junio 16, 2011

La Mujer de Enfrente Mujer igual a “X” Salario (M=X)

Con la aplicación de las matemáticas lograré encontrar las históricas pérdidas económicas de las mujeres, o ubicarlas dentro de un resultado infinito o, por lo menos, darlas como perdidas como una variante numérica.

Pareciera fácil dar con el común denominador causante de su desigualdad económica de las mujeres, si parte uno de su fuerza numérica, ya que constituyen más de la mitad de la humanidad, pero su representación proyecta un resultado negativo.

Y es de entrada una representación negativa, en tanto que parte de un número desconocido. O sea de una incógnita.

Pero bajo esa incógnita, podemos desarrollar una ecuación por la vía de la sustitución. Mujer igual a incógnita.

Matemáticamente hablando: M=X.

Y si sustituimos con nombre de mujer la (m) y a las (x) con salarios, los resultados son sorprendentes.

Existe el supuesto de que hombres y mujeres devenguen sus salarios de manera igualitaria, sobre todo cuando así lo ordenan las leyes, pero no es así.

El resultado, en realidad, es negativo para ellas, pues sus salarios son menores, pese a que dedicaron igual tiempo a su formación, a su capacitación para el trabajo, en la obtención de sus títulos universitarios o de profesionales técnicos.

La división del trabajo, esa otra variante que no se ve, pero bien que se siente, tampoco ha sido igual para varones y mujeres. Por eso, se requiere conducir adecuadamente la problemática de referencia.

Sólo que las mujeres, en sus afanes- y bien puestos- de dar con las respuestas, o por lo menos una que justifique por qué existe y prevalece esa desigualdad salarial, se pierden al emprender la lucha dentro de sus centros de trabajo.

Más aún, hay otra variable que paraliza la organización de las mujeres, cuando, ipso facto, sus acciones quedan supeditadas a las opiniones o consideraciones masculinas: “Tengo que preguntarle a mi esposo”, dicen, en una actitud más que lamentable, sobre todo porque se trata de una respuesta personal, que a veces va en sentido contrario con todos los años de enjundia, de respuestas, de doble esfuerzo cuando se trató de obtener títulos profesionales, cuando ya pasó por más de 20 años de estudios, avanzando, obteniendo buenas o excelentes calificaciones.

En contraste, ellos llegan a casa simplemente con la novedad: ‘Nos unimos y votamos por la huelga’. No llegan a preguntar, ni a “pedir permiso”.

Otra variante, es la discrecionalidad, corta palabra que le pone el resultado desigual infinito diferencial al salario entre hombres y mujeres.

—Hombre, tú ganas más que ella. Nada más, no lo divulgues, no queremos problemas.

Todos lo sabemos en el mundo (las mujeres no ganamos igual que los hombres por el mismo trabajo), pero, como dicen en México, “nos hacemos de la vista gorda”.

Aquí, en Estados Unidos, el salario mínimo, mínimo, como en el resto del mundo, no es nada halagador. $7.25 dólares por hora de labor. Y en esta crisis económica, estadísticas del gobierno señalan que 4.4 millones de trabajadores y trabajadoras ganan eso, o incluso, menos. Esta clase trabajadora se ubica por debajo de la línea de pobreza federal. Insostenible, también lo es el desempleo, que se ubica en 9 por ciento. Y un aumento salarial, simplemente no procede.

La administración Obama nos da una variante numérica, después de cinco décadas en que las mujeres estuvieron perdidas en esta lucha contra la desigualdad salarial.

Un reporte federal, el único desde 1963 que toca el tema de la Situación de la Mujer en América, encontró que en este momento son más las mujeres que tiene títulos profesionales que hombres, pero ellas continúan ganando sólo 29 por ciento del total del ingreso familiar en Estados Unidos.

La revista TIME del pasado 21 de marzo, lo informa: Cinco décadas y la desigualdad salarial sigue siendo una constante detestable entre hombres y mujeres, aunque....

Sí, las mujeres tenemos hijos a edad más adulta. Por primera vez a la edad de 30 años o más. En 1970 solo era un 4 por ciento. En el 2007, el resultado fue del 22 por ciento.

Sí, también las mujeres nos casamos igual que los hombres, a mayores edades. Es decir, las mujeres que se casaban en 1970 en edad adulta, a los 20.8 años, cambió, para el 2010, que aumentó a 26.1 años.

Mientras, los hombres, en 1970 se casaban a los 23.2 años y para el 2010, a los 28.2 años. Sí, más mujeres que hombres nos inscribimos a la educación superior. La presencia de las mujeres profesionales es del orden del 57 por ciento, en tanto que los hombres es de 43 por ciento, indican datos de 2008.

Y, sí, las mujeres sostenemos una tendencia de permanencia en los centros de trabajo, en tanto los hombres son más fácilmente desempleados. De diciembre de 2007 a diciembre de 2010, el porcentaje de mujeres en el desempleo fue del orden del 8 por ciento, en tanto los hombres están desempleados en un 10 por ciento.

Pero todos esos avances, notables avances para la población mayoritaria, se derrumban cuando hablamos de salarios, de disparidad salarial: En 2009, las mujeres recibimos 25 por ciento menos de salario con respecto a lo que ganan los hombres por la misma actividad. En otras palabras, las mujeres nos sostenemos con un 75 por ciento del 100 por ciento de salario que gana un hombre, desempeñándose en trabajos iguales.

Hombre: $100,000.00. Mujer: $75, 000.00.

Me queda claro que el común denominador que causa su desigualdad económica respecto del hombre no es medible, puesto que aún persiste esa lacerante idea de superioridad divina, que aún destella en la llamada “perfecta creación”.


Por Leticia Puente Beresford
Fuente: AmecoPress

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in