enero 03, 2008

Violencia por prejuicio

María Mercedes Gómez es directora del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de los Andes desde el 2005. Es filósofa, especialista en estudios penales, magíster en Estudios de género y Ph.D. en teoría política. Ha trabajado en filosofía del derecho, sociología jurídica, teoría social y política y estudios de género y sexualidad. Actualmente trabaja en un libro sobre violencia por prejuicio sexual, tiene varias publicaciones sobre el tema, además de artículos sobre teoría de género y derecho y pornografía.

  • ¿Cómo llegó al tema de la violencia por prejuicio?
En mi tesis de maestría, sobre la propuesta del feminismo radical de censurar la pornografía (un álgido debate en la teoría feminista), empezó mi preocupación por este asunto: ¿qué puede resolver el derecho? Esta pregunta apuntaba a los temas de género y sexualidad qué es lo que estamos esperando o como estamos aproximando las demandas sociales al derecho. Sobre todo cuando existe una fuerte inversión en relación con lo jurídico por parte de los movimientos sociales. En el caso de los “crímenes de odio” se invierten energía y recursos en luchar por el aumento de las penas para los agresores ¿poner penas más severas va a asegurar que nos maten menos, que maten menos a los transgeneristas? Tengo mis dudas.

Un logro que conseguí trabajando este tema de la violencia fue unir muchos de los tópicos que me habían interesado: mis preocupaciones sobre las teorías del reconocimiento y mis críticas a las estrategias de reconocimiento, así como la cuestión de la representación política. En la noción de crímenes de odio encontré una forma de plantear tanto la cuestión de la ley, como las demandas de los movimientos sociales, sobre todo en los Estados Unidos, que fue donde desarrollé especialmente mi trabajo. En este momento estoy enfocada en el caso canadiense y la situación en América Latina.

  • ¿En qué consiste su propuesta de distinguir analíticamente entre discriminación y exclusión?
Hace diez años, el trabajo académico específico sobre la violencia contra las sexualidades diversas en Estados Unidos era escaso, la gran excepción eran las investigaciones del psicólogo social, Gregory Herek y algunos artículos que éste en compañía de Kevin Berrill coeditaron en 1992 en un libro titulado Hate Crimes: Confronting Violence Against Lesbians and Gay Men. Además de este libro, los artículos de Herek y algunas aproximaciones de teoría legal crítica al asunto, había textos más generales sobre las leyes contra los crímenes de odio, con motivaciones que incluían la orientación sexual y muchos textos sobre prejuicio y discriminación. Todos ellos eran tratados como sinónimos, a la hora de determinar causas y propósitos de la violencia; la noción de “discriminación” y la noción de “exclusión”, aunque estas nociones, aún en su definición más sencilla son distintas: la primera supone ocupar un lugar de subordinación en una cierta estructura jerárquica, mientras la otra analiza la incompatibilidad que existe entre dos elementos para compartir un campo dado.

Ahora, esa diferencia, entre discriminación y exclusión, no es fundamental a la hora de establecer ciertos resultados jurídicos, pero sí lo es a la hora de realizar un diagnóstico social, porque haciendo esa distinción podemos identificar revisar cómo y porqué los usos de la violencia difieren y no están relacionados con los mismos prejuicios. De este modo se puede hacer un diagnóstico más preciso de los prejuicios que aquejan a los grupos sociales y pensar soluciones.

Por este motivo trabajo en esa distinción entre violencia que jerarquiza y violencia que excluye. Cuando busqué en el diccionario estas palabras, ejercicio que hago siempre que estoy trabajando sobre categorías, me di cuenta que en un concepto prima la inferioridad de uno de los elementos y en el otro liquidar, eliminar. No es lo mismo que a uno lo quieran eliminar a que lo quieran mantener como subordinado. Así, entonces, el excluido, puede ser entendido como el constitutive outsider, propuesto por Derrida, o lo que Laclau enuncia con la noción de “límite”, que por un lado permite la coherencia del sistema, pero por otro, amenaza con destruir el sistema mismo.

A partir de estas distinciones analíticas puedo explicar cómo las dinámicas raciales, sexuales y de género se encuadran en un esquema de exclusión o discriminación. Inspirada en la clasificación de tipos paradigmáticos de Nancy Fraser, creo la raza y el género son categorías en las que se ejerce con mayor frecuencia la violencia jerárquica: ciertos episodios de violencia contra los afro-americanos, por ejemplo los linchamientos a mediados del siglo XX y la violencia contra las mujeres, suelen tener como objetivo mantener subordinados a sus agredidos y gozar, de cierta manera, de los beneficios que supone tenerlos subordinados. En cambio, la violencia excluyente supone que la entrada de ciertos sujetos en mi mundo causarían su derrumbe, por lo tanto, se siente legítimo producir una serie de mecanismos para eliminarlos. Esto, por ejemplo, tiene ilustración en los esfuerzos de terapias como las lobotomías, populares en los años 50 en Estados Unidos como “cura” para la homosexualidad.

  • ¿Por qué prefiere hablar de crímenes por prejuicio y no de crímenes de odio?
Una primera cosa es que hay que separar la noción de odio de la noción de crimen. El odio es un sentimiento que puede volverse o no conducta violenta, es un disgusto profundo hacia algo que es diferente a uno, o que por otro lado se asemeja tanto que uno tiene que evidenciar la diferencia. Me parece que la noción de prejuicio es mucho más amplia; este argumento no es sólo mío sino de la literatura sobre crímenes de odio.

Hay dos términos legales que se usan en Estados Unidos para este asunto: hate (odio) y bias (predisposición). En términos legales es más usado biasen las leyes estatales, mientras que desde el punto de vista de las leyes federales o en términos de la promoción más mediática de estas leyes se usa mucho la noción de “crimen de odio”, una noción mucho más impactante. En el trabajo de Frederick Lawrence, Punishing Hate: Bias Crimes Under American Law iencontramos un debate interesante al respecto.

El problema de la categoría “odio” es que es un atributo individual, mientras que la noción de prejuicio requiere de lo social. Los prejuicios son construidos socialmente, es decir, el prejuicio requiere que otros apoyen y confirmen lo que yo siento, así como las razones que justifican una conducta violenta hacia alguien. Precisamente, ese contexto prejuiciado funciona como una condición para el éxito de mi gesto violento: para que éste se vuelva un gesto terrorífico tiene que estar dado en un contexto donde el mensaje sea significativo, lo que sólo sucede si el prejuicio es compartido. La violencia por prejuicio tiene un fin simbólico, es un mensaje, una amenaza enviada directamente a una comunidad, aunque inscrita en cuerpos individuales
  • Entrevista Integra:

http://www.clam.org.br/publique/cgi/cgilua.exe/sys/start.htm?UserActiveTemplate=%5FES&infoid=3568&sid=51

Fuente: Clam

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The Blood of Fish, Published in