Entre fundamentalismos te veas, Entre el mundo terrenal y la promesa celestial, Entre lo terrenal y lo divino
El fundamentalismo, suele relacionarse con las religiones monoteístas en sus versiones más conservadoras, sin embargo éste no sólo se expresa en el pensamiento y la práctica religiosa, está firmemente vinculado con la política, la economía y la cultura; con el autoritarismo y con la violencia como mecanismo para mantener el control de mentes y cuerpos. La historia demuestra que una jerarquía religiosa no puede sostenerse y reproducirse sin el poder de las armas, del dinero, del poder político, y de ideologías que validan, a través de una serie de rituales, las verdades reveladas características de los fundamentalismos.
En su versión contemporánea, los fundamentalismos se relacionan particularmente con el islam y la ley coránica, y con una corriente protestante que se originó, a finales del siglo diecinueve, en Estados Unidos. Ésta, definida como una nueva derecha religiosa, ha establecido estrechos lazos con estructuras de poder que abarcan gobiernos, grandes empresas, universidades y cadenas de televisión. De hecho ha alcanzado un gran poder mediático que garantiza su presencia en los hogares estadounidenses y más allá de sus fronteras, en una especie de cruzada religiosa, combinada con intereses político- económicos que se han globalizado y tienen un peso importante en América Latina, y particularmente en Guatemala como lo atestiguan los más de 18 mil templos de distintas denominaciones y los casi 4 millones de feligreses y feligresas1.
Los rasgos fundamentalistas se encuentran también en otras religiones judeo-cristianas que coinciden con las anteriores, en diversos grados, en su oposición a la secularización, el rechazo del pluralismo religioso porque la tolerancia y el relativismo “debilitan la fe”, el intento por dictar normas de moral pública y privada, el impulso de la sacralización de la política, que ésta se rija por principios religiosos y no laicos, su desacuerdo militante con derechos que, desde su perspectiva, son contrarios a los designios de Dios, como la preferencia sexual y el aborto.
Uno de los preceptos que comparten los fundamentalismos ha sido la noción, elevada a categoría de verdad incuestionable, de que mujeres y hombres son seres inmutables, cuya esencia está descrita en textos religiosos fundacionales que ubican a las mujeres como seres inferiores e impuros, originalmente pecaminosos, que vienen al mundo para redimirse sirviendo a los hombres. Mientras ellos han sido creados para hacer la voluntad de un dios patriarcal que, por un misterio no revelado, sólo comunica sus designios a quienes fueron hechos a su imagen y semejanza masculina, lo cual justificaría el rechazo a que las mujeres sean intermediarias entre lo divino y lo terrenal.
La postura de considerar natural la subordinación de las mujeres a la autoridad masculina, va unida al discurso de una “nueva mujer tradicional”, apegada a los valores de la familia, que está en contra de la intromisión estatal en la salud sexual y reproductiva, en la educación de los hijos e hijas, sobre todo cuando se trata de programas de educación sexual, como fue evidente en las arengas de la candidata republicana a la vicepresidencia en el más reciente proceso electoral estadounidense.
Esos pensamientos profundamente enraizados en las culturas vigentes hoy día, han sido cuestionados por los feminismos, contribuyendo a develar el carácter histórico de las relaciones sociales y de las identidades de género, impugnando las bases mismas de órdenes patriarcales que descansan en jerarquías sexuales y de género, étnicas, raciales y de clase. De ahí que la maquinaria discursiva de los fundamentalismos esté dirigida, precisamente, contra los movimientos feministas que promueven los derechos de las mujeres a la autonomía, el pensamiento propio y la libertad.
Los fundamentalismos de todo signo han traspasado el plano religioso y han invadido el campo político, ideológico e institucional. Sus discursos anti-feministas permean las relaciones entre Estados, las políticas públicas y los órdenes jurídicos; se estrechan los lazos entre los líderes fundamentalistas locales y sus “casas matrices”, por ejemplo, en los Estados Unidos y el Vaticano. La reacción contra el feminismo y las feministas se ha traducido en medidas legales, políticas y económicas que, cual nueva inquisición, pretenden debilitar los avances logrados en el último siglo, especialmente en el terreno de la sexualidad, al desmontarse la obligatoriedad de la reproducción y la negación del placer sexual para las mujeres.
Pero las posiciones fundamentalistas también han permeado, como afirma la feminista Marta Alanís, el pensamiento económico como la creencia, hoy puesta en duda, de un mercado omnipresente que regularia todos los ámbitos de la vida social. Desde esa perspectiva lo religioso también se convierte en una mercancia rentable, que reditúa cifras millonarias por concepto de diezmos, ventas de textos, música cristiana y el manejo de múltiples programas en medios de comunicación, lo que se denomina “iglesia electrónica”. Asimismo, como una medida para atraer fieles, impulsan una “teología de la prosperidad” noción acuñada en Estados Unidos, que efectivamente ha resultado en una mejora económica para algunos de sus feligreses que han encontrado en este discurso, además de la promesa de salvación, una respuesta concreta a sus necesidades terrenales.
Las distintas versiones fundamentalistas riñen con las luchas por los derechos humanos y la emergencia de sujetos políticos pensantes y actuantes. Prefieren por el contrario mentalidades uniformadas que no cuestionen y se conformen con visiones esencialistas que prometen un más allá venturoso y no un más acá basado en la libertad y los derechos.
Un primer paso para salir del rebaño fundamentalista es colocar el debate, despojarnos de posturas esencialistas, ampliar nuestras miradas y complejizar nuestras formas de comprender el mundo terrenal más que aceptar ciegamente una incierta promesa celestial.
La Ciudad de las Diosas
- Dogma: doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia.
- Dogmático/a: inflexible, que mantiene sus opiniones como verdades absolutas.
- Fanatismo viene del latín fanaticus, adjetivo que en la Antiguedad señalaba al que defendía apasionadamente una posición religiosa, mientras que diálogo implica más de un logos, o sea más de una razón.
- Fundamentalismo, se refiere a cualquier pensamiento que considere los fundamentos en los que descansa su doctrina o ideología como inamovibles y absolutamente verdaderos. Una persona fundamentalista no admite posibles interpretaciones sobre la doctrina en la que cree y no tolera que alguien la relativice o limite su alcance.
Fuentes:
Alanís, Marta Los fundamentalismos y su accionar en la región. Seminario Internacional “Estrategias y reacciones proactivas frente a los fundamentalismos en la región”. Argentina, abril 2004.
Diccionario de la lengua española. 22ª. edición. http://buscon.rae.es/draeI/
Monzón, Ana S. La derecha religiosa trasciende fronteras. Guatemala, 2007. inédito
1 Entrevista a Manuel Dionicio de la Conferencia de Iglesias Evangélicas de Guatemala (El Tiempo, 2-4-2005, Bogotá, Colombia)