julio 23, 2009

El acoso sexual es silenciado, denunciarlo es tabú

El acoso sexual en el ámbito de trabajo se encuentra invisibilizado y el 90% de las víctimas son mujeres. Es urgente la legislación específica e intervención del Estado para garantizar ambientes de trabajos saludables y dignos, y la igualdad de oportunidades y trato entre varones y mujeres. Un testimonio exclusivo de Artemisa Noticias da cuenta de la humillación a la que son sometidas las víctimas.

El acoso sexual laboral es una forma de violencia que afecta principalmente a mujeres y en menor medida a varones homosexuales según relevamientos de los ministerios de Trabajo de Argentina y España (http://www.artemisanoticias.com.ar/site/notas.asp?id=6&idnota=6620). Sin embargo en Argentina no hay estadísticas representativas de este problema y se desconoce su dimensión. Tampoco se cuenta con una legislación nacional que castigue el hostigamiento sexual en el trabajo, subsane a la víctima y la proteja de perder su fuente de ingresos. Frente a esta desprotección y la posible estigmatización las personas afectadas no denuncian el delito y luchan para olvidarlo.

El caso de Graciela (nombre ficticio) es revelador. Tenía 24 años cuando fue acosada sexualmente por el gerente general de una financiera, a quién debía rendirle cuentas en forma directa porque los dueños eran inversionistas y no concurrían a la compañía. Ella ocupaba el cargo de tesorera y no era la primera vez que trabajaba en este tipo de empresas, donde la mayoría de los ejecutivos de cuentas son varones.

- ¿Hubo situaciones o acciones que te incomodaron ni bien empezaste a trabajar?

- La empresa recién arrancaba, éramos nueve personas y el grupo era muy unido, en ese contexto es que pasó eso, fue paulatinamente, me ponían muy incómoda las alusiones a mi persona como qué ojos grandes tenés. Había un compañero de trabajo que sobre este fulano decía... no es que no lo quiero nombrar... me olvidé el nombre... no me sale.

- Vamos a llamarlo esa persona. - Esa persona tenía mucho éxito con las mujeres según mi compañero, que también me contaba que las dejaba inclusive con hijos de por medio.

- ¿Esa persona te hacía comentarios con connotación sexual?

- Sí, esos comentarios empezaron poco a poco, por ejemplo sobre la pollera que llevaba, decía que era corta. También hacía chistes fuera de lugar. Como una conversación de todos los días una vez conté que estaba contenta porque me mudaría con mi pareja y habíamos logrado comprar un sommier, el comentario de esa persona fue “Uy, así que te compraste el sommier, eso sí que está bueno para ya sabés, tiene un vaivén que no es el de un colchón común”, eran cosas totalmente desubicadas.

- ¿Había otras personas presentes cuando hacía ese tipo de comentarios?

- Las cosas más fuertes las decía cuando estábamos solos. Él tenía su oficina y al ser mi superior inmediato yo tenía que ir frecuentemente para autorizar movimientos bancarios y otros trámites. En ese constante ir y venir esa persona hacía ese tipo de comentarios, siempre utilizaba ese tonito... cuando me quedaba del otro lado del escritorio, no firmaba el cheque hasta que no diera la vuelta y me pusiera a la par.

- ¿Cómo te fueron afectando estas situaciones, por ejemplo dejaste de arreglarte?

- Eso me pasó inconscientemente. Al principio me arreglaba, me gustaba usar polleras, me sentía cómoda con ellas, pero después dejé todo eso, no usé más polleras, simplemente iba peinada y limpia, inclusive me descuidé, engordé bastante, estaba muy ansiosa, cada vez se ponía más complicado porque empezó a tirarme onda.

- Cuando vos manifestabas incomodidad o rechazo, ¿cómo reaccionaba él?

- Primero me decía cosas como “qué arisca” “hoy te levantaste de mal humor”. Si me mantenía cortante empezaba a decirme que era una frígida, “salí vos que sos más fría que tal cosa”; me mascullaba ese tipo de cosas ofensivas en ese ir y venir, en esa interacción laboral. También me trataba de histérica, eso lo hacía delante de otras personas. Yo manejaba mucha plata y estaba siempre muy tensa, él aprovechaba esa situación para decirme “mirá, todos los tesoreros son iguales, mirá que histérica que sos, mirá esa cara de culo”.

- ¿Se metió también con tu trabajo?

- Me niguneaba, como que mi laburo no era para tanto. En una oportunidad me tomé cinco días de vacaciones que se habían acumulado, y me pidió que enseñara el trabajo de tesorería a una cadete que había sido contratada recientemente. Cuando volví, él dijo que dejara un tiempo más a la cadete, asegurando que yo no era imprescindible; pasó un mes hasta que me devolvió mi puesto y en ese tiempo me obligó a hacer el trabajo de cadetería.


- ¿Hablabas con alguien sobre estas situaciones?


- No hablaba con nadie, estaba segura de que no me creerían. La recepcionista era la hija de él, ella y la contadora, después la cadete, eran las únicas mujeres en la empresa. Esa persona a veces pasaba por la puerta de mi oficina y me hacía gestos con la lengua, se pasaba la lengua por los labios. A veces tenía que ir a la recepción y era tener que disimular eso. Trataba de tapar todo, siempre pensando en que nadie iba a creerme, porque él era intachable. Cuando interactuaba con otras personas se comportaba como un caballero, se expresaba muy bien, por eso estaba segura de que nadie iba a creer que tenía esa otra cara.

Al igual que Graciela, hay muchas mujeres que soportan situaciones de acoso sexual laboral durante meses, en los casos más graves durante años, y guardan silencio. Este daño moral y psicológico que viven produce en las víctimas un sentimiento de culpa y vergüenza, y además tienen mucho miedo a las represalias. A veces ni siquiera son conscientes de que están siendo víctimas de acoso.

Alejandra Angriman, secretaria de Igualdad de Género y Oportunidades de la Central de Trabajadores Argentino (CTA), participa activamente en el ámbito sindical desde hace 10 años y en todo ese periodo conoció sólo cinco casos. “Las denuncias las hicieron mujeres a sus organizaciones de base”, aclaró.

La activista explicó que el acoso sexual y otros tipo de violencias en el trabajo forman parte de la agenda histórica de la CTA, sin embargo cuando “las compañeras plantean esta problemática los delegados varones tienen mucha resistencia a abordarla, no saben como encararla y a veces son muy incisivos porque no les creen”.

Hay comentarios clásicos con los que se intenta hacer recaer la responsabilidad en las víctimas, “se lo buscaron”, o incluso “les gusta”. No sólo no se la reconoce como víctima, sino que además se las acusa. De ese modo el acoso sexual es una forma de discriminación de género “íntimamente vinculada a los roles que se atribuyen a las mujeres y a los varones en la vida social y económica y a sus inevitables efectos en la posición de las mujeres en el mercado de trabajo”, analiza Natacha David, redactora jefa de la revista Le Monde Syndical.

Graciela continúa su relato.

- ¿Te dabas cuenta de que era una situación de acoso?

- No realmente. Pero me sentía como atrapada. La cosa empezó a ponerse espesa en cuanto a lo que decía y hacía. Durante las últimas horas de trabajo en la oficina quedábamos sólo él y yo, él porque era el gerente y yo por la sobrecarga de laburo; en esos momentos aprovechaba para decirme cosas. A veces apagaba las luces de la empresa y yo tenía que caminar en la oscuridad hasta la puerta de acceso, él me esperaba y decía ‘dale, vení’. La verdad no me había amenazado pero le tenía mucho miedo.

- ¿Qué temías?

- Me daba miedo quedarnos solos y que tomara represalias. Muchas veces pensé que podía llegar a atacarme directamente. Nunca llegó a eso, pero igualmente mi peor fantasía era que un día se cansara de la negativa y tuviera una reacción de ese tipo.

- ¿Estas experiencias afectaron tu salud?

- Sufría mucho cada vez que tenía que ir a trabajar. También padecía una especie de gastritis y un médico me reveló que tenía una enfermedad psicosomática. Hasta ese momento tenía una negación muy grande, no podía relacionar lo que me pasaba con el deterioro de mi salud, vivía en dos mundos, por un lado estaba el trabajo con toda esa hostilidad, y por el otro mi casa donde llevaba adelante las tareas con una sonrisa. Entonces el gastroenterólogo me dijo que evidentemente estaba somatizando un gran problema. Lo vi sólo dos veces en mi vida, pero hizo que me diera cuenta de que pasaba algo grave. Le conté lo que vivía en el trabajo y el médico me creyó, me dijo que era una situación de acoso sexual tan grave como para denunciarla y como para dejar ese trabajo. Me preguntó como había aguantado tanto tiempo.

- ¿Cuánto tiempo aguantaste?

- Y un año o más.

- ¿Hiciste la denuncia?

- No, quise olvidarme del tema. Lo que me dijo el médico me hizo reaccionar y hablé con mis seres queridos, le conté lo que sucedía primero a mi pareja y después a mi mamá. Poco después esa persona fue despedida de la financiera por motivos que no tienen nada que ver con lo que me pasó, entonces lo di por terminado, fue una pesadilla, inclusive ahora que te lo cuento es como que si otra persona hubiera pasado por eso.




Por Alejandra Waigandt
Artemisa Noticias

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in