octubre 10, 2008

Colombia: Betsabé Espinosa y Georgina Fletcher, pioneras de los derechos de las mujeres

El acceso al trabajo remunerado fue uno de los principales derechos reivindicados por las mujeres; y cuando ya lo tenían, obligadas en la mayoría de los casos por su situación económica, la demanda de mejores condiciones laborales y de salarios constituyó una de las luchas más significativas libradas por las mujeres en la historia occidental, desde las primeras décadas del siglo XIX, cuando la llamada Revolución Industrial estaba en su apogeo. Hasta hoy, a pesar de la cada vez más creciente participación de las mujeres en el mercado de trabajo y su más amplia formación profesional, aún no se puede afirmar que existe paridad salarial entre mujeres y hombres. Pero recordemos, por ejemplo, a las trabajadoras textiles que exigieron reducción de la jornada laboral y mejores salarios en Estados Unidos y Europa, quienes fueron protagonistas de las primeras luchas en los primeras décadas del 1800.

Estas manifestaciones son, además, el origen de la instauración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, en una época en que también las luchas por el derecho al sufragio y el acceso a la educación -es decir, lo que hoy llamamos derechos políticos y sociales- tomaban cuerpo entre las europeas, norteamericanas y latinoamericanas, desde mediados del siglo XIX.

En cuanto a los derechos políticos, puede recordarse a la adelantada de la Revolución Francesa, Olympia de Gouges, que en 1792 escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana en respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que así, en masculino, selló la Toma de la Bastilla en 1789, no obstante la gran participación de las mujeres en la lucha que se libró en las calles de París.

“Si la mujer puede subir al patíbulo, también tiene derecho de subir a la tribuna”, decía el primer artículo de la Declaración de Gouges. Era su forma de reclamar el derecho a la participación política, como cincuenta años después lo hicieron las norteamericanas, entre las cuales, Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony cuya lucha contra la esclavitud y el derecho al sufragio de las mujeres quedó plasmada en la Declaración de los Sentimientos, suscrita en Seneca Falls, Nueva York, en 1848.

Con el advenimiento del siglo XX, en América Latina comienzan también a multiplicarse los nombres de las abanderadas de las luchas por sus derechos. En Colombia, por ejemplo, las acciones de Betsabé Espinoza y Georgina Fletcher son una de las evidenciad de lo que se hizo en América Latina para darle rumbo diferente a la historia de las mujeres.1

El 14 de febrero de 1920, las obreras de la Compañía de Tejidos Medellín, fábrica de propiedad de Emilio Restrepo, paralizan sus actividades. A la cabeza de este insólito acontecimiento que tenía lugar en la ciudad de Bello, estaba Betsabé Espinoza. Insólito para la época y los patronos, pero no por las condiciones que querían cambiar.

Las obreras tenían la prohibición de usar calzado, a causa de lo cual contraían enfermedades; y aparte de bajos salarios, tampoco disponían de un tiempo específico para el consumo de alimentos. Por lo mismo, demandaban la abolición de ambas disposiciones, incrementos salariales, destitución de los administradores que pretendían imponer "un trato de capataces", y el cese de los abusos sexuales, que las humillaban.

Fácil es imaginar las deplorables condiciones de trabajo en las que se desenvolvían.

En la huelga persisten 22 días. De nada valían las súplicas del párroco ni la actitud intransigente de Emilio Restrepo, pues las obreras contaban con el respaldo de los pobladores del municipio donde habitaban. Obtienen, al fin, el cumplimiento de algunas de sus demandas, gracias a la mediación de otros empresarios, autoridades de lugar y el mismo arzobispo.

Así, se firma un acuerdo en el cual se estipula que la jornada de trabajo no será mayor de nueve horas y cincuenta minutos (o sea, una hora más que lo que prima actualmente); se logra un aumento salarial del 40 por ciento, la posibilidad de que las obreras sean oídas en sus cargos contra los administradores, y la destitución de los capataces que las acosaban sexualmente.

Esta fue, sin duda, una de las primeras huelgas protagonizadas por las obreras textiles en Colombia y América Latina. Con éxito, ventajosamente.

Georgina, en los derechos civiles y políticos

Escritora, artista, educadora y especialista en heráldica, esta española que residió en Bogotá durante toda su vida, se dedicó también a la defensa de la mujer. En 1924 fue designada representante en Colombia de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, y de la Cruzada de Mujeres Españolas. Como tal, organizó la filial colombiana de la Liga.

Participó de la II Conferencia Panamericana de Mujeres, realizada en Lima en el mismo año, y del Congreso Internacional de la Liga de Mujeres Ibéricas, que se llevó a cabo en México, un año después. En ambos encuentros, presentó ponencias sobre las mujeres colombianas.

Por las representaciones que ostentaba, mantuvo frecuente correspondencia con feministas y sufragistas latinoamericanas, y en Colombia defendió ante la prensa el proyecto de Ley sobre los Derechos Civiles de la Mujer Colombiana, que fue presentado al Congreso por el senador liberal Absalón Fernández de Soto, el 6 de mayo de 1928; debido a la falta de quórum provocada por el retiro de una mayoría de senadores conservadores opuestos al proyecto, fue debatido sin votación.

En 1929, junto con varias mujeres, Georgina organizó el Centro Femenil Colombiano de Acción Social, y promovió la realización del IV Congreso Internacional Femenino, celebrado en Bogotá en 1930, como homenaje de las mujeres al libertador Simón
Bolívar.

Georgina Flatcher fue una defensora de los derechos de las colombianas y, en especial, de su derecho a la educación y al trabajo en el marco de la defensa de la soberanía de las naciones hispanoamericanas. MM

1 Los datos de los perfiles biográficos que aquí aparecen han sido tomados de "Mujeres que escribieron el siglo XX", Revista En otras palabras No.7. Bogotá, enero-junio 2000, Grupo Mujer y Sociedad, Programa de Estudios de Género de la Universidad de Colombia y Corporación Casa de la Mujer. Las autoras de los perfiles son Patricia Buriticá y Luz Gabriela Arango, respectivamente.
Por Alexandra Ayala Marín
Editora de María María
Fuente: Unifem Andina

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in