Colombia "Placeres peligrosos"
El paradigma heteronormativo y la erotización de la violencia son los ejes que dan forma al discurso periodístico sobre la sexualidad de las mujeres, afirma Nancy Prada. Estos ejes, señala, no son independientes, se conectan en el mismo cuerpo discursivo refiriéndose el uno al otro. Prada acude a la figura de la cinta de Moebius para describir la relación entre el placer y el peligro en tanto dimensiones de la sexualidad de las mujeres. En el discurso periodístico, la sexualidad de las mujeres se construye como placer peligroso y peligro erotizado, es fuente de placer y opresión, por ello es difícil distinguir en dónde comienza una y termina la otra, asevera. Son estas conclusiones de su tesis de maestría en estudios de género titulada Placeres peligrosos: discursos actuales sobre la sexualidad de las mujeres en el periódico
El Tiempo.
Nancy Prada Prada estudió filosofía en la Universidad Nacional de Colombia y cursó posgrados en estudios culturales y en género. Ha investigado también acerca de los debates feministas en torno a la pornografía y la prostitución. Prada escribe bajo el seudónimo de Sofía Acalántide en un popular blog alojado en la página web del periódico El Tiempo, y ha publicado dos libros sobre sexualidades de mujeres: El sexo de Sofía (2007) y Secretos húmedos: Historias sexuales de mujeres reales (2008).
En entrevista con el CLAM, Prada se refiere a la investigación en la que analizó los discursos acerca de la sexualidad de las mujeres en el diario El Tiempo, el periódico de mayor divulgación en Colombia.
¿Por qué el periódico El Tiempo?
Me interesaba saber en detalle qué estaba diciendo explícita e implícitamente este diario sobre la sexualidad de las mujeres, pues es un medio muy influyente y el de mayor circulación en el país. Además, en contraste con periódicos amarillistas, pretende ser políticamente correcto. Revisé las ediciones del primer semestre del 2009, momento en que inicié la investigación, y seleccioné los textos que se referían a la sexualidad de las mujeres a través de distintos temas. Fueron en total 135 textos. Al hacer una primera clasificación temática encontré que más del 25% de los textos se referían a la violencia sexual. Inicialmente yo quería hablar sobre el placer y la dimensión erótica de la sexualidad, sin embargo, este fue un hallazgo muy importante en mi trabajo.
¿Cómo es tratada la violencia sexual?
Además de la frecuencia del tema de la violencia sexual, encontré que los artículos sobre sexualidad de las mujeres destacaban dos elementos: el placer y la violencia. En muchos casos había una erotización de la violencia sexual. Es decir que cuando se aborda este tema, se utilizan lenguajes, modos y formas de expresión propias del discurso erótico. Por ejemplo, hablar de ‘relación’ entre dos personas cuando se refieren actos de abuso, o banalizar el abuso y poner en duda el carácter violento del acto al describirlo como un acto de provocación. En el texto brindo ejemplos concretos de cómo se da ese proceder.
Por otro lado, hay una fuerte marca de la ‘heterosexualidad obligatoria’ que algunas personas consideran no violenta, pero que yo la caracterizo así pues invade la individualidad a partir de un constreñimiento normativo. Cuando algunos textos de manera ‘neutral’ presentan ‘qué es el placer’, el sesgo heterosexual marca las descripciones expuestas.
Cuando hablo de ‘heterosexualidad obligatoria’ es preciso tener en cuenta que no sólo me refiero a una orientación sexual, que sería una de sus dimensiones, sino a un modelo de administración del cuerpo y del placer y a su identificación con la pareja estable, la monogamia, el coitocentrismo y la persecución al disidente. Esta persecución consiste en guardar silencio o en estigmatizar al disidente sexual y a todo aquello que no sea sexualmente correcto. Es así como variantes del comportamiento sexual, como el fetichismo o el sadomasoquismo, no son mencionadas o son tratadas como anomalías y desviaciones a través de informaciones imprecisas sobre esas prácticas.
Mi interpretación es que el placer y la violencia aparecen en una estrecha relación y, como en una cinta de Moebius, no sabemos dónde acaba uno y aparece la otra. Esos elementos están mezclados.
El título de su trabajo recuerda el libro Placer y peligro: Explorando la sexualidad femenina, editado por Carol Vance en 1989, que recoge la vertiente feminista ‘pro-sex’ en el contexto del debate norteamericano sobre la pornografía ¿Cómo se relaciona su investigación con ese trabajo?
Si tuviera que insertar mi trabajo sobre el diario El Tiempo y varias de las cosas que he hecho en alguna corriente feminista, posiblemente sería en esa, que además considero una referencia fundamental en los estudios sobre sexualidad. Hay sin embargo una diferencia sustancial. Considero que cuando Vance describe el par placer-peligro dentro del debate norteamericano sobre la pornografía, se refiere a que algunas feministas ven la sexualidad como una fuente de peligro para las mujeres, particularmente referida a la violación, mientras que otras insisten en la sexualidad y en el cuerpo como una fuente de autonomía. En ese debate se refieren dos dimensiones distintas sin puntos intermedios.
Si tuviera que insertar mi trabajo sobre el diario El Tiempo y varias de las cosas que he hecho en alguna corriente feminista, posiblemente sería en esa, que además considero una referencia fundamental en los estudios sobre sexualidad. Hay sin embargo una diferencia sustancial. Considero que cuando Vance describe el par placer-peligro dentro del debate norteamericano sobre la pornografía, se refiere a que algunas feministas ven la sexualidad como una fuente de peligro para las mujeres, particularmente referida a la violación, mientras que otras insisten en la sexualidad y en el cuerpo como una fuente de autonomía. En ese debate se refieren dos dimensiones distintas sin puntos intermedios.
Partiendo de la presencia de esas dos dimensiones en la sexualidad de las mujeres, mi trabajo se diferencia en cuanto encontré que ambas están mezcladas, lo que también puede verse como una estilización de mecanismos violentos de control. En ese sentido, la sexualidad aparece a la vez como placentera y peligrosa, la misma cosa es a la vez fuente de placer y de opresión. Por eso insisto en la cinta de Moebius. ¿Dónde me ubico para decir que esto es placer y esto es peligro? ¿Dónde está el límite? Releyendo el trabajo de Vance veía ese límite claramente, mientras que en los materiales que estudié no es así.
¿Cuáles son las voces autorizadas para hablar sobre sexualidad en el corpus de documentos que analizó?
En el material que consulté el discurso sexológico está muy presente. Por este motivo, el orgasmo es tratado como el objetivo central del sexo: es necesario conseguirlo, es necesario tener orgasmos en abundancia y existen técnicas apropiadas –y no apropiadas también– para obtener esa abundancia de orgasmos.
Cuando examinamos cuáles son las fuentes consultadas para hablar de sexualidad encontramos sexólogos y médicos. No se pregunta, por ejemplo, a investigadores de las ciencias sociales; aunque habría que decir que si fueran consultados quizá no tendrían mucho para decir porque en el país se han ocupado poco de estos asuntos.
¿Qué cambios encontró en los discursos sobre sexualidad?
Observé la persistencia de discursos que podríamos llamar conservadores, expresados de formas más sutiles. Es necesario hilar más fino para encontrar las ideas y representaciones que subyacen a ciertas formas de hablar sobre la sexualidad, pues encontramos discursos políticamente correctos pero no por eso menos normativos.
A propósito de esos discursos normativos, si en el pasado encontrábamos ideas explícitamente prohibitivas en relación con el placer sexual de las mujeres, ahora el orgasmo aparece como un imperativo. Exploro este tema en una sección del trabajo titulada “Del derecho al orgasmo al deber del orgasmo”, donde el orgasmo y la exploración sexual se constituyen en cuestiones obvias y naturales de la ‘sexualidad humana’, siempre que tengan lugar en el marco de la heterosexualidad y la monogamia.
El discurso religioso aparece menos que el médico y el sexológico, aunque la Iglesia Católica sigue siendo consultada. Vale la pena recordar que en Colombia la Iglesia es una interlocutora sobre muchos temas, entre ellos la política nacional y el conflicto armado. Las intervenciones de la Iglesia Católica son más ‘sofisticadas’ y aparecen muy pocos discursos explícitamente adversos o negativos frente a la sexualidad. Es notable que quienes escriben los reportajes siguen la regla del periodismo sobre la diversidad de fuentes consultando a un médico y a un cura.
¿Qué lugar encuentra esta conexión entre placer y peligro en los debates feministas nacionales?
La dimensión del placer en la sexualidad no ocupa un lugar central en las agendas feministas colombianas, aunque algunas feministas señalan que en un momento inicial ese tema estuvo presente. Hay, en cambio, muchas mujeres y organizaciones sociales que trabajan sobre la sexualidad desde su dimensión de peligro. Los temas abordados, como violencia sexual o las barreras de acceso al aborto seguro, se relacionan con esa dimensión problemática de la sexualidad para las mujeres. Hay pocas iniciativas que apunten en otra dirección, pero sigo sin encontrar grupos de mujeres que aborden la sexualidad desde otros puntos de vista, incluida su dimensión de placer. La sexualidad es un interés de las feministas en Colombia en cuanto representa peligro para las mujeres.
Como decía antes, el discurso sobre la sexualidad en el periódico El Tiempo mezcla el placer y el peligro. Llama la atención que la dimensión de placer está más presente en los medios de comunicación masivos que en los intereses de las y los investigadores y de los movimientos sociales. Aunque el tipo de placer que se promueve tiene base en el modelo sexológico que ya expliqué.
¿Cómo explica ese desbalance entre placer y peligro en el activismo?
Tengo una explicación muy general, porque ese no fue el objeto de mi trabajo. En Colombia, vivimos en medio de una guerra muy larga y de la cual no hemos tenido respiro. Al revisar informes sobre violencia sexual en el conflicto armado he encontrado que esta ha sido una práctica sistemática. Las tasas de violencia contra las mujeres son muy altas en nuestro país, y las cifras de violencia sexual se acercan al 20%. Nos encontramos con un problema muy agudo, por lo cual no es gratuito que capte la mayor atención de las organizaciones sociales.
Llama la atención, por ejemplo, que en Colombia el debate en torno a la prostitución también es poco, y que sólo cobra relevancia cuando está relacionado con el conflicto armado. En los estudios surge una serie de problemas que si bien están relacionados con el conflicto armado, no pueden volverse la explicación de todo lo que nos pasa. Por ejemplo, los informes hablan acerca de los controles morales hacia las mujeres que ejercen los grupos armados en ciertas zonas del país, y si bien es fundamental visibilizar ese aspecto de la guerra, pues muchas veces es dejado de lado, vale la pena evaluar esas manifestaciones de violencia más allá de la guerra.
Fuente: Clam