abril 25, 2010

Género revolución y vidas solidarias

Con 99 años y disfrutando su noveno bisnieto, Edelman puede contar una vida única. Los padres inmigrantes rusos, el aprendizaje de la militancia, la vida entera en el partido, la Guerra Civil Española y el descubrimiento de la agenda de género como parte de los derechos humanos.

–¿Cómo ingresó al Socorro Rojo (un servicio social internacional organizado por la Internacional Comunista en 1922)? ¿Cómo fue su experiencia en esa organización?

–Yo vengo de una familia muy modesta, mi padre y mi madre eran rusos. Estaban en este país como tantos inmigrantes y seguían con mucha atención los sucesos de Rusia. Mi primera impresión fue la gran campaña de ayuda a los hambrientos del Volga, en los primeros años de la revolución (rusa). Y, naturalmente, era testigo y partícipe de las diferencias sociales en nuestro país. Justamente fue una hermosa mujer rusa la que me introdujo en el Socorro Rojo, me convocó a participar en la ayuda a las familias de los presos políticos y sociales en los años ’30, cuando la dictadura de Uriburu y la posterior de Justo. Y yo me nutrí de experiencias extraordinarias de los presos políticos y sociales, que en ese momento eran fundamentalmente anarquistas y comunistas.

En el Socorro Rojo hice una experiencia solidaria que me llenó la vida y que nunca abandoné. Cuando la solidaridad tiene un sentido real, noble, generoso y humanístico, eso va enriqueciendo y mejorando la propia condición humana. Estuve varios años en el Socorro Rojo, participé activamente en la solidaridad con la República Española agredida por el franquismo, llegué a España y me incorporé al Socorro Rojo español, que realizó una actividad extraordinaria, recogiendo solidaridad de todo el mundo. Luego volví al país, ya en otras condiciones. Seguimos en la solidaridad con los combatientes exiliados (de España luego de la instauración de la dictadura franquista) que llegaron a nuestras costas, intensifiqué la solidaridad con Vietnam, cuando constituimos el movimiento de ayuda a Vietnam, manifesté solidaridad con la Revolución Cubana que me conmovió y me enriqueció profundamente al apreciar los cambios, la transformación profunda de la vida de ese pueblo. Gracias al Socorro Rojo, el sentimiento de solidaridad es parte de mi vida.

–¿Cómo era el día a día en España durante la guerra civil mientras usted era la encargada de organizar la Campaña de Invierno, impulsada por Antonio Machado para reunir abrigos, alimentos y medicamentos para los combatientes?

–Nosotros estábamos muy en contacto con los distintos comandantes, que nos hacían llegar información sobre las necesidades en cada lugar donde se combatía. Se daba una relación constante para atender aquellos sectores en combate que tenían más necesidades, más demandas, y así se desarrollaba nuestra vida cotidiana. Como se concentraba la solidaridad mundial en Francia y de ahí se trasladaba a España, teníamos un catálogo de las necesidades que había y de los elementos que teníamos para ayudar a atender. También nos ocupábamos de los hijos de los combatientes que habían perdido la vida, de manera que estuvimos en la organización de jardines de infantes, a los cuales contribuyeron enormemente los combatientes internacionalistas que estaban en España.

–¿Se sintió decepcionada con la derrota de la República?

–No, no podía estar decepcionada como militante porque conocía perfectamente que la República no se perdió por culpa de los combatientes. La República se perdió por dos razones: por una política de no intervención de las grandes potencias, especialmente Francia e Inglaterra, y por la traición de uno de los integrantes del Estado Mayor del ejército republicano, el coronel (Segismundo) Casado. Además había una gran diferencia de capacidades en armas, la República sólo tuvo la ayuda de México y de la Unión Soviética, y el ejército franquista la tuvo de Hitler y de Mussolini, armados hasta los dientes, esa fue la razón de esa tragedia enorme que fue la pérdida de la República. Sentimos un dolor y una amargura enormes, pero no nos sentimos vencidos.

–En su biografía aparecen numerosas semblanzas de militantes de diferentes partes del mundo, y de cada uno de estos perfiles se desprende un halo romántico y humanista. ¿Cómo ve en la actualidad el tema de la pasión y la solidaridad a la hora de militar?

–Primero hay que tener en cuenta cada realidad, nosotros hemos pasado un genocidio que no solamente destruyó la vida de miles de muchachos y muchachas, de trabajadores y de jóvenes. En algunos casos me parece que hubo personas que se retrajeron, que se encerraron en sí mismas ante semejante monstruosidad. Sin embargo, lo más elocuente para mí es cómo, por ejemplo, Azucena Villaflor, esa mujer ama de casa, dedicada a cocinar, a lavar, a planchar, de repente sale de ese hueco que es la cocina, sale a la calle y se convierte en un sujeto activo, en un sujeto social, y detrás de ella van otras mujeres. Para mí Madres (de Plaza de Mayo), Abuelas (de Plaza de Mayo), y todas esas mujeres que participan en esas organizaciones de solidaridad ponen de relieve no solamente un amor profundo por sus hijos, sino que ponen de relieve la capacidad de la mujer de ocupar el puesto que le corresponde en la sociedad.

Y es verdad que hubo un período de retracción de algunas fuerzas. Pero aunque yo no estoy en condiciones de ir a la plaza, pude ver que el 24 de marzo estaba colmada de jóvenes que no habían nacido (cuando fue el golpe de Estado de 1976). ¿Por qué tantos jóvenes, quién los ha movilizado? ¿Es un capricho? No. ¿Es una ostentación? No. Es un sentimiento profundo de repudio a un trozo negro de nuestra historia. Yo quiero mucho a la juventud, la respeto, y me indigna cuando la gran prensa, que tiene una influencia ideológica tan profunda en la subjetividad de la sociedad, denuncia al muchacho del paco o al muchacho que robó sin tener en cuenta que en su mayoría es el resultado de la falta de posibilidades, de la miseria, del hambre, de la marginalidad. ¿Esa es nuestra juventud? Es dolorosamente una parte, pero nuestra juventud es una juventud que estudia, que trabaja, que baila, y para mí fue muy significativo esa presencia en la plaza. Pero además, estos grandes medios de comunicación son los más reaccionarios que puede haber, que defienden los intereses de los ricos y poderosos, esos medios de comunicación deforman la realidad, banalizan sobre todo a la mujer, hacen de la mujer un elemento sexual. La subjetividad, la vida cotidiana de la gente que aspira a mejores cosas involucra eso, entonces desaparecen los valores para poner de relieve los aspectos más banales.

–Usted conoció mujeres valientes de diferentes países, guerrilleras, obreras, campesinas, dirigentes sindicales. ¿De qué manera ese contacto modificó su militancia y su relación con tus compañeros y compañeras?

–La enriqueció, porque vivía experiencias nuevas. Llegar a Mongolia y encontrarme en la reunión de las organizaciones de mujeres árabes debatiendo sus problemas, o ir a Tanzania al congreso de las mujeres africanas. O descubrir en la India ese mundo de contradicciones tan profundas con una organización de mujeres maravillosas luchando contra la poligamia, contra el hambre, contra las privaciones, enseñando a leer y a escribir debajo de un árbol dibujando las letras con una ramita sobre la arena del suelo. O ir a Angola y descubrir una pequeña habitación con una lamparita que apenas iluminaba, donde había desde niños de siete años hasta hombres y mujeres de sesenta aprendiendo a leer y escribir. Pude ver cuánta sabiduría y capacidad de transformar su vida tienen las mujeres del pueblo. Yo me nutrí de eso nuevo que descubría, y podría decir lo mismo de nuestra América, de lo que para mí significó el salto extraordinario de las mujeres cubanas, gracias a la revolución, de esa Cuba que hoy está bajo el castigo del gran capital internacional. Gusta Fusikova, la esposa de (Julius) Fucik, el gran escritor (asesinado por la Gestapo) de Reportaje al pie del patíbulo, que dedicó su vida a la lucha por la paz, o Marie Claude Vaillant Couturier, la primera secretaria de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (Fedim), como testigo ante el Tribunal de Nuremberg, denunciando los crímenes del nazismo en los campos de concentración. Eso transforma mi propio sentimiento, mi propia conciencia, me ayuda y enriquece enormemente.

–¿Cómo fue su experiencia en la Fedim (cuya secretaría ocupó entre 1972 y 1978)?

–Fue un baño de luz (se ríe)... que reafirmó, si eso hubiera sido necesario, mis convicciones políticas. Era raro que durmiera dos días seguidos en mi cama (en Berlín), porque un día tenía que ir a Egipto y al siguiente a Angola, o a Nepal, y otro día a Japón. Y también estuve en todos los países de lo que se llamó las sociedades socialistas, que dieron mucho a las mujeres, las elevaron en su condición, aunque debo decir, con toda franqueza, que la liberación total de la mujer es un proceso muy largo, no cambia el día que triunfe un nuevo poder, democrático o revolucionario, hay siglos de machismo, siglos de patriarcado en los hombres y en las mujeres. Para mí la emancipación de la mujer está profundamente unida a la lucha de clases, a la transformación de la realidad social, un cambio profundo en la conciencia de la gente. Y nunca me voy a olvidar de una frase de Marx que decía que el pueblo piensa como la clase dominante en términos generales. Y es así, y vencer eso, cambiar la subjetividad del ser humano es un proceso muy largo que yo, naturalmente, no voy a ver, pero en el que confío profundamente.

–¿Qué inquietudes la movilizaron para ser una de las fundadoras de la Unión de Mujeres de la Argentina (UMA)?

–Nosotros aquí desplegamos un movimiento de solidaridad muy grande con la España republicana, y constituimos por primera vez en la Argentina una organización nacional que se llamó Comité de Mujeres Argentinas por los Huérfanos Españoles, que tuvo una gran repercusión a nivel internacional. Luego se da la Segunda Guerra Mundial, ya en otras condiciones, se formó una organización de mujeres que respondía a los aliados, es decir, los países que luchaban contra el nazismo, que se llamó Junta de la Victoria, donde había una gran variedad de mujeres, de distintos niveles sociales e inquietudes políticas. Cuando termina la guerra, no había coincidencias desde el punto de vista ideológico con muchas de esas mujeres. Entonces, comenzamos a transformar, en la medida de nuestras posibilidades, aquellas comisiones de solidaridad con España y con los aliados en comités por reinvindicaciones concretas. Unas ciento y pico de organizaciones de mujeres de todo el país resolvimos crear una organización que respondiera a los intereses más apremiantes de las mujeres de nuestro pueblo, y así nació la UMA, en 1947. Yo fui, con otras compañeras comunistas, muy activa en la organización, y fui elegida en su primer congreso como secretaria general. Estuve vinculada con la UMA durante 50 años, primero como secretaria general, luego como presidenta, vicepresidenta, representante ante la Fedim, que ya tenía 200 organizaciones adheridas en el mundo.

En el año 1975, cuando yo estaba representando a la Fedim, propusimos a la ONU realizar un año de la mujer. Para mí la UMA de hoy no responde ya a aquellos objetivos, pero la verdad es que realizamos una labor muy intensa y movilizadora. Comunistas, peronistas, radicales, mujeres sin partido, integraban esa organización, y cumplió una labor muy valiosa, despertó la conciencia de muchas mujeres, se reconoció el valor de la más modesta de nuestras trabajadoras, de las mujeres rurales, de las esposas de los obreros de los ingenios tucumanos que fueron cerrados por Onganía, reclamando y luchando en la puerta de los ingenios para que no cerraran, o las esposas de los ferroviarios, cosas hermosas, la lucha contra el derrumbe de los conventillos que estaban en lo que hoy es el Hospital de Clínicas. Fueron miles de experiencias que me permitieron a mí, recorriendo el país, conocer los valores de las mujeres de nuestro pueblo.

–¿Fue difícil introducir la cuestión de género y del respeto a la diversidad sexual en la discusión partidaria?

–La cuestión de género se fue introduciendo bien en el partido y la cuestión de la diversidad sexual también. Justamente en un librito que yo hice sobre feminismo y marxismo, que se va a reeditar, quiero agregar este tema como un elemento fundamental de los derechos humanos. No se puede cuestionar la orientación sexual de nadie, porque es un irrespeto a los derechos humanos consagrados por las Naciones Unidas y en la Constitución Nacional: todos hemos nacido iguales, todos tenemos derechos iguales. Yo creo que en nuestra sociedad, justamente en los jóvenes, este tema no tiene el rechazo que tenía en mi generación. Yo me felicito de haber estado abierta a todo lo que aparecía de nuevo. Yo no creo que en el pasado estábamos mejor, como cree mucha gente. Cada etapa de la vida tiene sus características, y tengo la fortuna de haber entendido qué ocurría en cada momento de la realidad social. Puede ser que haya algunos compañeros a los que todavía les cuesta comprender esto, pero creo que ha tenido muy buena recepción de nuestro partido este respeto por la identidad sexual, el respeto por el individuo, por el ser humano, tanto es así que cuando nuestro compañero Patricio Echegaray fue legislador en la Capital Federal, su secretaria era Lohana (Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual), que provocó todo un revuelo, y después Lohana fue respetada e integrada absolutamente a la actividad de ese momento. Y ella, que es bien amiga mía, es una persona muy inteligente y está llevando adelante un proyecto con el que demuestra que las travestis no tienen por qué ser prostitutas. Ha logrado instalar un taller donde ya trabajan 30 o 40 muchachas travestis ganándose la vida trabajando allí. Y eso tiene para mí un valor imponderable.

–¿Cómo ve en este momento la coyuntura latinoamericana?

–Yo creo que Cuba está en la raíz de esos cambios tan profundos que se dan en Bolivia, en Venezuela, en Ecuador, que se avistan en Nicaragua, son cambios no de transformación social, como podría ser una revolución socialista, pero son cambios de transformación en las relaciones humanas, en el concepto de soberanía, en el rechazo a la política norteamericana de dominación de nuestro continente. Acaban de poner bases militares en Colombia, y lo de Honduras es una amenaza a la realidad política de toda nuestra América, teniendo en cuenta que por vías de los sectores más reaccionarios del gobierno estadounidense pretenden reconocer un golpe de Estado y una elección completamente inaceptable. Nosotros felicitamos que el gobierno argentino esté en la Unasur, que esté en el Bando del Sur, que se integre en esto que va a ser la unidad latinoamericana y caribeña sin la presencia de los EE.UU., eso tiene una importancia enorme para el desarrollo económico, político, social y cultural de nuestro pueblo.

La mayoría de las grandes empresas que hay en la Argentina son extranjeras, se llevan millones y millones del trabajo de nuestros obreros. Falta crear un frente de izquierda antiimperialista, democrático, que defienda la soberanía nacional, que recupere todo lo que el neoliberalismo entregó a los monopolios, nuestros ferrocarriles, nuestro petróleo, así como se recuperó Aerolíneas Argentinas, para que nuestro pueblo se incorpore también a este proceso de cambio que se está dando en América latina.

Por Verónica Engler
Fuente: Página/12

Sí a la Diversidad Familiar!
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