septiembre 17, 2021

Entrevista a Nagore, una joven feminista que estuvo a punto de hormonarse y transicionar a chico



Hace cinco años Nagore, estuvo a punto de cambiar su vida para siempre. Quiso hormonarse, mutilarse y transicionar a chico. “Yo tuve una identidad de género y una orientación sexual únicas y diferentes. Pensaba que los que me negaban esa identidad me odiaban y no me estaban dejando ser libre. También creé una vida en mi cabeza con mi nuevo género y orientación sexual y me daba demasiada importancia mirándome mucho en el espejo, pensando en todo lo que odiaba de mí”.

No era lo único que a esta estudiante de Psicología le incomodaba de sí misma. “También decía que la ropa que llevaba me representaba y que el género es algo muy complejo que sólo entiende la persona que lo vive. Yo también tenía mi bandera y símbolo propios, que reflejaban mi yo interior. Pero puedo asegurar que se puede superar la disforia sin caer en todo ese identitarismo”.


Hoy echa la vista para atrás y da gracias por no haber dado el paso final y sobre todo por aceptarse. “Ahora reconozco mi sexo biológico. Soy mujer, porque soy de sexo femenino, pero reniego de los estereotipos y los roles que se me han impuesto. Visto de la forma más cómoda posible, no me gusta el maquillaje, me encanta ver mis músculos crecer, uso sudaderas, llevo el pelo corto, discuto con todo el mundo todo lo que puedo, y hago que la gente me escuche. Nada de ello cambia el hecho de que he nacido mujer, y se me ha impuesto la feminidad por ello. Y, ahora que lo entiendo, por fin puedo estar a gusto con mi cuerpo, poco a poco”.

También afirma que “puede haber un hombre que se pone vestidos, se maquilla, lleva el pelo largo y tiene una personalidad tímida. Nada de ello va a cambiar que ha nacido hombre, y que se le ha criado bajo la masculinidad. Mujer: la diferencia por sexo va a seguir existiendo. Nunca van a dejar de recordarte que puedes parir, que eres un objeto para los hombres o que debes quedarte en una esquina sin hablar. Porque, en el fondo, todos sabemos lo que es ser mujer”.

Por eso, a sabiendas de que no hay menor que pueda escapar a la propaganda queer, denuncia el juego sucio de un lobbie que tiene todo que ganar a costa de hacer perder los derechos humanos de las chicas y chicos a los que logre convencer. Nadie mejor que ella para hablar de cómo la disforia “se crea socialmente, bajo la mirada atenta del sexismo, pues es su hija predilecta”.

¿Cómo llegaste a hacer clic y ver la propaganda manipuladora del transgenerismo?

Más que hacer clic, fue un proceso largo de aceptación de la realidad. No obstante, el momento en el que dejé de apoyar todo “lo trans” fue cuando un profesor nuestro, de la facultad de Psicología, preguntó “¿Qué es ser mujer?”. Previamente, en clase, nos había explicado las razones por las que el liberalismo había triunfado, así como las distintas formas con las que se camuflaba para que pareciera algo transgresor. Una vez entendido eso, cuando te preguntan qué es ser mujer, las respuestas posibles se resumen en una: “La hembra adulta de la especie humana”. Cualquier otra respuesta es, o sexista, o ultraliberal, o ambas. A partir de ahí, fue gracias a feministas como Paula Fraga, Laura Redondo y Laura Strego que comencé a ver todo lo que había escondido detrás.

¿Se puede salir a solas o se necesita además de valentía de una mano experta y profesional feminista?

Más que una mano profesional feminista, se necesita alguien que comprenda el sufrimiento que supone la disforia. No es tan sencillo como entender la teoría feminista y ya, mágicamente dejas de tener disforia. Es algo que lleva tiempo, y se necesita apoyo psicológico, como para cualquier otro problema de aceptación del propio cuerpo. No obstante, muchas veces el psicólogo tendrá que tratar primero otras problemáticas del paciente como, por ejemplo, las ideaciones suicidas. Después sí, después el feminismo debe acoger a esa persona y ofrecerle una forma de terminar de liberarse de la misoginia que la tenía cautiva. Pero lo primero es que la persona pueda vivir sin sufrir.

Además de personas con disforia, últimamente nos encontramos con gente que dice ser trans sin tenerla. Esto ya me parece el colmo de la misoginia y el retraso social, porque se están basando únicamente en estereotipos sexistas. ¿Qué razón puede haber para que alguien diga que es trans sin tener disforia? Que no se siente identificado con el género que se le impone, pero sin llegar a presentar rechazo hacia su cuerpo. Pero, seamos realistas, las feministas llevan siglos sin sentirse identificadas con el género y no por ello son trans. Para esta gente sí que es esencial una mano profesional feminista, pero profesional del propio feminismo. Lo que necesitan es comprender de qué va la abolición del género, y por qué es algo tan necesario.

Ahora que ves como tu madre lucha con otras mujeres y por una sociedad mejor, ¿dónde queda la rebeldía de aquellos momentos en los que no la entendías?

No era rebeldía, o al menos no considero que lo fuera. Yo realmente estaba sufriendo, como muchas otras niñas ahora mismo. El problema era que no se me ofreció la ayuda que necesitaba. En aquel momento no había la información suficiente, y estaba extendida la idea de que la disforia sólo era posible en niños que la presentaban desde los 3 o 4 años. No había detransicionadores, o al menos detransicionadores conocidos, ni personas trans críticas con el género. Entonces, sí, yo no la entendía a ella cuando me hablaba de feminismo. Pero ella tampoco me entendía a mí cuando yo le hablaba de rechazo del propio cuerpo.

Hoy en día ambas hemos aprendido la una de la otra, y ella ha llegado a entender mi sufrimiento y yo su lucha, que se ha vuelto la mía también, y estoy muy orgullosa de ella. Ver cómo apoya a las personas con disforia, cómo pide investigación para nuestro sufrimiento, cómo lucha por los derechos de las mujeres y cómo promueve el feminismo en su círculo me hace sentir muy orgullosa de ser su hija. Todo lo que soy ahora, es gracias a ella.

¿Qué les dirías, en especial a tantas niñas o jóvenes, que en realidad son lesbianas y que están abrazando el discurso queer?

Creo que las lesbianas jóvenes son especialmente proclives a caer en el discurso queer, porque rompen con muchas cadenas sexistas: mujeres que sólo tienen interés en relaciones sexuales y de pareja con otras mujeres. Los hombres quedan fuera; ya no pueden ser los protagonistas. Y sabemos que eso les da mucha rabia. Por eso existe entre los hombres el deseo de mantener relaciones sexuales con lesbianas.

Y, ¿qué pasa cuando rompes con lo que se espera de ti en una sociedad sexista? Que tienes más posibilidades de caer en este tipo de trampas. ¿Eres una lesbiana masculina? Es que en realidad eres un hombre. Por eso te gustan las mujeres. En realidad, eres un hombre heterosexual, porque te ajustas a esos estereotipos y rompes con la feminidad. Ya no eres una mujer saliéndose de lo que se espera de ella, siendo libre y disfrutando de su sexualidad, sino un hombre que hace “cosas de hombre”. ¿Sexismo? ¡Ja! ¡Para nada!

A las personas que estén pasando por esto les diría que no tiene nada de malo ser una mujer masculina a la que le gustan las mujeres. Pero, claro, es muy fácil decirlo. Lo que faltan son referentes. Y si tenemos un referente en el lesbianismo que de pronto dice ser un chico... No es algo que beneficie demasiado.

Sin embargo, no todas las chicas que caen en esto son lesbianas. También se puede romper con los estereotipos siendo heterosexual, y eso también te puede generar disforia. La orientación sexual, aunque creo que es algo a tener en cuenta no es determinante de la disforia.

¿Y a las madres que van a acabar accediendo a la hormonación de sus hijas?

A las madres les diría que se uniesen. Que se apoyasen entre ellas. No estáis solas, hay muchas más como vosotras, rezando para que todo esto acabe pronto y sus hijas puedan vivir libres de todas estas cadenas. Que puedan cortarse el pelo, llevar sudaderas y pantalones, salir con otras chicas, tener una personalidad fuerte y unas ideas claras, sin que nadie les diga que eso son “cosas de chicos”.

Pero también les diría que intentasen comprender a sus hijas. Estamos sufriendo un retroceso en cuanto al sexismo, y es normal que puedan desarrollar disforia. No están fingiendo el sufrimiento. Ellas lo están pasando realmente mal. Y necesitan a sus madres a su lado. No para hacer “peak trans” ni para recibir constantemente charlas sobre feminismo, sino para tener alguien en quien poder confiar siempre. Alguien que las apoye, y que ellas sepan que están a salvo.

Y, si eres una madre que ha acabado accediendo a la hormonación de su hija, te diría que comprendo por qué lo has hecho, y no creo que debas culparte por ello. Sí, es muy probable que tu hija se arrepienta de su decisión en el futuro. Pero has hecho todo lo que has podido. Y tu hija te tendrá a su lado cuando decida dar un paso atrás. Si consideraste que era la única manera de quedarte a su lado, no te sientas culpable por ello. Par ti también hay un sitio en el feminismo, al lado de todas las madres que intentan frenar esta locura.

A las madres que están super contentas con la hormonación y mutilación de sus hijas, también os deseo lo mejor. Llegará un día en el que vuestras hijas abran los ojos y vean el daño que les habéis hecho. Espero que ellas puedan perdonaros. Al final, el problema es del sexismo, no vuestro.

¿Cómo se ha llegado a creer que la homosexualidad sea transfóbica?

Al principio, esto me sorprendió bastante. ¿Cómo puede llegar alguien a pensar que la atracción por su mismo sexo sea algo hiriente para otras personas? Luego me di cuenta de que los hombres siempre han tenido un fetiche extraño con las lesbianas, y vi que no era algo tan raro. Es lo de siempre: hombres tratando de hacer realidad sus deseos, aunque eso incomode a las mujeres. Porque las quejas casi siempre son hacia las lesbianas, y no hacia los y las heterosexuales y los homosexuales. La queja es hacia las mujeres que utilizan la bandera labrys (lesbianismo), y no hacia los hombres que utilizan la suya (aunque también puede considerarse la bandera LGBTIQ+). La cuestión es que a las mujeres tienen que gustarles los penes. ¿Heterosexual? Pene. ¿Homosexual? Pene. ¿Bisexual? Pene. Casi parece que hayan revivido a Freud.

Y sus estrategias son muy buenas. Como consideran que hay infinitos géneros (porque la vivencia del género es personal, por lo que, si nos ponemos estrictos, hay un género por cada persona), dicen que la atracción sexual es por género y así pueden defender su manía de que a las mujeres les tienen que gustar los penes. Porque, claro, sea cual sea tu orientación sexual, te atraen géneros, y en todos los géneros hay penes.

¿Hay algún o alguna menor que esté a salvo de lo trans?

No. Es muy simple: intentamos educar a nuestros hijos libres de estereotipos sexistas. Cuando socializan, e incluso en las películas y series que ven, se les mete el sexismo. ¿Cómo van a reaccionar si, después de tener la libertad para escoger si quieren jugar por el parque sin preocupaciones o quedarse sentados por si “se les ven las braguitas, se les dice que lo primero es de chicos y lo segundo de chicas? Por eso hay más chicas que abrazan lo queer: las oprimidas somos nosotras. El sexo perdedor es el nuestro.Ninguna de nosotras quiere “nuestro género”. Dicho esto, considero que es necesario educar a los niños para que sean libres de comportarse como quieran sin caer en estereotipos. No podemos volver atrás. Pero también necesitamos profesores concienciados, y una sociedad mucho más feminista.

Diferencias la disforia de cualquier otro malestar en el trato social que se recibe, en que no son personas atrapadas dentro de un cuerpo equivocado sino atrapadas dentro de una sociedad equivocada.

Sí, considero que la disforia es diferente a otros tipos de rechazo hacia el propio cuerpo. Cuando eres mujer, te lo recuerdan todos los días de tu vida: “Las niñas llevan el pelo largo”, “las niñas por aquí, que los niños son muy brutos y os van a hacer daño”, “no hagas eso, que te haces daño. Deja que lo haga tu amigo”. Que te ignoren cuando presentas altas capacidades, mientras que hay niños menos inteligentes que tú con programas específicos para ello. Que no detecten bien el autismo en nosotras. Que, si te das la mano con una chica, aparezcan babosos a miraros. Que tengas que ser callada y no discutir a nadie. No expresar tus opiniones, no “tener ideas claras”. Y, claro, esto tiene un gran efecto en la vida de alguien.

Si resulta que no eres nada femenina, y además te recuerdan todo el día lo que se espera de ti, vas a desear haber nacido chico y que te traten como tal. Y no, no hay cuerpos equivocados. Más que nada porque no existen las almas, y el comportamiento no nace del cerebro. No naces siendo masculino o femenino. No naces siendo sumisa o dominante, no tienes predilección innata por ciertos juguetes. Todo eso te lo imponen. Decir que eso “hace a la mujer” es lo mismo que se decía hace años: la mujer es sumisa, delicada, no le gusta discutir, y tiene trato cordial y predilección por los niños. Y me niego a ir atrás.

A quienes apoyan que la solución sean extirpar mamas a las adolescentes en lugar de extirpar el género a la sociedad y lo están legislando ¿qué les dices?

Que sean conscientes de que están perpetuando los roles sexistas. El argumento de “es que el género existe, y hay gente que puede sentirse identificado con uno u otro” carece de lógica. El género existe en tanto que lo imponemos y lo perpetuamos. Obviamente existen los roles sexistas, pero existen precisamente por estar perpetuándolos. No existen como una categoría superior, ajena a lo demás. Identificarse con un género o con otro es tan absurdo como identificarse con una raza o con otra: si queremos eliminar la xenofobia, no podemos perpetuar la idea de que existen identidades españolas o senegalesas. Si queremos eliminar el sexismo, no podemos perpetuar la idea de que existen identidades de mujer y de hombre.


Nuria Coronado Sopeña es periodista, conferenciante y formadora en comunicación no sexista. Además es autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI), documentalista de Amelia, historia de una lucha (Serendipia) y Premio Atenea 2021 @NuriaCSopena
Fuente: La Hora Digital

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