Se ha dormido la cantora
Cuando estaban prohibidas las palabras, cuando la dictadura argentina asesinaba, desaparecía, torturaba a diestra y siniestra, la voz portentosa de Mercedes Sosa cantando las canciones no permitidas, se levantaba entre las barricadas, entre la desesperanza, nutriendo de fuerza a quienes flaqueaban o caían vencidos. El miedo de la dictadura a su canto comprometido con la vida y la justicia, y lo que ella significaba para las voces que se levantaban denunciando la represión, la obligaron al exilio. En 1979, al poco tiempo de publicar el álbum Serenata para la tierra de uno, título del poema de María Elena Walsh, es detenida en la ciudad de La Plata junto con todo el público que había ido a escucharla, tras lo cual sale del país hacia París y a partir de 1980 a radicar en Madrid.
“Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy,” dice el poema de María Elena, que resume el sentimiento de dolor que embargaba a Mercedes y que la acompañaría toda la vida, como lo dijo en una entrevista.
“El exilio ha sido para mí una cosa gravísima. Estuve a punto de morir en 1997. Mi vida en el exilio ha sido realmente dura.” (1)
En su testimonio se resumen las vivencias de muchos otros y otras que, arrancados de su tierra, tuvieron que insertarse en lugares distantes, lejos de sus queridos pueblos, de sus amigos de infancia, rearmándose a medias en el camino, aprendiendo como quien da los primeros pasos sin el soporte de la madre, desahuciados al marcharse, obligados a vivir una cultura diferente.“La patria de uno, con todos los defectos que tiene, es la que uno conoce y en la que uno se puede desenvolver. Me corrieron de la Argentina no porque hubiera matado a nadie ni perteneciera a ninguna organización que matara a nadie,” afirmó. Mercedes Sosa recordó que jamás había empuñado un arma, “ni jamás ha estado en mí ese pensamiento”, porque ella era paz y pan y un montón de cosas santas mezcladas con cosas humanas.
Discriminada desde sus comienzos, perseguida, prohibida, por india, por comunista, por romper el molde, por irreverente, como lo cuenta Marcelo Simón, una de las figuras emblemáticas del festival de Cosquín, el cual sería fundamental en la trayectoria que seguiría Mercedes.
“Yo estaba en el ’65, cuando subió Mercedes Sosa a este escenario invitada por Jorge Cafrune. Me acuerdo que Mahárbiz decía: ¿quién es esa mina, con esa pinta de sirvienta? ¿Qué hace acá?” (2)
“¿Quién dio permiso a Mercedes Sosa para estar en mi país?” dicen que dijo el almirante Lacoste a su regreso en 1982 y tuvo que volver a irse, hasta poder volver en 1984, cuando se recuperó la democracia.
Y pese a ello, Mercedes siguió fiel a sus principios: “He sido una mujer de izquierda. Ando con compañeros de todos los pensamientos de izquierda que haya, que tienen una manera de pensar distinta y que tienen una manera de soñar distinta. Y eso nunca va a cambiar” (3)
Y no cambió, aunque todo cambia como ella misma lo cantaba, cargando lo vivido, las marcas que portaba del exilio, y precisamente quizá por su memoria, nunca soportó la injusticia. “Hay cosas que hay que cambiar para siempre, la injusticia sobre todo, que vive alguna gente en la pobreza en que viven, los derechos humanos, por ejemplo, se deben estar protegiendo permanentemente, el respeto por los demás, el respeto por el trabajador.” (4) Fiel a sus pensamientos, se negó a volver a Chile mientras estuviera Pinochet, y no volvió a su amado Tucumán mientras Bussi, el gobernador de la dictadura, condenado hace poco a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, gobernara en la provincia.
Su canto no fue sólo el folclor latinoamericano interpretado en una gran voz, fue sobre todo un canto político, comprometido, impregnado de amor por los seres humanos, un canto que nos hablaba de seguir cantando, de resucitar, de no claudicar con la desesperanza. En su voz homenajeó a la raza vencida por otra civilización en Canción del derrumbe indio, al indio triste en el Terceto autóctono de Vallejo, a las madres, hijas, esposas de las víctimas de la dictadura chilena en Ellas que danzan solas, con los desaparecidos, con los muertos y los amores invisibles. Nos hizo cantar en miles de jornadas Gracias a la vida, Volver a los 17, Que vivan los estudiantes “porque levantan el pecho cuando les dicen harina sabiéndose que era afrecho”, canción que nos remite a nuestras primeras batallas juveniles. Las canciones de Violeta, la Viola chilensis, renacieron en su voz miles de veces. Ambas, mujeres de compromiso y canto, se unieron en sus canciones y se volvieron a encontrar en la continuidad del tiempo, muere Mercedes el mismo día en que se celebra el nacimiento de Violeta.
¿Qué hombre o mujer latinoamericano que cree en la Patria Grande no se ha llenado de emoción con Canción con todos, que fue y es para muchos un himno? Pocos recuerdan o saben que la letra es de Armando Tejada y de César Isella su música, pues muchos de nosotros y nosotras la escuchamos por primera vez interpretada por Mercedes. Y es que ella se adueñaba de las canciones o las canciones de ella y nosotras de ambas para cantarlas a viva voz y sentirnos más hermanos, hermanas, porque cuando cantamos con ella sentimos la magia de ser de este continente, rebasamos las fronteras y los límites que nos imponen y separan. Todas las voces, todas, estallan en nuestras gargantas, mientras salimos a caminar con ella, desde cada rincón de nuestra América, a seguir buscando y encontrando las razones para vivir, para creer, para seguir creyendo, porque sino creyéramos en los que luchan, en hacerse hermanos de la vida ¿qué cosa fuéramos? ¿cómo evitaríamos aferrarnos a las cosas detenidas?.
Para muchos y muchas de nosotros, Mercedes Sosa, su voz entrañable, nos acompañará toda la vida. Con seguridad cada uno, cada una tiene una canción particular que reclama como suya, que la acompañará en los días postreros. Para mí, Como un pájaro libre será siempre mi canción, canción que le hubiera escrito a mis hijos si hubiera podido y tenido la genialidad de Adela Gleijer y Dianne Denoir, y que Mercedes cantaba como ella sola sabía hacerlo. En cada una de sus estrofas está lo que quise y quiero para ellos, y cuando veo a mis hijos caminar seguros por la vida, con su libertad, su no entregarse, su corazón libre, a solas tarareo alguna estrofa y la voz de la Negra me acompaña, porque así los quiero.
Se fue despacio y nos ha dejado tristes en estos días, un vacío nos ha dejado que de a poquito vamos llenando con las canciones que nos llegan de los amigos, de las amigas y que conocemos y reconocemos. Volvemos a encontrar en ellas la esperanza, volvemos a recordar aquellos tiempos en que el soñar un mundo distinto y justo fue motivo de tortura, de desaparición, exilio y muerte, tiempos que aún en algunos rincones de esta nuestra América pugnan por volver. Volvemos en este ejemplo de vida y compromiso a reafirmar el amor por nuestros pueblos y su gente, por los niños que sufren dispersos por las calles, a acercarnos a los hermanos y hermanas que no podemos contar, para quienes el bien es siempre bien y el mal es siempre mal.
Se ha dormido la cantora. Estará jugando ya con los caballos marinos y con los habitantes del agua, junto con la Alfonsina, mas su canto seguirá acompañando a los humildes obreros y obreras de los campos. Honrando la vida se ha marchado, sin callar, sin consentir tantas injusticias repetidas. Romperá el silencio de los tiempos y sonará en su voz para siempre la victoria de los que seguimos creyendo, como ella, que otro mundo es posible, aunque a veces, como en estos días de despedida, por breves momentos se nos enrede en el alma la tristeza.
“Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy,” dice el poema de María Elena, que resume el sentimiento de dolor que embargaba a Mercedes y que la acompañaría toda la vida, como lo dijo en una entrevista.
“El exilio ha sido para mí una cosa gravísima. Estuve a punto de morir en 1997. Mi vida en el exilio ha sido realmente dura.” (1)
En su testimonio se resumen las vivencias de muchos otros y otras que, arrancados de su tierra, tuvieron que insertarse en lugares distantes, lejos de sus queridos pueblos, de sus amigos de infancia, rearmándose a medias en el camino, aprendiendo como quien da los primeros pasos sin el soporte de la madre, desahuciados al marcharse, obligados a vivir una cultura diferente.“La patria de uno, con todos los defectos que tiene, es la que uno conoce y en la que uno se puede desenvolver. Me corrieron de la Argentina no porque hubiera matado a nadie ni perteneciera a ninguna organización que matara a nadie,” afirmó. Mercedes Sosa recordó que jamás había empuñado un arma, “ni jamás ha estado en mí ese pensamiento”, porque ella era paz y pan y un montón de cosas santas mezcladas con cosas humanas.
Discriminada desde sus comienzos, perseguida, prohibida, por india, por comunista, por romper el molde, por irreverente, como lo cuenta Marcelo Simón, una de las figuras emblemáticas del festival de Cosquín, el cual sería fundamental en la trayectoria que seguiría Mercedes.
“Yo estaba en el ’65, cuando subió Mercedes Sosa a este escenario invitada por Jorge Cafrune. Me acuerdo que Mahárbiz decía: ¿quién es esa mina, con esa pinta de sirvienta? ¿Qué hace acá?” (2)
“¿Quién dio permiso a Mercedes Sosa para estar en mi país?” dicen que dijo el almirante Lacoste a su regreso en 1982 y tuvo que volver a irse, hasta poder volver en 1984, cuando se recuperó la democracia.
Y pese a ello, Mercedes siguió fiel a sus principios: “He sido una mujer de izquierda. Ando con compañeros de todos los pensamientos de izquierda que haya, que tienen una manera de pensar distinta y que tienen una manera de soñar distinta. Y eso nunca va a cambiar” (3)
Y no cambió, aunque todo cambia como ella misma lo cantaba, cargando lo vivido, las marcas que portaba del exilio, y precisamente quizá por su memoria, nunca soportó la injusticia. “Hay cosas que hay que cambiar para siempre, la injusticia sobre todo, que vive alguna gente en la pobreza en que viven, los derechos humanos, por ejemplo, se deben estar protegiendo permanentemente, el respeto por los demás, el respeto por el trabajador.” (4) Fiel a sus pensamientos, se negó a volver a Chile mientras estuviera Pinochet, y no volvió a su amado Tucumán mientras Bussi, el gobernador de la dictadura, condenado hace poco a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, gobernara en la provincia.
Su canto no fue sólo el folclor latinoamericano interpretado en una gran voz, fue sobre todo un canto político, comprometido, impregnado de amor por los seres humanos, un canto que nos hablaba de seguir cantando, de resucitar, de no claudicar con la desesperanza. En su voz homenajeó a la raza vencida por otra civilización en Canción del derrumbe indio, al indio triste en el Terceto autóctono de Vallejo, a las madres, hijas, esposas de las víctimas de la dictadura chilena en Ellas que danzan solas, con los desaparecidos, con los muertos y los amores invisibles. Nos hizo cantar en miles de jornadas Gracias a la vida, Volver a los 17, Que vivan los estudiantes “porque levantan el pecho cuando les dicen harina sabiéndose que era afrecho”, canción que nos remite a nuestras primeras batallas juveniles. Las canciones de Violeta, la Viola chilensis, renacieron en su voz miles de veces. Ambas, mujeres de compromiso y canto, se unieron en sus canciones y se volvieron a encontrar en la continuidad del tiempo, muere Mercedes el mismo día en que se celebra el nacimiento de Violeta.
¿Qué hombre o mujer latinoamericano que cree en la Patria Grande no se ha llenado de emoción con Canción con todos, que fue y es para muchos un himno? Pocos recuerdan o saben que la letra es de Armando Tejada y de César Isella su música, pues muchos de nosotros y nosotras la escuchamos por primera vez interpretada por Mercedes. Y es que ella se adueñaba de las canciones o las canciones de ella y nosotras de ambas para cantarlas a viva voz y sentirnos más hermanos, hermanas, porque cuando cantamos con ella sentimos la magia de ser de este continente, rebasamos las fronteras y los límites que nos imponen y separan. Todas las voces, todas, estallan en nuestras gargantas, mientras salimos a caminar con ella, desde cada rincón de nuestra América, a seguir buscando y encontrando las razones para vivir, para creer, para seguir creyendo, porque sino creyéramos en los que luchan, en hacerse hermanos de la vida ¿qué cosa fuéramos? ¿cómo evitaríamos aferrarnos a las cosas detenidas?.
Para muchos y muchas de nosotros, Mercedes Sosa, su voz entrañable, nos acompañará toda la vida. Con seguridad cada uno, cada una tiene una canción particular que reclama como suya, que la acompañará en los días postreros. Para mí, Como un pájaro libre será siempre mi canción, canción que le hubiera escrito a mis hijos si hubiera podido y tenido la genialidad de Adela Gleijer y Dianne Denoir, y que Mercedes cantaba como ella sola sabía hacerlo. En cada una de sus estrofas está lo que quise y quiero para ellos, y cuando veo a mis hijos caminar seguros por la vida, con su libertad, su no entregarse, su corazón libre, a solas tarareo alguna estrofa y la voz de la Negra me acompaña, porque así los quiero.
Se fue despacio y nos ha dejado tristes en estos días, un vacío nos ha dejado que de a poquito vamos llenando con las canciones que nos llegan de los amigos, de las amigas y que conocemos y reconocemos. Volvemos a encontrar en ellas la esperanza, volvemos a recordar aquellos tiempos en que el soñar un mundo distinto y justo fue motivo de tortura, de desaparición, exilio y muerte, tiempos que aún en algunos rincones de esta nuestra América pugnan por volver. Volvemos en este ejemplo de vida y compromiso a reafirmar el amor por nuestros pueblos y su gente, por los niños que sufren dispersos por las calles, a acercarnos a los hermanos y hermanas que no podemos contar, para quienes el bien es siempre bien y el mal es siempre mal.
Se ha dormido la cantora. Estará jugando ya con los caballos marinos y con los habitantes del agua, junto con la Alfonsina, mas su canto seguirá acompañando a los humildes obreros y obreras de los campos. Honrando la vida se ha marchado, sin callar, sin consentir tantas injusticias repetidas. Romperá el silencio de los tiempos y sonará en su voz para siempre la victoria de los que seguimos creyendo, como ella, que otro mundo es posible, aunque a veces, como en estos días de despedida, por breves momentos se nos enrede en el alma la tristeza.
Notas:
(1) “La única verdad es la justicia, afirma Mercedes Sosa”, El País, Sevilla, 18/10/2003 http://www.elpais.com/articulo/espectaculos/unica/verdad/justicia/afirma/Mercedes/Sosa/elpepiept/20031018elpepiesp_2/Tes(2) http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-9012-2008-01-24.html(3) El País, art. Cit(4) http://www.radialistas.net/audios/AUDIO-1600085.mp3