Costa Rica: Yo soy otra Tú
Dos artistas costarricenses de teatro-danza les extienden la mano redentora del arte a mujeres privadas de libertad para ayudarlas a redescubrir su autoestima y su amor por la vida. Esta noche vengo a ver la obra de teatro 'Un día menos', que presenta la ex privada de libertad, Eimy Solano, en el centro cultural Signos Teatro Danza, ubicado en un barrio de la capital costarricense. Me topo con el portón cerrado y el tráfico ruidoso de la hora pico. Raro, lo usual es la boca de madera de Signos Teatro Danza abierta con generosidad al barullo exterior. A mi lado surge un jovenzuelo con pelo en puntas de caricatura japonesa y sonrisa costarricense, que me ausculta. Bajo su aspecto recién bañado y 'mudado' adivino el toque inconfundible de los chicos de la calle. '¿Busca a Ofir?', me pregunta. 'Unjum', musito. Junto a él saluda una muchacha de senos en bandeja con una niña de la mano; parecen nicaragüenses pero después supe que son ticas. Oigo que el jovenzuelo le dice 'mami' y con esa manía clasificadora de la mente concluyo que es su mamá adolescente. 'Allá viene Ofir', se vuelve él hacia la otra esquina. Veo a la incansable bailarina, activista cultural y directora de Signos Teatro Danza, Ofir León, bajar veloz -su estado natural- de un taxi. Ofir nos presenta: '¿Ya se conocen? Ella (¿ella?... me sorprendo yo), es Arena, bueno su nombre es Melissa; estuvo en el centro de reclusión El Buen Pastor, es una ex privada de libertad, y esta de acá es su pareja'. Trago saliva y le ordeno a mi mente: 'Basta, ponéte en neutro, este muchacho no es muchacho, es una mujer, y la que está a su lado no es su mamá, es su novia'. La familia de tres viene a ver la función teatral de la ex compañera de encierro de Arena. 'Ah, para entrar allá es un amor pero salir una eternidad', me explica Arena con desenvoltura sobre su reclusión en la cárcel, por robo agravado. Ella indica querer que Ofir la contrate para trabajar en la sede de Signos; Ofir le palmea afectuosa la espalda como a niño travieso para que se porte bien. El aspecto de muchachillo de Arena esconde también la condición de madre, pues ella lo es de dos niños que viven con su abuela. Ahora Melissa, digo Arena, de 24 años, es la compañera de la de senos en bandeja, a cuya hija la mantiene un ex marido mecánico. Este enredo, querido/as lectore/as, es para que suelten las amarras de prejuicios y se acerquen al modus operandi de Ofir y Valentina, capaces de trabajar cuerpo a cuerpo con privadas de libertad, logrando respeto por ellas mismas, sus compañeras y en general por la vida. Arena perteneció al primer grupo que creó en el 2010 el espectáculo colectivo de las privadas de libertad en El Buen Pastor, 'Un día menos', de la mano de las coreógrafas Ofir León y Valentina Marenco. Eimy Solano también fue parte de él, pero una vez libre, decidió hacer su versión individual de la obra. Una mirada que asalta El sistema de eufemismos sociales los llama 'privados y privadas de libertad'. Cuando los conocés -aun fuera de prisión como en el caso de Eimy y Arena-, en medio de sus ojos presentís un estigma como letra escarlata incrustada con puñal. Te asalta su mirada que escudriña la tuya por ver si en ella hay condena o aversión. Advertís la ansiedad y de inmediato colocás una expresión neutra. Las criaturas se tranquilizan y vos también. Continuás la vida como si fuera normal que en este planeta haya un grupo de habitantes encerrados en mazmorras. Pocos confían en que en esas 'instituciones' haya cabida para la esperanza o la construcción de un destino diferente. Por eso, Ofir y Valentina cometen varias transgresiones en su proyecto con privadas de libertad, 'Vivir en tu cuerpo': a través del arte les confieren poder y autoestima a mujeres pobres y criminalizadas. Estas Valentina y Ofir irradian el tipo de corazón que anhelamos para el mundo: no viene a promover arte-terapias ni una efímera caridad social; asumen a estas habitantes de los infiernos como a personas dignas del derecho a expresarse, aun cuando su condición haya llegado a ser la de delincuentes condenadas. Ya se los dije, lectores y lectoras apreciables. Cuando artistas como Valentina y Ofir se acercan a ellas, no las juzgan. Intuyen lo que yo con el corazón: sus crímenes son un asunto de gradación y en el fondo todos somos responsables. La cárcel es una pesadilla colectiva. Algo pasó, sí, tras participar en los talleres artísticos y en los espectáculos, una privada de libertad manifestó en los medios: 'Ahora incluso aquí adentro me siento libre'. Con nombre de patriarca En Costa Rica la población de mujeres en la cárcel ronda las 750 personas, un 10% del total de privados de libertad del país, lo cual influye -como pasa en todo el continente- para que el tratamiento se diseñe sobre una base androcéntrica. Ofir y Valentina desarrollan el proyecto 'Vivir en tu cuerpo' en el Centro de Atención Institucional El Buen Pastor, que se ubica en Desamparados, en la provincia de San José, con capacidad para 589 privadas de libertad. Es de carácter nacional para población femenina adulta. Cuenta con nueve 'ámbitos de convivencia' y guardería infantil para las privadas de libertad con hijos de cero a tres años de edad. En la actualidad, la cifra de recluidas se acerca al tope: hay 576, tanto en prisiones preventivas como sentenciadas. En el país es la principal cárcel para mujeres, aunque hay unas pocas más que contemplan solo reclusión temporal. El lugar acusa las típicas despreocupaciones en cuanto a tratamiento de género de las cárceles latinoamericanas. Si hasta tiene nombre de patriarca. Para que quede claro: hace menos de un mes, dos pabellones del Buen Pastor ubicados junto a un río estuvieron a punto de desplomarse con las mujeres adentro, por deslizamientos del terreno. El deterioro de las instalaciones del Buen Pastor ha sido señalado por 'expertos' desde hace años y hasta que no se presentó esta emergencia no se ha visto la necesidad perentoria del traslado. Es lo que enfrenta en la actualidad el Ministerio de Justicia, conminado por la Defensoría de los Habitantes: las más de 500 mujeres deberán ser trasladadas de emergencia a otro lugar. Pero todavía no se sabe adónde. Vivir en su cuerpo Desde hacía rato el tema de género les quitaba el sueño reparador de otros afanes a Ofir León y a Valentina Marenco, y comenzaron su aventura redentora en el Buen Pastor en el 2008. Todo lo detonó un montaje artístico de ellas, 'Carácter, miradas de mujer en un momento sin tiempo', un espectáculo de danza-teatro con cinco bailarinas profesionales sobre temas de género. Desencadenó lo que ambas califican de viaje intenso y transformador. Las heridas en los cuerpos de las mujeres llaman la atención de Ofir: 'cicatrices, cuerpos tatuados, pero no el tatuaje normal y corriente para ser snob sino como una cicatriz; veo todos esos cuerpos hacer parte de un lugar y de la especie humana. Veo estos cuerpos de mujeres específicas, cuerpos violentados que me hacen preguntas: ¿dónde están las mujeres?, esa mujer salvaje, como dice Clarissa Pínkola, que habita en ellas mismas. Y empiezo a trabajar en esa cicatriz, y viene el tema central del género-poder: la mujer visibilizada en esos temas, esos enredos, la mujer en la vida, en sus derechos de inclusión.' Consideró entonces que el público ideal para hacer una devolución más honesta del tema serían mujeres privadas de libertad. Y allá, a la cárcel de mujeres de Costa Rica, denominada pulcramente 'Centro de Atención Institucional el Buen Pastor', fueron a presentar 'Carácter' estas artistas del medio cultural costarricense que ponen de relieve a las mujeres de la cintura de América como nada metidas en cintura. Ofir se oye filósofa cuando me dice: 'El mundo está en graves problemas y el arte es una herramienta de transformación'. Veo a esta productora imparable siempre con las manos ocupadas, la cara sudorosa y la prisa en sus músculos entrenados de bailarina dirigiendo el espacio Signos Teatro Danza con el corazón inversamente proporcional a su tamaño. Ofir se entregó al arte desde muy joven en su natal Colombia y ahora en Costa Rica se brinca el estigma que condena a la fatalidad del crimen a poblaciones recluidas en prisión, en particular a mujeres privadas de libertad. En 2009, antes de presentarles 'Carácter', hicieron un taller de dos días con 30 de ellas. A ese taller, 'Vivir en tu cuerpo', ambas creadoras le construyen ahora a su vez su propio cuerpo teórico. 'Su objetivo es empoderarnos en el cuerpo, conectarnos más: se aplica con todas pero con ellas (privadas de libertad) hay un enfoque especial', explica Ofir. 'Vivir en tu cuerpo' tiene una sección, 'El cuerpo y sus acciones', que trata acerca de cuántas maneras podés usar tu cuerpo. Si estás ahí adentro, en el 'tabo' (cárcel) es porque 'vendí droga, consumí drogas, maté a mi esposo, o pertenecí a una banda…' 'Sí, saben un montón de cosas y ahora pueden aprender otras: bailar, escuchar, actuar como la mejor madre; por eso 'Vivir en tu cuerpo' es un instrumento de empoderamiento', asegura Ofir. Alguien podría decir que eso no es poder. Y le acoto yo: ser dueña de tu cuerpo se relaciona en forma directa con tu autoestima. Con solo el taller intensivo las mujeres del Buen Pastor logran una sensación distinta del cuerpo, se comunican entre ellas de un modo nuevo y no con la violencia acostumbrada allí adentro. 'Y a partir de ese momento no hubo vuelta atrás': Valentina. Para el trabajo que siguió las dos artistas obtuvieron una Beca-Taller del Ministerio de Cultura. Así es que en el 2009 se dedican a jugar con ellas en un espacio lúdico, de libertad de expresión, subvirtiendo la gran presión que viven allí. Un día menos para mujeres de agua En el 2010 presentan el proyecto a Pro Artes (incentivos del Ministerio de Cultura de C.R.) y ganan. Fue un estímulo con el cual reemprendieron la travesía contando con el apoyo conceptual de la sicóloga Constanza Rangel, en los temas de género y derechos humanos, y en dramaturgia, con la actriz Andrea Gómez. Hubo revelaciones maravillosas en el camino y culminaron con un espectáculo colectivo, 'Un día menos', autogestado por 15 mujeres privadas de libertad, primera versión que resulta en una transgresión lúdica colectiva. La obra logró sacarlas del encierro pues se presentaron en el Festival Nacional de las Artes, en el Teatro Nacional, en el teatro del Ministerio de Cultura, en otras cárceles y hasta en el Colegio de Abogados, donde los comentarios fueron del tipo 'pero ¿cómo?, ¿es posible?, ¿hay talento así en el Buen Pastor?' El proceso de 'Vivir en tu cuerpo' propicia la auto-observación, la auto-sensibilización, descubrir que pueden cantar, bailar, compartir un movimiento con sus compañeras. Según las gestoras, fue un proceso grupal hermosísimo, al mismo tiempo revelador, transformador. Recuerda Ofir: 'De repente una de ellas, Belén, se sube y hace una danza improvisada y todas lloramos; eso se integró al espectáculo'. Y aun así el espectáculo se llenó de color pues querían también que resultara hermoso. El acercamiento con ellas y la exigencia fueron muy cuidadosos pues no se trata de actrices profesionales. 'Son personas que necesitan decir algo y no trabajan desde el ego del artista. El proceso del montaje fue una catarsis constante'. En el montaje las privadas de libertad quisieron hablar de temas como el amor, las drogas, la familia, la libertad, las leyes, la 'moncha' (comida); de 'cómo sobrevivimos ahí desde el primer conteo hasta el último; qué hago durante el día'. Ofir me cuenta que al concluir la obra, la gente, en especial mujeres del público, dice: 'yo podría estar aquí; hay muchas formas de encierro'. Te señalo, lectora, lector, el nexo de hermanas que sucede en un lapso imaginario entre el espectáculo 'Carácter, miradas de mujer en un momento sin tiempo', creado por bailarinas profesionales, y 'Un día menos', gestado por privadas de libertad. Es ese 'Yo soy otra Tú', que nos iluminan los mayas. El público más significativo eso sí fue el de las propias familias de las privadas de libertad: ver a madres, hijas, hermanas, sentenciadas allí en escena, representando con gracia sus emociones, sentimientos y vivencias cambió radicalmente su forma de valorarlas. Y una de esas aguas -de textura mixta con remolinos, caudalosa y calma-, Eimy Solano, una vez libre asume a solas una obra que nació colectiva en presidio. Eimy brilla sola 'Cuando Eimy salió de prisión le pregunté: ¿qué querés hacer? Y ella me respondió: ¿Cómo qué?... La obra', narra la directora con asombro que no cesa. Así trabajaron una versión unipersonal, un monólogo. 'Este sí es un espectáculo fuerte: una ex privada de libertad hablando de su vida allá adentro, porque como está libre no tiene miedo de ser ella y decir todo lo que vivió; hay momentos en que se ve horrible porque no tiene que hacer el personaje: ella es', cuenta Ofir. Yo me preparo y me asomo al escenario. Allí está Eimy vestida por ella misma para su actuación con esa desfachatez colorida de las muchachas de barrio pobre: top rosa eléctrico, camiseta abierta y minifalda negras, botas, mitones de licra calada y maquillaje iridiscente. Su cuerpo rebosa todas las heridas, todas las batallas, todas las inflamaciones de tragarse abusos, agresiones, violencia, abandono, y un hermoso rostro de juventud acusadora. Para que la ubiquen con referentes mediáticos, diría que su aspecto es como el de una Minnie Driver versión popular: alta, blanca, ojos grises, pelo negro, un cuerpo que acusa gorduras como almohadillas contra dolores indescifrables. Cuando tenía 19 años Eimy fue apresada por tráfico de drogas en un penal. La sentencia fue de ocho años pero en total estuvo cuatro en prisión. La típica transgresión delictiva de las mujeres en esta época: el último eslabón en la cadena de nexos familiares o de sobrevivencia es el de la entrega de sustancias a los consumidores. Son ellas quienes mueven la droga y, como la parte más visible y más débil de la cadena, terminan detenidas. 'Es necesario indicar que el tráfico de drogas es una actividad que suele permitir a las mujeres seguir desempeñando los papeles asignados culturalmente de madre, esposa y ama de casa, y que reporta ingresos imposibles de conseguir por otras vías, sean trabajos formales o informales', señala la abogada criminóloga Carmen Antony, en el artículo 'Mujeres invisibles: las cárceles femeninas en América Latina'. Ahora que Eimy está libre quiere que la obra contribuya a disuadir. En el rap que canta en la obra hay un estribillo repetitivo: 'aprendé mami, aprendé, aprendé papi, aprendé'. 'Que no sigan esos pasos, que se den cuenta que pueden hacer otras cosas, que vean la realidad de la vida, que hay cosas más bonitas', me dice rápido pues ya empieza la función. Se prepara para su momento de gloria. Ella misma ha escogido saltar de la pesadilla al sueño de luces: verse aplaudida, admirada, al modo de una actriz de cine, de TV. Ya ha presentado la función unas cuatro veces antes. 'Fue como un reto hacerla sola, aprendérmela sola; le cambiamos algunas cosas que hacían las mayores, pero hay muchas vivencias que yo tuve y metimos cosas improvisadas por mí', añade. Eimy comienza la función envuelta en una gran tela roja y hace un juego corporal simbólico; segura de sí, firme, no titubea, no se amilana, maneja su corpulencia con soltura; juega, imagina, se emociona, canta, danza: se transforma en una actriz que cuenta con imágenes claras la dolorosa historia de vivir recluida en una cárcel de mujeres, desde su ingreso, con la bienvenida de '¡Barco!, ¡barco!'. Son sus propias vivencias, nunca mejor dicho lo de 'en carne propia'. Su carne viene tatuada con punzón. 'La vida aquí es un infierno; cuando estás deprimida es como si te comieran por dentro', dice en un momento de la obra. Y en otro: 'Yo puedo sobrevivir, denme una oportunidad, yo puedo cambiar, la libertad qué es, es sobre la esperanza, es ser persona…'. Valerosa, saca voz y saca pecho para contar aspectos de esa pesadilla: las relaciones con las otras reclusas, con las 'seños' (guardianas de la cárcel), la comida asquerosa, las drogas, los amores, la maternidad, la libertad 'que es como ganarse la lotería', y la familia afuera ('¿Todavía están ahí…¿o me van a tratar como a un virus?'). Hay que ver un día de visita en cárcel de mujeres comparado al de hombres: el flujo de parientes es mucho menor. 'Aun cuando para ambos géneros la prisión tiene como consecuencia, además del castigo, el desarraigo y la separación de su mundo, para las mujeres es mucho mayor, ya que la mayoría son abandonadas por sus parientes en la cárcel' (Carmen Antony). '¡Promete la mop!', exclama al final de la obra. Le pregunto a Arena qué le parece la función de su ex compañera: 'A mí déjeme decirle que me llegó montones, demasiado buena'. Arena opina que como Eimy habla más se entiende mejor que en el montaje colectivo. Ofir fue a visitar a Eimy a su casa y la impresionó su extrema pobreza; su hermano hasta juraba que ella iba a volver al tráfico de drogas. 'Te das cuenta que se ha transformado muchísimo, porque pudo haber vuelto. Su familia la ve ahora con otros ojos'. Y Valentina y Ofir también ven el arte con otros ojos Ofir: 'El arte es trabajar por la calidad humana, valorar a las personas por lo que son. El arte nos ha permitido volvernos cirujanas no del cuerpo sino del ser humano. La danza se convierte como en la medicina, el teatro como en la vitamina A; veo todo muy relacionado desde el cuerpo. En especial hay que trabajar sobre la idea de respeto'. La costarricense Valentina Marenco, a cargo del proyecto 'Danza Joven' en la Universidad Nacional, siente que ya no podrá danzar, coreografiar o dar clases preocupada solo por lo estético y formal. 'Después de todo este proceso sentí un gran vacío y me cuestioné qué voy a seguir haciendo en mi arte y en mi vida. De este grupo de personas se aprende mucho, cómo sacar todo de adentro sin mucha vuelta, aprender a abrirse y expresarlo. Sus cuerpos tienen muchas historias que contar y ellas no tienen miedo ni reparo en hacerlo; están más presentes, más aquí y ahora, más vivas; solo tienen que hacerlo y lo hacen'. Por otro lado, nuestras creadoras no se engañan: saben de los escollos sociales en la aceptación de un trabajo artístico con este tipo de poblaciones. Aunque han logrado eco en el funcionariado que trabajan en el sistema penitenciario, ellos mismos les han advertido que el enojo de la gente en Costa Rica con el tema de la 'inseguridad ciudadana y el aumento de la delincuencia', no facilita simpatías ni apoyo para este tipo de población. 'El estado criminaliza, estereotipa y hay un círculo: si soy delincuente, tendré delincuentitos', opina Ofir. 'Proyectos como los nuestros son enfoques de prevención 100%. Sin embargo, no hay un plan de reinserción social positivo ni aquí ni en ningún país de Latinoamérica: el sistema les hace creer que son delincuentes y cuando salen a la calle lo siguen siendo porque no les dan otras opciones. Las funciones que hemos hecho han servido para que la gente vea a una privada de libertad de otra manera; trabaja sobre el estigma, es una posibilidad de fortalecer los procesos de reinserción social. Se trata de no perder la esperanza'. Sigamos la pista, queridos/as lectores/as y mundo en red: estas artistas iluminan un sendero para que vos seas 'otra ella', y ellas, 'otras nosotras'.
*Este artículo se enmarca dentro del proyecto América Latina en perspectiva de género II, que se realiza con el apoyo del C3, la unidad regional de análisis de la comunicación para América Latina de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES) de Colombia, en asociación con el área de género de la FES GENERO y la Asociación Civil Artemisa Comunicación en Argentina.
Con él, buscamos producir y difundir notas de autor(a), con enfoque de género, de 15 países de América Latina. Para eso contactaremos a 15 periodistas de distintos países del continente para que relaten con personalidad y sensibilidad un aspecto de lo que sucede en sus países.