RELATOS LIMÍTROFES
Una de las primeras lecciones que recibió la niña sobre sexo fue cuando sus padres le ordenaron que no mirase a los perros aparearse en la calle, puesto que era algo “feo”.
La segunda vez, ella se balanceaba sobre sí misma en la silla ¡Eso no se hace, te mueres!, gritó la voz de su madre… La niña lo siguió haciendo escondida, desesperada, gozando siempre con el miedo a la muerte en el placer.
La tercera lección fue de su abuela: Que juntara las piernas cuando andaba con vestido, para no provocar a los hombres.
La siguiente se la debía a su profesora de séptimo. Había llamado aparte a todas las niñas ante la mirada sorprendida de los varones, para recomendarles a ella que cuando estuvieran “indispuestas”, escondieran cualquier vestigio de sangre menstrual: la toalla higiénica bien enrollada en papel, les había subrayado, y lavarse varias veces “en esos días de suciedad”.
Ella había seguido en sus aprendizajes, sola. Aprendió a entrar la barriga para verse más flaca, a hacer dieta permanente, a perfumarse para serle agradable a los hombres y a sacarle partido a su cuerpo para ser deseable.
Se hizo deseable, se casó y parió. Había aprendido.
Lo que no pudo aprender –nunca- fue a tener orgasmos, pero esa es otra historia.
2 La changa
“¡Cállese carajo! ¡A la casa! ¡A qué se cree a qué vino! ¡Vaya a limpiar su cocina, a cuidar a las wawas, a tender la cama, a lavar vajillas! ¡Floja, re floja!”.
Cara chorreada de llanto, sucia de dos surcos negros, boca apretada, ojos de fuego. ¡Un palo se merecía y se lo dio apenas cruzó la puerta!
Cara chorreada de llanto, sucia de dos surcos negros, boca apretada, ojos de fuego. ¡Un palo se merecía y se lo dio apenas cruzó la puerta!
La había traído para trabajar y ella andaba en la calle jugando como si nada… Los viejos, sus padres, le habían asegurado que sabía hacer de todo en la casa y él –¡pobre estafado!- se lo había creído. ¡Pero que no se creyeran! ¡Todo lo que había gastado en traérsela a la ciudad… y los regalos, papas, cebollas y hasta un chancho que les había dado a los viejos, no iban a ser en vano! ¡La vida costaba y el se la ganaba trabajando, explotado, de la mañana a la noche, no como ella que no sabía ni hacer un fresco de canela! ¡No iba a permitir que le saliera como las otras! El ya tenía 40, necesitaba que se lo cocinaran y se lo limpiaran la casa mientras se rompía el lomo para surgir en la vida! ¡Todavía no había podido encontrar una hembra como es debido! ¡Qué mala suerte! Los viejos lo habían engañado vilmente, esta changa no sabía ni limpiarse la nariz. Pero él le iba a enseñar porque no tenía tiempo para ir a devolverla… y porque le gustaba el bamboleo de sus caderas.
Por eso la había tomado con furia la primera noche, para que aprendiera que ese bamboleo era solo para él. Que aprendiera que en la calle eso no se repetía, que en la calle debía comportase como un señora de su casa. Ahora era esposa ¡su esposa! le grito en el oído… ¡Ya carajo, no llore más, si parece wawa y está grande… tiene 14 años ya!...
3 La muda
Por eso la había tomado con furia la primera noche, para que aprendiera que ese bamboleo era solo para él. Que aprendiera que en la calle eso no se repetía, que en la calle debía comportase como un señora de su casa. Ahora era esposa ¡su esposa! le grito en el oído… ¡Ya carajo, no llore más, si parece wawa y está grande… tiene 14 años ya!...
3 La muda
Venía moreteada en la cara y los brazos. Un hombre de baja estatura y muy hablador se sentaba a su lado. Ella tenía un vientre de unos ocho meses de embarazo y a pesar de su mirada resentida, lucía como una de esas mujeres bellas de tevé. Alta y blanca, cabellos rubios. De aquellas a las que los mestizos de este país miraban dándose vuelta para repasarle cada una de sus partes. Era de aquellas adquisiciones masculinas que otros hombres envidiaban.
A la joven psicóloga de la institución de Defensa de la Infancia Agredida no le gustó esa mujer (nunca le habían gustado las tipas así, se hacían las moscas muertas y ella ya sabía cómo eran en realidad… No tenía pinta de víctima y además iba a regalar a su wawa…). El tipo a su lado, venía diciendo que darían al hijo en adopción porque no podían tenerlo, que quería que les dieran un papel a firmar, de inmediato, que su mujer acataba la decisión.
“Usted tiene un tono de mando…”, le respondió la asistente social -de la misma Institución- con algo de molestia (no le gustaba que cualquier usuario viniera a levantarle la voz). Sí, él había sido carabinero, ella no se equivocaba, por eso su tono –el hombre la miró con algo de sorna-. “Ajá”, dijo ella. La profesional ofreció el documento para que leyeran las cláusulas, intentó entregárselo a la mujer, pero el tipo lo tomó antes y ella no se iba a meter en líos de parejas.
El día del Test psicológico, la psicóloga recordó que esta era la misma rubia que no había dicho ni una sola palabra una semana atrás, por lo que luego, para identificarla, con la asistente social la habían bautizado como la muda. Hoy en cambio estaba más elocuente (es que el tipo no había podido entrar con ella a la cabina terapéutica y la muda era una de esas que se dejan pegar y luego se quejan, además tenía un personalidad patéticamente infantil…). Pero la psicóloga, que se enorgullecía de su profesionalismo, hizo su trabajo adecuadamente: escuchó atenta a la rubia cuando decía que se quería morir y la dejó llorar… Luego de que la vio calmada, le respondió: “Bueno señora” –lo dijo con su tono dulce acostumbrado- “denuncie, ahora están todas las facilidades con la Ley VIF. Qué él no lo note y de acá se va a Carabineros y coloca una denuncia”. Se lo dijo como a una niña, secreteando, con una sonrisa cómplice a la que la rubia respondió con otra sonrisa (ahí fue cuando vio que no era tan regia la rubia, se le notaba lo pobre, de estas rubias de población no más, malos dientes…). Recogió la hoja de respuestas y se despidió de ella con un apretón de manos.
Meses después, luego del femicidio de la rubia, la Abogada del Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres envío un mail a la Institución de Defensa de la Infancia Agredida, preguntando por qué no se había hecho, desde esa institución del Estado, la denuncia correspondiente de Violencia Intrafamilar contra el hombre, para proteger a la mujer. Si el informe social decía claramente, entre otras cosas, que “se había observado moretones y aparente temor en la mujer, así como agresividad en la personalidad del hombre…”.
La respuesta institucional no se hizo esperar y en una de sus partes rezaba: “Nuestro organismo tiene como objeto regular a favor de la infancia. Nuestro interés es el interés superior del niño –en este caso, dado ya en adopción-. A la usuaria se le recomendó denunciar…”.
4 La india
A la joven psicóloga de la institución de Defensa de la Infancia Agredida no le gustó esa mujer (nunca le habían gustado las tipas así, se hacían las moscas muertas y ella ya sabía cómo eran en realidad… No tenía pinta de víctima y además iba a regalar a su wawa…). El tipo a su lado, venía diciendo que darían al hijo en adopción porque no podían tenerlo, que quería que les dieran un papel a firmar, de inmediato, que su mujer acataba la decisión.
“Usted tiene un tono de mando…”, le respondió la asistente social -de la misma Institución- con algo de molestia (no le gustaba que cualquier usuario viniera a levantarle la voz). Sí, él había sido carabinero, ella no se equivocaba, por eso su tono –el hombre la miró con algo de sorna-. “Ajá”, dijo ella. La profesional ofreció el documento para que leyeran las cláusulas, intentó entregárselo a la mujer, pero el tipo lo tomó antes y ella no se iba a meter en líos de parejas.
El día del Test psicológico, la psicóloga recordó que esta era la misma rubia que no había dicho ni una sola palabra una semana atrás, por lo que luego, para identificarla, con la asistente social la habían bautizado como la muda. Hoy en cambio estaba más elocuente (es que el tipo no había podido entrar con ella a la cabina terapéutica y la muda era una de esas que se dejan pegar y luego se quejan, además tenía un personalidad patéticamente infantil…). Pero la psicóloga, que se enorgullecía de su profesionalismo, hizo su trabajo adecuadamente: escuchó atenta a la rubia cuando decía que se quería morir y la dejó llorar… Luego de que la vio calmada, le respondió: “Bueno señora” –lo dijo con su tono dulce acostumbrado- “denuncie, ahora están todas las facilidades con la Ley VIF. Qué él no lo note y de acá se va a Carabineros y coloca una denuncia”. Se lo dijo como a una niña, secreteando, con una sonrisa cómplice a la que la rubia respondió con otra sonrisa (ahí fue cuando vio que no era tan regia la rubia, se le notaba lo pobre, de estas rubias de población no más, malos dientes…). Recogió la hoja de respuestas y se despidió de ella con un apretón de manos.
Meses después, luego del femicidio de la rubia, la Abogada del Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres envío un mail a la Institución de Defensa de la Infancia Agredida, preguntando por qué no se había hecho, desde esa institución del Estado, la denuncia correspondiente de Violencia Intrafamilar contra el hombre, para proteger a la mujer. Si el informe social decía claramente, entre otras cosas, que “se había observado moretones y aparente temor en la mujer, así como agresividad en la personalidad del hombre…”.
La respuesta institucional no se hizo esperar y en una de sus partes rezaba: “Nuestro organismo tiene como objeto regular a favor de la infancia. Nuestro interés es el interés superior del niño –en este caso, dado ya en adopción-. A la usuaria se le recomendó denunciar…”.
4 La india
Llegó a las 9 y cuarto de la mañana, el calor ya abrasaba a esa hora, pero a ella no le importó. Entró adolorida y con su niña chiquita de la mano, pidió permiso sumisa y explicó en la oficina institucional para la Mujer, que su marido le había pegado la noche anterior. Se levantó la blusa sin que la psicóloga alcanzara a pedirle que no lo hiciera. Mostró sus cardenales, dos grandes cardenales que cruzaban su espalda. Su pequeña hijo abrió unos ojos inmensos cuando vio el cuerpo de su madre, pero calló.
Me grita india sucia, siempre me insulta, estoy cansada ya, son 17 años, no puedo más…Ni una lágrima, tranquilo su rostro. ¡Quiero que lo saquen de la casa, por favor!
Luego de varias horas, volvió empapada en transpiración a su casa y sin respuestas. Nadie podía hacer lo que ella necesitaba que se hiciera. Nadie iba a sacar a su marido racista de la casa porque nadie la amparaba. Le habían propuesto ir a un refugio para mujeres y eso quería decir que él lograría además sacarla de su propia casa… Debía pasar por una entrevista personal con una asistente social que decidiría si su caso calificaba o no para acceder al refugio, porque eran escasos los cupos. Y después el fiscal tenía que dar la orden. La psicóloga le pidió que no dejara de asistir.
La joven jefa del departamento de la Mujer, experta en Género, se fijó en los apellidos mapuche de la mujer cuando la psicóloga le pasó su informe para firmar, luego firmó mecánica olvidando del todo lo que firmaba, y le recordó a la profesional que debía ocuparse “un poco más” de manejar una buena convocatoria para las tres acciones municipales de “Buen Trato” planificadas: “El túnel de los sentidos”, “Los portales con siluetas de mujer” y “La promoción del Autocuidado Eficiente”.
La jefa se sentía muy orgullosa de sus proyectos y la Dirección se los alababa. A la terapeuta anterior la habían echado por ocuparse demasiado de la Primera Acogida y muy poco de los megaproyectos. La Jefa la había despedido con una sonrisa en el rostro diciéndole que contara con ella para lo que fuera, que si bien era cierto que no habían estado nunca de acuerdo, eso no significaba que ella no aceptara la diversidad.
Luego de firmar el Informe de VIF de la mujer mapuche, ordenó su traje dos piezas y comentó que se le hacía tarde para la reunión ministerial en que se corroborarían algunas nuevas estrategias de intervención en VIF.
Me grita india sucia, siempre me insulta, estoy cansada ya, son 17 años, no puedo más…Ni una lágrima, tranquilo su rostro. ¡Quiero que lo saquen de la casa, por favor!
Luego de varias horas, volvió empapada en transpiración a su casa y sin respuestas. Nadie podía hacer lo que ella necesitaba que se hiciera. Nadie iba a sacar a su marido racista de la casa porque nadie la amparaba. Le habían propuesto ir a un refugio para mujeres y eso quería decir que él lograría además sacarla de su propia casa… Debía pasar por una entrevista personal con una asistente social que decidiría si su caso calificaba o no para acceder al refugio, porque eran escasos los cupos. Y después el fiscal tenía que dar la orden. La psicóloga le pidió que no dejara de asistir.
La joven jefa del departamento de la Mujer, experta en Género, se fijó en los apellidos mapuche de la mujer cuando la psicóloga le pasó su informe para firmar, luego firmó mecánica olvidando del todo lo que firmaba, y le recordó a la profesional que debía ocuparse “un poco más” de manejar una buena convocatoria para las tres acciones municipales de “Buen Trato” planificadas: “El túnel de los sentidos”, “Los portales con siluetas de mujer” y “La promoción del Autocuidado Eficiente”.
La jefa se sentía muy orgullosa de sus proyectos y la Dirección se los alababa. A la terapeuta anterior la habían echado por ocuparse demasiado de la Primera Acogida y muy poco de los megaproyectos. La Jefa la había despedido con una sonrisa en el rostro diciéndole que contara con ella para lo que fuera, que si bien era cierto que no habían estado nunca de acuerdo, eso no significaba que ella no aceptara la diversidad.
Luego de firmar el Informe de VIF de la mujer mapuche, ordenó su traje dos piezas y comentó que se le hacía tarde para la reunión ministerial en que se corroborarían algunas nuevas estrategias de intervención en VIF.
- Texto Integro: Relatos Limítrofes
Por Victoria Aldunate Morales
La Ciudad de las Diosas