Resistir es vivir
Nora Cortiñas, a sus 80, es capaz de llevar su pañuelo blanco de Catamarca a Honduras en la misma semana y no sólo de manera testimonial, sino como partícipe activa en la defensa de los derechos humanos y también en la denuncia cuando éstos son violados. Profesora honoraria en la misma facultad en la que cursaba su hijo cuando fue desaparecido, es también una convencida de la necesidad de despenalizar el aborto. A pocos días de la nueva Marcha de la Resistencia, retrato de una mujer tan bajita como inmensa.
La agenda de Nora Cortiñas no parece la de una mujer de ochenta años. Está cargada de actividades, viajes, encuentros, clases, marchas y más. Una semana puede estar en el festejo por la pavimentación de las calles del barrio de Fátima, donde también se inauguraron talleres de artesanías, música y pintura, y días después viajar a Honduras para participar de la Comisión de Verdad para tomar testimonio a quienes fueron víctimas del golpe de estado de ese país, trabajo que luego se traducirá en un informe. Su fuerza no se detiene. Su corazón enorme y su mirada bien despierta son las herramientas para continuar en la Asociación Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
Otra de las actividades en las que Nora reparte su tiempo tiene que ver con la cátedra Poder Económico y Derechos Humanos de la que es titular en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Allí estudiaba su hijo Gustavo antes de desaparecer. Todo surgió a partir de un homenaje que un grupo de estudiantes realizó en la facultad a sus compañeros y compañeras desaparecidos. Primero colocaron una placa como símbolo de la memoria. Más tarde se formó la cátedra e invitaron a Nora para que fuera la titular. “Yo me sentí demasiado honrada. Eran los propios compañeros de Gustavo los que me elegían y me asustaba un poco. Pero me decidí, acepté y dije que iba a participar, que no iba a estar de adorno. Y si salía bien o mal tenía mi cuota de responsabilidad y compromiso.”
La materia es electiva para todas las carreras de la facultad. Desde allí se intenta ver cómo se respetan (o no) los derechos humanos en nuestro país. “Los derechos sociales –trabajo, salarios dignos, seguridad social, vivienda, educación, salud– no se cumplen–, dispara Nora. ¿Esto es debido a restricciones del presupuesto nacional o hay condiciones que corresponden al propio sistema capitalista? ¿Influye la existencia de un poder económico altamente concentrado?”, se pregunta Cortiñas. Este y otros interrogantes se desmontan en su cátedra. Poder Económico y Derechos Humanos es una materia que presenta una visión crítica de la sociedad. Enfatiza en las contradicciones sociales. “En la facultad hay muy pocas materias que partan de la teoría crítica. En la sociedad capitalista hay explotación de una clase por otra. A nivel de teoría económica la facultad es neoliberal –detalla Nora–, pues se estudia la llamada teoría neoclásica –principal corriente en la facultad– que postula la supuesta armonía social y oculta la explotación de clase. Por el contrario, nuestra visión teórica es heterodoxa, es decir que se aleja de esos postulados. Somos críticos al sistema capitalista.”
A Nora la acaban de nombrar profesora honoraria y continúa dando las clases que corresponden a Derechos Humanos. La materia lleva impresa la premisa de la discusión, el encuentro y el intercambio de ideas. En la primera clase siempre les pregunta por qué decidieron elegir la materia y en la respuesta está la curiosidad de saber cómo van juntos la economía y los derechos humanos. Frente a chicos y chicas de veinte y pico, que se sientan en círculo para mirarse las caras, Nora les cuenta su historia. “En nuestro curso pedimos aulas con pupitres individuales para poder organizar los círculos. Lo hacemos ex profeso. Seguimos las enseñanzas de Paulo Freire, no hay distancia jerárquica entre profes y estudiantes. Los estudiantes son invitados permanentemente a participar. También tenemos una lista de correo electrónico para comunicarnos entre todos durante todo el tiempo. Allí seguimos discutiendo y subiendo material teórico y periodístico.”
Nora habla con gran pasión de sus clases en la facultad, pero también lo hace de muchos temas que están en el candelero. “La penalización del aborto es una violación a los derechos de género y de familia. Yo creo que hay que despenalizarlo y permitir la libertad. Ninguna mujer lo hace alegremente, es una decisión muy delicada, muy personal y hay que respetarla. Creo que un poco influye la Iglesia Católica (para que aún no se haya tratado) en los legisladores, en los jueces y en la opinión pública. Esta es una Iglesia muy especial que fue partícipe del terrorismo de Estado. No les importó que violaran y torturaran a mujeres embarazadas en los campos de concentración, y esperaban que los bebés nacieran para apropiárselos. No les importó nada –con excepción de cuatro o cinco obispos y los sacerdotes de base que tuvimos siempre–, al contrario, iban a palmear a la gente para que hablara. Con Von Wernich quedó a las claras. La Iglesia tiene mucho dinero. Si hasta en los Encuentros de Mujeres siempre van grupos a agredir cuando se trata este gran drama que es el drama del aborto.”
Nora estudió psicología social, se recibió a los sesenta y tres años. Cuenta que antes, de jovencita, no era feminista. Se sonríe: “Cuando empecé a salir a la calle a buscar a mi hijo, esa palabra me asustaba, como todavía hoy asusta a algunas mujeres. Hasta ese momento, sólo tenía deberes: estar en mi casa, no salir, dejar la comida hecha... Todas esas historias las tenía muy inculcadas. Hasta que me di cuenta de que eran mis derechos”.
“Nada cayó en saco roto –concluye Nora sobre estos 33 años de lucha–. Pudimos sacar afuera tanto dolor. Fuimos muy golpeadas, nosotras y nuestras familias pero nada fue inútil. El aprendizaje fue en las calles. Hoy vemos todo con más conciencia. La trata de personas, el derecho de las mujeres a decidir sobre el propio cuerpo, el derecho a la tierra de los pueblos originarios, los desaparecidos de la democracia, Julio López, Iván Torres, Luciano Arruga... Los organismos de derechos humanos tenemos la obligación y el compromiso de tomar estos temas. El duelo es de siempre, y la dimensión del dolor es diaria, cada día, todos los días, la ausencia está.”
Nora Cortiñas, madre, abuela y bisabuela, docente, feminista y luchadora incansable. Cuando una de sus bisnietas la ve con la foto de su hijo Gustavo que cuelga de su cuello, le dice: “¿No me prestás el collar? Y Nora se lo presta claro, ese collar con la foto de su hijo que seguramente la ve luchando por él y por los treinta mil. En definitiva, por todos y todas.
Por Laura Rosso
Fuente: Página/12