Las muñecas de la mafia, ¿reflejo o modelo de mujer?
Las mujeres son las protagonistas de la nueva serie de televisión colombiana Las muñecas de la mafia que, con menos de un mes en pantalla, ya abrió el debate sobre el papel de los medios en los patrones de femineidad vigentes.
Aunque el tema del narcotráfico no es nuevo en la pantalla chica, esta vez es enfocado desde el ángulo de las mujeres de los narcotraficantes. El director de esta serie, Luis Alberto Restrepo, ya había dirigido los dramatizados El Capo, sobre Pablo Escobar, y Sin tetas no hay paraíso, basada en la novela del escritor Gustavo Bolívar y que trata de las adolescentes que, para ayudar económicamente a sus familias, se venden a los mafiosos.
En esta oportunidad, Restrepo vuelve con una serie por capítulos diarios que trata de las relaciones de seis mujeres con hombres involucrados en diverso grado con el tráfico de droga.
Una es "presa" de su novio "narco", otra no quiere divorciarse de un capo para no perder poder y riqueza, una tercera es la esposa del contador del capo, y otras escalan amoríos en la jerarquía de la mafia, mientras que la protagonista acepta el dinero "sucio", al tiempo que dice no querer involucrarse en el negocio.
En fin, se trata de mujeres sin escrúpulos que buscan riqueza, protección y poder, convirtiéndose en amantes de un narcotraficante o "traqueto", como los llaman coloquialmente en Colombia.
Adicionalmente, no hay mujeres gorditas, ni morenas, ni de pechos pequeños. Tampoco las hay de clase baja, a excepción de la protagonista, que se supone que es de bajos ingresos, pero que ni el maquillaje, ni el vestuario, ni la actuación lo reflejan.
Física y socialmente, los personajes no representan a la generalidad de las colombianas, sino a una minoría de ellas, después de haber pasado por varias cirugías estéticas. Para complementar, el marco escenográfico es de opulencia, derroche y placer, incluso para aquella de bajos ingresos.
La publicidad de la serie anuncia, manifiestamente, que se trata de ilustrar a las mujeres que buscan acceder a bienes materiales mediante sus relaciones con varones de la droga. Su título expresa que ellas son objeto de diversión para ellos.
Surge, pues, la interrogante sobre si estas historias están reforzando un modelo de mujer en la sociedad colombiana, o si simplemente la televisión lo está reflejando.
Para el crítico de televisión y director del posgrado en periodismo de la Universidad de los Andes, Omar Rincón, el estereotipo de mujer que presenta esta serie, tristemente, sí responde a la realidad de las involucradas en el narcotráfico, y la televisión no lo crea, sino que lo confirma.
"Basta salir a la calle, en cualquier ciudad colombiana, para verlo. Habitamos la narco estética, el narco cuerpo, la narco mujer. Y todo esto es exitoso, en la vida real y en la ficción", aseveró Rincón a SEMlac.
¿Será que, en la realidad, la vida de estas mujeres es tan buena como la pintan en Las muñecas de la mafia?, preguntó SEMlac a Florence Thomas, feminista y estudiosa de la representación femenina en los medios. "Cuando las jóvenes no tienen un proyecto de vida, el narcotráfico es una opción que les puede cambiar la existencia (económicamente), pero no sin esfuerzo: se vuelven mujeres objeto de consumo".
En diálogo con Radio Nederland, la directora y productora de televisión Susana Silva comentó el estereotipo de mujer de esta dramatización. "El lado positivo puede ser que, al cumplir la televisión un papel de espejo, nos vemos reflejados en el (momento) inmediato. Antes se veían series sobre sucesos del pasado, pero estas son un espejo del presente y para quien las ve reflexivamente, pueden suscitar miradas críticas interesantes".
"El lado negativo -agregó Silva- es que están generando patrones de identificación en los que lo único que cuenta es el objetivo del dinero a cualquier precio. No importa si hay que traicionar al papá, a los amigos o romper cualquier regla. Sólo cuenta el dinero y la fama plástica que, a su vez, alimenta el estereotipo de la mujer boba (tonta), poco reflexiva, ambiciosa, con el que estoy segura no nos identificamos el 95 por ciento de la colombianas".
Según expresó a SEMlac Nancy Prada, directora del programa radial de la Escuela de Género de la Universidad Nacional, "si bien los medios de comunicación cumplen una función de poder, privilegiando ciertos discursos y poniéndolos a circular, no podemos entender el modelo comunicativo como unidireccional y pensar que quienes reciben los mensajes son actores pasivos", señaló.
"Los y las espectadoras hacen cosas con ese estereotipo que reproduce la serie, lo reelaboran a partir de su propia experiencia y sus propios saberes", abundó.
Desde el ángulo masculino, el retrato del varón del narcotráfico muestra el machismo y el uso de la violencia como formas de subyugación de la mujer. Sobre los dos personajes que encarnan al celoso violento y al infiel y también violento, el canal que transmite la serie abrió un foro en su sitio Web. La mayoría de las respuestas, firmadas en lo fundamental por mujeres, repudia a los dos personajes y califica a ambos comportamientos de machistas.
Estas opiniones demuestran que puede haber una visión reflexiva en los adultos. No obstante, la serie se transmite en horario familiar, es decir, al alcance de niños, niñas y adolescentes.
En Colombia, un país donde hay más televisores que estufas para cocinar -según reciente encuesta-, el contenido de la programación no es un tema menor. Para vigilarlo, existe la Comisión Nacional de Televisión, pero no hay antecedente de que esta haya solicitado cambio de horario de los dramatizados de los canales privados.
El horario familiar es, indudablemente, el que más rentabilidad aporta, a través de la publicidad, mientras las transmisiones después de las 10 de la noche captan muy poca audiencia y, por tanto, tienen menos anunciantes.
Probablemente, la productora y el canal apuestan a obtener el mismo éxito que tuvo Sin tetas no hay paraíso, y para ello se han asegurado de que las actrices cautiven a los hombres, quienes son los que manejan el control del televisor.
Aunque el tema del narcotráfico no es nuevo en la pantalla chica, esta vez es enfocado desde el ángulo de las mujeres de los narcotraficantes. El director de esta serie, Luis Alberto Restrepo, ya había dirigido los dramatizados El Capo, sobre Pablo Escobar, y Sin tetas no hay paraíso, basada en la novela del escritor Gustavo Bolívar y que trata de las adolescentes que, para ayudar económicamente a sus familias, se venden a los mafiosos.
En esta oportunidad, Restrepo vuelve con una serie por capítulos diarios que trata de las relaciones de seis mujeres con hombres involucrados en diverso grado con el tráfico de droga.
Una es "presa" de su novio "narco", otra no quiere divorciarse de un capo para no perder poder y riqueza, una tercera es la esposa del contador del capo, y otras escalan amoríos en la jerarquía de la mafia, mientras que la protagonista acepta el dinero "sucio", al tiempo que dice no querer involucrarse en el negocio.
En fin, se trata de mujeres sin escrúpulos que buscan riqueza, protección y poder, convirtiéndose en amantes de un narcotraficante o "traqueto", como los llaman coloquialmente en Colombia.
Adicionalmente, no hay mujeres gorditas, ni morenas, ni de pechos pequeños. Tampoco las hay de clase baja, a excepción de la protagonista, que se supone que es de bajos ingresos, pero que ni el maquillaje, ni el vestuario, ni la actuación lo reflejan.
Física y socialmente, los personajes no representan a la generalidad de las colombianas, sino a una minoría de ellas, después de haber pasado por varias cirugías estéticas. Para complementar, el marco escenográfico es de opulencia, derroche y placer, incluso para aquella de bajos ingresos.
La publicidad de la serie anuncia, manifiestamente, que se trata de ilustrar a las mujeres que buscan acceder a bienes materiales mediante sus relaciones con varones de la droga. Su título expresa que ellas son objeto de diversión para ellos.
Surge, pues, la interrogante sobre si estas historias están reforzando un modelo de mujer en la sociedad colombiana, o si simplemente la televisión lo está reflejando.
Para el crítico de televisión y director del posgrado en periodismo de la Universidad de los Andes, Omar Rincón, el estereotipo de mujer que presenta esta serie, tristemente, sí responde a la realidad de las involucradas en el narcotráfico, y la televisión no lo crea, sino que lo confirma.
"Basta salir a la calle, en cualquier ciudad colombiana, para verlo. Habitamos la narco estética, el narco cuerpo, la narco mujer. Y todo esto es exitoso, en la vida real y en la ficción", aseveró Rincón a SEMlac.
¿Será que, en la realidad, la vida de estas mujeres es tan buena como la pintan en Las muñecas de la mafia?, preguntó SEMlac a Florence Thomas, feminista y estudiosa de la representación femenina en los medios. "Cuando las jóvenes no tienen un proyecto de vida, el narcotráfico es una opción que les puede cambiar la existencia (económicamente), pero no sin esfuerzo: se vuelven mujeres objeto de consumo".
En diálogo con Radio Nederland, la directora y productora de televisión Susana Silva comentó el estereotipo de mujer de esta dramatización. "El lado positivo puede ser que, al cumplir la televisión un papel de espejo, nos vemos reflejados en el (momento) inmediato. Antes se veían series sobre sucesos del pasado, pero estas son un espejo del presente y para quien las ve reflexivamente, pueden suscitar miradas críticas interesantes".
"El lado negativo -agregó Silva- es que están generando patrones de identificación en los que lo único que cuenta es el objetivo del dinero a cualquier precio. No importa si hay que traicionar al papá, a los amigos o romper cualquier regla. Sólo cuenta el dinero y la fama plástica que, a su vez, alimenta el estereotipo de la mujer boba (tonta), poco reflexiva, ambiciosa, con el que estoy segura no nos identificamos el 95 por ciento de la colombianas".
Según expresó a SEMlac Nancy Prada, directora del programa radial de la Escuela de Género de la Universidad Nacional, "si bien los medios de comunicación cumplen una función de poder, privilegiando ciertos discursos y poniéndolos a circular, no podemos entender el modelo comunicativo como unidireccional y pensar que quienes reciben los mensajes son actores pasivos", señaló.
"Los y las espectadoras hacen cosas con ese estereotipo que reproduce la serie, lo reelaboran a partir de su propia experiencia y sus propios saberes", abundó.
Desde el ángulo masculino, el retrato del varón del narcotráfico muestra el machismo y el uso de la violencia como formas de subyugación de la mujer. Sobre los dos personajes que encarnan al celoso violento y al infiel y también violento, el canal que transmite la serie abrió un foro en su sitio Web. La mayoría de las respuestas, firmadas en lo fundamental por mujeres, repudia a los dos personajes y califica a ambos comportamientos de machistas.
Estas opiniones demuestran que puede haber una visión reflexiva en los adultos. No obstante, la serie se transmite en horario familiar, es decir, al alcance de niños, niñas y adolescentes.
En Colombia, un país donde hay más televisores que estufas para cocinar -según reciente encuesta-, el contenido de la programación no es un tema menor. Para vigilarlo, existe la Comisión Nacional de Televisión, pero no hay antecedente de que esta haya solicitado cambio de horario de los dramatizados de los canales privados.
El horario familiar es, indudablemente, el que más rentabilidad aporta, a través de la publicidad, mientras las transmisiones después de las 10 de la noche captan muy poca audiencia y, por tanto, tienen menos anunciantes.
Probablemente, la productora y el canal apuestan a obtener el mismo éxito que tuvo Sin tetas no hay paraíso, y para ello se han asegurado de que las actrices cautiven a los hombres, quienes son los que manejan el control del televisor.
Por Ángela Castellanos Aranguren
Fuente: Alai