agosto 30, 2010

Donde la equidad no se conoce

La investigación 'Las mujeres rurales en el país según datos censales' fue realizada por Cristina Biaggi y Cecilia Canevari en el marco de un estudio más amplio de la Secretaría de Agricultura de la Nación y está focalizada en mujeres de sectores pobres que viven en zonas rurales de Argentina. Sus resultados fueron presentados en diciembre del 2009 en Buenos Aires durante el encuentro 'Debates Actuales en torno al tema de género y pobreza', organizado por el Observatorio de Género y Pobreza -un proyecto de la Asociación Civil Nueva Ciudadanía-, que en este caso contó con el apoyo de la Universidad Nacional de San Martín, y que contó con el apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA).

Una de las características de la vida de estas mujeres es la ambigua distancia entre el trabajo productivo y el reproductivo y doméstico, debido a que el primero suele realizarse en el mismo espacio físico que los otros. Y esto se liga a la percepción que tienen de la tarea productiva: consideran que lo que hacen no es trabajar sino 'ayudar' en la economía familiar.

En relación al trabajo doméstico, se caracteriza por las dificultades de acceso a servicios básicos como el agua y la energía (leña), lo cual implica mayor inversión de tiempo y esfuerzo para procurárselos. Otro aspecto diferencial con las mujeres urbanas son los recursos destinados a la producción de alimentos, que en las ciudades se obtienen en el mercado.

Muchas también invierten gran cantidad de horas como trabajadoras asalariadas (jornaleras, trabajadoras domésticas, en el comercio y la administración pública), pero no son reemplazadas dentro del hogar, con lo cual el tiempo invertido en esta tarea va en detrimento del descanso y el ocio. El promedio de trabajo productivo, reproductivo y doméstico es entre 16 y 18 horas pero, advierten las investigadoras, 'las mujeres tienen una escasa valoración de su trabajo y no advierten realmente la cantidad de horas que trabajan. Ellas no consideran que todo lo que realizan es `trabajo''.

Si bien el aporte que hacen a los ingresos familiares (no sólo como productoras) es significativo, y sus actividades de autoconsumo garantizan la seguridad alimentaria del grupo, tienen muy baja participación en la toma de decisiones y, si lo hacen, es fundamentalmente sobre el destino de los animales pero no de la tierra.

Otro aspecto ligado a la invisibilización de la tarea que realizan es que el 66% aparece como 'inactiva' en los censos, lo cual sería una muestra de un sesgo de ocultamiento de la información vinculado a la forma en que se pregunta y a cómo se perciben ellas mismas. Por ejemplo, si viven con algún hijo o padre no se consideran jefas de hogar, lo cual da un porcentaje de jefaturas de hogar femeninas rurales más bajo que en de las ciudades.

Estos hogares comandados por mujeres (por migración temporal o permanente del cónyuge) son justamente los más vulnerables dentro del sector rural y esto también vinculado a un tema de género: por su doble rol como responsables de la reproducción del grupo y de productoras, las mujeres no siempre tienen tiempo y disponibilidad para ocuparse de las actividades que generan ingresos. A la vez, tienen poca experiencia en el liderazgo de la gestión de las tierras y pocas posibilidades de acceso al crédito. Finalmente, el poco poder de decisión sobre los recursos (aún con el cónyuge ausente) debilita el proceso productivo.

Todas estas razones permiten comprender la fuerte migración femenina que existe en estas zonas. Según el Censo de Población del año 2000, las mujeres son el 47% de habitantes en el ámbito rural, mientras que ascienden al 52% en las ciudades. Para las investigadoras hay que pensar al menos en dos razones, y seguir profundizando los estudios: las pocas opciones laborales y la mayor dificultad para llevar adelante el trabajo doméstico.

Frente a este panorama, la investigación detalla algunas propuestas para promover la equidad de género en el sector: visibilizar a este grupo de mujeres en las estadísticas, observar la diversidad (por edad, etnia, niveles de educación, etc); promover la participación en las organizaciones del sector, la capacitación con enfoque de género a través de políticas públicas, el trabajo asalariado fuera del predio y el acceso al crédito; diversificar las actividades de autoconsumo entre otros/as integrantes de la familia; mejorar en general la legislación para el sector incluyendo a las mujeres; regularizar la titularidad de la tierra; promover el acceso a salud y educación contemplando la diversidad cultural; y promover en general las condiciones de vida para ver si es posible detener la migración,

A la vez, señalaron que deben considerarse tres temas fundamentales cuando se habla de mujeres rurales: el momento del ciclo de vida en el que están, de tal forma de intervenir con políticas específicas según la cantidad y edad de hijas/os; si ocupan la jefatura del hogar; y las cualidades de la migración joven.

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Fuente: Artemisa Noticias

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in