noviembre 22, 2025

Por qué queremos tanto a Jane Austen

A 250 años del nacimiento de Jane Austen, la cronista y apasionada lectora Juana Libedinsky recorre los caminos de la escritora inglesa en Queremos tanto a Jane (Seix Barral). Con inteligencia, picardía y erudición, Libedinsky escribió un libro que toda fan quiere leer.

Juana Libedinsky, autora y Janeite (amante de la obra de Jane Austen) (JoseNico, Jose Nico)


“Nos llaman los Janeites. El término, utilizado ya desde el siglo XIX, designa a quienes sentimos una conexión emocional intensa con las novelas, los personajes y el universo moral de Austen. Carga con un matiz de burla ”por los excesos que puede implicar esa devoción, pero también con un fuerte componente de orgullo por la pertenencia”, explica Juana.

¿Y por qué es que queremos tanto a Jane Austen?

--Es la pregunta del millón, pero hay algunas pistas. Austen murió muy joven, dejó solo seis novelas —más algunos textos juveniles e inconclusos—, nunca se casó y su hermana Cassandra quemó la mayoría de sus cartas. En consecuencia, sabemos sorprendentemente poco de su vida. Ese vacío, ese halo de misterio, hace que no tengamos casi nada con qué contrastar las zonas que pueden ser consideradas deliberadamente ambiguas de sus novelas. Por eso conviven lecturas muy distintas: para algunos es profundamente conservadora; para otros, una protofeminista radical. Y ambas visiones pueden argumentarse con solidez. Como no hay diarios, ni cartas, ni descendientes directos que permitan enlazar vida y obra, Austen permanece abierta a interpretaciones múltiples, casi única en su tipo. Ahí está una de las claves de su perdurabilidad y por qué nos es irresistible: Jane Austen funciona como un espejo. Cada lector puede proyectar en ella sus propias inquietudes y deseos, y cada generación encuentra algo distinto, pero siempre algo verdadero. A esto se suma otra rareza: ¿cuántos autores tienen una presencia tan amplia en la cultura popular y, al mismo tiempo, un respeto absoluto en el mundo académico? Es una lista corta, difícil pensar en muchos más que Shakespeare. Pero, a diferencia de Shakespeare, Austen resulta mucho más accesible por su lenguaje lleno de ironía pero tan fácil de entender, y porque muchos de sus arquetipos siguen siendo irresistibles. Por ejemplo, los enemigos que se enamoran en Orgullo y prejuicio; los amigos que descubren el amor en Emma; las hermanas con personalidades opuestas de Sensatez y sentimientos. Sus historias siguen funcionando hoy, a nivel emocional y narrativo, en el formato que sea: cine, series, fan fiction… Y lo mejor es que Austen opera en varias capas: si querés un análisis literario profundo, ofrece un enorme estímulo intelectual; si solo buscás una buena historia, también seduce por ese lado. Es fácil entrar en su mundo, pero difícil salir de él.


Sus personajes son mujeres que, aunque busquen el casamiento como forma de realización (propio de la época, además), siguen sus propios deseos

--Absolutamente. De hecho, hay bastante crítica literaria que sostiene justamente eso: que los personajes femeninos de Austen están mucho mejor logrados y resultan más interesantes que los masculinos. Y esa diferencia sigue inspirando lecturas contemporáneas. Ahora mismo, por ejemplo, hay una obra en Nueva York basada en Orgullo y prejuicio, Are the Bennet Girls Ok? (Las chicas Bennet, ¿están bien?), que lleva esa idea al extremo: mientras que cada hermana Bennett es interpretada por una actriz distinta, todos los personajes masculinos son interpretados por un mismo actor, lo cual es bastante simbólico.

No era una época tan bucólica como la imaginamos, además...

--Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando estaba convaleciente de una fuerte neumonía Winston Churchill eligió leer Orgullo y prejuicio. En una carta a su hija Mary comentó, fascinado, lo “tranquila y apacible” que parecía la vida inglesa en esa época. Pero, esta es sólo una de las lecturas que puede hacerse de la vida que retrata Austen. La realidad era muy distinta, y mientras algunos interpretan que sólo describía una burbuja apacible, otros ven rastros contundentes en su obra de la crisis a su alrededor por las guerras Napoleónicas. Jane Austen conocía muy bien el mundo convulso que la rodeaba: tenía una prima política cuyo marido fue guillotinado durante la Revolución Francesa, y dos de sus hermanos servían activamente en la Marina británica. Tomó una decisión deliberada sobre cuantos indicios de ese mundo convulso entraba en sus novelas y cuánto dejaba fuera. Ese contraste —entre la superficie apacible y la tensión que late por debajo y que la lectura detallada puede desentrañar— es parte de lo que vuelve tan fascinante en tantos niveles a la vez.

Y era muy difícil para una mujer ser escritora, ¿no es cierto?

--Totalmente. Y, al mismo tiempo, las mujeres tampoco podían heredar. Orgullo y prejuicio lo muestra con crudeza: cuando muere el padre, ninguna de las hermanas Bennet puede quedarse con la casa familiar; todo pasa al pariente varón más cercano. En ese contexto, el matrimonio podía ser, literalmente, un puente hacia la subsistencia. Lo extraordinario de Austen es que, aun dentro de esas restricciones, consigue finales donde se equilibran las normas sociales con los deseos de sus protagonistas. Sus heroínas —inteligentes, lúcidas, moralmente sólidas— se enfrentan a los límites de su época sin renunciar al amor. En sus novelas, la felicidad femenina no está reñida ni con la autonomía ni con la sensatez. Austen, sin embargo, fue más generosa con sus creaciones que consigo misma. Su primer gran amor, un joven irlandés, no prosperó. Más tarde recibió una propuesta matrimonial de Harris Bigg-Wither, un partido económicamente estable que habría garantizado seguridad para ella y para su madre viuda. Esa noche aceptó; al día siguiente, se despertó, reflexionó… y dijo que no. Uno sólo puede especular que casarse sin amor le significaba traicionarse. Fue un momento clave. Ella tenía 27 años y todos sabían que era difícil en la época recibir otras propuestas más adelante. Todo apunta a que decidió entonces volverse una profesional de la escritura que subsistiría con eso. Mucho antes de Virginia Woolf y su “cuarto propio”, Austen ya sabía que necesitaba espacio y control sobre su trabajo. En los poquísimos papeles que sobrevivieron a la purga de Cassandra se ve con claridad: escribía, reescribía, dejaba reposar, pedía lecturas, discutía correcciones y pensaba estratégicamente en dónde y cómo publicar. Su vocación era seria y sostenida, y tenía plena conciencia tanto de su creciente reputación como del costado económico de la escritura. Muy lejos de la imagen edulcorada de la “señorita que soñaba romances”, Austen fue una autora profesional antes de que existiera esa categoría en el sentido moderno.

Hay que situarse en esa época, era muy difícil que una mujer pudiera vivir de la escritura y escribir siendo mujer, ya lo vimos con Mary Shelley.

--Austen no fue la primera mujer escritora, pero sí fue la primera en entrar tan de lleno a la vez en lo popular y en el canon occidental y seguramente universal. Admite relecturas contemporáneas, cruza fronteras culturales y sigue siendo para todos.

¿Cómo está siendo recibido el libro?

--En las presentaciones, o a través de los medios sociales, hay gente que se me acerca para compartir sus propias historias, tratar de entender por qué Jane Austen le es tan especial. Surge una conexión profunda entre desconocidos, casi inmediata, que —volviendo a la pregunta original— es tan difícil de explicar y, al mismo tiempo, tan emocionante de vivir.


Por Inés Hayes
Fuente: Las/12

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