julio 11, 2009

Cuba: Las que miran a la tierra

En Cuba, poco a poco, muchas mujeres vuelven los ojos a la tierra y asumen funciones consideradas tradicionalmente típicas del ámbito masculino.

Esa es la historia de Ramona Hernández Pérez y Yelennis Ronda Peña, dos cubanas residentes en la provincia de Holguín, a más de 740 kilómetros al oriente de La Habana, quienes tras varios años de ser amas de casa decidieron incorporarse a la producción agropecuaria.

Integrantes de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) —organización que desde 1974 agrupa a quienes producen—, ambas crían animales, investigan y se dedican a la docencia en relación con la producción e industria animal. Actualmente ninguna de las dos se imagina lejos de sus labores.

Además del importante apoyo económico que representan para su familia, trabajar les ha abierto otros horizontes.

Hernández, de 40 años, comenzó como obrera agrícola hace tres en el vivero de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC), Juan José Fornet, en el municipio holguinero de Rafael Freyre.

"Toda la vida fui ama de casa, nunca pensé que podría trabajar fuera. Las compañeras de aquí me convencieron. Al principio llenaba bolsas de tierra, ponía las semillas en las bolsas de nylon, recogía plantas. Ahora, hasta me quedo al frente del vivero cuando el jefe está de vacaciones", contó a SEMlac.

Para Hernández, incorporarse al trabajo implicó romper más de un mito y hacer muchos cambios en la organización de su familia para poder garantizar los quehaceres domésticos.

"Tengo tres hijos que todavía estudiaban cuando empecé a trabajar. Ahora, uno está casado y los otros dos siguen viviendo conmigo. Casi siempre adelanto algo de la comida antes de irme y ellos me ayudan con lo que queda cuando llegan", explicó.

De ser mantenida económicamente por su esposo, hoy comparte el surco a su lado y, en las ocasiones en que cubre las funciones de jefe de vivero, él se convierte en su subordinado.

María Teresa Cruz, económica de la UBPC, es testigo de sus avatares.

"Hay hombres a quienes no les gusta que las mujeres trabajen, pero ya la mujer no es la de antes y tienen que entender. Hoy tenemos muchas muchachas en la cooperativa que han estudiado y están claras de que quieren trabajar y eso nadie se los puede discutir", reflexionó Cruz.

La historia productiva de Yelennis Ronda, sin embargo, comenzó de otra manera. Ama de casa desde que culminó el preuniversitario (bachillerato), a esta joven de 28 años, residente en las afueras de la ciudad de Holguín, su hijo pequeño la convenció para criar un conejo.

Hoy tiene más de 80 animalitos y mediante ACPA se convirtió en beneficiaria de un proyecto de pequeñas inversiones financiado por la Agencia Suiza de Cooperación para el Desarrollo (COSUDE).

"Gracias a eso ahora tengo recursos que antes no tenía: jaulas, techos, una turbina. Pienso que las cosas me empiecen a salir más fáciles", reflexionó con SEMlac.

Ronda, quien también accedió a un crédito bancario con bajas tasas de interés y amortizable en cinco años, sigue ocupándose de las labores domésticas y el cuidado de conejos u otros animales de consumo familiar, mientras el esposo siembra los alimentos y maneja el ganado mayor.

A pesar de sus éxitos, esta productora, única mujer en su órgano de base de ACPA, no ha podido desprenderse de tabúes machistas muy arraigados en el sector campesino cubano, heredero de rígidos patrones patriarcales.

"Los otros productores dicen que yo llevo muy a prisa a mi marido; pero él, por suerte, no les hace caso y no tenemos problemas", aseveró.

Brechas

Para Dilcia García Pérez, doctora en Medicina Veterinaria y responsable de los proyectos de género de ACPA, una brecha significativa está "en que todavía no logramos hacer visible el trabajo de las mujeres y su aporte a la producción animal, en sentido general."

"Nosotros tenemos órganos de base de criadores particulares que producen conejos, aves y resuelven problemas de seguridad alimentaria en su comunidad y de su familia. Pero ocurre muchas veces que los asociados son los hombres, pero en realidad, quienes crían son las mujeres", detalló García.

Otro escollo son los métodos y estilos de dirección arraigados en diversos sectores laborales de la isla.

"Son típicamente masculinos y es fácil apreciarlo por los horarios en que se programan las reuniones, el tiempo que se destina a preparar informes y otras labores. Si hay mujeres en la dirección de las organizaciones, es imprescindible buscar horarios que les sean factibles", reclamó García.

Datos de la Oficina Nacional de Estadísticas refieren que, en Cuba, las mujeres del campo representan poco más de 11 por ciento de los 11,2 millones de habitantes. Ellas son, además, el 47 por ciento de las personas que habitan en áreas rurales.

ACPA y también otras organizaciones como la Asociación Cubana de Agricultores Pequeños (ANAP), han implementado diversas estrategias para incorporar a las mujeres al trabajo y la producción agropecuaria, pero a juicio de García, aún queda mucho por hacer.

"Estamos tratando de transformar, incorporar a esa mujeres a partir de sensibilización, de capacitaciones. Sobre todo en el tema de la gestión de proyectos somos muy cuidadosos a la hora de definir qué situación hay que revertir y cómo lograr que beneficie a las mujeres, aunque el proyecto no se dirija, específicamente, a asuntos de género", señala.

"No está resuelto el problema, pero yo creo que se avanza tanto en el discurso como en las acciones", precisó.

Los proyectos de ACPA, en particular, comenzaron a prestar atención especial a estos asuntos a partir de su relación con la cooperación internacional. Los primeros pasos datan de 2003, pero es en 2005 que se incorporan cinco resultados de género a la estrategia de la organización.

"Yo decía: ese tema no puede ser una rueda suelta, tiene que estar dentro de la estrategia y cuando se revise todo el trabajo de la organización, que también se revisen estos resultados", rememoró García.

En ese camino, en 2007 crearon un premio a la excelencia del trabajo de la mujer productora, como una vía más de estimular el trabajo de la mujer en la producción animal.

Y quizás lo más interesante es que este lauro se otorga no solo por los resultados productivos alcanzados por las productoras, sino también a aquella mujer capaz de estar en los espacios públicos y de convocar a otras, de ser líder.

"Cuando usted ve a una criadora de conejos que guarda su dinero en una lata de galleta y le dice: 'mi marido no tiene nada que ver con eso; con ese dinero me compré una lavadora', una se convence de que esa mujer ya está empoderada, no hay quien la pare", contó García.

Al preguntarle si volvería a ser ama de casa, Ramona Hernández da la razón a García.

"No lo creo. Me gusta trabajar, me gustan las plantas, estar con mis compañeras y no todo el tiempo encerrada en la casa", responde.




Por Dixie Edith
Fuente: RSMALC

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