¿Quién protege a las protectoras?
La defensa de los derechos humanos de las mujeres afganas que vivían bajo el régimen talibán fue uno de los argumentos que la administración de Georges W. Bush utilizó para declarar la guerra a Afganistán el año 2001. El burka fue presentado como sinónimo de opresión y el mensaje fue repetido hasta la saciedad en la mayoría de medios de comunicación occidentales. Una vez terminada la guerra, la vigente falta de derechos de las mujeres afganas ha perdido visibilidad en las páginas de la actualidad.
En este contexto, el pasado 29 de mayo, la versión electrónica del diario El Mundo publicaba un reportaje del blog de Mònica Bernabé, donde describe las dificultades de las mujeres soldado para llevar a cabo su trabajo en relación con las necesidades de las mujeres afganas y, también, la integración y la desigualdad de condiciones de facto de las mujeres dentro de un mundo marcadamente masculino como es el Ejército.
Destacan cuatro aspectos positivos:
- El reportaje pone de manifiesto la desigualdad de condiciones entre hombres y mujeres dentro del ejército estadounidense:
Las tres chicas [marines] estaban alojadas en una tienda de campaña ocupada totalmente por hombres, excepto un rincón minúsculo, separado con dos tablas de madera, que se había reservado para ellas. Para llegar hasta allí, las jóvenes tenían que pasar cada vez por delante de las camas de todos los chicos, un total de veinte. - Pese a no profundizar en ello, la periodista hace referencia explícita al elevado peligro de agresión sexual al que están sometidas las mujeres soldado a manos de sus compañeros por el hecho de ser mujeres.
Sarah es una chica grandullona, de 1,70 metros de altura, que va a todas partes con un fusil colgando de la espalda, y también un cuchillo en la cintura. “Nos han dado un cuchillo a todas las mujeres marines como autodefensa”, me explicó, dejando claro que, de quien se tiene que proteger, no es de los talibán de fuera de la base, sino de sus compañeros marines del interior del campamento.
Así, en un contexto de alta violencia, las mujeres soldado tienen un posible enemigo más a combatir mientras hacen su trabajo, que no es el mismo contra el que luchan comúnmente sino que se trata de aquellas personas con quien conviven, confían y trabajan en tareas donde, a veces, se juegan, literalmente, la vida. Es necesario decir que el lugar donde se pueden producir las agresiones es la base de operaciones, el lugar donde habitan y que, supuestamente, resguarda las y los soldados de la amenaza exterior. Así, el compañero soldado en el exterior se convierte en una amenaza potencial en el interior del recinto de la base de operaciones. - En un segundo plano, el reportaje vuelve a poner de actualidad la falta de libertades de las mujeres afganas:
En Afganistán, y más aún en una zona rural como Marjah, es impensable que una mujer se deje ver o hable con un hombre que no sea de su familia, con lo que es imposible que un hombre militar y extranjero pueda conversar nunca con una mujer afgana.
“Cuando un hombre traduce”, explica [la teniente Kronschnabel], “un varón de la familia de las mujeres quiere estar presente durante la conversación para no dejarlas solas con un desconocido, y entonces quien acaba hablando es el hombre y no ellas”. - El reportaje informa de que la precariedad de derechos de las mujeres afganas ha obligado al ejército estadounidense a trasladar tropas femeninas en zonas rurales de Afganistán por su expresa condición de género, pero tal como se ha mencionado, las mujeres soldado no disfrutan tampoco del mismo grado de libertades reales que sus compañeros varones, por el hecho de ser mujeres.
Casi la totalidad de las tropas norteamericanas que se encuentran destacadas en Marjah son hombres, pero desde hace dos meses también hay cuarenta mujeres marines que conforman los denominados equipos de contacto femenino (…) El objetivo de dichos equipos, detalla [la teniente Kronschnabel], es relacionarse con las mujeres afganas para “saber cuáles son sus necesidades”.
El reportaje enfatiza las contradicciones entre un ejército que traslada unidades femeninas para contactar con las mujeres afganas y conocer sus necesidades y, a la vez, la amenaza de los propios soldados contra sus compañeras cuando la misión común y compartida de todos ellos es la de proteger la población.
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Fuente: Omad- cav