiene que ver con la falta de capacidad económica, con la imposibilidad de sostenerse únicamente a través de la propia obra.

"Para los escritores, el otro trabajo es el que a veces avergüenza, el que casi siempre avergüenza, el que casi siempre provoca el pesar de orden político más violento de todos", apunta Marguerite Duras en 'Escribir'

"Para los escritores, el otro trabajo es el que a veces avergüenza, el que casi siempre avergüenza, el que casi siempre provoca el pesar de orden político más violento de todos", apunta Marguerite Duras en 'Escribir', para a continuación a añadir: "La liberación se produce cuando la noche empieza a aposentarse. Cuando fuera cesa el trabajo. Queda ese lujo nuestro, que nos pertenece, de poder escribir por la noche". La noche es el momento de la escritura, el momento de las no interrupciones.

Ese "turno de noche" de Duras nos lleva a esa soledad elegida de May Sarton, que en su 'Diario de una soledad' nos recuerda que la escritura requiere tiempo y espacio exclusivo, pero también nos habla de lo costoso que es, porque "seguir escribiendo poesía una vez superado el ecuador de la vida", dice, "es algo costoso». Pero, hoy en día, no lo es solo superado el ecuador de la vida, sino siempre y, especialmente, en los inicios. Sin embargo, a pesar de que las condiciones suelen ser peores, es en estos inicios cuando la libertad con la que una se enfrenta a la escritura es mayor.

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"Escribir antes era fácil. Sólo había que plegar un papel en dos y escribir algo dentro", anota Urraca, para a continuación añadir: "Escribir algo dentro sin miedo. Cualquier cosa". Cuanto más escribe, más miedo, más consciencia de las consecuencias y más involuntaria ambición: "Escribir antes era fácil porque no había que escribir. Porque no había qué escribir", prosigue Urraca, que parece parafrasear así a Duras: "Escribir. No puedo. Nadie puede. Hay que decirlo: no se puede. Y se escribe". En este 'se escribe a pesar de' se resumen la mayoría de las tensiones, conflictos, miedos y titubeos que han rodeado la relación de las mujeres con la escritura, con la creación. Porque escriben y siempre han escrito a pesar de. Porque escribiendo no solo han dejado constancia de los titubeos, miedos y tensiones, sino que los han vencido.

Nota original: https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/libros/20250927/mujeres-escritoras-libros-121866387

Por Anna Maria Iglesia

Sí a la Diversidad Familiar!
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