Personas Adultas Derrumbando Mitos
La falta de deseo sexual o la imagen edulcorada de ancianos que a lo sumo se toman de las manos y se miran tiernamente a los ojos, son uno de los tantos mitos que sobre la tercera edad impregnan nuestra sociedad. Otros son igualmente descalificadores y perjudiciales: los ancianos son una carga; ya cumplieron su ciclo en la vida y no sirven para nada; son como niños que no pueden decidir por sí mismos; no tienen derecho a aspirar a la felicidad. En suma, ellos ya vivieron y solo les queda esperar la muerte. En este artículo nos enteramos de que esas imágenes de la vejez están bastante lejos de la realidad. 'No puedo imaginar que mis abuelos tengan sexo ¡qué asco!', dice sin dudar Melissa Rivera, de 22 años, cuando le preguntamos sobre la sexualidad en la tercera edad. Para Roberto Salinas, Presidente del Comité de la especialidad de Geriatría de la Universidad Mayor de San Marcos y profesor ad-honorem de esa especialidad desde hace 20 años, todos estos mitos se resumen en un concepto: ‘viejismo’. 'El viejismo está presente en todos, desde el gremio médico –porque para muchos colegas es una molestia tratar al adulto mayor– en las autoridades y por supuesto en la sociedad. Se asume la vejez como una deficiencia y no como lo que es: un proceso natural del ser humano', afirma. Respecto a la sexualidad, señala que los más prejuiciosos son los propios adultos mayores, especialmente las mujeres. 'Les da vergüenza confesar que tienen deseos, se sienten limitadas, hay presión social pero también hay que cambiar la mentalidad de los propios adultos mayores', asevera. En uno de los Centros del Adulto Mayor que funcionan en Lima, Leonor, de 67 años conoció a Roberto, de 72. Viuda ella, divorciado él y con sus hijos en el extranjero, se sintieron libres para compartir su amor. Pero no contaron con que sus propias amigas del centro primero, y su familia después, los harían sentir como 'adolescentes perseguidos', según dice ella entre risas. 'No podía creer que mis propias amigas, con las que habíamos compartido historias de soledad y abandono, me criticaran por enamorarme; a tu edad ¡qué vergüenza!, me decían. Algunas hasta ahora no me hablan. Y después, hasta mis nietos se sintieron con derecho a reprobarme. Siempre es el asunto de la edad; a tu edad, abuela, andando en mañoserías, me dicen, y te confieso que a veces yo también me pregunto si estará bien lo que estoy haciendo, pero me siento tan bien a su lado que sigo…', dice mientras con la mano trata de amortiguar los colores que se le suben al rostro. Carga ¿para quién? Otro mito muy arraigado es considerar a los adultos mayores como una carga. Pero según la Encuesta Nacional de Hogares 2003-2004, el porcentaje de la población adulta mayor que se desempeña en actividades independientes es casi el doble que el porcentaje de población de 14 a 59 años (58% vs 32,9%). Una investigación para conocer el aporte económico de los adultos mayores en los hogares pobres del Perú, realizada por Miguel Ángel Ramos en 2009, demostró que un alto porcentaje de estos sigue formando parte de la población económicamente activa a pesar de haber superado la edad de jubilación (65 años), y que destinan buena parte de sus ingresos al presupuesto familiar, para la alimentación e incluso educación de los miembros de la tercera generación de la familia, es decir, los nietos. El estudio cuantificó el aporte a la economía familiar de diversas contribuciones de este segmento de la población, desde la existencia de hogares intergeneracionales, asentados en más del 81 por ciento en la vivienda del adulto mayor –lo que significa un ahorro en alquiler para los demás miembros de la familia– hasta la inmensa contribución no monetaria del trabajo doméstico de las adultas mayores que, entre otras cosas, permite que las mujeres más jóvenes accedan al mercado laboral y obtengan nuevos ingresos. El estudio encontró también que en las adultas mayores recae la responsabilidad del cuidado de diferentes generaciones, no solo de los nietos, a veces también de los padres longevos y otros parientes, y que trae consigo otras actividades. 'Se trata del ejercicio de roles tradicionales socialmente asignados como un continuum que solo acaba cuando ellas están físicamente imposibilitadas o les sobreviene la muerte', subraya el estudio. Al filo de la navaja El 8.5 por ciento de la población peruana (más de 2 millones 200 mil personas) son adultas mayores. Para el año 2025, esa cifra se habrá duplicado. Y también se habrá duplicado la cifra de adultos mayores que no tendrá ninguna pensión de sobrevivencia, que en la actualidad sólo cubre al 50 por ciento de la población mayor de 65 años. Elia Luna del Valle, Directora de Personas Adultas Mayores del Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES), informa que ese riesgo fue transmitido al Ministerio de Economía y Finanzas en 2007. 'Nos respondieron que no había dinero, a pesar de no habíamos pedido dinero sino conformar una comisión multisectorial de alto nivel que estudie cómo generar algún tipo de contribución para todas aquellas personas, especialmente mujeres, que no han tenido, ni tienen en la actualidad, acceso a un sistema formal de pensión. Debemos tener una política previsional a futuro, pero algo tenemos que hacer también para los que ya están en esta situación. ¿Qué pasa con este más de millón de personas que no tienen ingresos ni pensiones?, no sabemos qué porcentaje puede quedar, o ya están, en abandono absoluto', refiere. De los adultos mayores que ya están en esa situación, la peor parte la llevan las mujeres. 'Las mujeres adultas mayores fueron amas de casa que no pudieron trabajar ni acceder a puestos formales de trabajo y se convirtieron en personas económicamente dependientes, sin derecho a ningún tipo de compensación. Un 30 por ciento de adultas mayores son analfabetas, lo que además las hace más proclives a la pobreza que los adultos mayores', subraya. Las mujeres viven más en el Perú: en promedio 72.4 años y ellos 67. 3, pero su calidad de vida es inferior: en edades avanzadas las mujeres registran mayores tasas de discapacidad y deterioro físico, resultado de la mayor carga de trabajo acumulado a lo largo de su vida y una nutrición deficiente en las etapas anteriores. Maltrato con rostro familiar Otro tema complejo y poco abordado es el de la violencia. Si en términos generales denunciar un maltrato es una decisión muy difícil, lo es más en el caso de la tercera edad, por la situación de dependencia de estas personas respecto de sus maltratadores, el deterioro físico que muchas veces les impide movilizarse, la pérdida de facultades mentales, el desconocimiento de sus derechos y patrones culturales muy arraigados, que llevan a la víctima a pensar que el maltrato forma parte de esta etapa de la vida, o es su ‘castigo’ por lo que hicieron cuando fueron jóvenes. 'Los adultos mayores maltratados son los que menos acuden a la consulta, están llenos de temor ya que generalmente los maltratadores son los familiares y por tanto, los que menos quieren que esto se sepa y que el paciente busque ayuda', refiere el psiquiatra José San Martín, jefe de la unidad de psicogeriatría del Instituto Nacional de Salud Mental. Dice que muchas veces el maltrato se descubre por otras situaciones: fracturas, golpes y después en la conversación aparecen algunos otros indicios: depresión, angustia, pensamientos suicidas. De acuerdo a estadísticas del MIMDES, el 4 por ciento del total de personas que acudieron a losCentros de Emergencia Mujer (CEM) a denunciar maltratos en el entorno familiar entre 2002 y 2007, fueron personas mayores de 60 años. Asimismo, el 3 por ciento de llamadas a la línea de ayuda recibidas el año pasado, correspondieron a personas adultas mayores que pedían asesoría por ser víctimas de maltratos. El sistema de seguridad social estima que el 50% de los adultos mayores en el Perú sufre un maltrato poco visible por parte de sus familiares: la intolerancia o la indiferencia e incluso es común que los hijos u otros parientes se apoderen de sus pensiones. Un estudio epidemiológico realizado en 2002 por el Instituto de Salud Mental, encontró que el 16,7 por ciento de adultas mayores habían tenido ideas suicidas en el último año frente a 7.1 por ciento de varones. Es importante recalcar que las denuncias o la búsqueda de ayuda van disminuyendo con la edad, lo cual no significa que el maltrato cese sino que el subregistro es mayor: las víctimas ya no son capaces de pedir ayuda por sus propios medios. Y aquí viene la gran pregunta: ¿qué hacer cuando se comprueba un maltrato? El estado peruano no tiene aún una respuesta. El MIMDES no cuenta con casas de refugio para este sector y no está entre sus planes crearlas. El responsable de la etapa de vida del adulto mayor del Ministerio de Salud, Juan del Canto cree que las casas de larga distancia podrían ser una alternativa. Otra, las residencias temporales, y mientras tanto trabaja intersectorialmente y con los gobiernos regionales para sensibilizar a la población y en la preparación de un diagnóstico general sobre la situación de la tercera edad. Solo que por esa vía, la atención a los problemas acuciantes de las personas adultas mayores quedará para la próxima generación. Más información: El maltrato no cesa con la edad *Este artículo se enmarca dentro del proyecto América Latina en perspectiva de género II, que se realiza con el apoyo del C3, la unidad regional de análisis de la comunicación para América Latina de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES) de Colombia, en asociación con el área de género de la FES GENERO y la Asociación Civil Artemisa Comunicación en Argentina. Con él, buscamos producir y difundir notas de autor(a), con enfoque de género, de 15 países de América Latina. Para eso contactaremos a 15 periodistas de distintos países del continente para que relaten con personalidad y sensibilidad un aspecto de lo que sucede en sus países. Fuente: Artemisa Noticias Crédito Foto Amelia Bock