agosto 26, 2010

Colombia "Feminismos y experiencias trans"

Los puentes entre el feminismo – como movimiento y como teoría – y las reivindicaciones de los hoy denominados ‘movimientos LGBT’ son inestables y se tienden en medio de conflictos. En el caso del feminismo y los movimientos y experiencias transgeneristas, transexuales e intersexuales, los conflictos no son callejones sin salida, sino que representan posibilidades productivas para una y otra parte.

En entrevista con el CLAM, la antropóloga, Andrea García Becerra, ella misma transexual, habla de estas relaciones tomando como punto de partida su tesis de maestría sobre mujeres transgeneristas en Bogotá.

¿Cuáles son las relaciones entre las prácticas políticas de los movimientos de gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas y las teorías feministas?

Podríamos señalar convergencias y contribuciones del feminismo a estos movimientos. Las teorías feministas hicieron un aporte fundamental a las luchas políticas de gays, lesbianas, ‘trans’ y bisexuales, con su crítica a la heterosexualidad obligatoria, entendida no sólo como práctica sexual sino, como Monique Wittig propone, como una estructura institucional, cultural y normativa.

Las críticas feministas también han nutrido las prácticas políticas de estos movimientos sexuales al cuestionar la naturalización de las identidades sexuales y de género, de los cuerpos, de las estéticas y de los roles sexuales. Para los movimientos y experiencias asociadas al transgenerismo, la transexualidad y la intersexualidad, la crítica del binarismo sexual ha sido fundamental.

Con el feminismo radical de los años setenta, en consignas como ‘lo personal es político’, vemos cómo el feminismo ha permitido politizar el cuerpo, los deseos, la sexualidad y poner en el debate público asuntos que se consideraban personales, privados y sin relación con las instituciones sociales. Esa politización también ha sido importante para los movimientos LGBT y de manera especial para las personas trans, que reivindicamos la autonomía en la construcción de nuestros cuerpos.

¿Cómo son apropiadas las teorías feministas en los movimientos LGBT?

Creo que en los contextos de la militancia gay los aportes del feminismo no son muy reconocidos. Quizá son las mujeres lesbianas quienes han dialogado de forma más directa con el feminismo, puesto que han desempeñado en él un papel protagónico; sobre todo en el feminismo contemporáneo, aunque también en el de los años setenta y ochenta. Varias mujeres lesbianas y movimientos lésbicos se identifican como feministas.

Por su parte, los espacios trans colombianos están distanciados del feminismo. Pocas veces se identifican en esos escenarios iniciativas de apropiación o de interés por las teorías feministas. En ocasiones el feminismo es visto como una teoría y una práctica política que está suscrita, únicamente, a las experiencias de mujeres ‘biológicas’ y heterosexuales. Las experiencias trans y las reivindicaciones de las mujeres feministas entran incluso en conflicto frecuentemente.

Sin embargo, creo que las teorías feministas tienen mucho que aportar a los procesos de construcción de cuerpo y de identidad trans, así como a las experiencias que se sitúan por fuera de ciertas normas de asignación de sexo y de género. La teoría feminista también es una teoría política sobre la construcción de los cuerpos y, en esa medida, permite abordar las experiencias trans, las intervenciones corporales, los cambios en el sexo y en el género. Esto ha sido señalado por autoras clásicas y contemporáneas.

En tanto las ‘experiencias trans’ están en la búsqueda de una autonomía sobre el cuerpo y sobre la construcción de las identidades, tienen un fuerte sustrato o ‘intuición’ feminista.

No obstante, existen prácticas trans que chocan con postulados feministas. Nuestras búsquedas como mujeres trans en ocasiones reproducen modelos de género que el feminismo viene cuestionando desde hace muchos años y que se ven reflejados en cánones estéticos, cánones éticos y cánones corporales. Las personas trans a veces reivindicamos una imagen ‘trasnochada’ o ‘políticamente incorrecta’ de ser mujer, cuando asumimos la imagen de la mujer ‘entaconada’, con grandes tetas y con cuerpos construidos para el deseo masculino.

Sin embargo, pese a que la obsesión por encarnar el canon reproduce la norma, es necesario entender que también es una estrategia de supervivencia en un contexto marcado por el binarismo sexual y de género.

¿Cómo afecta esa tensión a las ‘experiencias trans’ y al feminismo?

Considero importante reconocer el carácter productivo de este choque a nivel político: genera procesos críticos de un lado y de otro. Esto lo digo desde mi propia experiencia como mujer trans feminista, yo me siento atraída por modelos hegemónicos de lo femenino respecto a los roles, las estéticas, los cuerpos, las relaciones sociales y el parentesco; pero para las mujeres transexuales esos modelos no tienen el mismo sentido que tienen para las ‘mujeres’ a secas. Esta cuestión sugiere que tales experiencias de lo femenino no son reproductoras o transgresoras del modelo en sí sino que configuran un espacio de tensión.

Si ciertas prácticas de femineidad son a la vez opresoras para muchas mujeres y liberadoras para nosotras, esto se debe a que se inscriben en proyectos políticos de autonomía sobre el cuerpo diferentes. En todo caso creo que es simplista concebir de manera anticipada las experiencias trans como esencialistas y reproductoras del modelo o como transgresoras del mismo, justamente porque se mueven en ambas direcciones. Este es un espacio de tensión donde se recrean esas contradicciones entre la reproducción y la trasgresión, entre la crítica y la actualización de esquemas jerárquicos.

El feminismo me parece un campo tan amplio y tan autocrítico que incluso esta contradicción tiene cabida. Precisamente, mi reflexión y mi experiencia como mujer trans y feminista se centra en esa tensión, que es productiva teórica y políticamente. Esta mirada sobre la experiencia trans se relaciona con voces feministas disidentes con respecto al feminismo canónico, que cuestionaron algunos de sus principios básicos, como la universalidad de la categoría ‘mujer’. Pienso esto a propósito de los postulados de feministas negras, feministas lesbianas, feministas indígenas, feministas mestizas, de la frontera o, más contemporáneamente, de las feministas prostitutas y de las actrices porno. Ellas han hablado desde otros lugares, haciendo preguntas y críticas al feminismo eurocentrado, nortecentrado, blanco y de clase media, que también ha impuesto cánones epistemológicos, éticos y estéticos.

Esto también nos recuerda la relación que estableció en algún momento el feminismo canónico con las mujeres del ‘tercer mundo’, o con las prostitutas, a quienes consideraba víctimas del patriarcado a las que era preciso salvar. Sin embargo, desde esos lugares de ‘dominación’ se llevaron a cabo acciones y se emitieron discursos críticos feministas que hicieron grandes aportes. Por esto, creo que en el feminismo hay lugar para pensar la experiencia trans con esa tensión entre reproducción y transgresión del modelo.

¿Cómo se articulan agendas políticas entre movimientos y experiencias LGBT y movimientos feministas?

La articulación entre estos movimientos ha sido evidente en el caso de mujeres lesbianas y mujeres feministas quienes se han movilizado en torno a asuntos como la despenalización del aborto. Este ejemplo nos permite preguntarnos si son posibles alianzas con el feminismo que vayan más allá de una ligazón a la condición de mujeres.

En lo que atañe a alianzas entre ‘las feministas’ y sectores LGBT que consideren a los grupos y ‘personas trans’, es necesario recordar que las luchas de las personas transexuales, trasgeneristas e intersexuales no siempre han estado acompañadas por el movimiento hoy llamado LGBT.

El movimiento feminista y su teoría tienen una visión más holística, más amplia del cuerpo y de la sexualidad. De hecho, considero que las feministas se han preocupado por incluir en sus agendas temas de diversidad sexual más de lo que se han preocupado los movimientos LGBT por incluir en las suyas temas de género. En las agendas políticas LGBT están ausentes temas como el aborto, la píldora del día después o la violencia contra las mujeres.

Es notable la insularidad de algunas luchas y la limitación de agendas muy específicas. Creo que en Colombia hace falta más diálogo entre los movimientos LGBT y otros movimientos sociales, no sólo el feminista. Vale la pena pensarse como un conjunto ‘excéntrico’, en el sentido planteado por Teresa de Lauretis, es decir, identificarse con proyectos más amplios, con otros grupos que también han sido marginados. Si los sectores LGBT dialogan poco con los movimientos de mujeres mucho menos lo hacen con poblaciones negras, indígenas o sectores populares.

¿Cómo ve el debate clásico sobre el sujeto político del feminismo respecto a la experiencia trans?

Lo primero que podría decir es que no hay un vínculo automático y directo entre las experiencias de ‘mujeres trans’ y las de mujeres feministas, así como tampoco hay una vinculación automática entre mujeres y feminismo, ni tiene por qué haberlo.

Para empezar, no tenemos la autoridad para decirle a las mujeres feministas que nos acepten en sus espacios políticos simplemente porque somos ‘trans’, por tomar hormonas, por ponernos tetas o por usar tacones. Si bien ese es un vínculo posible, y para algunas deseable, en todo caso necesita mediaciones. Es necesario pensar que esa articulación debe pasar por filtros críticos que nos permitan establecer alianzas como sujetos políticos y como personas. Cabe decir, además, que también es necesario establecer espacios de autonomía para ambos grupos. En algunos espacios las ‘mujeres trans’ queremos conversar entre nosotras, no queremos a gays, ni a sexólogos, ni a feministas, ni a etnólogas... Y eso no es excluyente, como a veces se afirma. Es una necesidad de buscar espacios autónomos.

¿Qué le aportan las experiencias trans al feminismo?

Las experiencias trans son un ejemplo encarnado de muchos de sus postulados, como “una no nace mujer, una llega a serlo”, ‘lo personal es político’ o ‘mi cuerpo me pertenece’. También encarnamos de forma explícita la máxima fundante y vigente del feminismo que Simone de Beauvoir propuso en 1949 en el Segundo Sexo: “Ningún destino biológico, síquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana”.

Además, hacemos contribuciones a debates centrales del feminismo, porque el feminismo se nutre de debates y de críticas que surgen en su interior y en su exterior. Considero que el feminismo es una práctica autocrítica y las ‘experiencias trans’ le aportan algo central: problemas, conflictos y malestares en el género.



Fuente: Clam

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