Entrevista a Lorena Cabnal, indígena y feminista en el oriente de Guatemala
Lorena Cabnal, mujer, indígena, feminista, pertenece a la Asociación de Mujeres Indígenas (xincas) de Santa María Xalapán, en el oriente de Guatemala. En esta entrevista comparte con las y los lectores de Pueblos sus pensamientos, sentimientos, quehaceres y poderes, y la propuesta de un nuevo proyecto y una nueva práctica política.
“El feminismo permite tener una conciencia crítica para transformar la realidad” por Andrés Cabanas (Revista Pueblos)
Más de 700 mujeres asesinadas cada año, racismo estructural, debilidad o ausencia del Estado como garante de derechos, narcotráfico, empobrecimiento. ¿Avanzamos o retrocedemos como sociedad tras la firma de los Acuerdos de Paz, especialmente desde el punto de vista de la situación de las mujeres?
Hay acuerdos específicos para el avance de los derechos de las mujeres, y se instituyeron algunos mecanismos para su desarrollo, como la Secretaría Presidencial de la Mujer, la Defensoría de la Mujer Indígena, el Foro Nacional de la Mujer, la Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia. Sin embargo, considero que faltan compromisos por cumplir. Existen políticas públicas para la promoción del desarrollo de las mujeres, pero no existen políticas territoriales que concreten estos planteamientos. En el caso de las mujeres xincas no contamos con políticas locales que reflejen nuestra realidad. Hoy por hoy no vemos avances concretos desde esta especificidad étnica de mujeres xincas.
¿Cuáles son los principales puntos pendientes en la agenda de los derechos de las mujeres?
Uno de los puntos fundamentales es la lucha contra la violencia. Durante el conflicto armado la violencia contra las mujeres no se había reconocido. La lucha histórica del movimiento de mujeres y feminista logra visibilizar la problemática de femicidios. Éste es un punto de agenda importante a tener en cuenta por parte del Estado. El Estado, con profunda responsabilidad política, debe impulsar leyes que ya están en vigencia, y además debe promover el fortalecimiento de la institucionalidad para el acceso a la justicia. Complementariamente, el acceso a la justicia local o justicia ancestral, es decir, a nuestras formas de impartir justicia en las comunidades.
En este contexto de desigualdad social y política, y de necesidad de poderosos movimientos sociales, ¿cuál es el estado del movimiento de mujeres y feminista?
Vivimos una etapa importante en el movimiento. El hecho de que recientemente se haya celebrado una Asamblea Feminista donde convergemos una diversidad de mujeres mayas, xincas y mestizas, además de una diversidad de pensares y miradas y una diversidad etárea, marca una etapa de consolidación en el movimiento de mujeres y feminista de Guatemala. Yo me siento parte importante de esta historia, porque anteriormente ha habido una segregación o un no reconocimiento por parte de algunas compañeras feministas hacia mujeres indígenas. Me parece que en esta etapa se está fortaleciendo el movimiento desde diferentes organizaciones y pensamientos y empieza a haber compañeras indígenas que ya nos nombramos como feministas y tenemos la posibilidad de aportar desde nuestras realidades, con un marco político común: fortalecer nuestra identidad feminista y el sujeto político feminista, que promueve acción con conciencia, que se colectiviza en las comunidades y, junto a otro sujetos, transforma la realidad de opresión histórica.
Uno de los grandes retos es la articulación de un movimiento que es en sí mismo muy diverso, partiendo de la diversidad étnica.
Las mujeres indígenas nos reconocemos como actoras válidas desde nuestros pensares, sentires, cuerpos, territorios y diferentes miradas de la realidad, y no le apostamos a algo que parcializa nuestras identidades, sino que confluye en un proyecto político para la transformación. La forma en que asumimos la identidad étnica, el sentir y el cuerpo en este espacio, en este momento, en este tiempo, nuestra forma de ser y estar en el cosmos y en el mundo, abona a una estrategia colectiva con otras mujeres diversas. Esta estrategia no nos va a segregar, no nos lleva a plantear quién ha sufrido más en la historia: las mujeres indígenas porque somos las más pobres o las más analfabetas; o las mestizas que tienen también historia de lucha y violencia, con un alto número de asesinatos de mujeres. Por el contrario, nos va a permitir vislumbrar una amplia gama de relaciones.
Mencionas el pensamiento feminista como clave en el fortalecimiento del movimiento de mujeres. ¿Existe un feminismo de las mujeres indígenas?
El feminismo plantea una forma y un estilo de vida que se atreve a transgredir patrones culturales. Nosotras en nuestra vida cotidiana tenemos situaciones a lo interno de nuestras culturas que no nos dejan vivir en libertad. Nos cuestionamos si esto será práctico con relación al equilibrio que debe existir cósmicamente para que nos sintamos como mujeres plenas. Entonces nos preguntamos qué plantea el feminismo con respecto a esta situación, cómo poder trascenderla. El feminismo hoy es una parte fundamental de un movimiento que quiere consolidarse. Yo me siento integrante de este proyecto que reconoce la diversidad de miradas y la lucha histórica de muchas mujeres, no sólo mestizas, sino de quienes han aportado desde sus diferentes prácticas ancestrales y territoriales.
Para una mujer indígena, ¿el feminismo es teoría ajena, o una práctica de lucha cotidiana desde su territorio?
El feminismo es una propuesta teórica que se concreta en la práctica cotidiana. Es una vida misma. No lo veo sólo como la posibilidad que se da desde la Academia. Me permite tener una conciencia crítica para transformar la realidad. Nuestra identidad feminista legitima los diversos caminos que las mujeres buscamos para analizar nuestras realidades de vida. En la experiencia particular de las mujeres de Xalapán, nos parece sumamente importante hacer el análisis de cómo se configuran los sistemas de opresión en contra de la vida de las mujeres y cómo van emergiendo en los diferentes contextos donde vivimos. El feminismo es una propuesta amplia donde yo, mujer indígena, encuentro que mis palabras y propuestas están reconocidas.
Isabel Rauber [1] habla de la necesidad de una lucha diversa, sin dispersión, y unida, sin unicidad. En este marco de búsqueda de cohesiones, ¿cómo son las relaciones del movimiento de mujeres y feminista con otros movimientos sociales?
Me parece importante que encon-tremos puntos en común, en el sentido que nuestras luchas sean antisistémicas: contra el patriarcado, el racismo, contra el capitalismo, contra la lesbofobia, contra todos aquellos mecanismos que condicionan la desventaja histórica y estructural de las mujeres. Creo que es importante valorar que hay otras actoras y actores en el movimiento, y en la medida que ellos reconozcan la lucha de las mujeres feministas, desde un planteamiento antisistémico claro, podemos tender puentes y hacer posible una gran fuerza política-social. Si tienen planteamientos coyunturales y su lucha no es estratégica, podemos hacer coordinaciones, pero no compartir un objetivo de transformación profunda.
¿Se perciben avances concretos en esta articulación estratégica, teniendo en cuenta la mayoritaria fragmentación de agendas y prácticas de las luchas sociales?
En el caso del movimiento feminista, sí, porque mujeres de diversas procedencias ya logramos hablar de un mismo proyecto político. Las acciones no van solamente en la línea de construir un proyecto particular, sino en el marco de un proyecto estratégico. Otros movimientos y actores todavía no tienen claro un proyecto emancipatorio y libertario.
Recapitulamos: vivimos un momento de violencia y extremo desprecio por la vida, pero también de nuevas prácticas de lucha, definición de nuevos proyectos de vida y fortalecimiento de nuevos sujetos, entre ellos los pueblos indígenas y las mujeres. ¿Cómo puede inclinarse la balanza hacia la recuperación de un proyecto colectivo para Guatemala?
Es fundamental fortalecer la conciencia crítica del sujeto político, de manera permanente a lo interno de las organizaciones, y de forma intencionada. Esta riqueza la promueve el planteamiento feminista: ver el mundo con ojos de mujer y desde nuestros espacios territoriales. Tenemos que pensar si en nuestra práctica estamos contribuyendo al proceso de transformación de la realidad o refuncionalizando el Estado y las opresiones. Debemos preguntarnos esto para encontrar sentido real a lo que hacemos y cambiar la balanza de nuestro quehacer personal y colectivo. De pronto estamos asumiendo líneas o directrices de políticas económicas que la cooperación, el gobierno, la Unión Europea, y otros, nos están enviando, perdiendo la autonomía del pensamiento político, y la capacidad de generar pensamiento desde nosotras y desde nosotros, y con autoridad epistemológica des-de los pueblos. Reproducimos discursos, pero tenemos que generar discurso desde nuestra propia realidad, para construir una realidad diferente.
Lorena, ¿qué les espera en los próximos años a las mujeres xincas de Xalapán y a las mujeres de Guatemala en general?
Esperamos generar pensamiento feminista crítico desde nuestro territorio cuerpo-tierra. Queremos generar reflexiones para compartirlas con otras mujeres feministas e indígenas. Queremos que escuchen nuestro planteamiento y aportar a las transformaciones del imaginario social instalado, intencionado históricamente. Queremos deconstruir estas mentalidades y promover un pensamiento libertario, transgresor, emancipatorio. Si continuamos con esta rebeldía transgresora que nos promueve el feminismo, para crear con autonomía y dignidad desde nuestros espacios, para construir nuestra realidad, a este feminismo guatemalteco le espera la posibilidad de seguir aportando a un mundo que necesita hacer transformaciones sumamente profundas, o tal vez no sólo transformaciones sino aboliciones. Las mujeres tenemos múltiples poderes. Necesitamos una estrategia de articulación de poderes y reconocer nuestros poderes diversos, que no son contradictorios, que no se deslegitiman unos a otros, sino que se traducen en una energía que revitaliza nuestro accionar colectivo en una agenda común, en pactos, en una visión de construcción colectiva de una nueva sociedad, de un nuevo país, de una nueva propuesta política que permita la plenitud de vida de las mujeres. Las mujeres del movimiento tenemos una tarea, pero no es sólo de nosotras, sino de todas y de todos.
Andrés Cabanas es colaborador de Pueblos.
Por Isabel Rauber es doctora en Filosofía, ensayista, directora de la revista Pasado y Presente XXI y profesora de la Universidad Nacional de Lanús (Argentina).
Fuente: Este artículo ha sido publicado en el nº 44 de la Revista Pueblos, septiembre de 2010.
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