Perú: Película revive debate sobre violencia sexual durante subversión
La premiación con el Oso de Oro de Berlín de la película peruana La teta asustada dará pie -cuando se estrene en Lima- a un debate muchas veces soslayado en el país: el de registro y reparación para las mujeres que sufrieron violencia sexual durante el conflicto armado que asoló el Perú en la década de los ochenta, en opinión de los observadores.
La película toma su nombre de una creencia andina, según la cual las mujeres violentadas sexualmente durante el conflicto armado transmitieron sus miedos a sus hijos, al amamantarlos.
Esta creencia está muy arraigada en las comunidades andinas, pero tiene basamento científico exhaustivamente investigado por varios expertos, bajo diferentes escenarios de violencia política.
Luego de revisar estudios con diversas poblaciones del mundo víctimas de violencia sexual durante conflictos armados, un equipo de investigadores encabezado por la psiquiatra argentina Diana Kordon, concluyó que "la situación traumática incide tanto en las personas que la sufren directamente, como sobre el cuerpo social en su conjunto".
Los hechos pueden incluso impactar sobre varias generaciones, agrega el informe científico "Impacto psíquico y transmisión inter y transgeneracional en situaciones traumáticas de origen social".
La cineasta peruana Claudia Llosa, directora de la película, reveló que se trata de una cinta de ficción, pero se basa en los testimonios de mujeres con las que conversó y padecieron violencia durante los 20 años que duró el conflicto armado.
Aunque señaló que lo suyo es más emocional que político, admitió que se ha hablado muy poco de lo que se vivió en los Andes "y es necesario hacerlo".
"Creo que es sano luchar por la memoria, a la vez que caminar mirando al futuro. La película plantea esa dualidad", enfatizó Llosa en rueda de prensa, al llegar a Lima.
Según la cineasta, los pobladores "no solo no fueron compensados o consolados, sino que, al contrario, sufrieron marginación, porque para la sociedad eran un recordatorio de la barbarie. En ese sentido, La teta asustada también habla de la dificultad para enterrar el pasado", corroboró.
La película será estrenada el próximo 12 de marzo en una barriada del cono este de Lima, que sirvió de escenario para muchas de sus escenas.
Se espera una fuerte polémica, debido a que se ha hablado poco sobre ese tema durante los años de violencia política en el Perú, al punto que, pese al tiempo transcurrido, aún no se ha podido establecer exactamente el número exacto de mujeres agredidas sexualmente.
Mientras la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) reportó 538 casos de violación sexual, 83 por ciento de los cuales fueron perpetrados por miembros de las fuerzas armadas, la presidenta del Consejo de Reparaciones, Sofía Macher, señala que son por lo menos 2.000.
Ronald Gamarra, Secretario Ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, sostiene que sólo en las fiscalías de Ayacucho hay 42 expedientes sin concluir sobre mujeres violadas.
En las localidades de Manta y Vilca, en Huancavelica (Andes centrales), decenas fueron violadas por los efectivos de la base militar allí establecida. De ellas, siete denunciaron a sus agresores e identificaron a nueve militares, denunció Gamarra en el blog de la Coordinadora.
"Esas mujeres se atrevieron a romper el temor y la vergüenza que impiden a muchísimas otras denunciar el crimen del que fueron víctimas. Y no hay justicia para ellas", corroboró a SEMlac.
Añadió que la mayor parte de las víctimas son muy pobres, quechuahablantes, sin escolaridad ni papeles que las acrediten como ciudadanas.
"A todas esas mujeres el estado peruano -todos nosotros- les debemos justicia y reparación. Y esta película hace visible su drama y su exigencia, ese es su mérito", subraya Gamarra.
Muchos defensores de los derechos humanos esperan, como él, que este largometraje pueda lograr lo que los organismos de derechos humanos no han podido: que el congreso peruano apruebe el proyecto de ley en su poder hace meses, el cual generaría las condiciones necesarias para que la totalidad de mujeres que sufrieron violencia sexual durante el conflicto armado sean registradas como víctimas y puedan, así, recibir reparación integral, especialmente en salud mental.
María Isabel Cedano, Coordinadora de DEMUS, una ONG dedicada a la defensa de los derechos de las mujeres, señala que la sociedad debería ser advertida de que se requiere mucho más que una reparación económica.
"La reparación civil es una mirada económica y compensatoria, pero eso solo no ayuda", dijo a SEMlac. En su opinión, se requiere de servicios de salud mental para las mujeres que sufrieron esos actos, así como una reparación simbólica que ayudaría a 'desestigmatizar' a las hijas e hijos que nacieron fruto de las violaciones.
"¿Quién y cómo repara a estas personas que también son víctimas de la violencia?", pregunta Cedano para ejemplificar la necesidad de una estrategia de salud mental que no sólo involucre a la mujer, sino a los descendientes y la comunidad.
"Esa es una realidad de la que nadie habla, pero está allí, hay testimonios desgarradores de madres que sólo después de muchos años han podido enfrentar a su hija o hijo y contarles la verdad", refiere.
Agrega que se impone también una reposición a la comunidad, a la cual "se le fracturó inevitablemente su equilibrio, su forma de vida y de eso tampoco nada se dice".
La única posibilidad para ejercer una compensación integral depende de la voluntad política de hacerlo, asegura. "Ello debería reflejarse, entre otras cosas, en un mayor presupuesto al Consejo de Reparaciones", agregó.
La película toma su nombre de una creencia andina, según la cual las mujeres violentadas sexualmente durante el conflicto armado transmitieron sus miedos a sus hijos, al amamantarlos.
Esta creencia está muy arraigada en las comunidades andinas, pero tiene basamento científico exhaustivamente investigado por varios expertos, bajo diferentes escenarios de violencia política.
Luego de revisar estudios con diversas poblaciones del mundo víctimas de violencia sexual durante conflictos armados, un equipo de investigadores encabezado por la psiquiatra argentina Diana Kordon, concluyó que "la situación traumática incide tanto en las personas que la sufren directamente, como sobre el cuerpo social en su conjunto".
Los hechos pueden incluso impactar sobre varias generaciones, agrega el informe científico "Impacto psíquico y transmisión inter y transgeneracional en situaciones traumáticas de origen social".
La cineasta peruana Claudia Llosa, directora de la película, reveló que se trata de una cinta de ficción, pero se basa en los testimonios de mujeres con las que conversó y padecieron violencia durante los 20 años que duró el conflicto armado.
Aunque señaló que lo suyo es más emocional que político, admitió que se ha hablado muy poco de lo que se vivió en los Andes "y es necesario hacerlo".
"Creo que es sano luchar por la memoria, a la vez que caminar mirando al futuro. La película plantea esa dualidad", enfatizó Llosa en rueda de prensa, al llegar a Lima.
Según la cineasta, los pobladores "no solo no fueron compensados o consolados, sino que, al contrario, sufrieron marginación, porque para la sociedad eran un recordatorio de la barbarie. En ese sentido, La teta asustada también habla de la dificultad para enterrar el pasado", corroboró.
La película será estrenada el próximo 12 de marzo en una barriada del cono este de Lima, que sirvió de escenario para muchas de sus escenas.
Se espera una fuerte polémica, debido a que se ha hablado poco sobre ese tema durante los años de violencia política en el Perú, al punto que, pese al tiempo transcurrido, aún no se ha podido establecer exactamente el número exacto de mujeres agredidas sexualmente.
Mientras la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) reportó 538 casos de violación sexual, 83 por ciento de los cuales fueron perpetrados por miembros de las fuerzas armadas, la presidenta del Consejo de Reparaciones, Sofía Macher, señala que son por lo menos 2.000.
Ronald Gamarra, Secretario Ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, sostiene que sólo en las fiscalías de Ayacucho hay 42 expedientes sin concluir sobre mujeres violadas.
En las localidades de Manta y Vilca, en Huancavelica (Andes centrales), decenas fueron violadas por los efectivos de la base militar allí establecida. De ellas, siete denunciaron a sus agresores e identificaron a nueve militares, denunció Gamarra en el blog de la Coordinadora.
"Esas mujeres se atrevieron a romper el temor y la vergüenza que impiden a muchísimas otras denunciar el crimen del que fueron víctimas. Y no hay justicia para ellas", corroboró a SEMlac.
Añadió que la mayor parte de las víctimas son muy pobres, quechuahablantes, sin escolaridad ni papeles que las acrediten como ciudadanas.
"A todas esas mujeres el estado peruano -todos nosotros- les debemos justicia y reparación. Y esta película hace visible su drama y su exigencia, ese es su mérito", subraya Gamarra.
Muchos defensores de los derechos humanos esperan, como él, que este largometraje pueda lograr lo que los organismos de derechos humanos no han podido: que el congreso peruano apruebe el proyecto de ley en su poder hace meses, el cual generaría las condiciones necesarias para que la totalidad de mujeres que sufrieron violencia sexual durante el conflicto armado sean registradas como víctimas y puedan, así, recibir reparación integral, especialmente en salud mental.
María Isabel Cedano, Coordinadora de DEMUS, una ONG dedicada a la defensa de los derechos de las mujeres, señala que la sociedad debería ser advertida de que se requiere mucho más que una reparación económica.
"La reparación civil es una mirada económica y compensatoria, pero eso solo no ayuda", dijo a SEMlac. En su opinión, se requiere de servicios de salud mental para las mujeres que sufrieron esos actos, así como una reparación simbólica que ayudaría a 'desestigmatizar' a las hijas e hijos que nacieron fruto de las violaciones.
"¿Quién y cómo repara a estas personas que también son víctimas de la violencia?", pregunta Cedano para ejemplificar la necesidad de una estrategia de salud mental que no sólo involucre a la mujer, sino a los descendientes y la comunidad.
"Esa es una realidad de la que nadie habla, pero está allí, hay testimonios desgarradores de madres que sólo después de muchos años han podido enfrentar a su hija o hijo y contarles la verdad", refiere.
Agrega que se impone también una reposición a la comunidad, a la cual "se le fracturó inevitablemente su equilibrio, su forma de vida y de eso tampoco nada se dice".
La única posibilidad para ejercer una compensación integral depende de la voluntad política de hacerlo, asegura. "Ello debería reflejarse, entre otras cosas, en un mayor presupuesto al Consejo de Reparaciones", agregó.
Por Zoraida Portillo
Fuente: Semlac