abril 13, 2008

¿Y los medios? Jamás he visto a una mujer de carne y hueso vestir esos sueños mojados de los diseñadores.

Bien, la ley fue aprobada. Al menos en papel las mujeres de este país ganamos la guerra. No porque todas participáramos en ella sino porque unas cuántas, que están a la vanguardia y a quienes jamás podremos agradecerles lo suficiente las batallas que han llevado a cabo a lo largo de décadas, jamás bajaron la guardia.

La Ley contra el Femicidio, que cubre no solo los hórridos asesinatos que suceden diariamente sino las muertes lentas, que se gestan día a día, año con año: insultos, vejaciones, bofetadas, quebraduras. Incluyendo el maltrato psicológico, el más difícil de descubrir pero que aquella que lo sufre sabe muy bien lo que es, lo que duele, lo que mina la autoestima.

Es una lástima que la ley no incluya algún apartado para solicitar a los medios de comunicación que observen cierto decoro en lo que se refiere a las mujeres y que dejen de pasarnos, con la asiduidad que lo hacen, los mensajes de que las mujeres andamos mal si no somos copias casi perfectas de las supermodelos, las superpops.

Francamente, a mí me daría cierto prurito ser como Naomi Campbell, porque no me gustaría relacionarme con nadie a telefonazo limpio. Y jamás anduve diciendo a grito pelado que era virgen para dar un salto luego y resultar usando éxtasis y cocaína como una diva de estos tiempos.

Justo es reconocer que no han sido los medios los que llevaron a Naomi o a Britney por los caminos que han seguido, pero hay en ellos un constante ninguneo de las mujeres que tenemos curvas, y en los últimos tiempos, casi una campaña publicitaria en pro de las cirugías plásticas innecesarias.

Las mujeres reales tenemos curvas. No somos esas flacas y anoréxicas escobas en las que nos quieren convertir a fuerza de mostrarnos cosas raras en los medios de comunicación. Ejemplo de cosas raras: los vestidos que llevan puestos las modelos en la mayor parte de pasarelas del mundo. Jamás he visto a una mujer de carne y hueso vestir esos sueños mojados de los diseñadores: telas transparentes, o metálicas, o boas improbables que se arrastran por el suelo. De todas maneras, esos adminículos, que no pueden ser llamados de otra manera, se ajustan al cuerpo de la modelo con tape y con alfileres, solo que esa parte del show no se le explica a los asistentes ni a quienes ven las fotos en los diarios más tarde.

Cosa rarísima: el modo de caminar de las modelos, poniendo un pie delante del otro con el consiguiente bamboleo de las caderas. Si las mujeres camináramos así, los ortopedistas estarían entre los médicos mejor pagados del mundo: articulaciones desencajadas, tobillos torcidos, huesos rotos por las caídas, etcétera.Ya no raro sino peligroso: la cantidad de drogas ilegales que consumen las mujeres para paliar el hambre y poder vivir de cuatro hojitas de lechuga y un vaso de agua mineral. Cosa insana: las drogas en forma de cápsulas, comprimidos o gel –a veces supositorios– que las mujeres tienen en casa para expeler cualquier alimento que hayan metido en la boca y que les va a hacer aumentar algunas onzas.

Cuando las drogas que provocan diarrea se mezclan con los diuréticos el peligro se acentúa a grados perversos.Hace cuatro décadas las mujeres aprendimos a aceptarnos como somos, algo qué agradecer al feminismo, a los niños de las flores y a la revolución sexual. Pero hacia los años ochenta, con el ascenso de los yuppies y del dinero como dios esencial, se reprodujeron las robots que usaban vestiditos negros cortos y ajustados.

Ya en los noventa el asunto cobró características nunca vistas y desde entonces, una gran cantidad de las mujeres en el mundo occidental comenzó a vivir entre la inseguridad, casi esencial por el miedo a ser espantosas, y el hambre.

Colegas queridos ¿sería excesivo pedirles que bajaran un poco el volumen a las flacas y famosas –eso sí, con unas mamas así de grandes, por la vía de la silicona y otras sustancias– y pensaran en las mujeres de todos los días?Vuelvan a ver hacia sus esposas, sus hijas, sus hermanas, sus madres. ¿Se parecen a Angelina Jolie, a Penélope Cruz, a Gwyneth Paltrow, a Mina Suvari? Ya sé, la farándula vende. Y seca el seso, por cierto. Pero las mujeres somos el 50 por ciento de los habitantes de este país, y merecemos un trato diferente. ¿Plis?


Por Ana María Rodas/La Telenovela
Fuente: El Períodico de Guatemala

Sí a la Diversidad Familiar!
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