En el pequeño pueblo de Condega, en el norte de Nicaragua, las mujeres rara vez encontraban empleo, y la mayoría trabajaba como empleadas domésticas o en la agricultura, por salarios muy bajos. Esto era así hasta principios de los años noventa, cuando Amanda Centeno Espinoza (ex miembro del partido sandinista) fundó Mujeres Constructoras, una organización que capacita a las mujeres en carpintería, soldadura, plomería y electricidad.
Amanda reunió dinero en Norteamérica y trajo a obreras calificadas estadounidenses para que entrenaran a las mujeres de Condega. Ellas trabajaron juntas para construir un taller, incluyendo bancos de trabajo, mesas y sillas, para que más mujeres pudieran aprender y practicar la carpintería.
Con el tiempo, las estudiantes de Mujeres Constructoras hicieron muebles para una exhibición y vendieron parte de su trabajo. Mientras las mujeres desarrollaban sus habilidades, también hacían trabajos eventuales de carpintería para ganar dinero y experiencia, y algunas empezaron a recibir pedidos de clientes.
Pronto, Mujeres Constructoras se convirtió en una parte integral de la comunidad a medida que más y más mujeres aprendían oficios que las ayudaban a conseguir independencia financiera. Luego, en 1998, el huracán Mitch golpeó Nicaragua, donde inundó y destruyó vecindarios enteros. El huracán también inundó la planta baja del taller de Mujeres Constructoras.
Ellas lograron salvar sus equipos y suministros, después miraron qué más se podía hacer para ayudar. Empezaron a reconstruir las casas destruidas de mujeres solas. La fundadora Amanda Espinoza también negoció una donación de tierras por parte del gobierno, donde las Mujeres Constructoras levantaron treinta casas para aquellos afectados por el huracán Mitch. Los fondos de ayuda humanitaria permitieron que el grupo comprara una mezcladora de cemento y una fabricadora de ladrillos. También llegaron para ayudar obreras calificadas, llamadas brigadistas, desde el Reino Unido y los Estados Unidos.
Muchas de las mujeres que forman parte de Mujeres Constructoras son madres solteras que alguna vez tuvieron otras carreras. Nery Gonzales Ruiz, mamá soltera, reorganizó su vida para asistir a las clases matutinas luego de trabajar por la noche como modista. "Ahora, pienso más en mí, en mi futuro, más en la educación de mis hijos", dice Ruiz. "Cambié físicamente. Antes era flaca. Ahora soy fuerte. Incluso ahora enseño carpintería acá".
Helen Shears, una carpintera de Inglaterra que se mudó a Nicaragua luego de ayudar con la capacitación, explicó: "El programa de estudios de carpintería para mujeres es diferente al de los hombres. No se basa en la suposición de que las estudiantes saben de herramientas y matemáticas. Pero es el clima, más que el contenido del curso, lo que es distinto. Pasamos más tiempo al inicio compartiendo historias e información, hablando sobre el mundo laboral, ayudándonos con las matemáticas, transmitiendo habilidades de la vida".
Hoy, Mujeres Constructoras sigue empleando instructoras para capacitar a las mujeres y formar carpinteras hábiles y competentes. Su trabajo se extendió más allá de Condega y llegó a otras partes del país. Vaya donde vaya, la organización ayuda a las mujeres no solo a aprender habilidades valiosas, sino también a reimaginar sus roles en la comunidad: el primer paso para escapar de la represión política y la pobreza.
Para más información sobre Mujeres Constructoras, visite www.mujeresconstructoras.org
Para ver más fotografías de Paola Gianturco, visite www.paolagianturco.com.
Fuente: IMOW