México Fútbol. Espacio de masculinidades.
El deporte ha sido utilizado históricamente para reafirmar la desigualdad de género. Este fenómeno, común a otros deportes además del fútbol, ha sido cuestionado por parte de organizaciones de mujeres y de la diversidad sexual que han buscado apropiarse de este deporte bajo otros códigos. No obstante, dado el contexto comercial del fútbol masculino, las prácticas disidentes son minimizadas, afirma Martínez.
Para el investigador, la discusión sobre la preponderancia de lo masculino en el fútbol debe considerar hasta qué punto la poca atención que los organismos federados de fútbol prestan a las mujeres y a las comunidades no heterosexuales se traducen en violencia de género o desigualdad. Reflejo de esto son la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) y el Comité Olímpico Internacional (COI), “organizaciones gerontocráticas controladas por hombres ancianos visionarios para los negocios pero muy conservadores”.
Para el catedrático, “la mayor visibilidad que adquieren los campeonatos mundiales masculinos” es una forma clara de conservadurismo y de dominación masculina en el fútbol. La renuencia de los jerarcas del balón a hablar sobre estos temas es una de las muestras más explícitas de su visión conservadora. Sin embargo, señala, en el deporte también se reflejan las transformaciones sociales. “Los cambios de la sociedad llegan a todos los rincones de la vida social, entre ellos el deporte”.
Para Martínez, el reciente surgimiento de equipos de fútbol femeninos y de la diversidad sexual responde a la segmentación de mercados y a la dinámica propia de la sociedad posmoderna, en la que han aparecido numerosas categorías deportivas en torno a la reivindicación de distintas identidades.
Martínez examina el fútbol no sólo como deporte sino también como fenómeno cultural, social y político vinculado a la norma de género y al ejercicio de la masculinidad. Propone que la práctica sea abordada a partir de sus rituales y de la visión de jugadores, aficionados y otros agentes involucrados en este espectáculo.
Al considerar el campo deportivo como “reflejo de la sociedad”, Jacques Paul Ramírez Gallegos considera que en el fútbol pueden leerse y comprenderse fenómenos sociales más generales como el racismo, el sexismo, el nacionalismo y el regionalismo. El fútbol emerge como un deporte históricamente masculino en el que se desarrolla un combate simbólico entre grupos, que da lugar a la construcción de identidades colectivas. Para el antropólogo, su origen está relacionado con la ritualización de las “guerras entre bandas”, cuya violencia ha sido regulada con la modernización de este deporte.
En la configuración del fútbol como práctica masculina, Ramírez Gallegos destaca el despliegue de elementos asociados a la “hombría” como la fuerza física, la potencia o la violencia de los deportes de combate, simbolizados a través de la utilización de determinadas partes del cuerpo que intervienen en su práctica.. Su ejecución representa desafíos para el cuerpo humano, como la correcta utilización de las piernas en acciones que demandan coordinación. En esta simbolización, señala, el portero ha sido feminizado. Cada gol representa una penetración y emula a la vez la pérdida de la virginidad. La fuerza se simboliza a través de los testículos, por lo que es común escuchar que un jugador es “poco hombre” o “falto de huevos” cuando evidencia debilidad en el juego.
Ramírez Gallegos considera que la violencia de las bandas de simpatizantes responde a normas de masculinidad que resaltan la rudeza y la habilidad para pelear. En esta agresión ritualizada los actos violentos se refieren a una disputa por la identidad, por un imaginario o por un territorio simbólico, que legitiman a los varones para expresar su pasión, sentimientos y emociones. En virtud de lo anterior, el autor concluye que la institución del deporte es un medio disciplinario a través del cual se transmite una cultura masculina. En Sudamérica, el fútbol es una de las principales instituciones públicas. Mediante su práctica no sólo se aprende a jugar, sino también a alcanzar el mundo exterior y a pertenecer al ámbito masculino.
Las mujeres
Las mujeres son excluidas del fútbol por su presunta debilidad física y por el riesgo que la actividad corporal supone para su capacidad de procrear, argumenta Martha Santillán. Para esta autora, la persistencia de la inequidad social de las mujeres se refleja en la feminización y masculinización de algunas labores profesionales como el fútbol.
El fútbol es visto como un deporte de contacto de extrema rudeza física, por ello no se considera recomendable que las mujeres lo practiquen. A esta idea, afirma Santillán, se suma la creencia de que las jugadoras de balompié pierden atributos físicos asociados a la belleza y la docilidad.
Al respecto, Ramírez Gallegos considera que la equidad en el ámbito futbolístico y deportivo debe ir más allá de la profesionalización de espacios para el desarrollo de la actividad física femenina. Según el antropólogo, la equidad debe desbordarse hacia otras áreas que permitan el desarrollo intelectual y profesional de las mujeres a fin de conseguir su integración a nivel general.
Hasta el momento, afirma, se han desarrollado deportes socialmente permitidos para las mujeres, pero no existe ninguno ad hoc a la “naturaleza femenina”. La participación femenina en la industria futbolística es baja, lo que dificulta la creación de canales de acceso para su integración y para el cuestionamiento de los prejuicios de género del ámbito del fútbol.
Otras apropiaciones
Los estereotipos sociales sobre las personas homosexuales contribuyen a su exclusión del fútbol. En virtud de ser un espacio de masculinidad privilegiada, se considera que no hay razón para que a ellas les interese, asegura Rodrigo Laguarda, investigador del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
El autor de Ser Gay en la Ciudad de México explica que el uso frecuente de términos peyorativos como “puto” o “menos hombres” para referirse a hombres débiles en los campos de juego y tribunas de los estadios, evidencia la segregación de la cual es objeto la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, travesti, transgénero e intersexual.
Sin embargo, señala que las personas LGBT se han apropiado de imágenes emanadas del fútbol y les han dado un uso distinto al tradicional. Jugadores como David Beckham o Cristiano Ronaldo se han convertido en objetos sexuales que despiertan un gran interés en el público gay. Al respecto, Laguarda cita testimonios de publicaciones gay, como la extinta revista Boys and toys, en donde se vincula el incremento de la popularidad de algunos jugadores a la creación de páginas de internet dirigidas a hombres gay.
Pese a la proliferación de imágenes de futbolistas en el “mundo gay”, en el fútbol profesional todavía existen resistencias a que los hombres gays participen en él asuman su homosexualidad, ya que son espacios que privilegian la masculinidad hegemónica, señala el experto.
En respuesta a la vinculación de este deporte con la esfera masculina heterosexual, añade, se creó un mundial de fútbol gay. En este escenario se observa una autoafirmación por parte de la comunidad gay frente a la subordinación social de las personas homosexuales en virtud de su supuesta feminidad. De acuerdo con el investigador, esto también representa una transgresión a la masculinidad hegemónica ya que cuestiona la imagen del fútbol como deporte de “verdaderos hombres”.
El antropólogo señala que si bien aún es difícil que un jugador profesional se asuma abiertamente como gay, el fútbol se ha convertido en un espacio de reivindicación para el colectivo de la diversidad sexual. De hecho, algunos jugadores homosexuales han renunciado a convertirse en estrellas del balompié para luchar contra la homofobia.
Los autores y autoras de la recopilación concluyen que el fútbol es un espacio privilegiado para la reafirmación de la masculinidad heterosexual, que está siendo cuestionado y reapropiado por sectores sociales excluidos de este deporte. Para Samuel Martínez esto conducirá al surgimiento de una práctica deportiva más incluyente en la que, algún día, un jugador profesional pueda mostrar abiertamente su orientación sexual.