agosto 21, 2009

Yo hice un aborto con Women on Waves


X, quien pide reserva de su nombre, es un profesional de 33 años, liberal de derecha, que hace un año junto a su pareja acudió a la ONG holandesa Women on Waves para obtener pastillas abortivas. Aquí cuenta su odisea.


Nuestra historia fue como cualquier historia de amor. Nos conocíamos hace tiempo, ambos somos profesionales de las ciencias sociales y de la amistad dimos el salto a una relación de pareja. Estábamos en eso, cuando ella me contó que tenía un atraso. Debió ser en la primera o segunda ocasión que tuvimos sexo. No sé si fue el condón que se rompió, si estaba pinchado, la cosa es que no funcionó. Ninguno tenía pareja por otro lado, así es que no había razón para desconfiar. Compramos en una farmacia un test de embarazo y dio positivo, fuimos al médico y nos confirmó el embarazo. Nos dieron unas vitaminas, ella las tomó regularmente y luego hicimos una ecografía. Yo creo que ese fue el único momento bueno, sublime, diría yo, de todo esto. Escuchar los latidos del corazón del que pudo ser tu hijo no deja de ser intenso".


"Mi reacción desde el primer momento siempre fue la misma. Yo soy liberal en estas cosas y para mí la decisión pasa por la mujer. Si ella quería tenerlo, íbamos con todo. Si no quería, también. A mí no me era indiferente, la verdad yo quería tener el niño, pero era una etapa muy compleja. Nos veníamos recién conociendo como pareja y profesionalmente teníamos proyectos. A lo mejor pudimos hacer de tripas corazón y yo ahora estaría trabajando para parar la olla, urgido, claro que no habríamos postulado a los estudios en los que ahora estamos".


"Nunca estuvimos seguros. La verdad, nunca antes habíamos hablado del aborto. Por eso luego vino un período donde conversamos muchísimo. ¿Qué pasa si lo tenemos? ¿Qué pasa si no? ¿Será muy terrible, muy peligroso? Ella me decía: si yo decido no tenerlo, ¿me dejarás de querer? ¿Creerás que soy una mala madre? Ella temía que yo se lo reprochara a futuro permanentemente. Me decía: si ahora tengo un hijo, lo tendré con una persona que quiero, pero puede que ésta sea la última vez que esté con una persona que quiero".


"Luego de mucho conversar nos decidimos y desde un comienzo fue muy complejo. Por suerte supimos del embarazo tempranamente, así es que tuvimos tiempo para decidir y buscar. Le preguntamos a un amigo médico, pero no era de la especialidad. También tengo otra amiga doctora, pero que es muy pechoña, así que no quise hacerla elegir entre la amistad y sus preceptos morales. Incluso teníamos contactos afuera, en un país donde el aborto está permitido, pero allí también eran medicamentos restringidos, con receta retenida y seguimiento. Bueno, el caso es que por más que buscamos, en Chile simplemente no pudimos acceder a las pastillas. Tenemos muchos contactos, amigos profesionales dedicados al tema de la salud, pero también acá hay un cuento de a quién tú te atreves a contarle, porque es un tema, valga el lugar común, súper tabú".


"Pero si a mí, que soy un profesional con contactos me fue tan difícil, ¿qué pasa con una niña de 14 años de La Pintana, de La Pincoya o de Cerro Navia? Fue entonces cuando me metí a internet y casi lo primero que me apareció fue Women on Waves.


El barco del aborto


En 1997, Rebecca Gomperts, una médico holandesa, tripulante del Rainbow Warrior II, de Greenpeace, arribó al Puerto Caldera, en Costa Rica, donde vio cómo se desangraba una prostituta que se había practicado un aborto clandestino. No era la primera vez que le tocaba ver algo semejante. En su periplo a bordo del Rainbow Warrior II, había recorrido como médico internista Surinam, Rumania, Guinea y casi toda América del Sur, donde quedó impresionada por las consecuencias que los abortos ilegales tenían sobre la salud de las mujeres de los países subdesarrollados.


"Cuando estuvimos en América del Sur escuché historias de mujeres que sufrieron muchísimo. En aquellos países donde el aborto es ilegal, como Chile, se practica mucho más que en los que es legal, como Holanda, y las mujeres usan métodos muy peligrosos e invasivos. Pueden usar palillos de crochet, ramas, y en Zambia incluso beben gasolina para abortar", explica Gomperts a LND desde Holanda.


A su impresión personal en el barco de Greenpeace, Gomperts sumó los datos objetivos recopilados por instituciones como la Organización Mundial de la Salud.

Anualmente, 78 mil mujeres mueren por malas prácticas abortivas; una de cada ocho madres muere por abortos inseguros y, en países como Etiopía, esta incidencia aumenta al 50%. En Nepal, en tanto, el 25% de las mujeres encarceladas lo están por prácticas abortivas. Para Chile no existen cifras claras, salvo que al año, se estima que se practican aproximadamente 150 mil abortos con una mortalidad del 10% de las madres.


Impresionada, Gomperts dejó el activismo ecológico y se pasó al activismo pro abortista. Conservó, eso sí, algunas prácticas, como la frontalidad en sus acciones de protesta y, por raro que suene, el uso de un barco. Con dineros provenientes de donaciones privadas y algunas subvenciones estatales, Gomperts arrendó una embarcación y puso en marcha una curiosa estrategia de activismo.


Con el barco, Gomperts llega a los países donde el aborto es ilegal, convoca a todas las mujeres que quieren abortar (con menos de 6 y media semanas de embarazo) y las traslada hasta aguas internacionales donde les suministra medicamentos que permiten un aborto seguro.


"En Holanda la definición legal de embarazo empieza luego de las seis semanas y media, por lo que interrumpir el embarazo antes no se considera aborto. En aguas internacionales, donde rige la ley holandesa del barco, les suministramos las píldoras del aborto y luego las devolvemos a sus países sanas y salvas", explica Gomperts.


Así, la médico holandesa ha recorrido Irlanda, Portugal y España con un barco (el que cambia según el destino), que es una verdadera nave de guerra contraceptiva.


Con una tripulación compuesta por seis hombres y dos mujeres, entre quienes viaja un ginecólogo, una enfermera y un vigilante por posibles atentados, el barco lleva un cargamento de miles de condones, cientos de DIU, otras tantas píldoras del día después y muchas dosis de pastillas abortivas como la RU-486. En la proa, un contenedor adaptado, sirve de sala ginecológica, donde sólo se practican abortos con fármacos.


"La idea es promover el debate sobre el aborto en los países donde va, porque un barco no puede ser una solución para el problema del aborto en aquellos países. El barco es un símbolo del derecho de las mujeres a tener un aborto seguro", explica Gomperts.


Con el debate no le ha ido mal, en todo caso. En 2004, cuando su barco Aurora visitó Lisboa, la reacción del gobierno lusitano fue tal, que envió dos buques de guerra a la bahía para bloquear el paso al barco del aborto. Fue tal el impacto mediático que suscitó la visita de Gomperts y sus secuaces, que en 2005, el aborto fue un tema central del debate presidencial, lo que finalmente llevó a los portugueses a permitirlo bajo ciertas condiciones.


Women on web


Si el barco no puede llegar a todas partes, el sitio web de la fundación Women on Waves, en cambio, sí lo puede hacer. Allí se entrega información clara y precisa, en distintos idiomas, a quienes quieran terminar un embarazo no deseado de hasta 9 semanas. El sitio tiene ventanas interactivas donde aparecen las preguntas más frecuentes sobre el tema y un correo electrónico y un teléfono donde consultar. Además se indica cómo obtener los medicamentos abortivos (básicamente Mifepristona y Misoprostol), cuál es su uso seguro y las acciones a seguir en caso de complicaciones. Se indica, eso sí, que un aborto realizado con dicho método tiene una tasa de éxito de más del 97%.


En el sitio de Women on Waves fue, por cierto, el único lugar donde X, luego de mucho buscar, encontró ayuda efectiva.


"Nunca le planteamos a los médicos la posibilidad de un aborto. Siempre quisimos dar la imagen de una pareja feliz y bien constituida que quería tener un hijo, porque nos podían denunciar. La verdad que en todo esto nos sentimos largamente desamparados porque es un momento muy triste, que nadie quiere ni busca vivir".


En el sitio web de Women on Waves estaba todo explicado, sobre todo las complicaciones, que era lo que yo más buscaba, para ver qué riesgos tenía lo que íbamos a hacer. Tuvimos que llenar un cuestionario juntos, que es una especie de diagnóstico médico, sicológico y social, con preguntas como hace cuánto tiempo que había pasado; si habíamos ido al médico; si alguien nos obligaba a hacerlo, etcétera. Yo ilusamente creía que iba a llegar el barco, pero ahí supe que sólo iba a ciertos países y que donde no llegaba mandaban las pastillas. Para salir de dudas, en todo caso, uno se puede contactar por mail o por teléfono. El plazo máximo de envío eran 10 días, pero llegaron como a los cinco. Las compré con tarjeta, me cobraron 10 lucas, lo que nos dio confianza sobre una posible estafa (en Chile ya hay sitios que se hacen pasar por la ONG holandesa para hacer estafas). Eran dos pastillas y venían en un sobre con esos plásticos de burbujas para protegerlas. Ese mismo día fui a comprar todo lo necesario: toallas higiénicas de las más gruesas, pañuelos, de todo. Arrendamos una película, compramos algo para comer y nos acostamos juntos en una cama pequeña. La pastilla se coloca vaginalmente en la parte más interna, provoca unas contracciones, nada grave, y luego viene el sangrado que dura como una semana. Ahora que lo pienso, es terrible la falta de ritualidad que se da en el momento de hacer el aborto. Nosotros le dimos una ritualidad acostándonos juntos, durmiendo abrazados, viendo una película, pero la inventamos ahí. Ese fue el momento de mayor ausencia".


"Después pedimos hora al ginecólogo para hacer otra ecografía e indicó que no había ningún embarazo, sólo restos de uno antiguo. Todo esto pasó como hace un año, debe haber sido por mayo de 2008. A ella todavía le da pena hablar del tema".


“TENÍAMOS PENSADO PASAR POR CHILE”


A Rebecca Gomperts le han dicho de todo, desde que es la doctora muerte hasta que es la última extremista pro aborto del mundo. Su angelical apariencia -unos cálidos ojos azules rodeados por un pelo rubio ceniza- poco tiene que ver con su arrojado carácter.


“Ella es una persona que, sin reparar en riesgos, se atreve, que no teme ir al frente”, dijo en 2001 al New York Times Tom Levin, un profesor de Princeton asentado en Berlín, con quien Gomperts pololeó durante tres años.


“Hay gente que piensa que está loca. Cuando oí hablar de ella dije: ¿abortos en el mar? ¿quién es esta mujer, una suerte de cowboy doctor?, dijo en el mismo reportaje Julie Kay, abogada especialista en abortos.


Se le critica a Gomperts la contradicción en sus métodos, al hacer públicos los abortos de algunas mujeres para conseguir el derecho privado de todas ellas a decidir en conciencia tener o no tener a sus hijos.


La última y más difícil batalla de Gomperts ocurrió hace dos semanas, cuando el gobierno holandés puso una cortapisa a las salidas de sus barcos.


Cediendo a presiones de sectores conservadores, según Gomperts, el gobierno creó un reglamento que exige una licencia a todas aquellas instituciones que practican abortos de menos de 6 y media semanas, licencia a la que Women on Waves no puede acceder.


“El gobierno cambió un reglamento de la ley y ahora los abortos muy tempranos requieren esa licencia especial, porque de lo contrario se infringe la ley. Este cambio no es legítimo, ya que sólo fue reglamentario, no hubo debate ni pasó por el Parlamento. Por eso iremos a la corte para zanjar el tema. Mientras, tendremos que suspender los viajes, para preparar la pelea en la corte. Antes de eso teníamos pensado hacer un viaje por toda Sudamérica y por supuesto pasar por Chile”, explica Gomperts.


Por Joaquín Riveros
Fuente: La Nación

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