enero 17, 2025

El periplo de una madre que denunció al Estado uruguayo ante la Cedaw para volver a ver a su hijo


Edificio Tribunales, de la Suprema Corte de Justicia.
Foto: Ernesto Ryan

Después de múltiples denuncias cruzadas con el padre del ahora adolescente, y tras seis años sin poder entablar contacto con él, la mujer apeló al organismo internacional, que en 2023 solicitó una revinculación materno-filial que continúa pendiente.

La historia que relata esta nota es compleja y por momentos parece entreverada, aunque podría resumirse de una manera muy sencilla: es el recorrido de una madre que quiere ver a su hijo. Ese es el pedido que viene replicando desde 2018 esta mujer a quien llamaremos Luz –para preservar su identidad– ante la Justicia. Pero el proceso judicial sólo puso más trabas en el camino hacia la revinculación con Agustín –tampoco es su nombre real– y en 2022 decidió denunciar al Estado uruguayo ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw) por incumplir los compromisos internacionales asumidos para la protección de los derechos de las mujeres.

El 5 de abril de 2023, la Cedaw le notificó que solicitó al Estado uruguayo “tomar las medidas necesarias para garantizar la ejecución del derecho de visitas con su hijo”, así como “protegerla ante cualquier ataque que pueda sufrir a su vida o integridad”, según se lee en el documento enviado por el organismo de Naciones Unidas, al que accedió la diaria. Sin embargo, por motivos que veremos más adelante, ella hoy sigue sin ver a Agustín.

La última vez que compartió tiempo con él fue el 7 de julio de 2018, cuenta Luz a la diaria. En ese entonces, el niño tenía nueve años. Hoy es un adolescente de 16. Entre un momento y otro, hubo denuncias cruzadas, múltiples audiencias, distintas resoluciones judiciales, varias medidas que se cumplieron y otras que no. Después de seis años y sucesivas frustraciones, y con la resolución de la Cedaw que la ampara, ella decidió acudir a la prensa para dar a conocer su periplo y, sobre todo, que sus palabras lleguen al hijo de alguna manera.

“No conozco a mi hijo adolescente; lo vengo buscando desde hace muchos años, y lo vengo buscando por amor”, asegura Luz, que en ocasiones se refiere a lo que está viviendo como la “pérdida de un hijo en vida”. “No lo busco porque yo soy la mamá y estoy obligada a hacerlo. Lo hago porque yo quiero, porque no me imagino una vida sin mi hijo, y porque tengo amor para dar”, agrega.
Cronología del proceso

Luz intenta ordenar los hechos antes de empezar a hablar. Hace un salto en el tiempo y cuenta que se separó de su expareja en marzo de 2009, seis meses después del nacimiento de Agustín, por una situación de violencia de género que se sumó a otras que no denunció. En ese entonces, ambos firmaron un acuerdo que definió que ella se quedaba con la tenencia, él tenía que pasarle una pensión con la retención de 25% de su sueldo y se establecía un régimen de visitas para ser ampliado en la medida en que el niño fuera creciendo.

Todo esto se cumplió hasta marzo de 2018, cuando Luz le comunicó al padre del niño que su pareja, con quien tenía una relación desde hacía seis años, iba a convivir con ellos. A partir de ese momento, se “endurecieron los insultos y ataques” y él empezó a exigir ver al niño por más tiempo porque quería ser el “hombre de referencia en la vida” de su hijo, relata ella. Señala que entonces empezó una escalada que siguió con intentos de “dilatar” cada vez más el retorno del niño a la casa de su madre durante las visitas y terminó con el mensaje de que Agustín “no quería ir más” a su casa.

Luz relata que después de varios “mensajes violentos” del padre del niño y amenazas de que iba a “quitárselo”, hizo la denuncia por violencia doméstica en la Comisaría de la Mujer. En este momento es que “se prendió la mecha” –describe– y, en una de las dilaciones, el niño pasó diez días sin volver a la casa de la madre, con el pretexto esgrimido por el padre de que “no quería ir más”.

Frente a esa situación, Luz hizo una denuncia por restitución, con el objetivo de que se cumpliera el acuerdo de 2009 y el niño retornara a su casa. Pero en un giro inesperado, a los dos días, el padre de su hijo “lo llevó” al Juzgado de Familia Especializado a radicar una denuncia por “mamá violenta”, cuenta ella.

De acuerdo con la declaración judicial, a la que tuvo acceso la diaria, el niño dijo que su madre ejerció “malos tratos verbales y físicos” en su contra y que “siempre reaccionó de forma desmedida frente a circunstancias cotidianas”. Ella reconoce que en aquel momento, por el contexto que atravesaba, estaba “más irritable” y “totalmente desesperada”, pero niega haber ejercido actitudes violentas contra su hijo.

Luz afirma que en declaraciones que Agustín brindó en años siguientes, él fue “suavizando” esas acusaciones. Según se lee en la transcripción de su última declaración ante la Justicia, que tuvo lugar el 1º de noviembre de 2024, el adolescente dijo que, desde que él manifestó su deseo de vivir con el padre, su madre “empezó a maltratarlo”, “hablaba de mala manera” y “se enojaba bastante seguido”. Esta vez aclaró que “nunca le pegó” ni le “tiró cosas”. También dijo que “no sentía miedo de verla”, pero que no le interesaba tener contacto. En más de una ocasión insistió en que ella “no se disculpó nunca”.

Tras la denuncia contra Luz y con base en la primera declaración del niño, la Justicia resolvió en mayo de 2018 otorgarle la tenencia provisoria al padre y se definió para la madre un régimen de visitas de un fin de semana cada dos semanas y una noche a la semana. “Esto se cumplió dos semanas nomás”, resalta ella: “La primera tarde que me tocaba, que tenía unos nervios terribles porque hacía un montón que no lo veía, lo fui a buscar al club y se quedó en casa, y después un fin de semana”.

Luego de esas dos visitas, el padre del niño declaró que incumpliría el régimen de visitas establecido por el Juzgado Especializado porque el niño vivía situaciones de violencia. En agosto de 2019, Luz firmó un convenio por el que cedió la tenencia total a cambio de la revinculación con el hijo, pasarle una pensión alimenticia con retención de 20% de su sueldo y pagar 50% de la terapia. “Yo estaba desesperada, hacía un año y medio que no veía a mi hijo y no entendía qué era lo que estaba sucediendo”, cuenta sobre el contexto en el que firmó ese acuerdo, que hoy en día reconoce como “desfavorable”. Insiste en que si bien ella cumple “siempre en regla” con su parte, la revinculación sigue estando pendiente.

En este escenario, asumiendo que las vías locales se empezaban a agotar, decidió recurrir a un organismo internacional. En 2021 inició el proceso junto con el estudio del abogado Gonzalo dos Santos y en diciembre de 2022, luego de un año de investigación, ingresó la denuncia ante la Cedaw.Apoyá nuestro periodismo.
Suscribite por $230/mes
La denuncia contra el Estado

Luz denuncia al Estado por el incumplimiento de normativas internacionales que Uruguay ratificó para la protección de los derechos de las mujeres. “Lo que denuncio es que no puedo ejercer mi derecho a ejercer mi maternidad, que recibo violencia de género, violencia institucional, violencia económica y que el Estado es omiso a mis reclamos”, sintetiza.

Para ella, es “central” remarcar que su “gran pelea es con el Estado” y que no tiene “otro contrincante”. “Él es el padre de mi hijo y va a ser el padre de mi hijo siempre, entonces no siento que esto sea un ring en donde está él y estoy yo. Para mí esto es otra cosa: hay un Estado que lo que hace es perpetuar la violencia de género, permitirla, y dilatar el proceso judicial, que eso es violencia también”, señala Luz.

El 5 de abril de 2023, la Cedaw le notificó que había aceptado su caso y pedido al Estado “garantizar la ejecución del derecho de visitas con su hijo” y “protegerla ante cualquier ataque que pueda sufrir a su vida o integridad”. Para eso, solicitó “como medidas cautelares el restablecimiento del vínculo a través del Instituto Nacional del Niño y Adolescente [INAU]”. Ese informe del organismo de Naciones Unidas también señala que, “ante las presuntas denuncias de agresiones” por parte del padre del niño contra Luz, “la familia de la víctima hubiese sido la mejor opción de cuidado frente a un hombre violento, con una clara postura de rechazo hacia la figura de la mujer”.

Esta solicitud de la Cedaw llegó a la cancillería, que la derivó a distintas instituciones involucradas: la Suprema Corte de Justicia (SCJ), el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) del Ministerio de Desarrollo Social y el INAU.

Seis meses después, el 5 de octubre, la cancillería envió los informes de todas las instituciones y, con base en ese contenido, solicitó al comité internacional que declare la “inadmisibilidad y/o el archivo” del caso, por entender que “no surgen elementos que permitan interpretar la vulneración de derechos que se señala”, según consta en el documento, al que accedió la diaria, junto con los demás.

La respuesta más contundente es la de la SCJ, que alegó que si bien Luz “se esforzó por superar conductas pasadas de reacciones disruptivas e inadecuadas con su hijo, generó en él actitud de rechazo y alejamiento, acentuado por su incesante insistencia”. Concluyó que “del cúmulo de procesos tramitados se evidencia una clara negativa del hijo adolescente a la revinculación materno-filial, a pesar del abordaje terapéutico”, y que “no puede forzarse la voluntad del joven a un reencuentro no querido por él mismo”.

En tanto, Inmujeres respondió que no tiene “competencias” para “adoptar medidas necesarias para la ejecución del derecho de visitas” que solicitó la Cedaw ni para proteger a Luz, algo que “se está dilucidando en las sedes competentes del Poder Judicial, con las garantías del debido proceso”. Además, puso a disposición sus servicios de atención a mujeres en situación de violencia de género.

Por su parte, el INAU reportó que no pudo mantener un encuentro con Agustín porque “su progenitor no lo habilitó”, con el argumento de que no había una resolución judicial que obligara la intervención, y señaló que, ante los intentos, el hombre se mostró “poco colaborativo” e “irritable”. A su vez, el organismo indicó que de los expedientes judiciales se desprende que el padre del adolescente “no habría promovido el vínculo” entre él y su madre, “incluso aunque judicialmente se acuerda iniciar este proceso”. De todas formas, y en línea con las demás instituciones, concluyó que la habilitación de las visitas debe resolverse en el ámbito judicial, donde debería “valorarse la voluntad del adolescente”.
La respuesta de la madre

Luz envió su respuesta a la Cedaw unos días después. En un documento de 44 páginas, que pudo leer la diaria, reafirmó que Uruguay ejerce “violencia institucional” al no cumplir con la ejecución del derecho a visitas, como mandató el comité. A su vez, señaló “obstáculos de acceso a la Justicia” y una formación de los magistrados que “no fue suficiente” para detectar “abusos y violencia” en su contra. Aseguró también que calificar su conducta de “disruptiva” es una “clara evidencia de la violencia de género institucional” que denuncia.

La mujer cuestionó en particular el argumento de que es necesario contemplar el interés superior del niño, esgrimido por el Estado para denegar el derecho a las visitas. Entre otras cosas, mencionó que es “muy difícil” plantear que el adolescente está en “pleno ejercicio de su libertad” cuando está bajo la tutela de una persona que ejerció violencia contra ella, manifestó “probadas expresiones de odio” en su contra y también “repulsión a la defensa de los derechos de las mujeres y disidencias en general”.

“Respeto el principio de autonomía progresiva de su voluntad, pero también a que crezca en un ambiente libre de todo tipo de violencia, sometimiento y sujeción que le impida expresarse libremente”, así como que “disponga de los medios y condiciones suficientes para la libre toma de decisiones”, agregó la madre en el texto.

Además, recordó que ella manifestó estar abierta a la posibilidad de ver a su hijo bajo la supervisión del Estado. De hecho, es lo que está buscando ahora: en julio de 2024 presentó ante un juzgado las medidas cautelares que solicitó la Cedaw junto con el pedido de que exista una revinculación con la intermediación del Departamento de Asistencia Social (DAS), dependiente del Instituto Técnico Forense del Poder Judicial. “Es decir, que se dé un encuentro supervisado, porque entiendo que pasaron muchos años [...]. Me parece que en una institución que sea neutral es mucho mejor para los dos poder mantener una charla; conversar las cosas es lo más sano”, explica Luz.

Ese mes, el DAS decretó que se le debe hacer una pericia social al adolescente y evaluar si es posible la revinculación. Hasta el momento no se hizo.

Ahora una jueza de feria tomó el caso y ordenó al DAS mandar un informe detallando los motivos por los que no se hizo esa pericia. Esa respuesta abrirá otra etapa del proceso.
“Aspiro a recuperar el amor de mi hijo”

Consultada sobre cuál es su horizonte a alcanzar, después de tantos años de trámites y traspiés, Luz responde: “Yo aspiro a recuperar el amor de mi hijo. Quiero que sepa que tiene una mamá, una mamá que lo quiere, que la pelea acá, que se va hasta la ONU y la pelea en la ONU, y que si pudiera la pelearía en la luna igual, pero que no lo hago porque tengo el título de mamá, lo hago porque quiero; lo hago porque lo quiero y porque me encantaría conocer a este adolescente. Verlo, charlar, que me cuente cómo le va, que sepa que tiene su cuarto intacto como lo dejó, incluso el libro que estábamos leyendo juntos está ahí, con el marcador. ¿Por qué? No porque sea algo que quiero preservar como un museo, es porque así como tiene su cuarto en casa, en mi vida tiene su espacio y es un espacio de total amor. Yo lo hago por amor”.

En lo práctico, lo que espera es que se concreten las visitas supervisadas y sean “un reencuentro” para “reconocer” las “cosas hermosas” que vivieron juntos antes de todo esto y también las que vivieron en los últimos años. “Quiero saberlo todo de él. Que él sepa que yo lo quiero. Para pedir perdón uno tiene que poder charlar, porque pasaron tantas cosas en el medio, está todo tan desdibujado, que quizás necesitamos mirarnos realmente y no por intermedio de otro. Donde él quiera, como sea. Diez minutos, 15 minutos. Un mensajito, una carta, una foto”, propone. Cuenta que le escribió una carta por cada cumpleaños en que no lo vio. Las tiene todas guardadas en un cajón.

Fuente: La Diaria.es

enero 16, 2025

Desafiando el machismo académico: una mirada feminista necesaria



En la academia, el machismo no solo persiste como una estructura de poder, sino que se invisibiliza a través de prácticas que excluyen, silencian y marginan a las mujeres, especialmente en los espacios de decisión y liderazgo. A pesar de los avances en la igualdad de género, los logros académicos de las mujeres siguen siendo sistemáticamente desvalorizados, y el acoso y la discriminación continúan afectando su desarrollo profesional. Sin embargo, el feminismo académico y las luchas por la igualdad están tomando fuerza, desafiando las estructuras patriarcales y reescribiendo el conocimiento desde nuevas perspectivas que buscan una transformación radical de la academia.

El machismo en la academia es un grito ahogado en las aulas, un silbido de viento invisible entre los pasillos llenos de libros que invisibiliza, a diario, el trabajo de las mujeres que ahí resisten. En una sociedad patriarcal, no es extraño que el ámbito académico, considerado la cuna del conocimiento y la sabiduría, sea también un escenario donde las estructuras de poder establecidas por siglos siguen relegando a las mujeres a un lugar secundario. La academia, ese espacio tan lleno de promesas de igualdad, se erige como un campo de batalla donde las luchas por el reconocimiento, el poder y el acceso a los recursos se ven teñidas por una sombra de discriminación de género que no cesa de agazaparse. 

Cuando se aborda el tema del machismo en el ámbito académico, la comunidad educativa suele mostrarse reacia a profundizar. En ocasiones, se argumenta que, debido a que hay más mujeres que hombres en las aulas, las mujeres tendríamos la ventaja numérica. Incluso se llega a afirmar que el trato desigual que algunas de nosotras experimentamos por parte de ciertos profesores es solo un producto de nuestra subjetividad. Sin embargo, el fenómeno es mucho más complejo y tiene raíces profundas en las estructuras patriarcales que aún permean el sistema académico.

Por ejemplo, cuando una mujer cuestiona o argumenta sobre un tema en clase, a menudo se le interroga repetidamente, como si su respuesta necesitará ser validada para ser aceptada como válida o verdadera. Este fenómeno se interpreta como un acto de soberbia cuando una estudiante demuestra tener las capacidades para comprender incluso conceptos que el profesor aún no ha profundizado. Lo curioso es que este tipo de cuestionamientos y descalificaciones no se presentan con la misma intensidad cuando la que imparte la clase es una mujer. Sin embargo, cuando se trata de un hombre, su conocimiento y sus respuestas se consideran naturales, mientras que las mujeres deben demostrar constantemente que tienen la capacidad para pensar, entender y contribuir al debate académico.


Esta doble vara con la que se mide el conocimiento femenino en las aulas es la manifestación palpable del machismo en el ámbito académico. Se trata de una constante desvalorización de las mujeres y de un rechazo al reconocimiento de sus capacidades intelectuales. La comunidad académica, en lugar de cuestionar estas actitudes, a menudo las minimiza, sugiriendo que las desigualdades de género son solo percepciones subjetivas de quienes las viven. Este círculo vicioso sólo perpetúa la exclusión y el menosprecio de las mujeres, dificultando su plena participación y desarrollo dentro de la academia.
La academia: un reflejo del patriarcado

El sistema académico no es más que una réplica del mundo que lo rodea, un microcosmos de las desigualdades que marcan la historia. No se trata solo de una discriminación en términos cuantitativos, sino también de una violencia sutil, invisible, que se cuela por cada esquina de las instituciones educativas, invisibilizando las voces, las contribuciones y las luchas de las mujeres. A pesar de los avances en la igualdad de género, las mujeres siguen siendo una minoría en los espacios de poder dentro de las universidades y centros de investigación.

El Informe de CLACSO (2024) sobre feminismos y la academia revela la profunda brecha en el acceso a puestos de liderazgo académico, donde, por ejemplo, las rectoras de las universidades latinoamericanas representan solo el 25% del total de cargos, una cifra que ilustra el muro invisible que sigue cerrando las puertas a las mujeres. La evidencia es clara: a pesar de la participación creciente de las mujeres en las universidades, la jerarquía del conocimiento sigue estando en manos masculinas. ¿Acaso no es este otro mecanismo de control y dominación, disfrazado de meritocracia, que favorece las estructuras patriarcales?. El patriarcado no está solo en la calle, está en las aulas, en las cátedras y en los pasillos de las universidades.
La brecha invisible

Cuando las mujeres se abren paso entre este mar de invisibilidad, enfrentan una barrera sutil, pero contundente: la brecha salarial. Aunque las académicas cuentan con los mismos méritos que sus colegas masculinos, y muchas veces incluso con una preparación superior, los desajustes económicos son una constante. Esta es una de las formas más directas de violencia machista: la desigualdad económica que no solo socava su capacidad de desarrollo, sino también su autonomía y bienestar. La brecha salarial refleja lo que el sistema patriarcal se niega a reconocer: las mujeres, en muchos campos académicos, siguen siendo consideradas inferiores o menos valiosas que los hombres. En el ámbito de la ciencia y la tecnología, esta desigualdad alcanza niveles alarmantes. Las mujeres académicas, a menudo relegadas al ámbito de la enseñanza, rara vez ocupan posiciones de poder en los proyectos de investigación, a pesar de su capacidad y dedicación.

La brecha de género no solo afecta el salario, sino también el tipo de tareas asignadas a las mujeres. Las mujeres en la academia suelen ser ubicadas en áreas consideradas «más suaves», como las ciencias sociales o las humanidades, mientras que los hombres ocupan las ciencias duras o las áreas tecnológicas, lo que refuerza la creencia sexista de que las mujeres son menos aptas para campos científicos y tecnológicos.

El acoso y la violencia en las aulas

Pero el machismo no se limita a lo invisible. El acoso sexual en la academia es otro rostro de la violencia patriarcal. En muchos casos, la jerarquía académica permite que el acoso se minimice, que las denuncias sean desestimadas o que las víctimas se vean obligadas a abandonar sus carreras por el miedo a represalias. El acoso, tanto físico como psicológico, sigue siendo una herramienta eficaz para perpetuar el control masculino. Esta violencia, lejos de desaparecer con las reformas legales, sigue siendo una sombra que se cierne sobre las vidas de miles de mujeres que, además de enfrentarse a las dificultades académicas, tienen que lidiar con este temor constante.

Clarissa Pinkola Estés en su libro “Mujeres que corren con lobos” nos recuerda que las mujeres deben recuperar su poder y su voz, que no podemos seguir silenciadas, porque la lucha no es solo por el reconocimiento, sino por la seguridad y la autonomía en los espacios que nos pertenecen por derecho. La violencia en la academia no es solo un hecho aislado: es una forma de represión, de control y de opresión que se justifica en la idea de que el patriarcado debe seguir manteniendo el orden y el control.

La resistencia feminista en la academia

A pesar de este panorama desolador, hay movimientos que se levantan en el seno mismo de las universidades. El feminismo académico y las redes de mujeres investigadoras son cada vez más fuertes, más visibles, más empoderadas. La resistencia, sin embargo, no puede limitarse a la denuncia de la opresión; debe ser un acto de creación, de reescribir las reglas del juego, de construir una academia que no sea patriarcal ni colonialista, sino que sea inclusiva, diversa y feminista. Angela Davis nos invita a pensar en una academia que se desmonte y se reconstruya desde los márgenes, desde las periferias, desde la diversidad de voces que han sido excluidas del discurso dominante.

En este sentido, es necesario repensar la producción de conocimiento. El conocimiento académico no puede seguir siendo visto como una propiedad exclusiva de los hombres y de las estructuras que ellos dominan. Las mujeres deben tener acceso a las mismas oportunidades para producir, difundir y ser reconocidas por su trabajo intelectual. 

Hacia una academia sin machismo

El camino hacia una academia más justa y equitativa es largo, pero no imposible. Necesitamos una academia que no solo se llene de mujeres, sino que sea transformada por ellas, que sus conocimientos, sus teorías y sus experiencias sean el motor de cambio. Una academia que sea, a la vez, radical e inclusiva, donde se desmantelen las estructuras patriarcales que nos oprimen.

Solo entonces, cuando se logre reescribir el relato académico desde los feminismos, podremos alcanzar una verdadera igualdad. Una igualdad que no sea un espejismo, sino una realidad construida por y para todas. Solo entonces, cuando las mujeres tomen la palabra con poder y sin miedo, podremos hablar de una academia donde todas las voces tengan el mismo peso y donde el patriarcado, finalmente, pierda su hegemonía.

El machismo en la academia sigue siendo una realidad que no podemos seguir ignorando. Pero también es una lucha que no se puede perder. Cada día más mujeres académicas se levantan para cuestionar las estructuras de poder, para denunciar la violencia y para construir una academia más justa y equitativa. El cambio está en nuestras manos, en nuestra capacidad para resistir, para visibilizar y para transformar. Este es un llamado a todas las mujeres que habitamos las universidades: no más silencio, ni más invisibilidad. Es hora de que el machismo se desvanezca de nuestras aulas y nuestras mentes, y que la academia, finalmente, sea de todas.


Por Melina Schweizer
Periodista Dominico-Argentina, ciudadana y libre pensandora
Fuente: Afrofeminas

enero 15, 2025

Skincare en México, un mercado de más de 8 mil millones de dólares


Negocio del skincare en México vale más de 8 mil millones de dólares - El  Sol de México | Noticias, Deportes, Gossip, Columnas

El mercado de belleza y cuidado personal en México crece impulsado por la demanda de productos de skincare tanto entre mujeres como hombres, transformando hábitos de consumo y abriendo nuevas oportunidades para la industria / Jaqueline Bautista / El Sol de México

La Canipec reporta que el auge de estos productos ha generado una industria pirata; entre 2022 y 2023 los artículos falsos aumentaron 10 por ciento

La popularización también ha traído riesgos. El uso de productos sin supervisión profesional se ha convertido en un problema común, provocando reacciones alérgicas y daños en la piel

El mercado de belleza y cuidado personal en México se estima que puede llegar a crecer de 8.83 mil millones de dólares de 2023 a 10.90 mil millones de dólares en 2028, lo que representa un incremento de 23% en cinco años, de acuerdo con un reporte de análisis de búsquedas del sector skincare Semrush-Googletrends 2023-2028.

Los productos para el cuidado de la piel, es lo que más consumen los hombres y mujeres mexicanas, tan solo en 2022 invirtieron 2 mil 466.5 mil millones de dólares. México está considerado como uno de los diez principales mercados mundiales de productos cosméticos y de cuidado personal.

En los últimos años, el cuidado de la piel o skincare ha dejado de ser una práctica asociada exclusivamente a las mujeres. Ahora, cada vez más hombres adoptan rutinas completas de cuidado personal, lo que ha impulsado el crecimiento del sector en México, afirmó Rosa María Sánchez Maldonado, directora de la Cámara Nacional de la Industria de Productos Cosméticos (Canipec).

“Durante décadas, los hombres solo usaban productos básicos como jabón, champú y artículos de afeitado. Sin embargo, el COVID-19 transformó esa mentalidad. Hoy vemos una ampliación del cuidado personal hacia un público más diverso, rompiendo con los estereotipos de género”, explicó Sánchez Maldonado a El Sol de México.

Los productos para el cuidado de la piel es lo que más consumen los mexicanos, tan solo en 2022 invirtieron 2 mil 466.5 mil millones de dólares / Neutrogena

De acuerdo con datos de la Canipec, entre 2020 y 2023, las rutinas masculinas de skincare que se basa en cuidados de la piel no sólo físicamente sino también de manera saludable aumentó 34%.

Este fenómeno, impulsado por las redes sociales y el interés creciente en el bienestar, ha posicionado productos como cremas hidratantes, serums, protectores solares, tratamientos para ojeras y envejecimiento como los favoritos del mercado masculino.

MERCADOS LÍDERES EN PRODUCTOS DE SKINCARE

Estados Unidos se convirtió en el principal
mercado mundial para productos
del cuidado de la piel en 2023

INGRESOS GENERADOS

Millones de dólares

ItaliaReino UnidoFranciaAlemaniaRusiaCorea del SurIndiaChinaJapónEstados Unidos23,59022,33020,7009652908158345828523445753383

FUENTE: Statista

A nivel global, el mercado de productos antiedad, valuado en 60 mil 420 millones de dólares en 2021, se duplicará para 2030 con un crecimiento anual de 7.9 por ciento, según un estudio de Precedence Research, citado por Sánchez Maldonado.

En México, las categorías más populares incluyen productos para combatir el acné, la pérdida de cabello y la piel sensible, además de cremas y suero diseñados específicamente para hombres.

A nivel global, el mercado de productos antiedad, valuado en 60 mil 420 millones de dólares en 2021, se duplicará para 2030 / Neutrogena

Las redes sociales han desempeñado un papel crucial en esta transformación.

Influencers y creadores de contenido han ayudado a normalizar el uso de productos para el cuidado de la piel entre hombres.

Al mostrar rutinas sencillas y destacar los beneficios de ciertos productos, han cambiado la percepción tradicional del autocuidado masculino.

No obstante, esta popularización también ha traído riesgos. El uso de productos sin supervisión profesional se ha convertido en un problema común, provocando reacciones alérgicas y daños en la piel.

Piratería: un enemigo del cuidado personal

BÚSQUEDAS MENSUALES PROMEDIO

Las búsquedas de protector solar se han triplicado desde febrero de 2022 respecto al promedio de los últimos 5 años

Sánchez Maldonado advirtió que, para seguir aumentando las inversiones en la industria es necesario implementar un plan con las autoridades aduaneras para combatir la piratería de productos como maquillaje, cremas faciales, productos para el cuidado del cabello y perfumes.

De acuerdo con la directora de Canipec, entre 2022 y 2023 los productos pirata aumentaron 10 por ciento, lo que significa que cada año se venden más cosméticos falsificados en el país.
La directiva atribuye este aumento a un factor aspiracional: los consumidores, ansiosos por lucir productos de marcas de lujo, caen en la trampa de las imitaciones que, lejos de ofrecer belleza, pueden poner en riesgo su salud.

“La proliferación de la piratería responde al deseo de las personas por adquirir productos de marcas prestigiosas a un menor costo. Sin embargo, estos productos falsificados no cumplen con los ingredientes, efectos ni eficacia prometidos. Es un engaño”, aseguró Sánchez Maldonado.

Los productos más vendidos en la informalidad son maquillaje, cremas faciales, artículos para el cuidado del cabello y perfumes.

“Hoy en día es fácil encontrar productos del mercado informal en tianguis, puestos sobre ruedas y hasta con la vecina. La piratería se ha convertido en el mercado más grande y accesible de todo el país”, agregó.

El principal problema de los productos falsificados es el riesgo para la salud. Muchas veces contienen ingredientes nocivos, como metales pesados, bacterias y sustancias químicas no aprobadas.

“Detectamos el año pasado una crema aclarante que se volvió muy popular en el mercado informal. La gente hablaba maravillas de ella, pero cuando la analizamos descubrimos que contenía mercurio”, explicó.

La piratería no solo amenaza la salud de los consumidores, sino que también limita el desarrollo económico de la industria, disuadiendo inversiones extranjeras y afectando la reputación de las marcas.

Por ello, la Canipec ha pedido mayores esfuerzos para frenar esta problemática, enfatizando la necesidad de colaboración entre el gobierno, la iniciativa privada y los consumidores.

Más allá de una moda

El skincare ya no es visto como una moda pasajera o una tendencia superficial. Su crecimiento refleja un cambio cultural y económico que está redefiniendo las normas del cuidado personal.

Según Sánchez Maldonado, “hoy, cuidar el órgano más grande del cuerpo humano no solo es cuestión de estética, sino también de bienestar integral. Este movimiento no tiene vuelta atrás”.

Aunque los hombres aún representan un porcentaje menor del mercado cosmético en comparación con las mujeres, su impacto es innegable. Para la industria, esto significa nuevas oportunidades de desarrollo y la posibilidad de innovar con productos que combinen funcionalidad, salud y sostenibilidad.

El cuidado de la piel masculina está transformando no solo los hábitos de consumo, sino también la forma en que percibimos el autocuidado.

En este nuevo panorama, los hombres no solo se cuidan más, sino que también están impulsando una industria que, hasta hace poco, parecía dirigida exclusivamente a las mujeres.

Por Rubén Romero y Gerardo Jiménez
Fuente: El Sol de México

enero 14, 2025

Género, raza y poder: la mirada crítica de María Lugones al feminismo tradicional


  • En Hacia un feminismo decolonial, la autora plantea una crítica contundente al feminismo tradicional.
  • Y redefine la relación entre racismo, clase y género como estructuras interconectadas de opresión.
  • Su legado invita a repensar el feminismo desde la lógica de la diferencia y la multiplicidad.

Género, raza y poder: la mirada crítica de María Lugones al feminismo tradicional


El núcleo de la discusión intelectual que plantea María Lugones en el libro Hacia un feminismo decolonial se sintetiza en su voluntad de poner en crisis la noción de feminismo que, en la mirada de la filósofa argentina, alude a las mujeres blancas de clase acomodada. El feminismo opera como una noción abarcativa que, mientras intenta universalizar el concepto mujer, excluye a las mujeres racializadas y pobres.

Lugones señala en estos artículos publicados desde el año 2005 al 2020 (el año de su muerte en la ciudad de Nueva York) con traducción de Gabriela Castellanos, Camilo Porta Massuco y Joaquín Rodríguez Feo, convertidos en una antología por la editorial Eterna Cadencia, que las mujeres africanas no fueron caracterizadas como débiles y se las obligaba a realizar trabajos físicos a la par de los hombres.

Con estos ejemplos la autora argentina que desarrolló su tarea profesional en Estados Unidos amplía la carga ideológica que la figura de la mujer despertó en los discursos ligados al poder en diferentes etapas históricas. Las mujeres nativas hipersexualizadas de la época de la conquista no tienen mucho que ver con la descripción de una mujer burguesa casta y reprimida.

En esa división de experiencias, entiende que la violencia ejercida hacia la mujer esclava o hacia una prostituta no es leída socialmente en los mismos términos que hacía una mujer profesional de clase media.

Mujeres que explotan a otras mujeres

La conformación del género, entonces, no puede contener a mujeres que estructuralmente pertenecen a clases diferenciadas (Lugones recuerda que las posibilidades laborales de muchas mujeres de clase media, incluso su tiempo de ocio, se sustenta en la explotación de mujeres menos favorecidas socialmente). Para Lugones la mujer racializada constituye otro género.

En un contexto como el actual donde la cuarta ola feminista se está enfrentando a sus límites, es interesante recuperar una mirada que sitúa la violencia de género en un cruce con la problemática racial y clasista. El multiculturalismo que defiende Lugones sólo es posible si se conquista cierta igualdad en los puntos de vista.

El colonialismo es un concepto sobre el que es imprescindible trabajar. Para lograr su propósito intelectual, María Lugones toma los textos de Aníbal Quijano (un autor que también ha sido referente en los escritos de Rita Segato y es muy interesante notar cómo las dos autoras argentinas discuten a partir de una misma base teórica) para considerar que en la idea de género se esconde un dispositivo patriarcal. Es decir, la división femenino- masculino no deja de responder, para Lugones, a un orden heterosexual que ejerce su violencia no solo desde una voluntad normativa sino como la encarnación de un sistema al que ella llama “moderno colonial de género”.

Es muy difícil para una mujer racializada y pobre entrar en alianza con un discurso feminista que responde a esta concepción patriarcal. El análisis de Lugones es muy útil para entender este momento de fuerte masividad del feminismo donde lo que se destaca es la palabra de mujeres privilegiadas económica y profesionalmente.

Lugones llama a pensar si ciertos enunciados funcionan como una obstrucción para la identificación o, directamente, excluyen a mujeres que en su rutina diaria se enfrentan a la violencia bajo marcos y valores culturales muy diferentes.

El concepto de patriarcado está ligado a los enunciados de las teóricas feministas blancas. Lo que está ausente en esta caracterización y en los planteos de Quijano sobre la colonialidad es el modo en que se establece la sujeción a las mujeres no blancas. Al hablar de patriarcado una imagen recurrente es la de la mujer reducida al ámbito doméstico y al cuidado de los hijos pero esta no es la experiencia de las mujeres esclavas que estaban hipersexualizadas y a las que muchas veces se les negaba la maternidad.

Tareas físicas descomunales

Aún hoy, en varios territorios, las mujeres realizan tareas físicas descomunales que, lejos de ser una herramienta de emancipación, profundizan sus niveles de sujeción. Incluso la incorporación al mercado laboral implica una doble o triple jornada de trabajo sin ayuda en las tareas domésticas.

En esta línea, un relato que niega buena parte de la historia de las mujeres racializadas dificulta la implementación de una acción política compartida, especialmente cuando esa diferencia de clase se vive en la cotidianidad del trabajo doméstico.

La colonialidad abarca todos los aspectos de la existencia social y la diferencia que la activista e investigadora argentina establece con el colonialismo se explica en que este término no contempla necesariamente relaciones racistas de poder (un criterio en el que Lugones y Quijano están de acuerdo).

Para Lugones el racismo se sustenta en la caracterización del colonizado como primitivo, una operación que implica no solo una desubjetivación sino una deshumanización. El primitivo era considerado casi igual que un animal. La colonización es el intento por convertir al colonizado en menos que humano

Para Lugones existe un feminismo que no se ocupa del racismo, lo que significa que sigue pensando los conflictos jerárquicamente.

Pero la principal objeción a la noción de género de Lugones se encuentra en la certeza de que para la autora que estudió filosofía en la Universidad de California, el género prevalece sobre el rasgo biológico como una construcción ficcional. Es decir, el sexo no era un principio organizador de las sociedades anteriores a la colonización.

La instauración del sistema institucional europeo fue el que les quitó a las mujeres de los pueblos originarios sus espacios de participación en la vida colectiva y es en ese marco donde se inserta el concepto de género, cuando la mujer no blanca, que ejercía su poder social y comunitario, pasa a asimilarse a los códigos de vida de las mujeres blancas que ven su problemática dentro del sistema patriarcal. El género es la conceptualización normativa social del sexo.

En la distancia que Lugones toma con los escritos de Quijano, la autora argentina reconoce una complicidad entre los hombres nativos y los colonizadores para desplazar a las mujeres de sus lugares de intervención y despontenciarlas en sus capacidades. El sexo fue, entonces, un rasgo de los colonizados y el género una forma categorial que implicaba al hombre y la mujer blancos como modelos.

Esos géneros diferentes

Por esta razón, Lugones considera que las personas racializadas y pobres no están incluidas en la noción de género o constituyen géneros diferentes que no pueden ajustarse a la perspectiva heterosexual (tampoco los homosexuales y lesbianas estarían contenidos dentro de esta concepción de género). En Lugones las categorías no responden únicamente a los imperativos políticos de una época sino que están atravesadas por elementos históricos que el feminismo blanco no toma en cuenta.

De este modo sigue afirmando los problemas raciales y clasistas sin ver que la violencia hacia la mujer anuda territorios muy diversos y es la expresión de conflictos sociales y políticos, no solo sexuales. Para Lugones hay una relación entre la introducción del concepto instrumental moderno de naturaleza (funcional al capitalismo) y la introducción colonial del concepto moderno de género.

Pero la autora que se desempeñó como docente de Literatura y Estudios de la Mujer en la Universidad de Binghamton en Nueva York, entiende que existe la posibilidad de resistir a esa opresión, de ser otra, más allá de la voluntad de subjetivación del poder.

A esa estrategia intersubjetiva de la mujer colonizada la define como un feminismo decolonial. Si no se transforma el marco epistemológico desde el interior del feminismo, a partir de mecanismos de negociación y respuesta, este movimiento pierde no solo su capacidad de instrumentar modificaciones a la opresión y violencia contra las mujeres sino que dificulta una lectura de las condiciones en que esa violencia se ejerce.

“La tarea de la feminista decolonial comienza por ver la diferencia colonial, enfáticamente resistiendo su propio habito epistemológico de borrarla” con esta frase Lugones llama a intervenir sobre las realidades del feminismo. Fue Simone de Beauvoir la que reconoció que la mujer establece un nivel de intimidad y de afecto con su opresor que convierte a la lucha por la igualdad de género en una demanda mucho más difícil de desentrañar.

Después de leer a Lugones queda claro que el feminismo está imbricado en contradicciones y limitaciones que, tal vez, nunca logren resolverse porque en ellas se sustenta la vida social y emocional colectiva. Intentar solucionarlas sería caer en esquematismos y estereotipos. Para Lugones no se trata de pensar desde el punto de vista de los oprimidos sino desde la lógica de la diferencia y la multiplicidad. Las palabras mujer y humano pueden alcanzar otros significados.

Hacia un feminismo decolonial, de María Lugones (Eterna Cadencia).

Por Alejandra Varela
Fuente: El Clarín

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in