Disparates contemporáneos
La verdad es que no sé muy bien por donde comenzar. O mejor dicho, con cual de ellos comenzar.
Creo que comenzaré, por cuestiones de proximidad, con la noticia con la que nos hemos desayunado hoy en la Comunidad Valenciana y que es la siguiente: “Cualquier mujer embarazada podrá pedir los 21.600 euros de ayudas para no abortar. Sólo 108 gestantes podrían beneficiarse de los 600 euros al mes durante los 3 años de la medida.” ¿Cómo se nos queda el cuerpo? Pues bastante mal, la verdad. Porque entre otras cosas, la misma noticia comenta que no existe partida presupuestaria aprobada para tal medida, y además porque en este año ya tuvo que renunciar el propio Gobierno Valenciano a la promesa electoral que hizo en el 2007 de entregar 4.000 euros a cada familia por hijo o hija nacida.
Pero el tema es mucho más espinoso, puesto que la única condición que se exigirá a las mujeres embarazadas para que no aborten será la de acreditar “condiciones de dificultad”, sin precisar para nada si serán dificultades económicas, psicológicas, sociales…
Y esto abre una serie de preguntas como por ejemplo ¿Qué pasará con la mujer gestante nº 109 que solicite esta “ayuda”? ¿No promoverá esta medida embarazos interesados en mujeres jóvenes y no tan jóvenes con el único objetivo de acceder a estas ayudas? ¿Acaso no será una medida que se sitúe en el epicentro del propio debate de la modificación de la ley del aborto con carácter meramente electoral (no podemos olvidar que las elecciones municipales y autonómicas están –en calendario político- a la vuelta de la esquina) con el único fin de captar votos y que después desaparezca como la medida de los 4.00o euros? ¿No será peor el remedio antiabortista que aceptar la modificación de la propia ley?
En esta comunidad autónoma en la que vivo y trabajo estamos acostumbrados a disparates. No podemos olvidar lo de impartir las clases de Educación para la Ciudadanía en inglés y la nueva “idea” del Conseller de Educación de impartir esta asignatura en Chino Mandarín… Pero claro, estamos hablando de personas cuyo único objetivo es imponer criterios sin creer (y a las demostraciones me remito) demasiado en la esencia de la democracia que es el diálogo y la tolerancia.
Pero, por si acaso faltaba alguna vela en este debate sobre la modificación de la ley del aborto y como que la campaña de la protección de los linces ya se quedaba corta, los de las faldas largas y negras han intentado implicar a las Cofradías de Semana Santa para que protesten contra la modificación de la ley del aborto con el lazo blanco durante las procesiones. El debate entre las propias hermandades está abierto y servido. Así predicando en el Estado Español la preservación de la vida (según sus creencias) y mientras condenando a muerte en África a una muerte más que segura por SIDA con su discurso en contra de la utilización del preservativo.
Y mientras ellos, los de faldas largas y negras, a lo suyo, a seguir entrometiéndose en temas que son incumbencia de parlamentos democráticamente elegidos y sin querer respetar los derechos de ciudadanía que tenemos las mujeres sobre nuestra propia vida y sobre nuestro propio cuerpo.
Y además de todo ellos y a través de sus diferentes brazos sociales (no podemos olvidar que alguien les llamó la “araña negra”) llevando su mensaje sectario e intolerante a una sociedad que lo que pretende es la tolerancia y el entendimiento como base de la convivencia.
Menos mal que la Santa Inquisición y la Dictadura quedaron abolidas, puesto que de lo contrario, seguro que estaríamos todas quemadas, torturadas y seguramente muertas a manos de los que dicen proteger la vida pero predican enfrentamientos e intolerancia.
Reivindico la aconfesionalidad del Estado en todas las decisiones que tome. Quiero que se respeten mis decisiones como ser humano, como mujer y exijo que mi derecho a decidir sobre mi vida y mi cuerpo sea sólo mío y que nadie me tutele, me controle o me diga cómo he de actuar en cada momento.
En definitiva, abogo por la libertad de todas las personas en cada momento de sus vidas dentro de unas sociedades democráticas y dotadas de unas normas aprobadas por los representantes democráticamente elegidos.
Seguramente a estas exigencias los de faldas largas y negras y algunos políticos que son sus brazos, les llamarían manifestaciones del diablo o alguna cosa parecida, aunque en este caso, por favor que lo llamen exigencias de una diablesa.
Teresa Mollá Castells