De nuevo los espantos de los señores de faldas largas y negras
Afortunadamente se van destapando los casos de pederastia en el seno de la Iglesia Católica, aunque sigue siendo un tema bastante tabú.
Pero hay que hacer, de nuevo una reflexión: y es que aunque sea poco a poco, los temas de abusos a seminaristas por parte de los de faldas largas y negras van saliendo, cuestan muchísimo más de salir los de muchas monjas que han sido violadas, embarazadas y contagiadas del SIDA por algunos de estos llamados hombres de dios.
Según informes que datan del año 2001 y que se pueden encontrar en Internet en varios enlaces como por ejemplo en la web del periodista y psicólogo especialista en sectas Pepe Rodríguez, se nos da detallada cuenta de que en más de veinte países, mayoritariamente africanos, la monjas son abusadas sexualmente sin que el sacerdote en cuestión tenga ningún castigo por ello.
La forma en que se siguen perpetrando estos delitos es de tal magnitud que, si todos ellos salieran a la luz nos podríamos encontrar con un problema importante a pesar del silencio sepulcral con que este asunto es tratado tanto por los medios como por la propia jerarquía de la Iglesia Católica.
Una vez más son las mujeres las que han de sufrir en sus carnes el resultado de culturas que las anulan o las convierten en simples objetos de deseo de los que se puede abusar impunemente.
Pero en estos casos la gravedad es mayor debido a la situación de estas mujeres dentro de la jerarquía católica en la que únicamente están consideradas como actoras para el cuidado y mantenimiento del orden eclesial establecido sin ninguna posibilidad de rechazo o cuestionamiento de dicho orden.
Además, al estar jerárquicamente supeditadas al mandato no sólo patriarcal y androcéntrico, sino también eclesial, su voz, en caso de alzarla, chocaría contra muros de silencio y seguramente, les impediría poder llegar hasta las últimas consecuencias en caso de denunciar por las propias reglas de obediencia debida a los superiores masculinos.
Pero no podemos olvidarnos de ellas, de sus silencios y de sus sufrimientos. No podemos quedarnos calladas las que sabemos que estos hechos ocurren, aunque, como siempre, nos dirán que son aislados.
Y es que, en mi opinión, aunque únicamente existiera un caso se tendría que llevar al responsable del mismo ante los tribunales oportunos y no permitir que se amparase en las faldas largas y negras que es lo que viene ocurriendo desde siempre.
Del mismo modo que la justicia actúa con el resto de los mortales y poco a poco vamos desenmascarando los estereotipos que pueden llegar a justificar violencias de todo tipo ejercidas contra las mujeres, del mismo modo, como decía se ha de actuar con ellos y no permitir que se amparen en sus faldas largas que son el distintivo de su invulnerabilidad como hombres por su condición de clérigos opresores.
Yo me considero una mujer anticlerical, feminista y de luchadora por los derechos humanos de las mujeres y entre ellas incluyo al colectivo de monjas forzadas a mantener relaciones sexuales no consentidas con sacerdotes que, amparados en su condición de hombres santificados han abusado de su poder con ellas y quizás después las han obligado a abortar o las han repudiado ante unas familias que por sus códigos de honor, a su vez también las han rechazado y las han dejado en una situación de máxima vulnerabilidad como madres solteras.
Si como sociedad estamos horrorizados de lo que ha venido ocurriendo con estudiantes y seminaristas forzados a mantener relaciones sexuales con sacerdotes, yo me pregunto ¿porqué lo hemos de estar menos cuando se trata de mujeres monjas violentadas también por sacerdotes a las que además en demasiados casos han dejado embarazadas y/o contagiadas del SIDA?. ¿Acaso y de nuevo su condición de mujeres las hace mas invisibles a los ojos del mundo?
Ellas también se merecen que sus desgracias sean conocidas y se exijan castigos para sus agresores.
Pero hay que hacer, de nuevo una reflexión: y es que aunque sea poco a poco, los temas de abusos a seminaristas por parte de los de faldas largas y negras van saliendo, cuestan muchísimo más de salir los de muchas monjas que han sido violadas, embarazadas y contagiadas del SIDA por algunos de estos llamados hombres de dios.
Según informes que datan del año 2001 y que se pueden encontrar en Internet en varios enlaces como por ejemplo en la web del periodista y psicólogo especialista en sectas Pepe Rodríguez, se nos da detallada cuenta de que en más de veinte países, mayoritariamente africanos, la monjas son abusadas sexualmente sin que el sacerdote en cuestión tenga ningún castigo por ello.
La forma en que se siguen perpetrando estos delitos es de tal magnitud que, si todos ellos salieran a la luz nos podríamos encontrar con un problema importante a pesar del silencio sepulcral con que este asunto es tratado tanto por los medios como por la propia jerarquía de la Iglesia Católica.
Una vez más son las mujeres las que han de sufrir en sus carnes el resultado de culturas que las anulan o las convierten en simples objetos de deseo de los que se puede abusar impunemente.
Pero en estos casos la gravedad es mayor debido a la situación de estas mujeres dentro de la jerarquía católica en la que únicamente están consideradas como actoras para el cuidado y mantenimiento del orden eclesial establecido sin ninguna posibilidad de rechazo o cuestionamiento de dicho orden.
Además, al estar jerárquicamente supeditadas al mandato no sólo patriarcal y androcéntrico, sino también eclesial, su voz, en caso de alzarla, chocaría contra muros de silencio y seguramente, les impediría poder llegar hasta las últimas consecuencias en caso de denunciar por las propias reglas de obediencia debida a los superiores masculinos.
Pero no podemos olvidarnos de ellas, de sus silencios y de sus sufrimientos. No podemos quedarnos calladas las que sabemos que estos hechos ocurren, aunque, como siempre, nos dirán que son aislados.
Y es que, en mi opinión, aunque únicamente existiera un caso se tendría que llevar al responsable del mismo ante los tribunales oportunos y no permitir que se amparase en las faldas largas y negras que es lo que viene ocurriendo desde siempre.
Del mismo modo que la justicia actúa con el resto de los mortales y poco a poco vamos desenmascarando los estereotipos que pueden llegar a justificar violencias de todo tipo ejercidas contra las mujeres, del mismo modo, como decía se ha de actuar con ellos y no permitir que se amparen en sus faldas largas que son el distintivo de su invulnerabilidad como hombres por su condición de clérigos opresores.
Yo me considero una mujer anticlerical, feminista y de luchadora por los derechos humanos de las mujeres y entre ellas incluyo al colectivo de monjas forzadas a mantener relaciones sexuales no consentidas con sacerdotes que, amparados en su condición de hombres santificados han abusado de su poder con ellas y quizás después las han obligado a abortar o las han repudiado ante unas familias que por sus códigos de honor, a su vez también las han rechazado y las han dejado en una situación de máxima vulnerabilidad como madres solteras.
Si como sociedad estamos horrorizados de lo que ha venido ocurriendo con estudiantes y seminaristas forzados a mantener relaciones sexuales con sacerdotes, yo me pregunto ¿porqué lo hemos de estar menos cuando se trata de mujeres monjas violentadas también por sacerdotes a las que además en demasiados casos han dejado embarazadas y/o contagiadas del SIDA?. ¿Acaso y de nuevo su condición de mujeres las hace mas invisibles a los ojos del mundo?
Ellas también se merecen que sus desgracias sean conocidas y se exijan castigos para sus agresores.