Las discriminaciones superpuestas: identidad de género y migraciones
- Foto: Laura Schettino.
“Trabajo como un esclavo, no ejerzo mi profesión, no tengo a mi familia, pero soy feliz, porque no tengo la preocupación de que me vean”, afirma Juan, un chico gay venezolano. A Alejandro le llamaban “olla” en Perú, “como una olla a presión, ni masculino ni femenino”. En Honduras un policía asestó 22 puñaladas a Noelia, una chica transexual, que consiguió salvarse. Todos llegaron a España con el sueño de poder expresar libremente su identidad de género u orientación sexual, en un país al que veían muy avanzado en leyes pro Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales/Transgénero (LGTB). Sin embargo, en muchos casos, el sueño de libertad se derrumba ante las trabas que aparecen por su camino.
Estos testimonios, y el de 11 migrantes LGBT más, procedentes de Latinoamérica, África y Rusia, forman parte de una investigación “cualitativa” de ONU Mujeres, que se presentó el pasado 23 de octubre en el madrileño Casino de la Reina. El informe, bajo el título La situación social de la población migrante TLGB en España, desde un enfoque de género y de derechos humanos, pone de manifiesto que la unión de migración e identidad de género multiplica los problemas, y da lugar a discriminaciones superpuestas de etnia, clase u orientación sexual. El informe pretende “llamar la atención sobre los derechos LGTB que son vulnerados” e incidir en la importancia de “incluir estos temas en la agenda internacional sobre migraciones y desarrollo”.
Todos los autores del estudio son activistas LGTB, y casi todos migrantes. Una de las autoras de esta investigación, la socióloga italiana Valentina Longo, es un ejemplo de ello: “En Italia tienes miedo de que te peguen por la calle por ir de la mano con tu pareja (del mismo sexo)”. La investigación es “una herramienta militante”, porque “es un recorrido personal de cada uno de nosotros”, defiende Longo. Se tiende a considerar en la mayoría de investigaciones “lo economicista de las inmigraciones”, y en este informe se presentan casos de personas que “emigran por razones igualmente importantes como puede ser el amor” o la identidad de género.
Violencia en las miradas
Dentro de la discriminación étnica, el informe apunta a dos tipos diferentes. El primero se da por la propia condición de migrante, por ejemplo, frente a controles policiales a la salida del Metro de Madrid, donde el hecho de no tener el color de piel dominante se convierte en una sospecha. “¿Y si me ven cara de latina?”, se pregunta Karen, chilena transexual. Majo, transgénero de Uruguay, se considera tristemente privilegiada “por ser blanca”.
El segundo tipo de discriminación se da dentro de los propios colectivos LGTB. Hay estereotipos, “que son también otra forma de racismo”, como la consideración de la mujer latina como “caliente”, y de la lesbiana africana como “exótica”, denuncia Bintou, de Uganda: “Resulta difícil para mí encontrar una pareja porque piensan que quiero aprovecharme”.
La discriminación étnica va unida también a la discriminación por clase. El modelo de clase gay que se da en España es “el de clase social alta, que viste bien, de piel blanca, y que sale por Chueca”. Valentina Longo, lo define como “un modelo de consumo”. La discriminación saliendo por Chueca se la encontró un gay peruano a quien le preguntaron en un bar de ambiente gay “qué hacía allí” y “quién le había dado el flyer”. Algunos migrantes que acuden a organizaciones pro LGTB sienten que hay una “sospecha” de que tienen un “interés material”, otras personas se ven como “pobres” o “extrañas” en ese ambiente.
La discriminación de identidad de género y orientación sexual se une a la étnica, ya que muchas de las personas que participaron en este informe se sienten rechazadas por los españoles “por la violencia de sus miradas”. Incluso dentro de los propios colectivos LGTB se da el tipo de discriminación por identidad de género. Ámbar, transexual ecuatoriana, pidió trabajo en una peluquería regentada por un gay, quien le increpó: “Queremos una persona más acorde con el ambiente, tú no das el tipo”. Mario decidió cambiarse de sexo y esto provocó el rechazo de sus compañeras lesbianas de colectivo.
En general, las lesbianas denuncian que están invisibilizadas con respecto a los varones homosexuales, debi- do a que suelen tener trabajos más precarios “como empleadas domésticas” y suelen vivir con personas de su mismo origen. Los migrantes LGTB no se sienten integrados dentro de los colectivos de migrantes donde “la homofobia es muy palpable”, afirma Longo.
Leyes injustas
El estudio hace un repaso de las leyes que afectan a la población LGTB tanto a nivel global, como español. Critican, por ejemplo, el derecho de asilo por motivo de género, que sólo se reconoce si va acompañado de otros motivos, “como si la discriminación por motivo de género no fuera suficiente”, dice Longo. Por su parte, los autores del estudio se suman a las críticas por parte de varios colectivos en cuanto a la Ley de Identidad de Género, que exige el diagnóstico médico de una “disforia de género” –un desacuerdo entre el sexo biológico y psicológico– “como si fuera una enfermedad mental”.
Por último, este estudio hace una distinción entre los colectivos institucionalistas y los de base. “Hay una gran distancia, ya que los primeros tratan los problemas desde una sola dimensión”, no conjugando migración y LGTB. Por su parte, los colectivos más pequeños “y ligados al movimiento anticapitalista” han sabido aglutinar migrantes, aunque “no están suficientemente organizados”.
Por Julieta Arias Vásquez
Fuente: Diagonal Periódico