noviembre 15, 2010

Por el derecho a la propiedad de la tierra


A poco más de 12 horas de la ciudad de Chihuahua se encuentra Baborigame, comunidad que pertenece al Municipio de Guadalupe y Calvo. Es ahí, en medio de la imponente Sierra Tepehuana, donde vive Aurelia Rivas, quien desde hace ya un año desarrolla el proyecto Mujeres indígenas y la tenencia de la tierra en la región de Baborigame, como parte del Programa de Semillas por el Derecho a la Propiedad de la Tierra de las Mujeres Indígenas y Rurales.


La Ley Agraria en México no impide a las mujeres ser titulares de sus tierras, pero tampoco lo explicita. Esto, aunado al desconocimiento de las mujeres de sus derechos humanos, ocasiona que sólo el 5% de las ejidatarias y comuneras tengan derechos reconocidos sobre sus parcelas, tierras de uso común y solares.


Aurelia es una mujer de 26 años, indígena ódami, que se describe como alegre, fuerte, alguien que siempre lucha por sus ideales, a quien no le gusta que le pongan reglas, capaz de lograr lo que se propone.


En un contexto de clima cambiante que a veces estropea los planes del día, o la semana; con medios de comunicación precarios, vialidades deficientes, en su mayoría de terracería, que implican trayectos largos, Aurelia va de ranchería en ranchería acercándose a la gente, especialmente a las mujeres.


El ejido al que pertenece Baborigame está integrado por 426 ejidatarios y ejidatarias (343 hombres y 83 mujeres); aproximadamente el 70% son indígenas y un 30% mestizos; aunque la mayoría participa, las decisiones tienden a ser tomadas por el grupo mestizo. Las mujeres asisten a las reuniones de asamblea, pero no participan, no hablan y por supuesto no toman ninguna decisión. “Al preguntarle a las mujeres si tienen tierra, responden que no, si les pregunto si siembran maíz dicen que sí, que tienen tierra para sembrar (…) los hombres dicen que las mujeres ’ayudan’ en la tierra pero no asumen que ‘trabajan’ la tierra”, dice Aurelia.


Con este proyecto, Aurelia, abogada por la Universidad Autónoma de Sinaloa, busca que las mujeres de la región se sientan sujetas de derechos y sepan realizar los trámites para que ellas tengan el derecho a ser las sucesoras. “Una vez que esto suceda, empezarán a ejercer sus derechos y participarán en la toma de decisiones de las comunidades”.


En su proyecto también está trabajando con ejidatarias que ya son reconocidas, para fortalecerlas y lograr que participen activamente en las asambleas ejidales. “Las mujeres, señala Aurelia, son las principales trabajadoras, al ser las que se quedan en los ranchos y quienes hacen todas las labores agrícolas, mientras muchos hombres salen a buscar otros trabajos”.


A mitad del camino, Aurelia ha alcanzado grandes avances: ha identificado a mujeres interesadas en conocer sus derechos con las que trabaja en talleres de derechos humanos y género. También ha logrado importantes alianzas con diferentes autoridades: ejidales, tradicionales, educativas y municipales. Su trabajo ha despertado la inquietud de muchas mujeres viudas que ahora desean realizar los trámites necesarios para ser ejidatarias con voz y voto en las asambleas.


“Realizar este proyecto me ha cambiado, ahora me desenvuelvo más fácilmente, y aprendí a cabildear, cosa que nunca había hecho. Me he fortalecido mucho, valoro más mi cultura, que es primordial, regresé a mis raíces, con las mujeres con las que yo me identifico.


“El apoyo de Semillas para mí ha sido fundamental. Tanto el donativo económico, que me permite realizar todas las actividades que son parte del proyecto, como el apoyo moral que me brindan desde la Ciudad de México, donde siempre me ayudan a resolver cualquier duda, me invitan a talleres y a reuniones con las otras becarias. Sin todo esto, tal vez no hubiera logrado lo mismo”, concluye Aurelia.



Foto Aurelia en Baborigame, Chihuahua
Fuente: Semillas

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in