América Latina: Liturgias de la sexualidad
En el flujo de noticias sobre abuso sexual de padres contra niños y adolescentes transmitidas por los medios de comunicación norteamericanos en los años 90, un obispo de la Florida acusado de mantener relaciones sexuales con un seminarista explicó al periódico The New York Times que había sido “influenciado por el clima de experimentación sexual” de la época. El caso es citado en el artículo Changing Times, Changing Crimes”, del sociólogo John Gagnon, publicado en 2002 en la revista Sexualities.
En él, Gagnon recuerda que después de un primer momento de incredulidad, pasó a ver cierta legitimidad en lo que el clérigo atribuía como causa para su comportamiento: “Al final ¿qué es la sociología si no la atribución de las condiciones sociales como causa de las acciones individuales? En mis trabajos sobre sexualidad intento correr el foco que siempre cae sobre los actos sexuales, para el contexto más amplio de la vida social en la cual tales actos obedecen a un guión” ”, dice el autor del libro “Una interpretación del deseo” (CLAM/ED. Garamond), obra en que describió por la primera vez su teoría de los scripts sexuales (o “guiones sexuales”).
Los primeros casos de abuso sexual cometidos por clérigos – así como el caso del obispo de la Florida – llegaron a los medios de comunicación en los años 90. A inicios de 2010 otras revelaciones colocaron nuevamente el asunto en la agenda pública. El origen de este nuevo episodio está en las acusaciones que involucran al Papa Bento XVI, ya sea debido a la relación de su hermano con casos de agresión a niños en una escuela alemana, o debido al supuesto papel del entonces cardenal Joseph Ratzinger en el encubrimiento de miembros de la Iglesia acusados de abuso sexual. Recientemente, Bento XVI usó en sus declaraciones, por la primera vez, el término “abuso sexual” en vez de la palabra “pedofilia”.
En este contexto es necesario diferenciar de antemano lo que significa pedofilia y lo que sería abuso sexual, ya que según algunos autores, el abuso sexual de un infante o de un adolescente no es necesariamente realizado por un pedófilo.
Según Alessandro José de Oliveira, autor del artículo “De pedófilo a boy lover: Ilusão ou uma nova categoria sexual que se anuncia?”, publicado en el libro Prazeres Dissidentes (CLAM/Ed. Garamond) “hay diversas circunstancias, como problemas conyugales, momentos de estrés, situaciones sociales con ausencia de adultos, entre otras, que pueden llevar a un sujeto (hombre o mujer) a cometer abuso sexual. Ya el pedófilo, según el Manual de Diagnóstico y Estadística de la Sociedad Americana de Psiquiatría, es definido en términos médicos como una patología. En este sentido, el individuo puede simplemente sentirse angustiado por tener fantasías sexuales con un niño o niña pero nunca haber tocado alguno, o puede también abusar sexualmente de ellos. Así, no todo pedófilo es un abusador, ni todo abusador en un pedófilo”.
Para el antropólogo Richard Parker, la pedofilia es un concepto construido por especialistas que ha cambado con el tiempo, como afirmó en una entrevista al periódico O Estado de São Paulo en entrevista reciente. Según Parker, la pedofilia es “un abanico que incluye prácticas que, en otras culturas y en otros tiempos, no necesariamente eran entendidas como pedófilas. En la Grecia antigua, por ejemplo, las relaciones sexuales entre adolescentes y adultos, principalmente entre hombres, significaban un tipo de tutela por parte del más viejo, casi como un profesor transmitiendo orientaciones que podrían ayudar al menor a desarrollarse en todos los sentidos. Otro ejemplo más antropológico son las relaciones sexuales entre jóvenes y hombres adultos en diversas sociedades del Pacífico como ritual de transición de la juventud para la vida adulta. Tanto la una como la otra son construcciones de sexualidad que tenían sentido en esos contextos, algo completamente distinto de lo que suele ocurrir en nuestra sociedad que no tiene ese tipo de práctica ni creencia” .
Parker explica además que la pedofilia pasó a ser condenada durante un proceso intenso que incluyó a la ciencia, la psiquiatría y la sexología, disciplinas que clasificaron prácticas sexuales como normales y anormales, siendo que el concepto de homosexualidad, por ejemplo, nació en ese periodo. “La antropóloga feminista Gayle Rubin argumenta que del mismo modo en que existe una jerarquía de género que normalmente da poder a los hombres, existe una jerarquía de la sexualidad en la cual algunas manifestaciones de la diversidad sexual humana son evaluadas por la ciencia y por la religión como positivas o negativas. De un lado existe el buen sexo, y del otro el mal sexo. La pedofilia junto al masoquismo está en el punto más bajo de esa jerarquía. Pensemos en la evaluación que las personas hacen sobre ella. No hay nada visto de forma tan condenable y tan cuestionable como las relaciones pedofílicas de adultos que se benefician de la falta de defensa de jóvenes y niños para su provecho sexual” , analizó.
Pedofilia, celibato, homosexualidad...
En los escándalos recientes, en un primer momento los medios de comunicación evidenciaron una relación causal entre celibato y pedofilia. En un segundo momento, suscitó un intenso debate la declaración del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcísio Bertone, a respecto de que la pedofilia estaría vinculada al ‘homosexualismo’(sic), descartando la relación entre pedofilia y celibato sacerdotal. Las declaraciones del secretario fueron vistas por muchos como una estrategia de la Santa Sede para atribuir la práctica del abuso de infantes y jóvenes en la Iglesia a padres con “problemas de desvío” y así distraer la atención que recaía sobre el Vaticano. El CLAM escuchó especialistas para discutir tales asociaciones, especialmente la ecuación homosexualidad-pedofilia sugerida por Bertone.
Según explica la socióloga brasileña Tatiana Landini (Universidad de São Paulo), la asociación entre celibato y los casos de abuso “es simplista y señala un ‘chivo expiatorio’ para justificar episodios de violencia sexual que ocurren también en grupos no celibatarios como la familia, la escuela, guarderías, parques, playas e internet”. En un artículo publicado en el diario Folha de São Paulo, el columnista Contardo Calligaris rechaza la relación entre celibato y abuso sexual.
La socióloga Lúcia Ribeiro (ISER/Asesoría), descarta la existencia de una causalidad mecánica. Ella afirma que el celibato no es el factor que está en juego y sí la manera como él es instituido. “Es una opción perfectamente legítima que siempre fue valorizada a lo largo de la historia de la Iglesia. Sin embargo, es esencial que sea fruto de una elección libre: por ser una opción difícil y exigente, no puede ser impuesta. Su obligatoriedad es la que puede llevar a distorsiones y a una vivencia deformada y poco saludable de la sexualidad”, apunta y concluye que la crisis actual muestra la importancia de repensar el estatuto del celibato obligatorio y, de este modo, actualizar un debate que ya viene ocurriendo entre algunos sectores al interior de la Iglesia.
Coordinadora de la organización Católicas por el Derecho de Decidir en Perú, Eliana Cano cree que el celibato fue una medida establecida para proteger intereses económicos y políticos dentro de la jerarquía eclesiástica y nunca fue pensando como un “sacrificio para la santidad”. “En este sentido, el celibato no es garantía de nada y acaba por abonar la doble moral de los representantes de la Iglesia”, afirma.
Por otro lado, el Vaticano se mantiene firme en la convicción de que el celibato no es una causa para estos eventos. Fue entonces que el cardenal Bertone con el pretexto de explicar los innumerables casos de abusos que inundan los medios de comunicación, afirmó que la homosexualidad, y no el celibato, debe ser relacionada a los casos de pedofilia (hace 2 años el mismo Bertone había instalado la idea de que era necesario evitar que los homosexuales llegaran a ejercer el sacerdocio, ya que solamente de esta manera se podrían resolver los casos de pedofilia en la Iglesia). Inmediatamente la declaración de la autoridad clerical fue criticada y rebatida por activistas e intelectuales por carecer de fundamentación científica. Días después la Santa Sede se retractó y rectificó las declaraciones.
La posición del Vaticano no sorprende una vez que la oposición a las relaciones homoafectivas, así como la visión de la homosexualidad como un comportamiento anti-natural son antiguas. En 1986 el Vaticano tipificó la persona homosexual como portadora de un desorden (a pesar de que diez años antes la homosexualidad había sido descalificada como enfermedad mental por parte de la Asociación Americana de Psicología y la Asociación Americana de Psiquiatría). En 2005, ya con los medios de comunicación denunciando los casos de abuso sexual por parte de sus clérigos, la Santa Sede sancionó un documento con el objetivo de limitar el ingreso de “personas con tendencias homosexuales” a los seminarios. El documento afirma que “si un candidato practica la homosexualidad o presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas, su director espiritual, así como su confesor, tienen el deber de disuadirlo en conciencia de seguir adelante para la Ordenación”.
“Este documento y las palabras del cardenal Bertone tienen en común la construcción de la figura del ‘homosexual’ como lugar de limpieza moral de la pedofilia y como línea de fuga para el tema del celibato que viene persiguiendo a la Iglesia Católica en los últimos años”, estima el investigador argentino Juan Marco Vaggione, doctor en Derecho y Sociología y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba (lea la entrevista completa de Vaggione).
Según Vaggione otro aspecto interesante a considerar en la declaración de Bertone es la presencia de argumentos científicos para justificar posturas homofóbicas eclesiásticas. El activismo religioso conservador justifica, cada vez más, sus posturas a través de argumentos científicos. “En sus declaraciones, Bertone no habla de moralidad o de pecado, no menciona la Biblia o a Jesús, sino que afirma que la ciencia (en particular la psicología y la psiquiatría) ‘han demostrado’ que no hay relación entre celibato y pedofilia, y si entre homosexualidad y pedofilia. Este recurso al discurso científico, a la verdad científica, no es casual sino que constituye una estrategia privilegiada de los sectores religiosos más conservadores. La estrategia es hablar de ciencia para justificar posturas fuertemente restrictivas a nivel moral”, afirma Vaggione.
El recurso, sin embargo, no funcionó. Autoridades, médicos y movimientos de defensa de grupos homosexuales en Chile pidieron a Bertone que probara el nexo científico entre homosexualidad y pedofilia. “Es necesario frenar la intención del Vaticano de colocar la comunidad homosexual como chivo expiatorio y así desvincular a la Iglesia de la responsabilidad que tiene en los casos de abuso sexual”, dice el militante Rolando Jiménez, presidente del MOVILH (Movimiento de Integración y Liberación Homosexual), organización activista LGBT de Chile.
En abril de 2010, en una declaración inédita y categórica, la Iglesia Católica chilena pidió perdón por los casos de pedofilia que han involucrado a sacerdotes de ese país. A través de un mensaje titulado “Reconstruir desde Cristo la mesa para todos”, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Alejandro Goic, admitió y enumeró los delitos. Reveló que existen cinco sacerdotes condenados, otros cinco que están siendo investigados y diez bajo denuncias de abuso sexual.
Aunque en el Perú, como en Chile, los colectivos LGBT y feministas y los grupos universitarios y de defensa de los derechos humanos hayan reaccionado a las declaraciones de Bertone, la Iglesia Católica peruana, a diferencia del país vecino, recrudeció: después de las desafortunadas afirmaciones del secretario de la Santa Sede, el cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, afirmó que existe “una estrategia de complot contra el Vaticano y que el diablo está presente”.
“La jerarquía de la Iglesia Católica se encuentra cada vez más en una posición sin salida y acaba apelando a estos recursos para distraer la atención de la opinión pública sobre sus actos”, destaca Eliana Cano.
En el Brasil, la Asociación Brasileña de Gays, Lésbicas y Transgéneros (ABGLT) y la Red Feminista de Salud – Derechos Sexuales y Reproductivos emitieron notas públicas de rechazo a las declaraciones del Vaticano. La Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe también se pronunció.
Para la teóloga Judith Vázquez Arreola de la Universidad Iberoamericana de México e integrante de la organización civil Acción Ciudadana de Construcción Nacional - una de las mujeres que se casaron en la primera ceremonia de matrimonios entre personas del mismo sexo en Ciudad de México - las declaraciones del secretario del Vaticano tienen un fondo político. “Esta perversa asociación de los delitos sexuales de la Iglesia Romana con la homosexualidad tiene que ver con los avances de la lucha del movimiento social o de reivindicación de los derechos de lésbicas, gays y transexuales alrededor del mundo. Las declaraciones de Tarcisio Bertone no son nuevas. Estos argumentos fueron usados en 2001 en los casos de pederastia en Boston y fueron usados en los años 70 y 80 cuando los sacerdotes eran sorprendidos en delitos sexuales y enviados a electroshocks, para ser ‘recuperados’ en su salud”, relata. (lea la entrevista completa de Judith Vázquez)
En opinión de los especialistas entrevistados, el episodio demuestra que es necesario tener cuidado con una supuesta relación de causa y efecto, es decir, no asociar directamente tal correlación a fin de generar interpretaciones estigmatizadas y equivocadas.
“Me parece absolutamente imperativo desvincular homosexualidad masculina de pedofilia. No quiero decir que no haya casos, pero hay un verdadero pánico moral alrededor del asunto y una invisibilización muy grave en lo que concierne a la cotidianidad de los abusos contra menores del ‘sexo’ femenino en el ámbito de la familia y de relaciones de vecindad. Finalmente, ¿de lo que se trata es de abuso sexual de padrastros y padres? ¿Niñas de 10 años quedando embarazadas de hombres más viejos, como ocurre en diversas regiones del Brasil?”, se cuestiona la antropóloga Maria Luiza Heilborn, profesora del Instituto de Medicina Social de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro -UERJ y coordinadora del CLAM.
La antropóloga recuerda que una de las dimensiones de la pedofilia menos estudiada y discutida es la que ocurre dentro de casa, entre parientes.
El sociólogo colombiano Manuel Antonio Velandia Mora, refugiado y asilado en España por motivos políticos y por su orientación sexual y cofundador en 1976 del Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia (MLHC), concuerda: “No tengo duda de que los mayores violadores sexuales de menores son personas heterosexuales, generalmente familiares cercanos, especialmente padrastros y madrastras, tíos y tías, además de amigos íntimos de la familia”, afirma. De acuerdo con la ENDS 2005, una de las cinco investigaciones en Demografía y Salud Materno Infantil realizadas en Colombia (1986, 1990, 1995, 2000 y 2005), en los casos de abuso sexual a menores, más del 80% corresponden a violaciones cometidas por personas heterosexuales (12.247 niñas y 2.593 niños fueron abusados sexualmente durante el 2006), teniendo en cuenta que casi siempre el agresor es un hombre (Semana, 2007). En 2007, de los 20.273 informes periciales sexológicos, 15.353 (85,7%) correspondieron a menores de edad. Para el total de casos, en 18,9% el agresor era un desconocido y en 11,5% un vecino; si sumamos los posibles agresores que tienen algún grado de parentesco con la víctima (padrastro 8,7; padre 7,9; tío(a) 4,8; primo(a) 3,6; hermano(a) 2,2; abuelo(a) 2,1; cuñado 0,7) se llega al 30%. El domicilio sigue siendo el escenario de mayor riesgo. Se estima que solamente 30% de los casos son denunciados pues como el agresor es un miembro cercano de la familia del menor, muchas veces cuenta con la complicidad del resto de los familiares.
Por Washington Castilhos
Colaboraron: Andrea Lacombe (Argentina); Fábio Grotz (Brasil)Pilar Pezoa (Chile); Franklin Gil Hernández (Colômbia); Christian Israel Rea Tizcareño (México) y; Rosa Cisneros (Peru)Traducción: María Elvira Díaz-Benítez
Fuente: Clam