El difícil acceso de las mujeres indígenas a la Justicia
La indignación se iba haciendo palpable en el público que escuchaba cada uno de los relatos. La discriminación que las mujeres indígenas y pobres sufren en la Justicia se encarnó en tres historias singulares: dos niñas violadas, revictimizadas por los responsables de reparar el daño, y una cacica condenada por reclamar su derecho a la tierra. Cada historia encierra una violencia que se despliega en capas, y el Estado profundiza. Los violadores –blancos– de una niña de 15 años de la comunidad qom de El Espinillo fueron absueltos por tres jueces chaqueños que vieron en las lesiones genitales “la violencia habitual de una relación consentida” y en los testimonios de los miembros de la comunidad una “animosidad hacia los criollos”.
La primera mesa convocó a tres mujeres de comunidades indígenas.
Vacas regaladas
La encargada de abrir el fuego fue una de las anfitrionas. Ofelia fue portavoz de la historia de L. N. P, una mujer del pueblo qom que vive en El Espinillo, en Chaco. En 2003, cuando era una niña de 15 años, L. N. P. fue violada por tres criollos. Aunque ellos suelen resolver (silenciar) el abuso con el “regalo” de una vaca, en esta ocasión la víctima, su madre y la comunidad se pusieron firmes. Debieron pedalear 80 kilómetros, instalarse en la comisaría e insistir para que les tomaran la denuncia.
Colonia Dolores
La segunda historia se desarrolló en la comunidad mocoví de Colonia Dolores, en el centro de la provincia de Santa Fe. Con 610 habitantes, es el primer asentamiento indígena de la provincia, y en 1994 fue reconocido como comuna por el Estado provincial. La jefa comunal se llama Dora Salteño. Eso sí, el 3 de noviembre de 2006, cuando un vecino violó a una niña de 9 años, la jueza de menores de Santa Fe Susana Giordano de Bilich decidió separarla de su familia y enviarla a la Casa de la Niña, lejos de su pueblo. Argumentó que “la comunidad no ofrecía garantías”. Además, entregó a la niña en adopción a una familia de Buenos Aires.
La tierra o la cárcel
Leonarda Chavarría fue impetuosa en su descripción. En un momento, la cacica guaraní, de 51 años, se paró, se levantó la blusa naranja y mostró una cicatriz. “La depresión me provocó esto. Los médicos creyeron que tenía cálculos en la vesícula y me abrieron para operarme. Pero no tenía nada, sólo la angustia que me hicieron pasar”, contó. Ella puso el cuerpo al reclamo por el derecho a la tierra, y la Justicia de Salta la procesó. “Son nada más que cinco hectáreas, para vivir con mis paisanos. Somos 96 familias”, abundó después.
El Encuentro fue el puntapié inicial de un proyecto mucho más ambicioso. “Queremos armar una red de capacitación de líderes de cada una de las ocho etnias que vinieron, para formar mujeres fuertes, capacitadas para defenderse a sí mismas, a las mujeres de su pueblo, y a toda su comunidad”, indicó más tarde Chiarotti, que también integran el Comité de América Latina y el Caribe por la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem) y también del comité de expertas de la OEA sobre violencia de género. El programa de capacitación diseñado por Insgenar tiene cinco módulos, que incluyen tanto derechos humanos como derecho indígena y de ciudadanía, y también un mapa. “Ahí graficamos quién es quién en el Estado provincial, en la Nación y a quién se debe recurrir para reclamar cada derecho, cómo se consolida, cómo se ejerce”, abundó Chiarotti. Esta actividad se desarrollará el año próximo, entre Insgenar y organizaciones de mujeres indígenas de las seis provincias que asistieron al Encuentro realizado la semana pasada en Rosario.
La idea de armar una red surgió “cuando Insgenar comenzó a patrocinar casos de niñas indígenas cuyos derechos fueron violados, y los llevó a Naciones Unidas. Fue como poner a andar una bola de nieve, que era pequeñita pero se hizo muy grande”. Fueron muchos los casos de “humillación, opresión y negación de la Justicia” que llegaron a sus manos. De este modo, el trabajo de Insgenar se multiplicó y reveló la magnitud de la discriminación. “Nunca nos imaginamos que eso se iba a desatar en tantas acciones. Ahora tenemos reuniones constantes en el Chaco con legisladores, decisores políticos y comunidades para implementar todas las leyes pedidas para aceptar que se cierre el caso de la niña de El Espinillo, y para implementar la reparación a las víctimas. También nos reunimos en la Cancillería para que el Estado argentino reconozca su responsabilidad. Y vamos a hacer una reunión con legisladores nacionales, el 3 de noviembre, para que lancen un paquete de leyes integrales de violencia contra las mujeres.”
Como la discriminación de género se agrava con la discriminación por etnia, la intención de Chiarotti es generar un espacio de intercambio. “Las mujeres más postergadas son las de los pueblos originarios. Y por eso quisimos hacer visible una realidad que permanece oculta. Argentina no es tan blanca como creemos, no es tan plural, ni tan amplia, ni tan respetuosa como creemos”, subrayó la activista, quien afirmó que la acción pública fue diseñada para “destapar estos casos. Y también para entrar en contacto, conocer a las compañeras y generar una interacción”.
Fuente: Página/12