Construyendo en igualdad – la mujer australiana en la construcción
A menudo me pregunto cómo serían las ciudades, las calles, los hogares, si fuesen construidos por mujeres. ¿Serían diferentes? Las estaciones de metro, ¿serían más accesibles para los cochecitos de bebé? Las cocinas, ¿serían más prácticas? Recuerdo el nuevo piso de una amiga donde había que subirse a un taburete para almacenar la vajilla y la comida porque los armarios de la cocina estaban altísimos…
Gracias al Movimiento Feminista hoy las mujeres podemos acceder a empleos que antaño nos estaban vedados. Pero aunque la igualdad sea una aspiración loable no deberíamos conformarnos con acceder a los peores trabajos, es el antiguo dilema sobre si las mujeres deberíamos reivindicar los trabajos insalubres. Si hemos decidido trabajar en campos como el de la construcción sería conveniente no perder de vista el objetivo, que podamos ocupar puestos de dirección y no quedar relegadas a los peores puestos. Que seamos ingenieras, arquitectas, o encargadas de obras y no limitarnos a trabajar con el pico y la pala construyendo caminos a pleno sol.
En la construcción somos una minoría, sobre todo en España. ¿Pero qué pasa en otros países? En Australia, al igual que en España, el mundo de la construcción es predominantemente masculino, desde los ingenieros, topógrafos, inspectores, y delineantes hasta los albañiles, electricistas, lampistas, fontaneros, pero en ese país cada día se incorporan más mujeres a sus filas. Allí las mujeres componen el 44% de la población laboral, y ocupan el 13% del personal empleado en la construcción (Informe de Incolink, 2008). Según la Office for Women del Estado de Queensland, las mujeres ocupan el 27,3% de los puestos de dirección en la ingeniería; representan el 13% de los graduados, y ocupan el 1,6% de los puestos con menos preparación.
Cada día más mujeres apuestan por estudiar carreras a las que antes no tenían acceso y es interesante ver que acceden en mayor número a los puestos más cualificados. Pero esto no significa que ellas copen los puestos de dirección, sino que sólo las mujeres más preparadas sobreviven en el mundo de la construcción. Según diversos estudios, en Australia el 40% de los estudiantes de arquitectura son mujeres, pero sólo un 1% ostentan cargos de dirección. Según el periódico The Australian, en el país hay unos 250.000 ingenieros profesionales de los que un 10% son mujeres. La mayoría de ellas tiene menos de 30 años de edad y sólo un 15% con más de 40 años sigue en la profesión (publicado el 18 de octubre de 2008).
¿Por qué hay tan pocas mujeres? Como es de prever, existen demasiados prejuicios que solapan el machismo de la industria. Se dice que tenemos menos fuerza y que no podemos hacer los mismos trabajos. Es verdad que de pequeñas nos acostumbran a jugar con muñecas y mantener nuestros vestiditos limpios, y se anima a los chicos a trepar a los árboles y correr tras un balón, incrementando así las diferencias entre la masa muscular de ambos sexos, pero ¿acaso necesitamos más fuerza para ser ingenieras o electricistas?
Otro argumento es que las mujeres necesitamos otro tipo de “instalaciones”, ¿es tan difícil poner aseos para mujeres en una obra? O se dice que no podemos encajar con la “cultura de la industria”. ¿Acaso a los chicos les cuesta tanto no hacer comentarios machistas y dejar de hablar constantemente de sexo, o tener fotografías pornográficas en sus taquillas? ¿No hablamos de personas civilizadas o existe una ley tácita en la construcción que dicta que los hombres deben comportarse como orangutanes en celo?
En una encuesta de 1993, la mayoría de los seleccionadores de personal para una obra respondió que las mujeres no optaban a estos trabajos porque era un campo tradicionalmente masculino. “Que no hay suficientes puestos de trabajo…” Claro, si hay paro que sean ellas las desempleadas. “Que el trabajo es demasiado pesado y que es sucio”. Sí, algunas tenemos menos fuerza y sí es sucio, pero ¿acaso las mujeres no han estado cambiando pañales a bebés y a ancianos durante siglos? Queda claro que todos los argumentos para que no nos incorporemos a este ámbito son meras justificaciones.
Uno de los mayores problemas que enfrentan las mujeres al trabajar en la construcción, sobre todo en los puestos menos cualificados, es el rechazo de sus compañeros cuando se incorporan. A esto hay que añadirle el aislamiento ya que suelen ser minoría. Se suma también la temporalidad de estos trabajos ya que deben cambiar de lugar a menudo, viéndose obligadas a desarrollar nuevas relaciones sociales cada vez. Al estar en minoría ellas destacan más y en cada nuevo espacio se ven obligadas a probar su valía hasta ser aceptadas por sus compañeros. Las tareas en la construcción pueden ser peligrosas y los trabajadores necesitan confiar unos en otros para salvaguardar su seguridad. Las mujeres deben esforzarse en mantener buenas relaciones con sus colegas porque su seguridad depende de ello.
Muchas declaran que a menudo las cuestionan por su opción laboral, cuando nadie le preguntaría al nuevo chico porqué trabaja en esa industria. Las preguntas suelen ser del tipo “¿y qué piensa tu marido sobre tu trabajo? ¿Tu papá trabaja en la construcción? Cada vez que una mujer comienza en una nueva obra deberá contestar estas preguntas para satisfacer la curiosidad de sus compañeros, porque no pueden comprender que se trata de una simple opción personal.
Algunas, además de demostrar que son capaces de hacer el mismo trabajo que ellos, comentan que a veces se enfrentan a actitudes paternalistas. Algunos hombres piensan que ellos tendrán que trabajar más para compensar lo que ellas no podrán hacer y otros les ofrecen su ayuda. Aunque es de agradecer, su amabilidad tiene efectos negativos ya que impide que las mujeres puedan desarrollar su trabajo. Ante los ojos de los demás las coloca en una situación de incompetencia y puede minusvalorar su propia autoestima.
En un medio tan “masculino”, el acoso sexual y los comentarios vejatorios están a la orden del día y representan una de las mayores dificultades que enfrentan las mujeres. Aunque no todos los hombres se burlan o las acosan, lo que suele suceder es que aquellos que no lo hacen activamente tampoco se enfrentan a sus compañeros cuando este acoso se plantea. Existe una “solidaridad” tácita entre los hombres. Para algunas mujeres es una batalla continua y no es sorprendente que la mayoría de las mujeres abandonen este trabajo tras un máximo de cinco años. Un informe de 2007, sobre ingenieras, reveló que en 1999 se reportó un 36% de casos de discriminación por razón de sexo, comparado con un 42,3% en el 2007. Según la Asociación de Ingenieros de Australia, el porcentaje de casos de acoso sexual ha disminuido levemente de un 27% de casos en 1999 a un 22% en el 2007.
Para sobrevivir muchas desarrollan tácticas para soportar el día a día. Las hay que adoptan roles masculinos para demostrar que no son diferentes a ellos, comportándose de manera agresiva y ofreciéndose para hacer los trabajos más peligrosos y sucios. También hacen un esfuerzo consciente para compartir los intereses de sus compañeros y ocultan los suyos para poder comunicarse y ser aceptadas. Se mantienen al día sobre los modelos de coches o los partidos de fútbol para compartir las conversaciones y se abstienen de hablar de temas “femeninos”. Otras se esfuerzan en construir una imagen más fuerte, entrenándose en gimnasios para ganar en musculatura o incluso eligiendo “adecuadamente” el tipo de coche o moto que conducen. Todas estas tácticas, desafortunadamente, conducen a la masculinización de las mujeres para poder ser aceptadas por el grupo dominante.
A nivel nacional se han desarrollado medidas para incentivar a las jóvenes a que estudien carreras industriales. La asociación Engineers Australia ha iniciado una estrategia para reclutar y retener un mayor número de mujeres en la profesión de ingeniería. La campaña comienza en las escuelas para interesar a las chicas y para asegurarse de que eligen las asignaturas necesarias para poder continuar sus estudios a nivel universitario. También existe la Asociación Nacional de Mujeres en la Construcción (NAWIC), fundada en Texas en 1953 y que comenzó su andadura en Australia en 1995. Sus objetivos son unificar y representar a las mujeres que trabajan en la construcción, desde las ingenieras hasta las carpinteras; promover e implantar mejoras en la industria; incentivar y apoyar a las que decidan seguir carreras en este campo y prestar orientación y apoyo económico en forma de becas.
A nivel sindical está el sindicato CFMEU que aglutina a los trabajadores en el ámbito de la construcción, área forestal, minería y energía. Éste fue fundado en 1850 y desde la incorporación de la mujer ha defendido activamente sus derechos exigiendo que todos los trabajadores y directores de empresas sean concientes y se responsabilicen de crear un ambiente laboral libre de material discriminatorio y/o ofensivo en sus lugares de trabajo. Exigen que las instalaciones estén adaptadas con baños, duchas y vestuarios para ellas y que éstos estén cerrados con candado para evitar actos vandálicos, y que cada empleada tenga su propia llave. En caso de discriminación o acoso sexual, el sindicato representa a las afectadas ante la Comisión de Igualdad de Oportunidades y Derechos Humanos.
En el siglo XXI el reto es que las mujeres podamos trabajar en cualquier campo sin que nuestro sexo sea una condición excluyente y sin tener que convertirnos en “uno de los chicos” para triunfar y poder continuar la ardua tarea iniciada por nuestras antepasadas feministas de seguir construyendo en igualdad.
Gracias al Movimiento Feminista hoy las mujeres podemos acceder a empleos que antaño nos estaban vedados. Pero aunque la igualdad sea una aspiración loable no deberíamos conformarnos con acceder a los peores trabajos, es el antiguo dilema sobre si las mujeres deberíamos reivindicar los trabajos insalubres. Si hemos decidido trabajar en campos como el de la construcción sería conveniente no perder de vista el objetivo, que podamos ocupar puestos de dirección y no quedar relegadas a los peores puestos. Que seamos ingenieras, arquitectas, o encargadas de obras y no limitarnos a trabajar con el pico y la pala construyendo caminos a pleno sol.
En la construcción somos una minoría, sobre todo en España. ¿Pero qué pasa en otros países? En Australia, al igual que en España, el mundo de la construcción es predominantemente masculino, desde los ingenieros, topógrafos, inspectores, y delineantes hasta los albañiles, electricistas, lampistas, fontaneros, pero en ese país cada día se incorporan más mujeres a sus filas. Allí las mujeres componen el 44% de la población laboral, y ocupan el 13% del personal empleado en la construcción (Informe de Incolink, 2008). Según la Office for Women del Estado de Queensland, las mujeres ocupan el 27,3% de los puestos de dirección en la ingeniería; representan el 13% de los graduados, y ocupan el 1,6% de los puestos con menos preparación.
Cada día más mujeres apuestan por estudiar carreras a las que antes no tenían acceso y es interesante ver que acceden en mayor número a los puestos más cualificados. Pero esto no significa que ellas copen los puestos de dirección, sino que sólo las mujeres más preparadas sobreviven en el mundo de la construcción. Según diversos estudios, en Australia el 40% de los estudiantes de arquitectura son mujeres, pero sólo un 1% ostentan cargos de dirección. Según el periódico The Australian, en el país hay unos 250.000 ingenieros profesionales de los que un 10% son mujeres. La mayoría de ellas tiene menos de 30 años de edad y sólo un 15% con más de 40 años sigue en la profesión (publicado el 18 de octubre de 2008).
¿Por qué hay tan pocas mujeres? Como es de prever, existen demasiados prejuicios que solapan el machismo de la industria. Se dice que tenemos menos fuerza y que no podemos hacer los mismos trabajos. Es verdad que de pequeñas nos acostumbran a jugar con muñecas y mantener nuestros vestiditos limpios, y se anima a los chicos a trepar a los árboles y correr tras un balón, incrementando así las diferencias entre la masa muscular de ambos sexos, pero ¿acaso necesitamos más fuerza para ser ingenieras o electricistas?
Otro argumento es que las mujeres necesitamos otro tipo de “instalaciones”, ¿es tan difícil poner aseos para mujeres en una obra? O se dice que no podemos encajar con la “cultura de la industria”. ¿Acaso a los chicos les cuesta tanto no hacer comentarios machistas y dejar de hablar constantemente de sexo, o tener fotografías pornográficas en sus taquillas? ¿No hablamos de personas civilizadas o existe una ley tácita en la construcción que dicta que los hombres deben comportarse como orangutanes en celo?
En una encuesta de 1993, la mayoría de los seleccionadores de personal para una obra respondió que las mujeres no optaban a estos trabajos porque era un campo tradicionalmente masculino. “Que no hay suficientes puestos de trabajo…” Claro, si hay paro que sean ellas las desempleadas. “Que el trabajo es demasiado pesado y que es sucio”. Sí, algunas tenemos menos fuerza y sí es sucio, pero ¿acaso las mujeres no han estado cambiando pañales a bebés y a ancianos durante siglos? Queda claro que todos los argumentos para que no nos incorporemos a este ámbito son meras justificaciones.
Uno de los mayores problemas que enfrentan las mujeres al trabajar en la construcción, sobre todo en los puestos menos cualificados, es el rechazo de sus compañeros cuando se incorporan. A esto hay que añadirle el aislamiento ya que suelen ser minoría. Se suma también la temporalidad de estos trabajos ya que deben cambiar de lugar a menudo, viéndose obligadas a desarrollar nuevas relaciones sociales cada vez. Al estar en minoría ellas destacan más y en cada nuevo espacio se ven obligadas a probar su valía hasta ser aceptadas por sus compañeros. Las tareas en la construcción pueden ser peligrosas y los trabajadores necesitan confiar unos en otros para salvaguardar su seguridad. Las mujeres deben esforzarse en mantener buenas relaciones con sus colegas porque su seguridad depende de ello.
Muchas declaran que a menudo las cuestionan por su opción laboral, cuando nadie le preguntaría al nuevo chico porqué trabaja en esa industria. Las preguntas suelen ser del tipo “¿y qué piensa tu marido sobre tu trabajo? ¿Tu papá trabaja en la construcción? Cada vez que una mujer comienza en una nueva obra deberá contestar estas preguntas para satisfacer la curiosidad de sus compañeros, porque no pueden comprender que se trata de una simple opción personal.
Algunas, además de demostrar que son capaces de hacer el mismo trabajo que ellos, comentan que a veces se enfrentan a actitudes paternalistas. Algunos hombres piensan que ellos tendrán que trabajar más para compensar lo que ellas no podrán hacer y otros les ofrecen su ayuda. Aunque es de agradecer, su amabilidad tiene efectos negativos ya que impide que las mujeres puedan desarrollar su trabajo. Ante los ojos de los demás las coloca en una situación de incompetencia y puede minusvalorar su propia autoestima.
En un medio tan “masculino”, el acoso sexual y los comentarios vejatorios están a la orden del día y representan una de las mayores dificultades que enfrentan las mujeres. Aunque no todos los hombres se burlan o las acosan, lo que suele suceder es que aquellos que no lo hacen activamente tampoco se enfrentan a sus compañeros cuando este acoso se plantea. Existe una “solidaridad” tácita entre los hombres. Para algunas mujeres es una batalla continua y no es sorprendente que la mayoría de las mujeres abandonen este trabajo tras un máximo de cinco años. Un informe de 2007, sobre ingenieras, reveló que en 1999 se reportó un 36% de casos de discriminación por razón de sexo, comparado con un 42,3% en el 2007. Según la Asociación de Ingenieros de Australia, el porcentaje de casos de acoso sexual ha disminuido levemente de un 27% de casos en 1999 a un 22% en el 2007.
Para sobrevivir muchas desarrollan tácticas para soportar el día a día. Las hay que adoptan roles masculinos para demostrar que no son diferentes a ellos, comportándose de manera agresiva y ofreciéndose para hacer los trabajos más peligrosos y sucios. También hacen un esfuerzo consciente para compartir los intereses de sus compañeros y ocultan los suyos para poder comunicarse y ser aceptadas. Se mantienen al día sobre los modelos de coches o los partidos de fútbol para compartir las conversaciones y se abstienen de hablar de temas “femeninos”. Otras se esfuerzan en construir una imagen más fuerte, entrenándose en gimnasios para ganar en musculatura o incluso eligiendo “adecuadamente” el tipo de coche o moto que conducen. Todas estas tácticas, desafortunadamente, conducen a la masculinización de las mujeres para poder ser aceptadas por el grupo dominante.
A nivel nacional se han desarrollado medidas para incentivar a las jóvenes a que estudien carreras industriales. La asociación Engineers Australia ha iniciado una estrategia para reclutar y retener un mayor número de mujeres en la profesión de ingeniería. La campaña comienza en las escuelas para interesar a las chicas y para asegurarse de que eligen las asignaturas necesarias para poder continuar sus estudios a nivel universitario. También existe la Asociación Nacional de Mujeres en la Construcción (NAWIC), fundada en Texas en 1953 y que comenzó su andadura en Australia en 1995. Sus objetivos son unificar y representar a las mujeres que trabajan en la construcción, desde las ingenieras hasta las carpinteras; promover e implantar mejoras en la industria; incentivar y apoyar a las que decidan seguir carreras en este campo y prestar orientación y apoyo económico en forma de becas.
A nivel sindical está el sindicato CFMEU que aglutina a los trabajadores en el ámbito de la construcción, área forestal, minería y energía. Éste fue fundado en 1850 y desde la incorporación de la mujer ha defendido activamente sus derechos exigiendo que todos los trabajadores y directores de empresas sean concientes y se responsabilicen de crear un ambiente laboral libre de material discriminatorio y/o ofensivo en sus lugares de trabajo. Exigen que las instalaciones estén adaptadas con baños, duchas y vestuarios para ellas y que éstos estén cerrados con candado para evitar actos vandálicos, y que cada empleada tenga su propia llave. En caso de discriminación o acoso sexual, el sindicato representa a las afectadas ante la Comisión de Igualdad de Oportunidades y Derechos Humanos.
En el siglo XXI el reto es que las mujeres podamos trabajar en cualquier campo sin que nuestro sexo sea una condición excluyente y sin tener que convertirnos en “uno de los chicos” para triunfar y poder continuar la ardua tarea iniciada por nuestras antepasadas feministas de seguir construyendo en igualdad.
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Por Silvia Cuevas-Morales
http://singenerodedudas.com/tirnamban/1216/construyendo-en-igualdad-la-mujer-australiana-en-la-construccion
•Artículo publicado en Revista Maginaria, editada por la Delegación de la Mujer del Ayuntamiento de Sevilla. Nº 004, octubre de 2009.