noviembre 11, 2010

Colombia "Heterosexualidad y nación"

La heterosexualidad, más que una orientación sexual entre otras, es un régimen de poder que actúa en todas relaciones sociales y que atraviesa la economía, la lógica jurídica, los discursos públicos y la cotidianidad de las personas. Los postulados de Monique Wittig y Adrienne Rich, que arrojan nueva luz sobre temas clásicos de las ciencias sociales como la construcción de las naciones, orientaron el trabajo de Ochy Curiel sobre el régimen heterosexual y la construcción de la nación colombiana en el proceso constitucional que dio origen a la Carta de 1991.

Ochy Curiel es Magíster en Antropología y directora de Posgrados de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. Su labor como activista se inscribe en el feminismo afrolatinoamericano y caribeño, el feminismo lésbico y en la corriente autónoma. Ha investigado sobre las estrategias de grupos de mujeres negras en Brasil, Honduras y República Dominicana contra el racismo y el sexismo. En entrevista con el CLAM habla sobre su investigación “La heterosexualidad como régimen político y la construcción de la nación colombiana”.

¿Cómo entiende la categoría ‘heterosexualidad’ en su trabajo?

Abordar la heterosexualidad desde los aportes de Monique Wittig y Adrienne Rich, las principales autoras que han teorizado al respecto, nos permite entenderla como un régimen político. Esto supone un salto teórico y político que consiste en pasar de pensar la heterosexualidad como una práctica sexual normativa a entenderla como un régimen de poder que actúa en todas las relaciones sociales: la economía, la lógica jurídica, los discursos públicos, las formas cotidianas.

Partiendo de este marco teórico entiendo que la heterosexualidad está relacionada no sólo con un universo al que podemos llamar ‘sexual’, sino con aspectos más amplios de las relaciones de poder. En este sentido, la heterosexualidad aparece en la definición de la representación política, en la distribución del poder, en la división sexual del trabajo y en las representaciones sociales sobre lo que mujeres y hombres son en una sociedad y en sus relaciones.

La heterosexualidad está sostenida por una ideología: la diferencia sexual. Es decir, la concepción naturalizada de que existen hombres y mujeres. Evidenciar esta ideología supone entender que estas categorías son construcciones históricas que tiene consecuencias materiales en diversos aspectos de la vida de las personas.

Esta posición invita a entender la heterosexualidad desde una perspectiva diferente a la propuesta por algunos paradigmas contemporáneos que la ven como una expresión más en el universo de lo que se llama la ‘diversidad sexual’, incluso si se la considera hegemónica y normativa. Es distinto entender la heterosexualidad como régimen político.

En su trabajo relaciona la heterosexualidad con la construcción de la nación, particularmente en el proceso de reforma constitucional colombiana de 1991. ¿Qué la llevó a abordar este tema?

Escogí trabajar sobre la nación porque en Colombia percibí una fuerte presencia, tanto en el imaginario social como en las prácticas cotidianas, de discursos sobre la construcción de nación. A pesar de esto, los estudios feministas colombianos han trabajado poco sobre esta materia.

Me concentré en la Constitución de 1991, tanto en el texto como en su proceso de formulación, porque quería abordar algo en lo que se reflejara la nación de modo más concreto para interrogarla con preguntas relacionadas con la heterosexualidad.

La Constitución de 1991 es central en la representación contemporánea de la nación colombiana y es un hito muy importante, no sólo para Colombia sino para América Latina en general, ya que se inscribe en un contexto regional de reformas constitucionales. Es una Constitución paradigmática en la región.

La Constitución de 1991 es un texto jurídico-político que legitima una transformación fundamental: la sustitución de la lógica de la nación mestiza por la de la nación multicultural, cambio que merece un análisis cuidadoso. Por otro lado, en la Constitución se definen temas e instituciones fundamentales para entender la heterosexualidad como régimen político y como elemento fundamental de la nación, entre los cuales están la familia, la pareja y el matrimonio. Este documento también prescribe concepciones de mujer y de hombre, así como definiciones sobre la reproducción y la descendencia, la herencia y la propiedad. Fue prducto de la hegemonía de grupos sociales, cuya visión ha sido históricamente racista, heterosexista y clasista.

Su trabajo se sitúa entre dos campos de conocimiento. Por un lado, disciplinas que profusamente han investigado sobre la nación, como la antropología y la historia, pero que no han abordado la heterosexualidad como una categoría útil para entenderla. Por otro lado los estudios feministas, que en ocasiones consideran esta categoría, pero que se han preocupado poco por abordar la construcción de la nación ¿Cómo emprendió ese desafío?

Habría que empezar diciendo que para quienes se ocupan de problemas que ocurren ‘dentro’ de la ‘nación’, ésta aparece naturalizada, es algo que no se cuestiona, está dada. La nación pareciese una obviedad, igual como se asume la democracia. Haciendo eco de la obra de Benedict Anderson, es preciso tener en cuenta que la nación es una comunidad imaginada. Es una construcción con una historia y tiene efectos materiales.

Muchos de los estudios de género y feministas se concentran en las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, y en ese análisis suelen dejar de lado el contexto donde suceden esas relaciones. Es necesario analizar ese contexto, la nación, desde perspectivas feministas considerando las relaciones entre hombres y mujeres, cuáles son los fundamentos ideológico-políticos que legitiman estas rlaciones. Esto implica entender la diferenciación sexual como resultado de un proceso histórico y no como un hecho dado.

Sobre el otro campo en cuestión, cabe resaltar que la heterosexualidad no ha sido un tema abordado con frecuencia por la antropología, no sólo en sus explicaciones sobre la nación sino a nivel general. Las ciencias sociales han dejado de lado los aportes de las feministas lesbianas, y muchas feministas lesbianas piensan que esos aportes sólo son útiles para el activismo, pero no para la teoría social.

En mi trabajo me propuse presentar esos aportes del feminismo lésbico como teoría para las ciencias sociales. Quería ayudar a tender puentes entre antropología y feminismo lésbico.

¿Cómo se relaciona la heterosexualidad con la construcción de la nación en su análisis?

Usando argumentos de Adrienne Rich y particularmente de Monique Wittig, entiendo que hombres y mujeres han sido construidos históricamente como seres sexuados y como clases, es decir, como grupos relacionados con medios de producción, con recursos y con poder; cuestiones fundamentales para entender la división sexual del trabajo.

En el proceso constitucional y en el texto de la Constitución busqué elementos claves de la ideología de la diferencia sexual relacionados con temas antropológicos como la familia, la pareja, el matrimonio y la nacionalidad. A pesar de la diversidad de formas que asume la familia, en la Constitución de 1991 ésta es entendida bajo la forma de familia nuclear, es decir, a partir de la unión de un hombre y una mujer a través del matrimonio. El matrimonio es un vínculo legitimado tanto por la Iglesia como en el ámbito jurídico. A esa institución heterosexual se le atribuye el lugar legítimo para organizar la solidaridad económica y con ella varios temas relacionados con la propiedad y el bienestar social.

Por otro lado, me interesé en indagar acerca de las concepciones de ‘hombre’ y ‘mujer’, los momentos en los que son mencionadas de forma diferenciada en el texto constitucional. Generalmente estas dos categorìas aparecen unidas y complementadas en torno a la reproducción, el matrimonio y la familia. También están presentes cuando se tocan temas relacionados con la igualdad. En ese sentido, vale la pena observar para qué temas específicos es invocada la ideología de la diferencia sexual.

En trabajos posteriores me gustaría profundizar la relación poco considerada entre el cambio de paradigma de la nación mestiza (y homogénea) a la nación multicultural y sus efectos en la vida de las mujeres. Me interesa problematizar cómo ciertos procesos de ‘re-etnización’ y de conservación de la cultura que trae consigo el multiculturalismo provoca que las mujeres sean las que fundamentalmente llevan el peso de la identidad y representación cultural a través de la lengua, los trajes y la preservación de las tradiciones, mientras que los hombres representan políticamente los grupos que ostentan esa etnicidad. Esto hay que analizarlo desde la política de Estado, pero también desde las políticas identitarias de los movimientos étnicos. En ese fenómeno el régimen heterosexual es fundamental para entender esas nuevas dinámicas y relaciones.

¿Cómo interviene la heterosexualidad en el acceso a la nación y la ciudadanía?

En primer lugar, ‘ciudadanía’ es una categoría que tampoco es natural y que merece ser problematizada. Para el momento en que la Corte Constitucional emitió sus últimos fallos sobre parejas del mismo sexo, en lo legal había una estrecha relación entre matrimonio, pareja heterosexual y acceso a ciudadanía y a ciertos derechos. A pesar de los cambios legales que se han dado en Colombia a este respecto aún persiste el privilegio de la institución del matrimonio como mediadora de derechos y sobre todo de organización de la vida colectiva, así como de dificultades de acceso al trabajo y a la salud, por ejemplo.

Los derechos asociados a la migración y la situación misma de migrar son un ejemplo claro de la heterosexualidad como fundamento de acceso a la nación. Algunos trabajos sobre lesbianas migrantes, como los de Norma Mogrovejo y Camila Esguerra, muestran las limitaciones que encuentran las lesbianas para acceder a la ciudadanía. Muchas veces ellas ‘resuelven’ esa falta de acceso a partir de la lógica heterosexual, acudiendo a una unión legitimada legal y socialmente que les concede derechos.

Ser parte de la nación significa ser heterosexual o inscribirse en esa lógica. Más que un comportamiento sexual, es un régimen polìtico. En ese sentido, aunque el matrimonio y el reconocimiento de las uniones homosexuales y lésbicas son una importante ganancia a nivel práctico para muchas y muchos activistas, para acceder a derechos, siguen situándose en la lógica de la heterosexualidad y continúan reforzando la naturalización y el privilegio del vínculo económico y social del matrimonio.

¿Cómo se relaciona su trabajo con los debates actuales sobre el matrimonio en Colombia?

Esta discusión no sólo toca a las uniones homosexuales y lésbicas, sino que atañe también a las heterosexuales ¿Por qué el Estado tiene que ordenar las relaciones sexuales, los sentimientos, la convivencia? ¿Cuáles son los tipos de relaciones y arreglos que son legítimos? ¿Legitimar las uniones homosexuales y lésbicas monogámicas en detrimento de otras formas de vínculo resuelve la cuestión aquí planteada?

A través del matrimonio se legitima la heterosexualidad como nexo y como modelo de relación social. Entiendo que la gente le apueste a esa opción por una cuestión de sobrevivencia y de acceso a derechos de bienestar social fundamentales. Pero esa es una manera de legitimar un tipo de unión en detrimento de otros, porque si hay una institución que apalanque la heterosexualidad como régimen político, esa es el matrimonio. En este punto no importa necesariamente el sexo de los contrayentes pues el modelo heterosexual es reafirmado.
Fuente: Clam

Sí a la Diversidad Familiar!
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