Diario de viaje de Un Mundo Libre de Sida: En camino a una nueva agencia de mujeres en la ONU
En 2006, la igualdad de género fue incorporada a la agenda del proceso de reforma de la ONU liderado por el entonces Secretario General Kofi Annan, debido en gran medida a la gestoría y defensa de alto nivel del Equipo del Enviado combinadas con la movilización comunitaria y el infatigable activismo de una coalición global de grupos de mujeres llamada Campaña por la Reforma de la Arquitectura de la ONU para la Igualdad de Género, conocida como la Campaña GEAR (Gender Equality Architecture Reform).[2] Las declaraciones públicas del Equipo del Enviado acerca de los tristemente inadecuados programas de la ONU dirigidos a las mujeres (los presupuestos anuales combinados para todas las agencias de la ONU que se ocupan de los asuntos de género totalizaron 65 millones de dólares estadounidenses en 2006, en comparación con el presupuesto de UNICEF que ascendió a dos mil millones de dólares), así como el intenso cabildeo de integrantes del Grupo de Alto Nivel al que Annan encargó recomendar una serie de reformas sobre ‘la coherencia en todo el sistema de las Naciones Unidas en las esferas del desarrollo, la asistencia humanitaria y la protección del medio ambiente’,[3] ayudaron a que se llegara a la recomendación concreta de crear una agencia de mujeres enteramente nueva, con financiamiento ambicioso y capacidad operativa a nivel de país, dirigida por una Secretaria General Adjunta.
Desde que se emitió esa recomendación, la propuesta para la agencia de mujeres se ha visto implicada en disputas políticas entre los Estados Miembros acerca de otras reformas sugeridas por el Grupo de Alto Nivel en ámbitos tales como gobernanza y financiamiento. Estos dos asuntos son de crucial importancia, especialmente para países pobres del Grupo de los 77 (G77) que viven con el destructivo legado de las condiciones, entre ellas los programas de ajuste estructural, que les han sido impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Aunque no minimizamos (y nunca minimizaríamos) el impacto de este dañino legado, resentimos la postura de de muchos países del bloque G77 que argumentaban que la propuesta de crear una agencia de mujeres era, de hecho, una condición que les estaba siendo impuesta por los donantes. Más aun, lamentamos la falta de voluntad política y liderazgo en la Secretaría, donde al parecer les preocupaba más conservar empleos que podrían perder en la nueva estructura propuesta que defender los valores centrales de la igualdad protegidos por la Carta de la ONU.
Embajadores y funcionarios de la ONU continuaron conversando y la propuesta para la agencia de mujeres perdió vigor. Durante ese mismo periodo nos enteramos de las violaciones de centenares de mujeres en Kenia como parte de la violencia tras las elecciones sin que una agencia de la ONU atendiera sus necesidades específicas, una prolongada batalla dentro de ONUSIDA para que brindara a los Estados Miembros una orientación coherente en materia de género, la cual se dio apenas en abril de 2008, justo antes de que el Secretario General informara que las mujeres conformaban el 61 por ciento de las poblaciones con VIH en el África subsahariana.
En enero de 2008 empezamos a ver señales de vida cuando el nuevo Secretario General, Ban Ki-moon, nombró a Augustine Mahiga y Paul Kavanagh, embajadores de Tanzania e Irlanda respectivamente, como copresidentes de las consultas a la Asamblea General de la ONU sobre la coherencia en todo el sistema de la ONU para que resucitaran el proceso de la coherencia y, por ende, la propuesta para una nueva agencia de mujeres. Ambos han demostrado ser agentes astutos e incansables de la agenda de reforma. Reconocieron que debían reducir sustancialmente el alcance de las recomendaciones del Grupo de Alto Nivel a fin de llegar a un consenso y por ello informaron a la Asamblea General que convocarían a una serie de ‘Consultas Informales’ (reuniones de la Asamblea General) en torno a cuatro aspectos de las recomendaciones del Grupo de Alto Nivel: 1) ‘Unidos en la acción’ (un intento por simplificar las operaciones de los equipos de país de la ONU en el terreno); 2) gobernanza; 3) financiamiento y 4) género.
A partir de abril, Stephen Lewis y yo, en representación de Un Mundo Libre de Sida, nos embarcamos en una misión global para alentar a embajadores ante la ONU, sobre todo del bloque del G77, a que manifestaran su apoyo a la agencia de mujeres en las dos consultas informales sobre género programadas para mayo y junio. Sabíamos que la única esperanza para un consenso en la Asamblea General radicaba en que voces de los países en desarrollo agregaran sus demandas al coro de países donantes, específicamente los del norte de Europa, que habían sido muy explícitos respecto a su apoyo.Una misión ante la ONU refleja, con exactitud casi misteriosa, la postura y condición del país al cual representa. Una visita a la India implica que te conduzcan varios asistentes por una serie de habitaciones interconectadas, cada una con bellas artesanías y alfombras, hasta el interior de la oficina del embajador. Por contraste, en las misiones de los países más pobres del África subsahariana hay elevadores y aparatos de aire acondicionado descompuestos y con frecuencia debes subir cuatro o cinco pisos a pie en una destartalada residencia de piedra marrón ubicada, sin intención estratégica, a varias cuadras del edificio de la ONU.
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Reproducido en:Friday File de AWIDViernes, 5 de diciembre de 2008