enero 11, 2010

En México son explotadas en la prostitución alrededor de 450 mil mujeres según denuncia de CATWLAC

En México hay 500 mil personas que son explotadas en la prostitución, el 90 por ciento son mujeres y niñas. El 80 por ciento de ellas no nació en la ciudad de México y fueron trasladadas de algún lugar del interior del país para ser prostituidas, de acuerdo con cifras de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina (CATWLAC, por sus siglas en inglés).

Para la maestra Teresa Ulloa, directora regional de la CATWLAC, el 75 por ciento de ellas se inició en la prostitución cuando apenas contaban con 12 años de edad y lo que más anhelan es dejar esa actividad, que representa una forma de sobrevivencia (Cimacnoticias, marzo 23, 2009).

“La ciudad de México se está convirtiendo en un centro de acopio y distribución de víctimas de toda América Latina, para después mandarlas a Estados Unidos, donde se encuentra el mayor consumo. El 99 por ciento de las mujeres son explotadas por proxenetas o alguno de los múltiples actores de la industria del sexo y 78 por ciento de ellas son analfabetas o con primaria incompleta”, denunció.

Como lo reportó Cimacnoticias en su momento, según Ulloa, la pobreza es “el peor de los proxenetas” pues ha provocado que el fenómeno de la trata de niñas y mujeres con fines de explotación sexual se haya disparado en los últimos años.

“Se ha podido confirmar que las redes dedicadas al narcotráfico están utilizando su infraestructura para la trata de mujeres, niñas y niños, en estrecha relación con las altas esferas políticas y las principales figuras del poder económico”, apunta.

PROXENETAS

Una psicología ligada al amor y matar los sentimientos de las mujeres, son dos de los principales métodos que utilizan los proxenetas rurales para reclutar mujeres e introducirlas al comercio sexual en nuestro país, una variante de la esclavitud y de la forma clásica de prostitución.

Lo anterior, según Oscar Montiel, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), quien explicó el “modus operandi” de quienes forman parte de las redes internas de trata de personas en México, durante la Primera Reunión de Buenas Prácticas para Combatir la demanda y la Legalización de la Prostitución Siglo XXI, organizada por la CATWLAC en 2009.

En su opinión, un proxeneta no necesariamente es un hombre sin instrucción escolar, los hay desde educación básica y aun universitaria, ya que durante su investigación tuvo contacto con algunos poseedores de maestría y/o doctorado.

El papel que juegan en la explotación sexual está ligado al amor, explicaba Montiel: “son los únicos hombres que después de una larga jornada de trabajo sexual, en la cual las mujeres prostituidas llegan a tener hasta 20 clientes, llena de abusos y maltratos, les brinda a las víctimas atención y cariño, haciéndolas sentir como niñas indefensas recompensadas”.

Se torna en una especie de “padre” que muestra a las mujeres víctimas de trata de personas el único “amor” masculino existente en ese cosmos, a través de palabras excesivas “choro” o rollo”, dice (Cimacnoticias, 24 de marzo, 2009).

MODUS OPERANDI

De acuerdo con el investigador, la forma cómo integran a las mujeres al comercio sexual es la siguiente.

Las mujeres son interceptadas en cualquier plaza pública ubicada en las comunidades rurales y después seducidas para que accedan a tener relaciones sexuales con ellos, luego de aceptar la mayoría sienten culpa y acaban por aceptar la promesa de un próximo matrimonio. Este es el gancho que usan para conducirlas a supuestos hogares

En estas casas (que en realidad son cuartos) hay una mujer que suele ser una trabajadora sexual, seguramente reclutada de la misma forma, que se hace pasar por la hermana, madre o tía del proxeneta y finge apoyar la unión que su pariente falso anuncia, explica Montiel.

Posteriormente, el proxeneta comienza el proceso de chantaje emocional hacia la víctima, convenciéndola de que se encuentran en una situación económica crítica.

En su exposición Oscar Montiel compartió el testimonio de algunos proxenetas, como el de un autonombrado Pedro Navajas:

“Tú le dices a la chava, cuando regreses de la calle, que no hay chamba, que a los dos se los va a llevar el carajo. Siempre haciéndote la víctima. Luego, regresas al siguiente día y le dices que todo sigue igual, pero que te encontraste a un amigo, que a él le está yendo muy bien, que está ganando mucho dinero porque su mujer le entró de prostituta.

“Después, sigues choreando a la chava, diciéndole que todo está peor y ella termina diciéndote que le entren al negocio. Te resistes un poco, pero al final, accedes”.

Así, explica Montiel, las mujeres que son prostituidas, no conciben dicha labor como un abuso y una explotación por parte de su pareja, sino como un trabajo como cualquier otro que las remunera y les permite estar cerca de la persona amada.

En entrevista con Cimacnoticias señaló que la seducción del poder dentro de su comunidad es la que guía al hombre rural a convertirse en un proxeneta: “Al observar a familiares o personas cercanas económicamente más estables y exitosas, el hombre rural, primero por la necesidad, y luego por el poder mismo, decide convertirse en proxeneta”.

Sortean, además, satisfactoriamente una doble vida. Es decir, mantienen y cuidan a una familia dentro de su comunidad, alejada del trabajo que realizan en la ciudad. Son enseñados por los proxenetas antiguos, a matar los sentimientos con las mujeres que reclutan, con el fin de que sus emociones no se vean vulneradas y en un punto consigan tener la “sangre fría”, agregó.

Para Montiel, la distancia guardada por los proxenetas entre las labores de las víctimas y ellos, es fundamental para cumplir con el objetivo; pues al no mirar, escuchar y sentir de cerca los abusos que se ejercen en contra de las mujeres reclutadas, les permite deshumanizarlas y quitarles su seguridad sin golpes, sino a través de un pseudo-amor.



Por Carolina Velázquez
Fuente: Cimac

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