La sonrisa de mamá
En Guía (Inútil) para madres primerizas 2 (la lucha continúa) las periodistas Ingrid Beck y Paula Rodríguez recorren un camino en donde el humor es una excusa y un escudo para afrontar los mandatos, prejuicios y culpas de la maternidad. En este episodio cuentan la convivencia con maestras jardineras y despotrican contra las crianzas miradas como carreras en donde los chicos tienen que llegar a determinadas metas o las mujeres son mal miradas y expulsadas al infierno de la maternidad.
“Caminar es algo que un ser humano empieza a hacer cuando tiene alrededor de un año de vida y deja de hacer cuando tiene plata para pagar el taxi o comprarse un auto. Lamentablemente, esos plazos biológicos no coinciden con lo que el común de la gente entiende por ‘alrededor’ y por ‘un año’ y ése es el origen del equivoco y las preocupaciones. ‘Alrededor de un año’ significa que si bien es posible que Ricardito camine desde los diez meses también lo es que el vagoneta de tu hijo lo haga a los catorce (siempre hablamos de meses)”, advierten las periodistas Ingrid Beck y Paula Rodríguez en Guía (Inútil) para madres primerizas 2 (la lucha continúa), de Editorial Sudamericana, un libro que desde un humor feminista intenta desacralizar la maternidad y no sólo no dar recetas, sino más bien dar escudos para las recetas que los demás intentan darle a las mujeres por el sólo hecho de convertirse en madres. Y cuando los chicos o chicas se socializan la cosa se pone peor. O mejor, para despuntar el vicio de reírse y defenderse.
¿Por qué hacer una Guía 2? ¿Por qué los chicos crecen o porque les fue bien con el libro anterior?
Paula: –Las dos cosas. Si no nos hubiera ido bien con la Guía 1, difícilmente habríamos sacado una segunda. Pero, a la vez, la segunda es posible porque los chicos crecen y esto nos brinda nuevas y maravillosas experiencias con el mundo exterior: las maestras jardineras, los amigos y, sobre todo, las madres y los padres de los amigos, los parientes que piensan distinto que una –o sea: todos–, la televisión, los vecinos y todos los etcéteras que quieras agregar.
Ingrid: –Decimos, en joda, que hasta “Guía Inútil para Abuelas Primerizas” no paramos. Lo bueno de haber tenido un primer hijo es que sigue siendo rata de laboratorio y nos da letra para más best sellers.
¿Por qué no hacer una guía para padres? ¿Porque ustedes son madres? ¿O porque ser padres es realmente muy distinto a ser madre?
Paula: –Hay un mercado que se dirige a las madres, pero nosotras no pretendemos recortar nuestro universo sólo a mujeres, ni a madres. Nos han leído amigos varones que jamás comprarían los libros que están en los estantes de “maternidad” y “crianza” en las librerías. Y amigas sin hijos. También nos contaron que en algún taller de la CHA para las parejas homosexuales que van a tener hijos han recomendado las Guías. Nuestra pretensión es hacer un libro de humor, que lo lean mujeres y hombres en distinta condición. Con el tiempo, el libro se fue transformando en un regalo para embarazadas o minas que acaban de tener su primer hijo. Y se transformó en un long seller, esto es, un libro que permanece y se sigue vendiendo, no es que da un batacazo cuando sale y nunca más. Si esto sucede es porque la “mirada diferente” estaba en el aire.
Ingrid: –La verdad es que, sobre todo el primer libro, tiene mucho que ver con la maternidad y, dentro de ese enorme mundo, con el puerperio, un momento bastante más difícil para la mujer que para el varón. De todos modos, la propuesta y la mirada sobre la maternidad están bastante alejadas de lo “femenino”. Es tan universal que hasta los hombres se ríen (risas).
¿Cuando los hijos dejan los pañales o la teta parece que ya terminó lo más difícil? ¿Cómo se complica después?
Paula: –Yo no creo que lo más difícil sean las cuestiones prácticas: la alimentación o los pañales. Son cosas que dan mucho laburo... físico. Pero hay otro laburo, que tiene que ver tanto con los demás, en un sentido amplísimo: todos los demás, porque hasta gente que antes ni te registraba y, a partir de la maternidad, te pide explicaciones sobre tu vida familiar. Hay muchas presiones sobre los chicos, sobre lo que se espera de ellos: si “todavía” no hacen esto o aquello. Hay una noción de “carrera”, de “no perder el tiempo”, de “proyecto” con los hijos, en un sentido no muy agradable de la palabra, que es muy heavy. También están todas las ideas sobre si vos sos o no lo que se espera que sea una madre. Mantener a raya a la gente, tratar de criar a un hijo de acuerdo a lo que pensás, a tu ideología, a tu visión de las cosas, sin sentirte arrinconada por los diferentes “deber ser” que hay sobre esto, es un laburo. Y hacer todo esto tratando de dejar ser a tu hijo, sin que sea la posesión de nadie, más que de sí mismo, es el más grande de los trabajos.
Ingrid: –Yo no encuentro la parte fácil de ser madre. Todavía la estoy esperando. No creo en la máxima que dice “chicos chicos, problemas chicos; chicos grandes, problemas grandes”, creo que los problemas son siempre grandes (debo recordar que no sólo soy una madre, soy una madre judía y me hago problemas porque está en mi naturaleza). Primero porque no sabés si quiere teta, tiene pedos o es simple necesidad de upa y después porque no sabés si lo que necesita es un límite o con una charla profunda se resuelve todo. La complicación viene por la sensación de que en los primeros cinco años se juegan un montón de cosas del futuro y eso es inevitable.
¿En qué sintieron que se aliviaron con ponerle humor a la función materna? ¿En reírse si llegan tarde a un acto escolar, en que les hagan escribir las despedidas de las maestras en el jardín o en ir a tomar whisky tranquilas después del trabajo total ya las culpas las descargaron en el libro?
Paula: –Yo no tomo whisky después del trabajo; sí tomo algunas otras bebidas, y más bien en el medio, a eso de las siete de la tarde. En cuanto a la experimentación con los discursos escolares... bueno, yo suelo ser más sociable que Ingrid, la verdad es que me gusta que las madres de otros chicos del jardín me digan “che, vos que escribís, hacete el discurso de fin de año”. He escrito un par de discursos este diciembre. Quién te dice que no sea una nueva fuente laboral... En cuanto al alivio, bueno, el humor siempre tiene eso de servir a la catarsis. Pero más allá de eso, con Ingrid compartimos la idea de que escribir un libro sólo para hacer catarsis no da. Tiene que haber una idea. Que les sirva para hacer catarsis a los que lo leen: si se pueden reír, si acompaña en un momento de angustia –nos lo han dicho muchas puérperas–, es un fenómeno, buenísimo; pero nosotras laburamos de esto y tiene que haber algo más que “reírse de una misma”. Por supuesto que está bueno reírse, pero el humor de minas del estilo “ay, nos reímos de lo locas que estamos” no es para nosotras. Nuestro foco está puesto en la “función maternal” y en las barbaridades que se dicen en su nombre. Nosotras tratamos de hacer humor sobre lo que la maternidad les genera... a los otros. Ya hay suficiente material que se concentra en lo locas que supuestamente estamos. Y no nos gusta ponernos en ese lugar.
Ingrid: –Yo todavía no tomo porque estoy dando la teta, pero extraño la bebida... Y la verdad es que uno de los “grandes sacrificios” que hago por mis hijos es socializar con gente con la que si no fuera madre jamás hubiera trabado palabra. Debo confesar que me he llevado algunas (buenas) sorpresas. No escribí discursos escolares, pero sí dos obritas de teatro, actué de vaquera y de princesa y me sometí a varios papelones más, contra mi voluntad, por supuesto. No lo disfruto pero me sirve para escribir.
¿En qué se nota que son feministas en el libro? ¿En qué sienten que son coherentes con sus ideas y cuando sienten que hacen lo que nunca hubieran creído que iban a hacer en el tiempo en que eran editoras de la ex revista cultural La Maga, por ejemplo?
Paula: –Para nosotras la maternidad fue una elección, como lo fue, en otros momentos, no tener hijos. En ese sentido, una no se corre de pensar que está a favor de despenalizar el aborto porque esté embarazada. Tampoco deja los anticonceptivos para toda la vida después de haber tenido un hijo si no quiere tener un segundo, o un tercero, o un séptimo... Pero es cierto que siento todo el tiempo que hago cosas que nunca hubiera creído que iba a hacer porque no me pasé una vida planificando ser madre. Aunque no tengo muchas contradicciones en ir al McDonald’s o comprar otros inventos del imperialismo (ja) ni en que mi hijo vea programas de lucha... yo también me engancho con esas cosas. De chica no me dejaban ver telenovelas de Andrea del Boca, era una idea sobre ser progre y lo que estaba bien que no comparto. Me sentiría más contradictoria anotando a mi hijo en una escuela religiosa, por ejemplo. En tren de encontrarle la gracia, sí puede ser que me haya sentido un poco desubicada en algunos encuentros con amigas en peloteros, pero la verdad es que nunca funcionaron: el nene no se iba a jugar por ahí solo con las chicas de la recreación, así que mejor, para fracasar, fracaso en lugares más cool, que me gusten más.
Ingrid: –Creo que el feminismo atraviesa todo el libro. Tiene que ver con la mirada sobre la maternidad que proponemos. Con la crítica a los que critican, con la defensa de las elecciones de la mujer como madre y como trabajadora. Y todo el tiempo me siento coherente con mis ideas. No me corrí de ninguna de las grandes ideas en relación con qué tipo de mujer soy y lo que pienso, aunque la maternidad me cambia todo el tiempo y me ubica en lugares como los que hablaba antes: sigo creyendo, como creí siempre, que hay que despenalizar el aborto; me desdigo de cuando sostuve que jamás me iba a disfrazar para actuar en un acto escolar. Esos son los cambios. Lo demás, lo de McDonald’s y eso, nunca estuvo entre mis prejuicios: creo que en mi caso, el lema de que “si no le hace (mucho) daño a sí mismo o a los demás, que lo haga” es lo que me guía. O sea: de vez en cuando unas patitas de pollo (la hamburguesa es no negociable), tele y compu si tengo que trabajar y no me puedo poner a jugar están bien.
Por Luciana Peker
Fuente: Página/12