Desviaciones
Inusitado revuelo han causado unas palabras dichas por el presidente Evo Morales en el discurso inaugural de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra. Los medios de oposición nacional e internacional les han sacado el jugo, y algunas agrupaciones LGBT hacen circular manifiestos en tono de denuncia y solicitan adhesiones.
¿Qué fue tan grave en sus expresiones como para levantar tal reacción?
Dijo: “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos tienen desviaciones en su ser como hombres”, y enseguida describió cambios involuntarios que habían sido observados en órganos humanos como consecuencia del consumo de animales transgénicos. Se refirió a las alteraciones hormonales inducidas en los animales que, según su descripción, generarían a su vez alteraciones hormonales en las personas que los consumen.
En rigor, habló sobre salud; aunque así se interprete, nada categórico dijo sobre relaciones o identidades de género o sobre orientación sexual.
Salta la pregunta, ¿el uso del término ‘desviaciones’, en este caso, sintetiza la posición del Presidente Evo sobre el tema de diversidad sexual, o refleja las políticas que el Estado Boliviano ha impulsado en esta materia?
Un mínimo acercamiento a la información indica que no, pues tanto la Constitución vigente como las políticas públicas correlativas se orientan, más bien, al pleno reconocimiento y respeto de la diversidad sexual.
Así, lo que se puso en marcha es la ‘pesca’, con ánimos sensacionalistas, de una palabra, de un posible desliz verbal, para generar interpretaciones sesgadas sin considerar las otras palabras y los hechos de contexto.Habría que tomar en cuenta, entonces, esas otras desviaciones, las que reducen toda una posición a un desliz verbal, las que, escudándose en la espectacularidad mediática, llegan a convertir las causas que en su momento han sido de avanzada en pretexto o pantalla para encauzar ataques a los procesos de transformación que, con todas las contradicciones y dificultades inherentes a los cambios históricos, avanzan en nuestra región.
Poner la lupa en una u otra expresión, en medio de tantas, elude lo medular y trascendental de la jornada de Cochabamba: la ubicación en la agenda e imaginario mundial de los Derechos de la Madre Tierra, que de algún modo cobijan en su integralidad a todas y todos, y por tanto colocan un hito más precisamente hacia el reconocimiento y respeto a la diversidad inherente a todas las formas de vida.
Esto sitúa un nuevo marco de avanzada para la humanidad y para sus luchas por la igualdad, al tiempo que desafía a una actualización e innovación de discursos y argumentos.
Así, más allá de los límites circunstanciales de este episodio y del debate desatado, sería interesante en verdad ver qué desplazamientos se han producido o deberían producirse en la ubicación de los elementos ‘naturaleza’ y ‘cultura’ para la comprensión y afirmación de la diversidad sexual.
En qué medida la adopción de un nuevo paradigma o visión que reconoce el carácter indisociable de seres humanos y naturaleza lleva a reubicar las distancias que, en su momento, fue necesario enfatizar con fines políticos en la lucha contra la homofobia y la discriminación.
En el marco de esos debates anteriores, el orden natural aparecía invocado sistemáticamente por el discurso conservador para afirmar la heterosexualidad como la única ‘normal’, en tanto el discurso contestatario y progresista apelaba al carácter social y cultural de la construcción de la sexualidad humana; las opciones o elecciones de las personas daban como resultado las diversidades en esta materia. Ahora estamos en condiciones de ver mejor que naturaleza y diversidad son indisociables, y que la diversidad sexual está inscrita en el orden natural, o que la sexualidad tiene unas bases biológicas y naturales de tanto peso como las socioculturales. Siendo así, las hormonas también cuentan, las del pollo y las nuestras.
Por Magdalena León T., Remte-Ecuador
Fuente: Alai Noticias
Artículo publicado en Cambio, La Paz, 30 abril 2010