El burka virtual
Hace una semana, se celebró, con la asistencia de 1700 mujeres, el II Congrés de Dones de Barcelona, cuyo hilo conductor era "Las mujeres como agentes de transformación social". Previamente y a lo largo de nueve meses, un número aún mayor de mujeres había ido preparando por barrios o grupos de interés un documento que recogía sugerencias organizadas en torno a cuatro ejes temáticos: ciudadanía, cultura, espacio público y vida cotidiana, tiempo y trabajos. Por fin, el congreso culminó con más de 500 propuestas para mejorar la ciudad desde una perspectiva de género.
La perspectiva de género es una categoría de análisis de la realidad que pretende construir el mundo sumando perspectivas, sobre todo aquéllas que habitualmente han quedado fuera: la de las mujeres, criaturas, gente mayor, personas enfermas o discapacitadas o inmigradas…
Contrariamente a lo que alguien pueda pensar, añadir perspectiva de género a la ciudad no significa poner tapetes en el metro ni pintar de rosa las paradas de autobús. Significa tener en cuenta las necesidades y aspiraciones de cualquier colectivo ciudadano. Así, no habría labores de ganchillo en el metro pero sí ascensores para bajar hasta el andén en silla de ruedas o con un cochecito infantil. No se pintarían de rosa las paradas pero se iluminarían mejor ciertas zonas de la ciudad que pueden resultar amenazantes para las mujeres.
En fin, por poner un ejemplo muy actual, la perspectiva de género habría evitado el error cometido en la flamante terminal 1 del aeropuerto de Barcelona, cuyo suelo tan brillante lo refleja todo: luces, muebles, pasajeros y hasta la ropa interior femenina de las usuarias que visten faldas.
El congreso, pues, fue un éxito rotundo de las barcelonesas, aunque lamentablemente resultó invisible para la ciudadanía, ya que los medios de comunicación apenas hicieron acto de presencia ni publicaron lo que allí se había debatido, si exceptuamos algunas casi insignificantes menciones. Bien es verdad que un medio retransmitió un fragmento de la conferencia de clausura de la ministra Aido. Aunque dicho fragmento fue usado para ilustrar la pugna entre partidarios y detractores de la nueva ley del aborto y no para hablar del congreso de Barcelona.
Creo que la casi nula repercusión del evento en los medios de comunicación constituye un paradigma de la invisibilidad de las mujeres, de sus acciones y de sus pensamientos. Es decir, indica que, en general, sigue faltando perspectiva de género, y mucha, en periódicos, radios y televisiones.
Amelia Valcárcel, en su brillante e ingeniosa conferencia inaugural, decía, parafraseando a Trotski: "El feminismo tiene que avanzar con la democracia y ganar la batalla en todo el planeta, o no podrá mantener los avances sólo en ciertos territorios".
Oyéndola, una podía pensar, por ejemplo, en los burkas, que consiguen invisibilizar a las figuras femeninas en determinadas culturas. Así, nos llegan fotos de Afganistán en las que ellos ocupan cualquier espacio público y ellas están desaparecidas, bien porque no pisan la calle bien porque lo hacen moviéndose bajo hábitos fantasmales que las cubren de cabeza a pies.
Desde luego, la diferencia entre ser obligada a llevar un burka o no aparecer en los medios es enorme, pero la idea que subyace tras ambas pautas es la misma: las mujeres no cuentan. Se desprende de ahí que el espacio en el que ellas se pueden mover es, preferentemente, el privado, y, por consiguiente, todo lo público femenino, sean congresos, literatura o deporte, es de segunda clase y, por lo tanto, se puede ignorar.
Según Amelia Valcárcel, las mujeres en nuestro país sólo cuentan para el poder político. No están bien representadas en los 5 poderes restantes: económico, informativo, creativo, del conocimiento y religioso. Decía esta filósofa que, si la agenda del tercer feminismo (el que surge a partir de 1968), contiene el ítem ‘tener la mitad de todo’, “nos queda trabajo para rato”.
Desde luego, nos queda mucho para quitarnos de encima ese burka virtual.
La perspectiva de género es una categoría de análisis de la realidad que pretende construir el mundo sumando perspectivas, sobre todo aquéllas que habitualmente han quedado fuera: la de las mujeres, criaturas, gente mayor, personas enfermas o discapacitadas o inmigradas…
Contrariamente a lo que alguien pueda pensar, añadir perspectiva de género a la ciudad no significa poner tapetes en el metro ni pintar de rosa las paradas de autobús. Significa tener en cuenta las necesidades y aspiraciones de cualquier colectivo ciudadano. Así, no habría labores de ganchillo en el metro pero sí ascensores para bajar hasta el andén en silla de ruedas o con un cochecito infantil. No se pintarían de rosa las paradas pero se iluminarían mejor ciertas zonas de la ciudad que pueden resultar amenazantes para las mujeres.
En fin, por poner un ejemplo muy actual, la perspectiva de género habría evitado el error cometido en la flamante terminal 1 del aeropuerto de Barcelona, cuyo suelo tan brillante lo refleja todo: luces, muebles, pasajeros y hasta la ropa interior femenina de las usuarias que visten faldas.
El congreso, pues, fue un éxito rotundo de las barcelonesas, aunque lamentablemente resultó invisible para la ciudadanía, ya que los medios de comunicación apenas hicieron acto de presencia ni publicaron lo que allí se había debatido, si exceptuamos algunas casi insignificantes menciones. Bien es verdad que un medio retransmitió un fragmento de la conferencia de clausura de la ministra Aido. Aunque dicho fragmento fue usado para ilustrar la pugna entre partidarios y detractores de la nueva ley del aborto y no para hablar del congreso de Barcelona.
Creo que la casi nula repercusión del evento en los medios de comunicación constituye un paradigma de la invisibilidad de las mujeres, de sus acciones y de sus pensamientos. Es decir, indica que, en general, sigue faltando perspectiva de género, y mucha, en periódicos, radios y televisiones.
Amelia Valcárcel, en su brillante e ingeniosa conferencia inaugural, decía, parafraseando a Trotski: "El feminismo tiene que avanzar con la democracia y ganar la batalla en todo el planeta, o no podrá mantener los avances sólo en ciertos territorios".
Oyéndola, una podía pensar, por ejemplo, en los burkas, que consiguen invisibilizar a las figuras femeninas en determinadas culturas. Así, nos llegan fotos de Afganistán en las que ellos ocupan cualquier espacio público y ellas están desaparecidas, bien porque no pisan la calle bien porque lo hacen moviéndose bajo hábitos fantasmales que las cubren de cabeza a pies.
Desde luego, la diferencia entre ser obligada a llevar un burka o no aparecer en los medios es enorme, pero la idea que subyace tras ambas pautas es la misma: las mujeres no cuentan. Se desprende de ahí que el espacio en el que ellas se pueden mover es, preferentemente, el privado, y, por consiguiente, todo lo público femenino, sean congresos, literatura o deporte, es de segunda clase y, por lo tanto, se puede ignorar.
Según Amelia Valcárcel, las mujeres en nuestro país sólo cuentan para el poder político. No están bien representadas en los 5 poderes restantes: económico, informativo, creativo, del conocimiento y religioso. Decía esta filósofa que, si la agenda del tercer feminismo (el que surge a partir de 1968), contiene el ítem ‘tener la mitad de todo’, “nos queda trabajo para rato”.
Desde luego, nos queda mucho para quitarnos de encima ese burka virtual.
Por Gemma Lienas
Fuente: E- Mujeres.net