La educación sexual es “tan importante como las matemáticas”, afirman los autores de las Directrices internacionales.
El Dr. Doug Kirby es un investigador eminente y la Sra. Nanette Ecker, una destacada experta en materia de educación sexual.
Ambos son coautores de las Directrices internacionales de la UNESCO sobre la educación relativa a la sexualidad, un marco de referencia con aportes empíricos basado en los derechos humanos cuyo objetivo es facilitar el acceso de niños y jóvenes a los conocimientos y las competencias que necesitan en su vida personal, social y sexual.
La UNESCO entrevistó a los autores antes de que presentaran una versión abreviada de las Directrices en la Conferencia sobre la educación sexual y las relaciones, que se celebrará en Birmingham, Reino Unido, del 7 al 9 de septiembre de 2009.
La presentación oficial de las Directrices tendrá lugar en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, a finales de octubre de 2009.
¿Cuáles son las estrategias más eficaces en materia de educación sexual?
Doug Kirby: La respuesta depende de la pregunta: “¿eficaces para qué?”. Si el objetivo es darles a los jóvenes la información que necesitan, por ejemplo acerca de la menstruación, o –para los niños más pequeños- de dónde proceden los bebés, entonces se necesitan programas de gran envergadura.
En esos casos se trata de aumentar los conocimientos. Esos programas son eficaces para abordar las preocupaciones de los jóvenes, comprendidos los mitos y la carencia de información. Si trata de un objetivo más específico, por ejemplo, reducir los comportamientos sexuales de riesgo, entonces los programas han de centrarse más e incluir recomendaciones explícitas.
En las Directrices figuran 32 de estas recomendaciones, 13 de ellas orientadas específicamente a modificar la conducta. Es preciso que este enfoque se base en la adquisición de competencias, sea interactivo y contenga elementos de representación dramática sobre la manera de evitar las relaciones sexuales que no se desean o cómo usar el preservativo.
Nanette Ecker: Los programas de educación sexual que han arrojado buenos resultados dotan a los jóvenes de la información y las competencias específicas que necesitan para transitar seguros de la infancia a la edad adulta, de manera que puedan vivir saludables y felices. Es su derecho.
La escuela puede facilitar el contexto y la estructura para llevarlos a cabo. Se considera que el conocimiento de la matemática y las ciencias es importante por sí mismo y que por eso los jóvenes deben adquirirlo. La misma importancia debería otorgarse a la educación relativa a la sexualidad.
Los programas que dan buenos resultados suelen combinar estrategias que incorporan aportes empíricos con otras más amplias, basadas en los derechos humanos y dotadas de precisión científica. Estos dos enfoques son compatibles. En un mundo en el que tantos niños y jóvenes corren el riesgo de los embarazos no deseados, el abuso y la violencia sexual, el VIH y las enfermedades de transmisión sexual, sería una falta grave que no se les proporcionara la información necesaria sobre la sexualidad, las relaciones y la salud sexual. El primer grupo de edad al que se orientan las Directrices es el de los niños de 5 a 8 años.
¿No le parece que 5 años es un poco temprano para entender el concepto de sexualidad?
Nanette Ecker: Los niños son seres sexuados desde que nacen y cuando llegan a adultos, la sexualidad los acompaña hasta que fallecen. La sexualidad va del nacimiento a la muerte. Desde muy temprano, los niños empiezan a recibir mensajes acerca de la sexualidad, pero pronto se dan cuenta de que sus padres y los demás adultos se sienten muy incómodos al hablar del tema, de manera que ellos terminan hablando con otros niños, que son sus coetáneos. Por desgracia, eso quiere decir que pueden acopiar informaciones erróneas y peligrosas sobre la sexualidad y la salud sexual.
Debemos reconocer que muchos niños y jóvenes son víctimas de abusos sexuales y corren grave riesgo de padecer problemas sexuales y reproductivos, tales como la violación, el embarazo no deseado, las enfermedades venéreas y el VIH. Por eso tenemos que empezar la educación sexual, mediante la aplicación de un enfoque gradual, para enseñar a los niños de los 5 a los 8 años la terminología correcta acerca de las partes del cuerpo y de sus funciones, de manera que dispongan del lenguaje necesario para formular preguntas o denunciar los abusos, la coerción o la violencia sexual.
La constatación de esos hechos, junto con el aumento de los índices de enfermedades sexualmente transmisibles, embarazos no deseados e infecciones por el VIH, nos lleva a no esperar por las conclusiones de los programas más amplios aplicados a edades tempranas, puesto que ya disponemos de los resultados positivos obtenidos con los programas realizados con preadolescentes.
¿Es posible aplicar el mismo enfoque en el mundo entero en materia de educación relativa a la sexualidad o las estrategias deben variar en función de los valores culturales?
Las Directrices recomiendan que se imparta una enseñanza adaptada al contexto cultural.
Doug Kirby: Es posible aplicar un enfoque único, pero sólo si se trata de un enfoque suficientemente amplio. No es preciso aplicar las mismas instrucciones en todas partes del mundo porque los contextos y las necesidades son diferentes.
Las Directrices internacionales pueden y deben adaptarse en el momento de su aplicación. Por ejemplo, una de sus recomendaciones es que deben ser consistentes con los valores culturales, que varían de un país a otro. Hecha esta salvedad, cabe señalar que los programas encaminados a reducir los comportamientos sexuales de riesgo han dado buenos resultados en países y regiones muy diferentes.
Nanette Ecker: Los programas muestran mayor eficacia cuando abordan las influencias culturales, tradicionales y religiosas que condicionan las prácticas en materia de salud en una zona específica. Cada país o región tiene un “guión sexual” particular, parecido a un guión cinematográfico, que determina el quién, qué, dónde, cuándo y por qué en materia de sexualidad y conducta sexual en un grupo, cultura o comunidad determinada.
Habida cuenta de que los niños y jóvenes aprenden acerca de la sexualidad por diferentes conductos, tales como la información, los valores y los mensajes derivados de su cultura, las creencias y prácticas tradicionales, la familia, los amigos, las comunidades y la prensa, dichos medios deben sopesarse y tenerse en cuenta en la preparación de estrategias a la medida, que respondan a sus necesidades.
Las Directrices abordan de manera directa las prácticas tradicionales nocivas. ¿Este planteamiento ha suscitado resistencia en algunas regiones?
Nanette Ecker: Las prácticas tradicionales no son necesariamente nocivas. Algunas son magníficas, positivas y muy antiguas, y merecen que se les valore ya que proporcionan a niños y jóvenes un sentido de pertenencia, autoestima e identidad. Pero cuando las creencias tradicionales ejercen repercusiones negativas sobre la salud o la condición social de la persona, entonces deben considerarse nocivas.
Un proverbio afirma que las tradiciones antiguas son duras de pelar. Pueden estar incrustadas en una cultura específica y ser refractarias al cambio.
La supresión de las prácticas nocivas, como la mutilación genital femenina, el matrimonio obligatorio a edades tempranas y los tabúes relativos a la comida, puede lograrse más fácilmente si se demuestra respeto hacia las prácticas que quizá se originaran y arraigaran en la cultura por causas positivas, como la necesidad de asegurar la supervivencia de la familia en el marco de una determinada sociedad. Cuando la lucha contra las prácticas tradicionales nocivas resulta polémica, la clave para cambiarlas puede estar en conseguir el apoyo de las víctimas de dichas prácticas o de dirigentes locales capaces de impugnarlas.
¿Qué consejo daría Ud. a los ministros de educación que se disponen a elaborar o aplicar un programa de educación sexual?
Doug Kirby: En primer lugar, deben examinar cuidadosamente las necesidades de los jóvenes de su país y tener una idea clara de lo que quieren hacer: reducir la prevalencia del VIH y de otras enfermedades de transmisión sexual, reducir los embarazos no deseados, reducir los mitos acerca de la sexualidad y aumentar la información exacta, abordar el derecho de los jóvenes a recibir información exacta, aplazar la edad del matrimonio….
El siguiente paso consiste en escoger programas que permitan abordar esas necesidades de manera eficaz. Si quieren abordar la cuestión de los mitos, necesitan un enfoque muy amplio, pero si se proponen reducir las conductas de riesgo, entonces necesitan un programa más específico, centrado en esos comportamientos.
Las investigaciones han puesto de relieve qué elementos dan buenos resultados en la tarea de reducir los comportamientos sexuales de riesgo. En cambio, actualmente hay pocas evaluaciones disponibles sobre los programas de más amplio alcance.
Esta situación refleja el hecho de que el mundo se ha concentrado en la tarea de reducir la transmisión del VIH por vía sexual. Pero los gobiernos pueden abordar ahora la sexualidad de una manera más amplia. La sexualidad no se limita al VIH.
Nanette Ecker: Los gobiernos deberían empezar por reconocer que ellos son los dirigentes principales y los máximos agentes de cambio. Sus resultados serán mejores si en ellos participa una amplia gama de personas, de diversas disciplinas, para fomentar la comprensión de los objetivos de la educación sexual.
Los gobiernos deberían facilitar orientaciones que permitan obtener apoyo en los ámbitos comunitario y regional, y aumentar la capacidad institucional con el fin de promover programas de calidad en materia de educación sexual.Los docentes con capacitación y motivación adecuadas son fundamentales para impartir esa educación de calidad, de modo que es esencial que el personal docente reciba la formación que le permita discutir con aplomo y comodidad los temas relativos al sexo. También es importante que las escuelas reconozcan el valor de la participación y la educación de los padres, de manera que estos puedan hablar del tema con sus hijos en el hogar.
Por ultimo, deben aclarar desde el principio cuáles son el verdadero propósito y los objetivos sanitarios del programa de educación sexual, para reducir al mínimo la oposición que pueda confrontar.
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Fuente:Unesco