La lucha zapatista, esperanza de vida para las mujeres
A la comandanta Ramona, in memóriam
Tuvimos y seguiremos teniendo que tomar nuestros derechos con las manos, pues nos corresponde como seres humanos, dijo una Comandante del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, en el Primer Encuentro de Mujeres Zapatistas con las Mujeres del Mundo, en El Caracol de Resistencia Hacia un Nuevo Amanecer, La Garrucha, Chiapas, al terminar 2007.
Encuentro que mostró a las mujeres, procedentes de 28 países y 5 continentes, que aún hay mucho camino por recorrer para llegar “a un mundo donde quepamos las nuevas mujeres y los nuevos hombres”.
Esmeralda, tzeltal, dijo “queremos compartir con las mujeres del mundo nuestros dolores, lágrimas, historias y nuestra esperanza y cómo poco a poco fuimos engrosando las filas combatientes hasta alcanzar puestos de dirección”.
Las tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles y mam no están sólo en la estructura militar. Hoy son electas en asamblea, tienen cargo de consejeras municipales, jefas, presidentas, están en el comercio, en las aulas escolares y son promotoras en educación y salud, conocen sus derechos reproductivos, deciden sobre su maternidad, heredan la tierra y tienen puestos de decisión en la Junta de Buen Gobierno.
“Con muy poco hemos conseguido mucho, la lucha que hemos desarrollado dicha en palabras parece muy sencilla, pero detrás hay coraje, rabia, dolor, sufrimiento y el trabajo y el llanto de muchas mujeres”, afirma Evelinda, de Oventic e integrante de la Junta del Buen Gobierno.
Hasta el 2003 en la Junta todos eran hombres, las primeras mujeres llegan un año después. “El pueblo zapatista no se había dado cuenta de que las mujeres no participaban. Decían que no sabíamos hacer el trabajo y nos quedábamos en las casas cuidando hijos y ganado”, expresa.
“Hoy ocupamos cargos por designación popular mediante una asamblea; dirigimos varios pueblos y velamos por sus intereses colectivos, buscamos su mejor desarrollo equitativo, equilibramos los recursos económicos de los municipios y regiones, promovemos la participación de mujeres y hombres en el trabajo de la autonomía”, dice.
A veces, agrega Gabriela, otra representante de la Junta, “los maridos, papás, hermanos no nos dejan porque dicen que las mujeres no deben tener cargos. Pero seguiremos con este trabajo”.
La lucha zapatista es nuestra esperanza de vida, dijeron las más de 40 delegadas de los Altos de Chiapas que ocupaban la mesa central del auditorio de La Garrucha. Como madres coincidieron en que enseñan a sus hijas e hijos a no robarle al pueblo de México, a construir la democracia, los derechos de mujeres y hombres, y para que “no seamos olvidadas jamás”.
Hubo mesas de trabajo con mujeres de todas las zonas y municipios autónomos rebeldes zapatistas. Diario, al toque de fanfarria, unas 200 zapatistas con pasamontañas, unas con hijos a cuestas, otras con ponencias en sus manos, atravesaban la plaza en fila, a través del Caracol para ocupar el estrado.
Los hombres no participaron, a la entrada grandes carteles anunciaban que del 29 de diciembre al 1 de enero de 2008 en ese territorio ellos sólo podían cocinar, cortar leña, cuidar a las y los niños, barrer y limpiar letrinas. Las mujeres hablaban, los hombres escuchaban.
- Autonomía
Leidi, en representación de las comisarias de la región del Caracol de La Realidad, contó su trabajo como autoridad campesina: “Trabajamos la tierra recuperada en colectivo y el producto de la venta, herencia de nuestros antepasados”.
Se han organizado y trabajan como coordinadoras por zona, municipal y local. Comercializan maíz y frijol. “Hemos logrado nuestro derecho a trabajar la tierra y ya muchas han podido comprar ganado”, dice orgullosa.
“Ponemos las fechas y horas de quemar las milpas y los cuidados para que el fuego no pase a las montañas o a los acahuales; velamos la tumba exigiendo que por cada árbol que se pierda, se siembre otro, organizamos la limpieza de caminos y sus nuevos trazados haciendo acuerdos con otras comunidades”, agrega.
- Educación
“Debido a la mala educación inhumana que padecíamos, principalmente las más desprotegidas y olvidadas, comenzamos a construir una nueva para los pueblos, alternativa, diferente a la oficial que fortalezca nuestras cultura y lengua, el colectivismo, el compañerismo. Que responda a las necesidades de los pueblos”, dice Eugenia, que representa a las promotoras de educación del Caracol 4.
Antes de 1994, “las pocas niñas que asistían a la escuela no aprendían casi nada, éramos despreciadas dentro de las aulas, nos mandaban a cargar agua y barrer salones. A veces cuando no atendíamos nos aventaban borradores y nos pegaban. Nos daban una educación para que nos olvidemos de ser indígenas y así los malos gobiernos nos fueron faltando el respeto, querían que estemos ciegas”.
Cuando se fundó la educación autónoma no era fácil ser alumna zapatista, “pero allí aprenderíamos a formarnos como personas, tendríamos una enseñanza para comprender mejor nuestro mundo, impulsar la capacidad productiva de nuestros pueblos”.
Hoy las comunidades autónomas zapatistas tienen promotoras de educación, elaboran planes de estudio y se relacionan directamente con las familias “para que comprendan la importancia de que sus hijas asistan a las escuelas”.
Angélica, promotora de salud, explica que las mujeres sufrían de enfermedades curables y no tenían atención, los hospitales estaban en la ciudad y pocas veces se llegaba con las pacientes. La muerte en el parto y por complicaciones antes y después era muy elevada.
Las promotoras dan pláticas a las mujeres sobre salud sexual y reproductiva, ginecología, planificación familiar. Hay una micro clínica y una casa de salud para todas las personas en 7 municipios, donde utilizan tanto medicina tradicional como biomédica, relata Argelia, del Caracol 2.
En el Encuentro, con pasamontañas, María Linda dejó su mensaje: “Como niña hago lo que quiero, mi mamá y mi papá no me impiden las actividades, ellos me orientan, me han dado derechos de pasear, cantar, bailar, ir a fiestas”. Estos derechos “serán mi mejor arma para defenderme como mujer”, afirma.
Por Lucrecia Maldonado
Fuente Cimac Noticias