“Waka – Waka”, algo más que espectáculo deportivo: tráfico de mujeres, prostitución y Copa del Mundo Surafrica 2010
Desde hace ochenta años, el campeonato mundial de fútbol, en una espiral creciente de inversiones capitalistas, mercados de emociones, industrias culturales, tratos geopolíticos y tráficos legales e ilegales, concita multitudes en torno a este fenómeno deportivo que permite múltiples abordajes. El campeonato mundial de fútbol se institucionalizó en 1930 en Uruguay y ya han sido 18 las citas mundiales que se han celebrado hasta este primer evento en el continente africano. Cada uno de estos encuentros incorpora nuevos elementos instalándose en el marco de escenarios de la globalización capitalista.
Las coyunturas del desarrollo capitalista han interferido en las transformaciones de este deporte y esto se puede ver cuando el "fordismo" de las décadas de 1930 y 1940 -enfoque capitalista post crisis económica de 1929- reemplazó las condiciones técnicas iniciales por las tácticas y la sistematización de juego en equipo. El fútbol contemporáneo es uno de los principales negocios en el marco de los deportes profesionales haciendo alusión a la era del capitalismo financiero con el inmenso negocio de las marcas, la publicidad y el mundo del marketing mediático, pero también incorporando los tráficos y consumos ilegales de los tiempos de globalización.
A partir de la inauguración del campeonato de fútbol 2010 con sede en Sudáfrica millones de televidentes centraran su atención en los partidos de fútbol, mientras se ponen en paréntesis las profundas desigualdades sociales y económicas propias del mundo contemporáneo. En Colombia y a pesar de no tener representación con la selección nacional en esta cita, se concentra la atención en los encuentros de equipos extranjeros, al tiempo que se mantienen o agudizan el desempleo, la crisis política, los escándalos de corrupción, la violación a los derechos humanos entre otros, mientras los titulares de telenoticieros y de prensa escrita se dedican a la descripción de la anécdota o el gol del día, durante todo un mes.
El fútbol y el campeonato se han venido transformando en mercancía. Antes el fútbol estaba en manos de sociedades deportivas, pero desde hace varios años las sociedades deportivas fueron transformándose en sociedades anónimas, siendo ésta una de las grandes victorias del capitalismo y la propiedad privada frente a la propiedad pública. Son muchos los intereses que confluyen alrededor del fútbol y más si se trata de un campeonato mundial, por aquí desfilan los propietarios de los clubes, empresas deportivas, empresas publicitarias, los medios de comunicación y hasta los jugadores de fútbol que tejen alianzas con marcas deportivas y obtienen jugosas ganancias por publicidad.
Entonces, las mayores ganancias y el mayor rendimiento de un encuentro de masas cómo es el campeonato mundial de fútbol tienen un carácter privado. Por ejemplo, la audiencia de los partidos finales del Mundial de Fútbol de Alemania 2006 llegó a los 33.000 millones de telespectadores, por lo que la FIFA obtuvo ganancias de 1.800 millones de dólares procedentes de proveedores y de derechos de televisión, destacándose así el carácter privado del aprovechamiento de los resultados de un fenómeno que agrupa a millones de personas, hecho que caracteriza la esencia del capitalismo: algo sucede por obra de muchos, pero son unos pocos quienes se lucran y de modo desorbitado.
El campeonato mundial de fútbol resulta ser un multimillonario negocio que mueve 500.000 millones de dólares anuales y este año esta en un país con el 40% de desempleo y en donde más de la mitad de la población vive con menos de un dólar al día. La mayoría de la población desempleada plasmó sus ilusiones en la creciente industria del turismo que se preparó para recibir a los miles de aficionados al fútbol. Pero las menos beneficiadas en este país por la coyuntura futbolera son las personas que viven por debajo del nivel de pobreza y que son la mitad de la población. Es bien sabido que la industria turística ofrece trabajos temporales y mal pagados, además la organización del trabajo en el turismo fortalece las configuraciones y categorías sociales que excluyen a los sectores marginales de la sociedad. Las jerarquías de raza, género, edad y clase se postran en la línea discriminatoria para la asignación de trabajos en el sector turístico.
La pobreza extrema, la prostitución y la trata de mujeres son algunas de las caras ocultas tras el mundial de fútbol en Sudáfrica, cara que se ha querido ocultar tras campañas que el Gobierno sudafricano adoptó para “barrer” a mendigos y prostitutas de las calles de las principales ciudades. El Gobierno sudafricano ejecutó el mensaje de un inspector de la FIFA, cuando declaró ante la prensa que los espectadores no desean ver “chabolas y pobreza” en la televisión. La principal tarea de la FIFA es abrir mercados, y el país organizador, en este caso Sudáfrica, debe cederle los derechos para todo, desde la publicidad y el mercadeo, hasta el control de los espacios que rodean los estadios, convirtiéndose la FIFA en una especie de estado soberano en los estadios en donde se juegue el mundial.
Cada cuatro años se pone en juego una multimillonaria suma de dinero de negocios lícitos pero también una incalculable suma fruto negocios ilícitos, cómo es la prostitución unida a la trata de mujeres. El mundial de fútbol de Alemania 2006 marcó la conexión entre el fútbol y la compra de sexo. Junto al alcohol Alemania se preparó para “vender”, “ofrecer” otro “producto” de manera abierta: mujeres. Para entrar a tono con los requerimientos de esta industria capitalista, Alemania a cuenta de su campeonato mundial en 2006, legalizó la industria sexual. Entre los millones de personas que viajaron a Alemania durante la copa mundial de la FIFA 2006, muchas de ellas entraron a ese país en contra de su voluntad, mujeres jóvenes, niñas y niños víctimas del tráfico humano para la explotación sexual procedentes de países pobres de África y Europa oriental.
En las principales ciudades alemanas se inauguraron cientos de megaburdeles. Por ejemplo en Berlín, a pocos metros de la conocida puerta de Brademburgo, miles de personas visitaron la llamada “Milla del Fanático”, un gran corredor formado por tiendas dotadas de pantallas gigantes y que se caracterizó por la venta de cerveza y otras sustancias y por la afluencia de turistas a prostíbulos de diferentes clases. En esta ciudad se construyó un megaburdel de 3.000 metros cuadrados, muy cerca del principal estadio del mundial, el cual se daba el lujo de reportar que llegó a albergar hasta 650 clientes simultáneamente. No fue exagerado el nombre de “Ciudad del sexo” que adoptó por estos días Berlín.
Más de 40.000 mujeres se necesitaron para satisfacer la demanda de los burdeles adicionales que se instalaron, y más de la mitad de ellas fueron engañadas con falsas promesas de empleos temporales o directamente raptadas de sus países de origen, convirtiéndolas en esclavas sexuales. A los pocos días de la inauguración de Alemania 2006, las autoridades empezaron a recibir llamadas de mujeres que denunciaban situaciones de esclavitud sexual y solicitaban ayuda, fueron varios los centros médicos y clínicas alemanas que atendieron a mujeres víctimas de violaciones múltiples y otros malos tratos. Diferentes testimonios de mujeres procedentes de países pobres que llegaron a Alemania denunciaron que fueron obligadas por proxenetas a tener sexo con grupos enteros de hinchas.
Varias organizaciones de carácter social y civil denunciaron el aumento del tráfico humano con fines sexuales durante el mes que duró el campeonato de fútbol en Alemania. Una organización internacional feminista “Coalición Contra el Tráfico de Mujeres” lanzó una campaña mundial para protestar contra la promoción y el despliegue público de la prostitución en Alemania durante el mundial. La asociación de fútbol sueca fue presionada para que su selección se retirara del mundial, entendiendo que Suecia tiene un rígido historial en materia de restricción a la prostitución, ya que este país a finales de la década de los noventa penalizó no sólo la prestación de servicios sexuales, sino también, y de manera más severa, la compra y distribución de éstos, todo después de una prolongada campaña feminista respaldada por muchas parlamentarias.
A pesar de las diferentes y diversas demandas por parte de la sociedad y organizaciones de carácter feminista, el Gobierno alemán mantuvo la despenalización junto con las consecuencias que ella trajo. En el contexto de demandas y denuncias se criticó la frialdad de la FIFA cuando se le solicitó que pusiera información en su página web sobre la prostitución forzada con el objetivo de sensibilizar al público. Voceros de selecciones como la inglesa mostraron una indiferencia total frente al tema, en varias ocasiones declararon que el tema de las mujeres y trata de mujeres no era de su incumbencia diciendo que “las mujeres no nos importan”. Los mundiales de fútbol resultaron ser la oportunidad para cambiar las leyes, no podemos perder de vista que cualquier país que desee organizar una copa del mundo debe someterse a la autoridad de la FIFA, lo que incluye cambios en la legislación.
El campeonato mundial de fútbol en Sudáfrica tampoco se escapó de requerimientos de esta índole. La FIFA presionó al Gobierno sudafricano para que despenalizara la prostitución, argumentando que los seguidores del fútbol estaban considerando ir o no a Sudáfrica por temor a ser contagiados con el virus del sida, y que la solución alemana: la construcción de megaburdeles en zonas claves de las ciudades surafricanas, era la solución. Recordemos que lamentablemente Sudáfrica ocupa el primer lugar con personas contagiadas con el virus, de aproximadamente 48 millones de habitantes, 6 millones viven con el virus. El diario británico “The Guardian” justificó la relación fútbol-sexo, en un informe en el que exige legalizar la prostitución en Sudáfrica al menos durante el tiempo que dure el mundial, ya que los eufóricos seguidores corren el riesgo de contraer VIH, si no se regula el mercado sexual.
Ejercer la prostitución en Sudáfrica sigue siendo un delito tipificado en el que las trabajadoras sexuales deben pagar exorbitantes sumas de dinero por multas, mientras proxenetas y traficantes siguen lucrándose con incalculables ganancias; por algo la trata de humanos actualmente está considerada como uno de los negocios del capitalismo criminal más grandes del mundo. El tráfico de mujeres hacia el mercado sexual sudafricano ha aumentado vertiginosamente por el incremento del turismo sexual en torno al mundial. Estudios de la investigadora zambiana Merad Kambamu, revelan denuncias y pruebas de la creciente desaparición de mujeres jóvenes y niñas de toda la región que aparecen en burdeles y casas de masajes en las grandes ciudades de Sudáfrica. Silvia Mahumane, vocera de la policía de Maputo, declaró la existencia de redes que se dedican al tráfico de mujeres vendiéndolas a 670 dólares cada una.
El espacio del fútbol se ha venido configurando cómo un espacio socialmente construido para los arquetipos de la masculinidad del capitalismo patriarcal, en el que se permiten manifestaciones que no se mostrarían ni aceptarían en otros espacios, como es pagar por sexo. Por ello, resulta repugnante la naturalización que se hace de la relación entre compra de servicios sexuales y fútbol, arguyendo que los fans no sólo muestran una insaciable sed de fútbol y alcohol, sino que también demandan sexo pagado para saciar su viril fanatismo. Así queda demostrado el espectacular triunfo del capitalismo patriarcal que penetra los más íntimos deseos del consumo personal.
Vemos entonces que la imagen femenina y el cuerpo de las mujeres se usa cómo mercancía. La prostitución y su conexión con la trata de mujeres se mueve alrededor de estos acontecimientos deportivos en el marco del capitalismo patriarcal, mezcla de proxenetismo y explotación humana que ofrece sexo al por mayor junto al estadio. La celebración de grandes eventos deportivos como es un mundial de fútbol, lleva asociadas agresiones sexuales a las mujeres u otras formas de violencia de género como es la prostitución hasta un extremo que reclama una seria reflexión.
* La autora es licenciada en Ciencias Sociales –
UPN. Docente de Ciencias Sociales del Colegio Entre Nubes IED.
Integrante del Equipo de Trabajo Viento del Sur.
Fuente: Rebelión