Sonia es paraguaya. Hace 10 años que vive en Argentina, trabajando en el servicio doméstico. Viaja todos los días desde el sur de la ciudad de Buenos Aires hasta el centro de la ciudad para cuidar los hijos de otra familia y limpiar su casa. Cuando tuvo su primera hija, dependió de la buena voluntad de su jefa pues por ley no tuvo licencia por maternidad pagada.
Mientras las mujeres se insertaron en el mundo laboral, no se produjo un avance de la misma magnitud en pos de lograr la igualdad en la distribución familiar de las tareas de la casa y los cuidados de niños, enfermos o ancianos. Por eso, las vidas de las mujeres de América Latina de distintas clases sociales se entrelazan en complejas madejas de negociaciones y pactos para poder enfrentar cada día manteniendo un trabajo que mejore su calidad de vida y criando y cuidando a sus familias.
Sonia es paraguaya. Hace 10 años que vive en Argentina, trabajando en el servicio doméstico. Viaja todos los días desde el sur de la ciudad de Buenos Aires hasta el centro de la ciudad para cuidar los hijos de otra familia y limpiar su casa. Cuando tuvo su primera hija, dependió de la buena voluntad de su jefa pues por ley no tuvo licencia por maternidad pagada.
“La realidad es contundente: el proceso de envejecimiento que vive la región es muy rápido. Estas personas, especialmente las mayores de 75 años, necesitan contar con ingresos en ese momento de la vida, es decir, jubilaciones o pensiones, pero también necesitan servicios de apoyo. No conozco ningún país como tal que en este momento esté implementando medidas dirigidas a que las personas adultas mayores tengan esos servicios de apoyo”
Juliana Martínez Franzoni, consultora que coordinó por parte del PNUD el Informe “Trabajo y Familia: hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social” (OIT y el PNUD).
Los Estados no se han hecho responsables de cubrir este déficit con normativa y políticas públicas eficaces. Las empresas han hecho tímidos esfuerzos por mejorar las condiciones laborales pero, en general, se han restringido a programas destinados a mujeres embarazadas y en periodo de puerperio, enmarcando las necesidades en periodos concretos relacionados con el nacimiento del bebé.
Sin embargo, cuando las familias tienen cubiertas por parte del Estado o de las empresas las necesidades de cuidado, se genera una mejor calidad de su trabajo, y las economías nacionales y regionales verán reducida su pobreza por la mayor participación femenina en el mercado laboral. Varias experiencias y estudios dan cuenta de ello. El cambio se ha puesto en marcha. Falta profundizarlo y hacerlo universal.
| Yo cuido, ella cuida, ¿él cuida? |
|
|
|
Fuente: América Latina Genera