¿QUE ME PONGO?
Hay una ley de talles inscripta en el derecho consuetudinario que indica que la ropa que se ve en las vidrieras sólo podrá ser usada por personas de medidas cuasi escuálidas –por caso, para entrar en una camisa marca Mango tamaño Large (la más grande) no se puede tener más de 73 centímetros de cintura–, mientras que los saldos, las prendas que tienen fallas o formas similares a la carpa del circo Rodas pueden ser usadas por cualquiera. Y hay otra ley de talles, que no se cumple porque casi nadie persigue su cumplimiento, que dice que la ropa debe tener medidas humanas.
No se trata sólo de ensanchar las telas para las que somos o estamos a nuestras anchas. Pero también es verdad que la dictadura del cuerpo único no deja lugar para rendirse ante un domingo de ravioles a los cuatro quesos o de inventar budines de banana. Tampoco a equivocarse, salirse, gozar más allá del orgasmo permitido de 1500 calorías por día y ni un jadeo de más con un chocolatín de brindis por haber resistido o reinventado un día más de malabares femeninos.
Un pantalón que llegue a la cintura, un pullover que regale pompones suaves pero que se codee con las rodillas puede (y debe) hacer más llevaderos esos kilos que algunas podrán enfrentar cuándo y cómo quieran (podríamos hablar de derechos gastronómicos y deportivos) y no cuándo y cómo le dicten las miradas sociales despectivas o las vidrieras tan angostas de ofertas como de extensión de cintura.
La Ley de Talles no intenta entallar a las mujeres con alfileres grandes o chicos. Ni hacer apología de los tenedores libres (bueh, quién no ha tenido un buen empacho que tire la primera Hepatalgina) o del vinito todas las noches. Pero sí que el molde de cada mujer no venga en tamaño chico sino que se pueda elegir, vestir, resistir, reinventarse y cambiar para que la propia piel siempre –y no sólo en Extra Small– sea una nueva fiesta.
SIETE DE CADA DIEZ MUJERES NO SABEN QUE PONERSE
Para contrarrestar el corset de los percheros de los negocios de moda y que las casas de ropa ofrezcan los mismos modelos del talle 36 al 50, la organización no gubernamental Any-Body en Argentina lanzó su campaña para premiar aquellas marcas de ropa que están haciendo esfuerzos para cumplir con la Ley de Talles. “El fin de la campaña es contribuir de manera positiva a la salud de mujeres y niñas en el país, mediante el reconocimiento del problema de la falta de talles de ropa. Según un estudio hecho por la organización, alrededor de 70 por ciento de las mujeres argentinas ha tenido problemas en encontrar su talle. Ninguna de esas mujeres tiene sobrepeso y todas llevan un talle normal”, destaca Sharon Haywood, directora de Any-Body Argentina.
Any-Body es una organización internacional –nacida en Gran Bretaña en el 2003 y liderada por la psicoanalista Susie Orbach– cuyo fin es promover el cambio cultural en torno de la percepción de la apariencia física y la comida para que la próxima generación de mujeres y niños pueda cuidar y disfrutar de sus cuerpos. La idea es prevenir el deterioro en la salud física y mental en mujeres como resultado del intento de lograr la perfección física imposible.
El 16 de marzo presentaron una campaña internacional en contra de la idea de cuerpos ideales llamada “Especies en riesgo de extinción: Preservando el cuerpo femenino”. En ese contexto premiaron a dos marcas argentinas: Portsaid y Ver, que ya exhiben una calcomanía que dé cuenta de que son locales en donde se acepta la pregunta: “¿tenés un talle más?”.
Alvaro Pérez Esquivel, gerente comercial de Mazalosa, el propietario de Portsaid, asegura: “Nuestra vocación fue crear marcas posibles. No es concebible limitar a una mujer en su deseo de verse y sentirse bien a sus características corporales. Es por esto que nuestras colecciones poseen un número importante de artículos diferentes con curvas de talles muy amplias y distintos tipos de calce para que todas y cada una de las mujeres pueda disfrutar de prendas que las hagan sentirse hermosas por fuera como lo son por dentro”.
HECHA LA LEY, NO HECHA LA COSTURA
En Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Santa Cruz y Córdoba hay normas locales. En la Ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 2009, se sancionó la Ley de Talles, que obliga a que en todos los locales haya ocho talles con etiquetas que detallen las medidas corporales respectivas, salvo en el caso de liquidación o productos discontinuos. La norma prevé multas de $3000 a $10.000 para los comercios, de $15.000 a $20.000 para los fabricantes y de $30.000 a $50.000 para los importadores que no cumplan con la reglamentación. La Agencia Gubernamental de Control porteña debe verificar su cumplimiento. Aunque el termómetro de la desilusión entre las vidrieras y los probadores comprueba lo contrario.
“Exigimos al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires información exhaustiva que detalle la imposición de sanciones y una campaña comunicacional para combatir la bulimia, la anorexia y los estereotipos de género que promueven estos trastornos”, solicita la diputada porteña María José Lubertino.
“La ley de talles, lamentablemente, no se cumple –señala el productor de moda Jorge León–. A las marcas no les interesa cumplirla. Algunas por el dictado de la moda y otras por ahorro de materia prima. Hay marcas que tienen diseños que tienen menos talles del resto de la colección porque consideran que son muy exclusivos y no les interesa que chicas con talles normales los vistan. Quieren que esos diseños sean llevados por cuerpos escuálidos. Lamentablemente estamos atravesando una era en que el prototipo de mujer y de hombre es flaco y sin formas.”
En otro sentido, balancea Soledad Ytuarte, asesora de Imagen, directora de la consultora de Imagen SY Image Consulting y directora editorial de KeoMag.com: “Hecha la ley hecha la trampa, dice el refrán, y eso se puso en evidencia con la cantidad de marcas multadas por no cumplirla. Creo que hace falta más diálogo y consenso entre funcionarios, consumidores y empresarios para que la ley beneficie a todos y no perjudique a nadie”.
En la provincia de Buenos Aires también existe una norma, pero que rige sólo para las adolescentes. Sin embargo, tampoco se nota en los percheros. “Los encargados de hacerla cumplir son las oficinas de Defensa del Consumidor y, salvo la de Mar del Plata en que se han hecho muchas denuncias, el resto de los municipios no actúa”, apunta la diputada María Luisa Storani.
Mientras que a nivel nacional se presentaron y cayeron varios proyectos (uno tuvo media sanción en Diputados pero en el Senado la dejaron pasar de largo en la Comisión de Industria y Comercio, presuntamente por presiones empresariales) y ahora se intenta volver a presentar una iniciativa –a través de Storani– para que se amplíe la oferta de ropa para mujeres y varones de todas las edades.
Monique Altschul, de la Fundación Mujeres en Igualdad, cree que romper el molde no es sólo aprobar una norma nacional, sino que no sea un diseño sin tela. “Lo realmente complicado es lograr que se cumpla con la ley y trabajar en el tema para un cambio de cultura centrado en la importancia de cuerpos saludables”, recalca.
EL PESO DE LA DELGADEZ
Uno de los cuestionamientos a la ley de talles es que el sobrepeso –además de ser subversivo a la dictadura estética de los medios– también es un problema de salud. Entonces, el riesgo es que las mujeres se amolden a un cuerpo que las ponga en riesgo. Sin embargo, en la encuesta realizada por Any-Body el 92 por ciento de las entrevistadas conoce a otras mujeres que hacen dieta. Por lo que pareciera que la idea de delgadez genera mujeres que quieren ser delgadas y que terminan desbocando por un bocado al sentirse excluidas de ese cuerpo ideal en el que no logran encajar.
“Nadie está gordo porque le gusta o porque lo hace feliz”, dice Mariana Petracca, que ingresó al programa Cuestión de peso, en el 2006. Ahora es diseñadora de ropa exterior e interior en donde pone su cara –bellísima– y su cuerpo –también bello pero fuera de los estándares de maniquíes carnales– muestran otra estética. “La ropa ‘canchera con onda’ sólo es para mujeres muy delgadas y yo nunca fui así. Soy una mujer grandota, exuberante.” Por eso, creó Cuerpo de Mujer, su propia marca de ropa. Y desde la etiqueta proclama: “Nosotras las mujeres con curvas prominentes también podemos vestirnos sexies y a la moda”. Ah, también desvestirse. Ya que el ropero XL incluye ropa interior.
Daniela estudia nutrición y reflexiona: “La imagen corporal está altamente influenciada por la presión sociocultural. Cuando queremos comprarnos ropa nos enfrentamos a una única forma de belleza, un único molde que nos hace ‘pertenecer’. Pero si no encontramos nuestro talle nos sentimos afuera de la uniformidad impuesta..., sufrimos, nos sentimos distintos, e incluso nos vemos obligados a ponernos algo que no nos gusta, a pagar de más, a terminar con el trámite de la compra lo más rápido posible; a elegir ‘lo que hay’ y en ‘donde se pueda’. La frustración le gana a la aceptación y el costo en salud recae nuevamente lejos de la prevención”.
Desde otro punto de vista Ytuarte le saca peso al peso de la ley para combatir los trastornos alimentarios: “No podemos ser necios como para suponer que la bulimia, por ejemplo, se dispara por no encontrar talle en una tienda. Si el objetivo final es combatir estos desórdenes alimentarios, esta ley específica no es suficiente”.
FASHION EXCLUSION
Nora es maestra y confiesa: “Soy consumidora de la moda, me gusta mirar tendencia y mi sentido de la estética está estrechamente reñido con que no hay talles grandes en las grandes marcas de moda”. Y describe todas sus prohibiciones: “No hay jeans lindos, ni leggins que no te aprieten las piernas en el lugar equivocado, ni zapatos más allá del 40, ni botas de caña alta que te cierren sin amatambrarte”. Pero los modelos de ropa son una derivación de los modelos sociales. “Alessandra Rampolla (la sexóloga de Cosmopolitan) puede mostrar su escote porque bajó 30 kilos: antes era una gordita osada, ahora se convirtió en una sex symbol. Salvo algunos casos meritorios, la ropa de las casas especializadas es tan fea, tan cara... El precio de pagar por los kilos de más.”
Hay algunas excepciones. Esas casas a las que se puede entrar con dos piernas y salir sin sentir que si no nos las cortamos querríamos que nos las corten. En Loren hay calzas para todas –ahora que el “para todos” se volvió un eslogan– y remeronas que tapan lo que tienen que tapar pero que no parecen un burka o un vestido de monja hechos sólo para cubrir. Y no para vestir. Mirta Helueni, socia gerente de Loren, relata: “A diario vemos que las clientas que ingresan se sienten desanimadas y preguntan hasta con cierto temor si pueden encontrar su talle. Nosotras tenemos dos líneas: una clásica y otra más moderna (de remeras y calzas) en modelos que puedan usar tanto chicas como señoras que necesitan una respuesta a sus inquietudes”.
La calcomanía de Any-Body (una identificación para los locales que ofrecen los talles que determina la ley para la igualdad de oportunidades) intenta hacer cumplir la amplitud de los talles, pero no por el miedo de los comerciantes a una multa sino para ser reconocidos a través de una estampa de diversidad corporal. Esta garantía de ropa amplia también se posa sobre las vidrieras de Ver que, justamente, eligió a mujeres reales –jardineras, escritoras, artistas– como modelos de sus prendas.
Ana Tello, jefa de Imagen y Comunicación de Ver, subraya: “Tenemos que ser conscientes de que somos emisores de mensajes que van conformando un entramado social, por eso nos parece importante tener un accionar responsable. Esta campaña de prevención de Any-Body, que brega por la aceptación del propio cuerpo, se encuentra muy en línea con el camino que Ver ha decidido transitar desde hace dos temporadas, donde convocamos a mujeres reales apasionadas por lo que hacen como protagonistas de nuestra campaña de comunicación. En lugar de reflejar modelos ideales y estereotipados de belleza, estamos mostrando una belleza viva y real. De este modo, se busca revalorizar el respeto por la singularidad e invitar a cada mujer a que acepte y valore su propia belleza, más allá de los cánones ideales impuestos por la moda y los medios”.
No se trata de amoldar el cuerpo al talle puesto en vidriera, sino de revalorizar y revitalizar el propio cuerpo. Gabriela Notti, ex bailarina, instructora de Pilates y directora de Magnolia, propone un nuevo paradigma: “Se me ocurre que podemos hablar de belleza viva como un concepto dinámico, adaptable y posible. La mirada viva o real nos permite modificar lo que no nos gusta de forma certera y potenciar nuestra belleza a la que tantas veces la identificación con el afuera excluye totalmente. Si intento tener la cadera de una chica de 16 años usando el mismo pantalón que está en el poster del shopping, ahí viene la primera trompada a la autosestima y la carrera loca a lo imposible: dietas extremas, atracones frustrantes, cirugías plásticas, resentimientos, angustia, tratamientos de belleza que nunca terminan y nunca logran el objetivo deseado. Por eso es importante que los fabricantes desplieguen talles para todas las mujeres que tienen idea de embellecerse respetando sus cuerpos, sus limitaciones y permitiéndoles que vayan por más”.
EL DIOS DE LA DELGADEZ NO VIVE (SOLO) EN BUENOS AIRES
El problema es nacional. “En Bahía Blanca es peor porque hay menos oferta de ropa. Mi primera pregunta al entrar a un negocio, luego de encontrar algo que me gusta, es: ‘¿Hasta qué talle tenés?’. Esto me lleva a recorrer varios negocios en busca de algo tan simple como un pantalón”, se lamenta Pía, de 29 años.
Pero no son sólo las mujeres que ya han pasado los veinte y un par de postres (bien merecidos y deglutidos) las que no se reflejan en el espejo de pseudonormalidad que venden las etiquetas. “Los talles para niños también son cualquiera: Violeta tiene ocho años, es muy alta y larga, su talle vendría a ser 10, pero a veces he llegado a comprarle 14”, cuenta Victoria, su mamá.
Gloria tuvo que optar por volver a la máquina de coser o elegir –a los 57 años– el mismo talle que Violeta: el nombradísimo 14. “Tengo un talle muy chico. Sería un 36, y en las casas de ropa empiezan por el 40. Pensé en comprar ropa de niños, porque mi talle sería el de 14 años, pero los modelos no dan para mi edad. Ahora me regalaron una máquina de coser y me siento mucho mejor porque ajusté todo”, relata. Y no es la única a la que le sobra tela para cortar. María, de Chacabuco, da otra mirada: “La Ley de Talles pretendió asegurar que aquellas personas cuya contextura física excede al promedio impuesto por la moda pueda encontrar ropa a medida, pero se olvidó de lo opuesto. En mi caso, cuando salía a comprar ropa siendo adolescente tenía que recurrir a negocios para niños/infantiles porque los locales donde compraban mis amigas sólo vendían ropa para las medidas ‘maniquí’. Y yo tengo una contextura física realmente chica. Por lo general, mucha gente me da entre catorce y quince años, cuando en realidad tengo veinte”.
La escritora Ana María Shua, autora de El peso de la tentación y Que tengas una vida interesante no se prende al pedido de extender los dobladillos de la moda. “De todas las tonterías en las que puede distraerse un ciudadano preocupado por su país, la Ley de Talles me parece una de las más tontas. Entre otras cosas, porque es imposible hacerla cumplir. Lo único que puede hacer el inspector en un local que no tiene los talles grandes es exigir que le muestren copia de la factura de venta. Como es lógico, ningún local tiene todos los talles todo el tiempo y las gorditas no se pueden vestir con la factura de venta. En general no creo en los beneficios de la regulación del mercado, pero sí en este caso. Hoy aproximadamente un 0,5 por ciento de los argentinos sufre anorexia o bulimia, pero la mitad de la población tiene sobrepeso. Si seguimos en esa línea, vamos a tener talles grandes en todas partes sin necesidad de ninguna ley.”
Otra visión es la de la psicóloga y periodista Liliana Hendel: “Creo que, como lo indica el excelente trabajo de Monique Altschul, de lo que hablamos es de corrupción: inspectores que son sobornados, que hacen la vista gorda (y como es gorda la vista no encuentra talle), empresas que quieren lucir un look fashion, modelos obligadas a ser faquires y colonizadas todas hasta mirarnos en el espejo y sufrir porque estamos fuera del circuito cuerpo-deseable. Y lo más grave es el impacto en la subjetividad de todas las que queremos ser lo que no somos para ser algo que no nos hará más felices. Ilusiones del capitalismo salvaje que todo lo convierte en mercancía y empieza por el cuerpo de las mujeres”.
Más información: http://www.endangeredspecieswomen.org.uk/