abril 28, 2025

Embarazos mortales acompañan al matrimonio infantil


Adolescentes corren y juegan en un descampado en México. La Organización Mundial de la Salud expone que el matrimonio infantil, que lleva a embarazarse a las menores de 19 años, las expone a riesgos sobre su salud y a menudo corta las oportunidades de educación y laborales, lo cual conduce a la pobreza. Imagen: Mauricio Ramos / Unicef


GINEBRA – Los embarazos en la adolescencia siguen siendo la principal causa de muerte entre las niñas de 15 a 19 años, algo que los países podrían ayudar a evitar permitiéndoles permanecer en la escuela y poniendo fin al matrimonio infantil, afirmó en un reporte este miércoles la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Cada año, más de 21 millones de adolescentes en países de renta baja y media se quedan embarazadas. Aproximadamente la mitad de esos embarazos no son deseados. Y nueve de cada 10 alumbramientos de adolescentes se producen entre chicas que se casaron antes de cumplir los 18 años.

La médica Pascale Allotey, directora de Salud Sexual y Reproductiva e Investigaciones Conexas de la OMS, destacó que “los embarazos a temprana edad pueden tener graves consecuencias físicas y psicológicas para las niñas y las jóvenes”.

“Suelen reflejar desigualdades fundamentales que afectan a su capacidad para moldear sus relaciones y sus vidas”, agregó.

Entre los graves riesgos para la salud que conlleva el embarazo adolescente están los mayores índices de infecciones, complicaciones y partos prematuros. Pero también interrumpe la educación y limita las oportunidades de trabajo en el futuro, por lo que muchas madres jóvenes acaban atrapadas en la pobreza.

Para ayudar a prevenir el embarazo adolescente, la OMS pide a los gobiernos que ofrezcan mejores alternativas al matrimonio infantil. Por ejemplo, mejorando el acceso a la educación, los servicios financieros y el empleo.

Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), si todas las niñas terminaran la enseñanza secundaria, el matrimonio infantil podría reducirse hasta en dos tercios.

“Abordar este problema implica crear las condiciones para que las niñas y mujeres jóvenes puedan prosperar, garantizando que puedan permanecer en la escuela, estar protegidas de la violencia y la coerción, acceder a servicios de salud sexual y reproductiva y tener opciones reales sobre su futuro”, insistió Allotey.

Por otra parte, el reporte registra que se han producido avances a escala mundial. En 2021, una de cada 25 niñas dio a luz antes de los 20 años. Veinte años antes, la tasa era de una de cada 15.

Sin embargo, sigue habiendo grandes diferencias. En algunos países, casi una de cada 10 niñas de entre 15 y 19 años sigue dando a luz cada año.

“El matrimonio infantil priva a las niñas de su infancia y tiene graves consecuencias para su salud”, afirmó la experta en Salud Pública Sheri Bastien, del área de Salud Sexual y Reproductiva de los Adolescentes en la OMS.

Subrayó el poder de la educación para transformar el futuro de las niñas, y dijo que “tanto los niños como las niñas deben comprender el concepto de consentimiento y desafiar las grandes desigualdades de género que siguen impulsando las altas tasas de matrimonio infantil y embarazo precoz en muchas partes del mundo”.

La OMS actualizó las guías sobre la materia publicadas en 2011, promoviendo una educación sexual integral que, según ese organismo sanitario de las Naciones Unidas, es esencial para que las y los jóvenes sepan cómo utilizar los distintos tipos de anticonceptivos y dónde buscar asesoramiento.

“Se ha demostrado que reduce los embarazos precoces, retrasa el inicio de la actividad sexual y mejora los conocimientos de los adolescentes sobre su cuerpo y su salud reproductiva”, sostiene la OMS.

La directriz recomienda, para las niñas en mayor riesgo, considerar incentivos para apoyar la finalización de la educación secundaria, como estipendios financieros específicos o programas de becas.

Además, pide leyes que prohíban el matrimonio antes de los 18 años, de conformidad con las normas de derechos humanos, y la participación comunitaria para prevenir esa práctica.

Fuente: IPS

abril 27, 2025

Una novela donde el acto de comer se convierte en un manifiesto feminista


Cocinar con las sobras que otros tiran a la basura. Reunirse en torno a una mesa y dejarse llevar. Expresar miedos y deseos son temas que aborda la primera obra de Laura Williams, ‘Las Devoradoras’

Portada del libro 'Las devoradoras', la primera novela de Lara Williams.C
ECILIA DÍAZ BETZ / CORTESÍA DE LA EDITORIAL

Tras leer la novela Las Devoradoras de Lara Williams (Blackie Books) te llegas a preguntar: ¿Cuántas cosas hacemos porque realmente nos apetecen? ¿Cuántos platos nos comemos porque los deseamos? ¿Cuántas maneras distintas tenemos de relacionarnos con la comida? ¿Y con nuestro cuerpo? La novela narra la historia de Roberta, una joven inadaptada, vulnerable y solitaria que encuentra en el acto de cocinar una vía de comunicación, aún más, “un parachoques: un acto de cortesía previo al desmadre carnal”.

Desde sus años en la Universidad, compartiendo apartamento con otros estudiantes, hasta su vida en pareja, la historia de Roberta transita entre varias contradicciones vitales: entre el deseo de querer agradar y el desaliño corporal; entre la búsqueda del sabor y la huida del sentimiento; entre el dejarse llevar y el querer controlar el tiempo. La vida de la protagonista discurre en una rutina, nada estimulante, hasta que conoce a Stevie, una estudiante de bellas artes, con quien compartirá su deseo de crear un club gastronómico femenino “pero en plan salvaje” —subraya Roberta—.MÁS INFORMACIÓN

El club se crea como un espacio de expresión, de liberación de los miedos, de dar licencia al ser indomable que habita en cada una de las protagonistas de la novela; un club de lo ‘políticamente incorrecto’, donde no hay normas para comportarse en la mesa, donde se permite comer a manos llenas, bailar, drogarse y cantar antes, durante y después del banquete. Un club donde la cocina se prepara con lo recolectado en los contenedores de basura, situados en las traseras de los supermercados. Un grito de rebeldía que a ratos produce asco, a otros, placer, y, a muchos, liberación.

“Montar un Supper Club me resulta en cierto modo raro, porque era darle carácter oficial a algo personal y muy meditado”, reflexiona la protagonista. “Durante toda mi vida, la comida y el amor eran dos elementos que había estado irremediablemente conectados. La ilusión de cocinar para una pareja. (..) Las comidas de los domingos con mi tía (...) Una vez, una chica rolliza que iba conmigo a clase de Filosofía dijo que se moría de hambre con estas palabras: ¡Me comería el mundo entero! Y provocó un intercambio de miradas entre sus compañeros de aula. Yo, sin embargo, no pensé que tuviera un apetito desmedido, sino un gran corazón. (...) Toda mi vida estaba dominada por el tira y afloja del apetito: por querer devorar, pero también ser devorada” Esto es lo que define al personaje y, en gran medida, la esencia de esta novela: el hambre de liberación y el deseo de ser deseada, amada. “El acto de cocinar dotaba de cierta dignidad al hambre, que se había convertido en algo espantoso —narra la protagonista—. No recordaba cómo me había enfrentado al hambre, a su desenfreno animal, como anterioridad. En casa engullíamos, éramos una familia de buen comer. Podías sentarte delante de la tele y atiborrarte a patatas fritas, o arrancar pedazos de pan y embadurnarlos con margarina sobre el fregadero de la cocina. Todo aquello tenía algo de bravuconería: dejar comida en el plato era cosa de pringados, y si no tenías buen saque, era porque te pasaba algo”

El club de mujeres va evolucionando en la novela, convirtiéndose en un desmadre incontrolable donde, en ese círculo cerrado que confiere la mesa, todo vale: la ocupación, las drogas, la desnudez, los besos, la verdad... la verdad y los miedos. Y, entre tanto descontrol, la transformación del cuerpo. “A medida que pasaba el tiempo íbamos engordando (...) Esa idea de engordar fue para Stevie la transformación “quería que nos convirtiéramos en proyectos artísticos vivientes”

Mientras se organizan las sesiones gastronómicas femeninas, la protagonista va narrando su vida, envuelta en prejuicios, sexualidad no sentida, abusos, manipulaciones, falta de deseos, miedos... Y, entre medias, reflexiona sobre cómo caramelizar una cebolla al estilo de Momofuku o Julia Child; cómo conseguir un buen fermento para el pan casero; cómo hacer un guiso de cazador con lo que has encontrado en los cubos de basura; o cómo preparar un cóctel con los elementos que encuentras en la nevera. Narraciones minuciosas que aparecen en momentos determinados de la novela, aparentemente inconexas con la trama pero, todos y cada una de ellas, fundamentales para dar el sentido global de la historia.

Así, en esencia, es la primera novela de Lara Williams que, en 2019, The Guardian escogió entre los mejores libros del año y la calificó como Club de lucha feminista. El tema de la mujer, la cocina como vía de expresión, escape o manifiesto feminista lo hemos podido ver también en novelas como La Gula de Asako Yuzuki (Editorial Temas de Hoy) o en la serie manga Cocinando juntas de Sakaomi Yuzaki (editorial Tomodomo) En todas ellas, la mujer y el acto de comer aparecen vinculados a una manifestación por romper tabús, por dejar a un lado las formas sociales impuestas, por mostrar la liberación femenina y su reivindicación por la igualdad.

Sara Cucala es escritora, 'filmmaker' y periodista especializada en gastronomía. Creadora de uno de los primeros blogs de gastronomía y viajes, ha escrito numerosos libros, coordinado los contenidos culinarios del magazine de la tarde de TVE y dirigido varias películas y documentales. Es fundadora y copropietaria de la librería gastronómica y escuela de cocina A Punto.

Por Sara Cucala
Fuente: El País

abril 26, 2025

Maternidades con filtro: tradwives, cuerpos femeninos y domesticidad

¿Qué une a las amas de casa de los años sesenta con las tradwives que hoy comparten sus recetas en Tik Tok?



Para sorpresa de nadie, las redes sociales se han convertido en un canal de difusión masivo que reafirma los roles tradicionales de género, sobre todo aquellos asociados con las labores domésticas y la procreación. Esta tendencia se intensificó tras la pandemia del COVID-19, cuando el estereotipo occidental de la tradwife -o esposa tradicional- cobró fuerza en plataformas como Tik Tok e Instagram.

En los videos de dichas redes, esta figura aparece rodeada de los hijos y el esposo, en hogares limpios y estéticos, donde cocina platillos caseros y laboriosos. Al final, la familia se reúne a disfrutar de la comida, y se cierra la escena con imágenes que reflejan unión y estabilidad.

El modelo de familia tradicional es el que inspira este tipo de contenidos, cuyas formas y narrativas se apegan a ideales conservadores y heteropatriarcales.

Estas representaciones son expresiones performativas de una “maternidad ideal”; es decir, de una serie de actos repetitivos ligados a los deberes domésticos, en los que el cuerpo femenino está disponible siempre para el embarazo, el cuidado infantil y la administración del hogar. Tanto Instagram como Tik Tok se han vuelto artefactos culturales desde los cuales se reproducen valores y mandatos de género. Sin embargo, el éxito de estos contenidos y su circulación, no es algo novedoso; remiten al pasado, tanto sus discursos como estética evocan la publicidad de 1950 y 1960, con ese ideal del American way of life. Si bien, el medio de comunicación se ha transformado, el mensaje permanece.

Revistas, recetas y maternidad durante el milagro mexicano

Desde mediados del siglo XX, la figura de la madre ha sido minuciosamente construida en distintos formatos masivos: en el cine, en las revistas femeninas y en los anuncios de los productos para el hogar. Las tradwives, en ese sentido, no son un estereotipo nuevo en el universo de las representaciones femeninas, sino una reedición de modelos pasados.

En México, durante el llamado “milagro mexicano”, publicaciones femeninas como Claudia y Kena, mostraron mensajes afines. Aunque estas revistas también abordaron conversaciones sobre el feminismo, muchas veces quedaron atrapadas en la disyuntiva entre abrir espacios de reflexión y continuar en la promoción de consejos para ser una buena madre.

Por ejemplo, en 1965, la revista Kena se reflexionaba sobre el “síndrome del ama de casa”, definido por médicos como un estado de cansancio físico que provocaba enojo y tristeza. Las imágenes de mujeres jóvenes con 5 o 6 hijos agotadas de cambiar pañales eran motivo de conversación sobre el tema de retorno o “vuelta al hogar”. A pesar de los logros de los feminismos en esa década, en un mundo marcado por las guerras y amenazas nucleares, se encontraba como mejor opción la “plenitud de la mujer como esposa y madre, en lugar de hallarla fuera del hogar”.

El retorno a lo doméstico se justificaba con la necesidad de “realización personal”, en la cual, la mayoría de las mujeres aparentemente perseguían el sueño de casarse, en lugar de su desarrollo individual. Si bien en la revista se reconocía el desgaste físico y emocional que implicaba la maternidad, no ofrecía alternativas claras a los estragos domésticos

A esta preocupación se sumaban consejos cotidianos que reforzaban la idea de que el bienestar familiar dependía exclusivamente de la eficiencia femenina en el hogar. Por ejemplo, en un número de Claudia en el mismo año, se ofrecían recomendaciones para realizar compras “inteligentes” en los mercados y supermercados de la ciudad de México. Hablaba sobre lo común que era intercambiar comentarios sobre precios y calidad de alimentos con amigas o parientes era narrada como parte de la experiencia frecuente.

Para ayudar a las amas de casa en el gasto familiar, la publicación presentaba lista de precios comparados entre mercados públicos como La Merced y cadenas, como Sumesa o la Comercial Mexicana. Incluso, se sugería acudir al mandado con un atuendo sencillo, pero con zapatos de tacón bajo que permitieran agilizar la compra sin descuidar la apariencia.

El cuerpo como instrumento en los medios

Estas representaciones del pasado dejan ver con claridad la instrumentalización del cuerpo femenino en una atmósfera que exaltaba el orden, la entrega y el cuidado como virtudes naturales de las mujeres. Aunque ha transcurrido el tiempo, los discursos que idealizan el rol doméstico siguen vigentes; ahora se refuerzan por los medios digitales. Si en los años sesenta las revistas femeninas dictaban cómo vestir para el mercado y cómo mantener el ánimo a pesar del cansancio, hoy los algoritmos digitales promueven representaciones de una feminidad domesticada y eficiente, pensada para el bienestar familiar.

El cuerpo de la mujer continúa siendo mediador simbólico, pero ahora bajo la lógica de la performatividad digital. Las tradwives no solo replican los mandatos de género, sino que también los actualizan mediante lenguajes visuales. No hay que olvidar, que, aunque muchas de estas representaciones reproducen discursos conservadores, también existen otras que los cuestionan desde las mismas plataformas.

Además, la dinámica propia de los medios digitales —con mayor velocidad de difusión que la de sus antecesores impresos— modifica la forma en que estos contenidos se difunden, reciben y replican. Así, el cuerpo femenino sigue siendo un soporte de valores tradicionales, moldeado por exigencias que insisten en ubicar su plenitud en la reproducción y el cuidado, más que la agencia personal. Esta persistencia histórica exige ser vista y problematizada, pues los discursos de lo doméstico y tradicional, no han desaparecido, solo se han adaptado al presente.

Fuente: La Cadena de Eva

abril 25, 2025

Marcela Lagarde: "El feminismo sí está de moda. Veo un esfuerzo para una transformación"

Marcela Lagarde: "El feminismo sí está de moda"
Video: https://youtu.be/CMXzRjokQ1s

Hace más de dos décadas que la antropóloga mexicana Marcela Lagarde y de los Ríos (Ciudad de México, 1948) registra los feminicidios en Latinoamérica. "Nunca he dejado de contar", afirma en una entrevista con EFE, porque su vida –dice– "gira en torno a las mujeres y niñas tocadas por el feminicidio", concepto que ella misma acuñó en 2006, inspirada en sus predecesoras, para referirse a los asesinatos de mujeres "por el solo hecho de serlo".

En 2023, al menos 11 mujeres fueron asesinadas cada día por razón de género en Latinoamérica, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Referente del feminismo latinoamericano de raíz “pacifista”, Lagarde es hija de las revoluciones de finales de los 60 –"soy profundamente 68", presume– y hoy observa los logros del movimiento en el mundo con optimismo, a pesar del avance de la ultraderecha global, que está suponiendo un importante retroceso de los derechos fundamentales de mujeres y niñas, con un ataque directo a su autonomía y libertad.

“Nunca en la historia del mundo habíamos existido tantas feministas al mismo tiempo, haciendo la misma causa, articuladas país por país, región por región”, señala desde la III Feria Internacional del Libro y las Ciencias Sociales del popular barrio de Recoleta, en la capital santiaguina. 

Lagarde se opone a quienes dicen que el feminismo “pasó de moda” arrastrado por las corrientes reaccionarias y alude a las jóvenes que están “asumiendo” un movimiento que empezó cuando ellas aún no nacían.

"El feminismo sí está de moda. Veo un esfuerzo importante de hacer una transformación de las mentalidades", rebate la investigadora y política, autora de más de cien artículos y una docena de libros.

"Nunca antes había habido tantas profesionales formadas en la perspectiva de género; hay una visión incluyente del mundo y de los derechos”, añade. 
"No aliento mucho" las denuncias en redes sociales

Como diputada, Marcela Lagarde impulsó la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde 2007. También presidió la comisión del Congreso mexicano que dio seguimiento a las primeras investigaciones relacionadas con los feminicidios (2003-2006).

“Ahora ya hay mecanismos para denunciar y exigir reparación del daño. Hemos creado una superestructura para enfrentar la violencia de manera integral y no represiva, de transformación legal, convirtiendo a los violentos en delincuentes”, señala la académica. 

Por esa razón, “no alienta mucho” las denuncias anónimas en redes sociales, donde muchas víctimas han decidido hacer públicas sus situaciones de violencia machista.

“Pueden no significar nada más que un acto ritual (...) Y contestar con ritualidad, está bien, pero ¿y luego qué?”, se pregunta. 

“Las feministas de mi generación apostamos a construir derechos legales, que funcione el Estado de Derecho, que se respete la ley. Hemos hecho leyes formidables para enfrentar la violencia”, insiste.
Trump “tiene una actitud de macho ultrajante y displicente con la presidenta"

Marcela Lagarde admite que vive “con singular alegría”, dice, la llegada al poder de la primera presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, el pasado octubre: “Por primera vez (tengo) las ganas de disfrutar de eso, por lo que he hecho política y he trabajado toda mi vida”, expresa.

La investigadora destaca que la elección fue un proceso “abierto, democrático y masivo” en el que la sociedad mexicana “mostró que puede ofrecer alternativas y propuestas, y que la utopía exótica puede construirse realmente”.

Un proceso que coincide con el escenario “antagónico”, dice, en el país vecino, con la llegada al poder del presidente estadounidense, Donald Trump, quien –dice– “mantiene una actitud de macho ultrajante y displicente con la presidenta”.

“Cuánto más gane la reacción, más podemos perder (las feministas)”, advierte la activista, que expresó su "preocupación" por la seguridad de Sheinbaum.

A pesar del complejo contexto nacional y global, "eso no obsta para no hacer", apunta Lagarde. El papel de las feministas mexicanas, concluye, es “construir en el día a día la igualdad, pero también la libertad (...) Hay que hacer hasta donde se puede".

Por Meritxell Freixas
Fuente: Efeministaa

Sí a la Diversidad Familiar!
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