Ecofeminismo: una propuesta de transformación para un mundo que agoniza
La mayoría de los hombres del pueblo querían aceptar la oferta de compra que había hecho la industria maderera y obtener dinero inmediato. Sin embargo, las mujeres sabían que la defensa de los bosques comunales de robles y rododendros de Garhwal era imprescindible para resistir a las multinacionales extranjeras que amenazaban su forma de vida. Para ellas, el bosque era mucho más que miles de metros cúbicos de madera. El bosque era la leña para calentarse y cocinar, el forraje para sus animales, el material para las camas del ganado, la sombra…
El abrazo de las mujeres Chipko a los árboles (chipko significa abrazo en su lengua) era el abrazo a la vida. El movimiento Chipko es uno de los ejemplos más conocidos del ecofeminismo, un diálogo entre la sostenibilidad ecológica y la visión, la práctica y el relato que hacen las mujeres de la vida, un encuentro que liga íntimamente la protección de la naturaleza y la subsistencia de las comunidades humanas.
La problemática ambiental: los límites al crecimiento
El planeta Tierra es un sistema cerrado. Eso significa que la única aportación externa es la energía solar (y algún material proporcionado por los meteoritos, tan escaso, que se puede considerar despreciable) Es decir, los materiales que componen el planeta son finitos, y aquello que puede renovarse, por ejemplo, el agua o el oxígeno que respiramos, es gracias a los trabajos invisibles que la Naturaleza hace de modo gratuito.
Hace ya más de 30 años, el conocido informe Meadows, publicado por el Club de Roma constataba la evidente inviabilidad del crecimiento permanente de la población y sus consumos. Alertaba de que si no se revertía la tendencia al crecimiento en el uso de bienes naturales, en la contaminación de aguas, tierra y aire, en la degradación de los ecosistemas y en el incremento demográfico, se incurría en el riesgo de llegar a superar los límites del planeta, ya que el crecimiento continuado y exponencial, sólo podía darse en el mundo físico de modo transitorio.
Más de 30 años después, en 2004, aparecía una revisión actualizada de este informe que muestra cómo la advertencia anterior parece haber caído en oídos sordos y, hoy, la humanidad no se encuentra en riesgo de superar los límites, sino que los ha sobrepasado y se estima que aproximadamente las dos terceras partes de los servicios de la naturaleza se están deteriorando ya.
Algunos síntomas de este deterioro global quedan ilustrados en los siguientes ejemplos:
- El fin de la era del petróleo barato está a la vista. Cada vez se va agrandando más la brecha entre una demanda creciente y unas reservas que se agotan y cuya dificultad de extracción aumenta. Las guerras por el petróleo y las fuentes de energía fósil no han hecho más que comenzar. Hoy día, no existen alternativas energéticas que puedan mantener la demanda actual y mucho menos su tendencia al crecimiento.
- El cambio climático, provocado por el aumento descontrolado de la emisión de gases de efecto invernadero, incrementa las alteraciones y perturbaciones no lineales y catastróficas. Estos gases son vertidos a la atmósfera por los diversos artefactos creados para el transporte de personas y mercancías, así como por la desregulada actividad industrial de empresas, mayoritariamente multinacionales, que se implantan, cada vez con más frecuencia, en el territorio de los países más pobres.
- Los efectos del calentamiento global se ven agravados por la destrucción de los sumideros de CO2 en el planeta y por el deterioro del sistema que los millones de años de evolución habían fabricado para defenderse de los cambios y las perturbaciones: la biodiversidad.
- El ciclo del agua se ha roto y el sistema de renovación hídrica que ha funcionado durante miles de años, no da a basto para renovar agua al ritmo que se consume. La sequía en muchos lugares ha pasado a ser un problema estructural y no una coyuntura de un año de escasas precipitaciones.
- El control de los recursos hídricos se perfila como una de las futuras fuentes de conflictos bélicos, cuando no lo es ya.
El panorama de deterioro se completa si añadimos los riesgos que suponen la proliferación de la industria nuclear, la comercialización de miles de nuevos productos químicos al entorno cada año, sin que se apliquen las más mínimas normas de precaución, la liberación de organismos genéticamente modificados cuyos efectos son absolutamente imprevisibles o la experimentación en biotecnología y nanotecnología que nadie sabe dónde puede llevar.
La degradación de los servicios de la Naturaleza puede empeorar durante la primera mitad del presente siglo haciendo imposible la reducción de la pobreza, la mejora de la salud y el acceso a los servicios básicos para una buena parte de la humanidad.
Ya nadie duda que el rápido y reciente deterioro global de los ecosistemas es claramente antropogénico. Es el sistema productivista, basado en el consumo creciente y en la velocidad e impuesto por los países ricos a través de la denominada globalización, el principal responsable de la destrucción.
Esta responsabilidad del mundo occidental, se puede ver claramente a partir del cálculo de la huella ecológica, un indicador que expresa en unidades de superficie de la Tierra, el uso que un determinado país o comunidad hace de los recursos naturales y servicios que le presta la Naturaleza para absorber los residuos y regenerar los bienes consumidos.
Si comparamos la huella ecológica con la biocapacidad del territorio para proveer los recursos consumidos podemos deducir el grado de sostenibilidad de nuestras acciones. En el estado español se usa el doble de recursos de los que podría generar nuestro territorio y es lo habitual en todos los países industrializados, con los Estados Unidos a la cabeza en el cómputo. La huella ecológica muestra que una parte muy pequeña de la población mundial consume y gasta lo que es de todos y todas.
Desde el ecologismo se considera que la apropiación que los países más ricos hacen de los bienes y servicios que la Naturaleza presta genera una deuda ecológica. Una deuda que las economías del Norte han adquirido con las del Sur a causa de de los impactos ambientales y sociales provocados por la imposición de un modelo de comercio injusto y desigual, por el saqueo y la explotación de recursos naturales que los países del Norte obtienen casi gratis para sostener su nivel de vida, por la contaminación atmosférica global que causan las enormes emisiones de carbono que emiten los países ricos al usar la energía fósil en la industria y el transporte, por la degradación de las mejores tierras de cultivo para monocultivos de exportación al Norte, por la apropiación de los conocimientos ancestrales de los pueblos del Sur,..
No es extraño, por tanto, que en los países del Sur también han ido naciendo propuestas ecologistas. Se caracterizan por ser movimientos colectivos que actúan para defender sus territorios y su acceso comunal a los recursos, su posibilidad de subsistencia o su calidad de vida frente a las agresiones de los grandes proyectos extractivos, turísticos o de infraestructura por parte de grandes empresas que actúan de forma ajena a sus intereses.
Un ejemplo conocido de este ecologismo popular en el Sur es el movimiento de las mujeres Chipko, al que hacíamos referencia en la introducción.
En estos movimientos las mujeres adquieren un papel protagonista. La causa principal es la cercanía de las mujeres a las condiciones económicas y materiales que permiten la subsistencia. Son las responsables del aprovisionamiento energético y material y se suelen ocupar de la agricultura y la medicina popular. Ellas son, por tanto, testigos directos del deterioro y sufren de forma directa la destrucción de los ecosistemas.
- Artículo Integro: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=47899
Fuente: Rebelión