octubre 22, 2010

Marea joven en el Encuentro Nacional de MujeresPor

Vestidas de colores, cantando, tocando, encabezando la marcha del domingo, levantando la mano para participar en todos los talleres, vendiendo artesanías sobre un parche en las plazas, distribuyendo volantes y gacetillas, compartiendo un mate, o tomando fotos de las demás, del momento.

Así se podía ver a las miles de mujeres jóvenes que abarrotaron Paraná durante el 25 Encuentro Nacional de Mujeres celebrado entre el 9 y el 11 de octubre.

Si bien las mujeres jóvenes estaban presentes en todos los talleres, había uno dedicado específicamente a ellas. Éste, que como tantos otros acabó por desdoblarse al superar el máximo de participantes, abordaba la violencia, la trata, la educación sexual, el trabajo, la educación.


35 chicas de entre 15 y 30 años compartieron inquietudes y reivindicaciones durante varias sesiones del taller, Artemisa jóvenes se coló en una de ellas, un espacio privilegiado para saber qué preocupa a las jóvenes.


Algunas hablaban más y otras hablaban menos, pero todas parecían tener algo que decir. La violencia fue uno de los temas de partida con una definición amplia y una visión global: una chica que se identificó como Guadalupe de Santa Rosa afirmaba: “Violencia no es solamente pegar, si no que implica que no te dejen pensar de otras maneras” y puntualizaba: “a veces viene por parte de otras mujeres, no viene de la maldad, son las propias madres que lo hacen sin saber.” Pero también aportaba ideas para el cambio “Somos nosotras las que tenemos que cambiar eso, tomar conciencia desde nosotras, desde las cosas pequeñas.” Un cambio que no resulta fácil, como constató otra participante cuando hablaba de una situación de violencia machista que había presenciado con otras personas y que no habían podido evitar: “Vimos a este tipo agrediendo a su mujer, empezamos a gritar, el tipo no se movió,” después describió con tristeza esa “impotencia que sentís, porque no podés hacer nada.”


Tenían más cosas de qué hablar: un tema sobre el que se extendieron fue el trabajo, en el aula había jóvenes madres, estudiantes de secundaria, universitarias, jóvenes trabajadoras: todas ellas identificaron una doble dificultad a la hora de acceder a un trabajo, su ser jóvenes, y su ser mujeres.


“Me parece que los más jóvenes son las principales víctimas de la precarización laboral” intervino una joven estudiante, a lo que una joven trabajadora replicó: “Tienen que tener bien claro que cuando salgan al mundo del trabajo van a tener problemas porque son mujeres.” Mujeres y jóvenes precarias que pueden encontrar en el entorno laboral abusos de poder que impliquen acoso sexual como denunciaron dos de las participantes: “Donde yo trabajo hay pasantes muy jóvenes a quienes su jefe acosa, y ellas lo aceptan, lo naturalizan porque les parece que soportarlo es necesario,” otra joven estudiante añadió la historia de una amiga que hacía su residencia en un hospital de capital, y a quien su cirujano jefe mantuvo relegada a tareas menores respecto a su formación porque ella rechazó tener una aventura con él…. Ambas incidieron en el desamparo que sufren las jóvenes ante situaciones de este tipo: “nosotras no tenemos un sindicato, un secretariado que aborde estos temas.”


Directamente relacionada con el acoso sexual emergió otra cuestión: muchas de las jóvenes presentes coincidieron en que el mercado laboral las analiza y valora por factores ajenos a su formación y capacidades: “Sobre las mujeres pesan mucho los estereotipos a la hora del laburo, siempre está la cuestión del cuerpo de la mujer para avanzar, la cuestión de que la mujer deba hacer uso de su cuerpo para avanzar.”

Denunciaba una de las presentes. En seguida fue apoyada por otra: “Se fijan primero si sos flaca, sos gorda, sos linda. Son trabajos precarios y no puedes llegar a sostener a tus hijos con un padre ausente.” Así se introdujo otra cuestión que preocupa particularmente a las jóvenes, el todavía alto índice de embarazo adolescente, que lleva a estas madres a una situación socioeconómica difícil de sostener, especialmente cuando el padre se borra. “Conozco mujeres jóvenes con hijos que solo encuentran laburo limpiando, lavando cuando encuentran un momento,” constató una de las presentes.


El problema empieza antes: las participantes recalcaban cómo el embarazo adolescente rompe el ciclo de la educación provocando el abandono de las jóvenes madres. Pero, según alertaron algunas, no es solo la permanencia de éstas en el ciclo educativo la que peligra: “las clases desfavorecidas también se quedan fuera , para ellas es inmediata la necesidad de trabajar”. Entre las estudiantes también se denunció la baja calidad de la educación en determinados establecimientos educativos: “Existe desfasaje entre el secundario y la universidad, ahí el pueblo se queda fuera.”


A falta de una hora para que acabase el tiempo para consensuar las conclusiones, y con cierta premura por unirse a la Marcha de mujeres que empezaría poco después, las jóvenes muy disciplinadas fueron debatiendo los temas estipulados en el taller.


La trata, con chicas provenientes de todas las regiones que traían sus propias noticias de niñas y jóvenes desaparecidas, se relevó como una preocupación compartida por muchas de ellas. Mientras algunas apuntaban a diversas historias en sus lugares de origen, una joven adolescente clamó indignada ante: “esa gente de plata que se confabulan entre ellos para conseguir más plata.” Algunas la secundaron señalando la responsabilidad “del estado, de la policía, de los clientes…” no hablaban de la trata como algo ajeno si no como un peligro por el que se sentían amenazadas: “En mi ciudad, tengo miedo a salir a la calle…” reconoció una chica muy joven, “me dicen que vaya por calles concurridas pero hoy en día hay pocas personas que acudan a ayudarte.” Ante la amenaza de las redes de trata, una joven universitaria, muy participativa concluyó: “Son cosas que no se pueden cambiar desde la individualidad si no desde lo colectivo.”


A lo colectivo se fueron, poco después, dispersándose en la marcha donde más mujeres jóvenes junto a participantes de todas las generaciones clamaban por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, contra la trata, por una educación sexual, por el derecho al trabajo. Y eran particularmente visibles y particularmente audibles: Con sus tambores, sus coreografías y sus elaborados cánticos. Y el rastro de proclamas que algunas habían ido dejando, para enfado de la Comisión Organizadora, sobre las paredes de Paraná.



Por Sarah Babiker

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in