La memoria en la piel
Éste es el trabajo de la periodista colombiana que obtuvo el segundo puesto en el I Concurso Internacional sobre Periodismo y Género, concluído recientemente. El premio estuvo organizado por el Proyecto CEDAW Argentina del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), la asociación civil Artemisa Comunicación, y el Área de Género y Derechos Humanos de las Mujeres del Instituto de Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).
Ahí estaba, al borde de la carretera, debajo del techo de una casa que alguna familia abandonó huyendo del dolor y de la violencia que se vive en El Diviso, corregimiento de Barbacoas, municipio colombiano ubicado al sur del departamento de Nariño, en la frontera con Ecuador.
Esperaba que el bus de las siete de la mañana, que llega de Tumaco me regresara a Pasto. Decían que no estaban mandando buses porque la guerrilla había quemado cinco la noche anterior. De pronto, desafiando la lluvia menuda, apareció Miryam…
Venía con la mirada cercada por ese ardorcito que surge segundos antes de que el llanto se desborde, con el dolor regado, con la angustia aferrada a su garganta y con el cuerpo sudoroso y cargado de tristezas. No tuve tiempo de preguntarle nada, sus palabras empezaron a salir y casi sin respiro un atasco de emociones empezó a desatarse...
Mi historia es muy triste. Por la violencia dejé mi trabajo. Por amor… ni le cuento.
Miryam es una mujer alta y delgada. Su piel dorada por el sol muestra su juventud, a pesar de la curvatura que su cuerpo exhibe, como una palmera que se resiste al paso inclemente de una vida consumida sin remedio. Alrededor de sus ojos se extienden unas impenetrables arrugas que delatan la soledad que no la abandona. Mientras se acomodaba en un butaco, su alma arqueada como su espalda se extendió sin reservas.
Me desplacé del Putumayo por la violencia. Muertos sobre muertos y amenazas. Trabajaba en una escuelita rural en Orito. Pisando el 2000 llegó el comandante de la guerrilla, un tal Oliver. Todos lo respetaban porque era 'tenaz'. Llegó con un contingente.–Buenos días profesora. –Sí a la orden…Me dijo: –Mande los niños a sus casas, que le digan a sus papás que el segundo frente de las Farc los necesita.
A las dos horas todos estaban ahí y él dijo: ''Esta reunión es para decirles tres cosas. Una, se nos vino la guerra; dos, necesito gente; y tres, los que no son propietarios de finca, trabajadores, obreros y raspachines, váyanse. Tienen tres horas para desalojar el caserío y si los encuentro en la Bocana me los arrastro pa' la guerrilla. Esto se putió''.
Alcancé a decirle ''yo soy de contrato'' y me contestó –''si no es plaza en propiedad lárguese, no la necesitamos, esta escuela se acabó. Se acabó el Putumayo, ¿entienden o no?''.
Salí con lo que tenía puesto. Nos tiramos por la montaña, la guerrilla se había tomado las carreteras. Caminé cinco días para llegar a mi casa en Orito. Ahí renuncié, estaba embarazada de mi tercer hijo. A mí debían reubicarme pero el papá de mi hijo se había venido para Ancuyá, entonces decidí buscarlo.
De repente un viento descolorido le trajo un espacio sin aire archivado en un hueco perdido de su corazón…
Ancuyá es un pueblito muy cerca del volcán Galeras. ¡Qué tenacidad que es para vivir allá! No sé cómo subsiste la gente pa’ diosito santo. Ahí vivimos dos años dando gracias a mi Dios Todopoderoso. Un día un amigo nos mandó para una finca en Llorente. No teníamos otra salida, mi marido lo único que sabe es trabajar en la coca. Me tocó coger machete, ampollarme las manos y raspar coca.
Mi marido quimiquiaba la hoja de coca en el Putumayo, sacaba una mercancía excelente. Cuando lo conocí los comandantes de la guerrilla lo buscaban para lavar mercancía dañada. En poco tiempo tuvimos platica, nos hicimos a una casa y pusimos una caseta bailable. Todo iba bien hasta que mi marido se fue con una muchacha. Yo tenía ya a mi cuarto hijo. Se transformó, dicen que la plata y la coca dañan a las personas.
Allá en Llorente la única autoridad es la guerrilla y como tenía tantos problemas me decían –''Miryam, échele la guerrilla a ese hombre''. Fui donde el comandante. Él lo llamó y le dijo: –''¿Sabes qué?, ella es tu mujer, con ella has conseguido lo que tienes y si ya no puedes vivir con ella coge tus pesos y te largas. Te doy dos días para que te desaparezcas''. Pero él no hizo caso, venía a la casa y se quedaba. No volví donde el comandante porque tampoco quería que lo mataran. Ellos advierten hasta dos veces y a la tercera no la perdonan.
En los dedos largos y gruesos de Miryam se han ido alojando capas de piel, como llagas encendidas en el tiempo. Después de un largo silencio su mirada se perdió entre sus dedos y por unos instantes dejó de darle vueltas al anillo de plata que llevaba prendido a su mano derecha. Entonces su pensamiento, acompasado por el eco de unas carcajadas se mudó a una calle polvorienta de su pueblo.
Mi mejor amiga se llamaba Consuelo, estudiamos juntas. Las dos cumplíamos años en abril. Justamente en ese mes se ennovió con un señor mayor que ella. Eso fue como en 1986. Me acuerdo porque íbamos a cumplir los 15 años. Al otro día de mi cumpleaños se voló de la casa con Miguel. A los dos años regresó con un niñito.
Miguel y Consuelo se instalaron en El Tigre, un pueblito cerca de Orito, en la carretera principal hacia el suroeste del Putumayo, ahí pusieron una tienda. ¿Se acuerda que en 1999, exactamente el 9 de enero, se metieron los paramilitares a ese pueblo? Unos días después de que el presidente Pastrana iniciará los diálogos de paz con las Farc*. Dicen que llegaron como unos 150 hombres armados hasta los dientes y mataron a machetazos a 26 personas en la plaza principal y desaparecieron a 14 más. Entre los muertos estaba Miguel y entre los desaparecidos Consuelo. Algunos familiares que llegaron a buscar a sus muertos los encontraron tirados en la carretera pero otros no hallaron cuerpos pues a muchos los botaron al río. Los padres de Consuelo encontraron a sus nietos sentados en el andén de la casa, con la mirada prendida en la espera y en los despojos de las almas que se fueron. En la pared de la tienda quedó un letrero que decía “AUC** venimos para quedarnos. El Tigre será borrado del mapa”.
- Artículo Completo:
*Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
** Autodefensas Unidas de Colombia.
Por Nelly Valbuena Bedoya
Fuente: Artemisa Noticias